Ante los serios desajustes que vive el país, son
advertidos dos paradigmas en franco conflicto: el de la universidad crítica, y
de la “universidad” resignada.
OTRA VEZ LA UNIVERSIDAD
Indiscutiblemente, la universidad venezolana sufre la
misma crisis que caracteriza al Estado venezolano. Padece sus mismas
restricciones, limitaciones y contradicciones. Aunque al momento de observar
los problemas que afectan al Estado, pareciera haber una notoria diferencia con
las dificultades que exhibe la universidad. Sin embargo, tales cuestionamientos
dependen del enfoque bajo el cual sean revisados. No obstante, el problema que
se tiene al momento de opinar a este respecto, estriba en la postura ideológica
asumida. Consideraciones así contraídas tienden a desviarse hacia conjeturas
que devienen en juicios equivocados que sólo favorecen el clima de
empobrecimiento político que tiene delicadamente anquilosado al país en lo que va
de siglo XXI.
La universidad está sujeta a críticas desde distintos
ángulos. Incluso, a múltiples exigencias que buscan desnudarla de cara a las
carencias que ha incitado una gestión gubernamental totalmente abstraída por un
ideario político arcaico. No podría negarse que la universidad nacional,
particularmente la universidad autónoma, se encuentra confiscada por los
conflictos que tienen paralizada a Venezuela por cuanto éstas están enclavadas
en el ámbito social, político y económico que acoge su funcionalidad. A pesar
de que no deben permanecer silentes por indiferencia o inclinación política.
Sin embargo, algunas suelen asumir una actitud de subordinación toda vez que
adoptan un papel pasivo que las identifica como universidades comulgantes con la
postura gubernamental.
La universidad autónoma venezolana, hoy más que nunca,
está siendo atrozmente magullada dada su condición de institución educativa que
sabe preciarse de actuar como sistema de creación de conocimientos y valores
intelectuales en aras de su compromiso con los propósitos de desarrollo
económico y social pautados por la Carta Magna. La visión obtusa del gobierno,
en tanto que busca forjar realidades divorciadas de los medios capaces de
estimular la investigación de cuyos resultados puede beneficiarse la sociedad
en su expresión más general, lleva a desvirtuar los procesos de
enseñanza-aprendizaje alineados con principios de soberanía y consolidación de
la democracia. De ahí su interés en formalizar un sistema educativo conforme su
obcecación y obstinación político-ideológica. Precisamente, en el curso de sus
bizarras intenciones comienzan a agrietarse decisiones tomadas con presunción
socialista. Esta situación de serios desajustes es advertida al entrar en
conflicto dos paradigmas absolutamente contrarios: la universidad crítica, y la
“universidad” resignada.
Ello deviene en un
choque de posiciones que alcanzan al mundo político sobre el cual se dinamizan
las relaciones “amigo-enemigo” propias de toda confrontación animada por
ideales y objetivos que conciben la vida económica y social de forma
contrapuesta. La sociedad del siglo XXI, ha comprendido que la universidad no
puede limitarse a la rutina o a la simple adhesión a propósitos que trazados
para complacer a un único modo de producción. Es natural que el pensamiento
social dirija sus expectativas a convencer al resto de actores sobre la
necesidad de innovar. O como planteaba D.F.Maza Zavala, “someter a juicio el
conocimiento existente con el fin de alinear los caminos conducentes al
desarrollo nacional”. Ante el miedo que da al alto gobierno criticar los
errores de lo establecido y de lo que opera en la sociedad, desde la
universidad, es por lo que actúa con cinismo y engaño. De verse en medio de
ello, se le desmoronaría la superestructura construida con basura desechada por
sociedades de países que sin desparpajo sorprendieron al mundo político y
económico con propuestas que históricamente marcaron su distancia del atraso y
del subdesarrollo. Por eso el gobierno busca abalanzarse sobre la autonomía
universitaria con medidas de fuerza dirigidas a suprimir su institucionalidad
académica. De manera que en el horizonte de confrontaciones, es lesionada otra
vez la universidad.
VENTANA DE PAPEL
VERDADES QUE NO DEBERÍAN SER
Saber del amigo
que se va de una forma trágica, más que una infausta noticia, constituye una
fatídica conspiración de la vida contra el legítimo derecho de todo persona de
compartir distintos momentos con quienes mejor pueden integrarse a toda
situación que demande entusiasmo para alcanzar cualquier propósito de
crecimiento personal, profesional y espiritual. Aunque en verdad deberá
admitirse que cuando las realidades se tornan fustigadoras, pareciera que la
vida está confabulando contra las ilusiones que todo ser humano busca disfrutar
en su trance por este mundo de la manera menos desagradable. Es decir, en un
plano de bienestar, salud y paz.
Sin embargo, las
realidades son inexorables, infalibles, indistintamente del carácter de
fatalidad o de felicidad que pueda afectar o beneficiar al hombre en su
discurrir. La vida se torna casi como un juego con un único adversario: la
incertidumbre. Ni siquiera la posibilidad de distinguir problemas bien
estructurados de problemas no bien estructurados para así analizarlos a la luz
de distintas perspectivas situacionales, garantiza un logro que coincida plenamente con las esperanzas o
empeños que un individuo puede perfilarse frente a las limitaciones que le
definen su tiempo y espacio. Este hecho de lidiar con la incertidumbre, aun
cuando bastante mal definida, resulta difícil y hasta aventurado. Aunque sin
embargo, a algo de ello lleva la planificación.
Aún así, la vida
no deja de ser una escuela de probabilidades. O como dijera el escritor inglés,
Samuel Butler, “la vida es el arte de sacar conclusiones suficientes, de
premisas insuficientes”. Ahí está el problema. Todo pareciera complicarse a
medida que el interés por resolver dudas y reveses se magnifica. Quizás el
hecho de ver la vida con alguna sencillez, hace que se comprenda mejor en aras
de admitir las desavenencias que son propias de su acontecer. Para el también
inglés Thomas Hobbes, teórico por excelencia del absolutismo político, “ la
vida es un perpetuo movimiento que si no puede progresar en línea recta, se
desenvuelve en círculo”. De esta forma, reconoce las obstrucciones en las que
cualquier persona se ve atrapada sin que haya pretendido atascarse en ningún
lugar.
El poeta
colombiano Porfirio Barba Jacob, en su Canción a la Vida Profunda, entendió que
vivir fue siempre el más difícil de las artes. Por eso habla de que hay días en
que el hombre es tan móvil, fértil, sórdido, plácido, lúbrico y tan lúgubre,
que ocurre un momento en que “discurren vientos ineluctables” Ese día se levan
“anclas para jamás volver”. Es “¡un día en que ya nadie nos puede retener!”.
Sin duda que la
vida no es un asunto fácil para nadie. Muchas veces luce complaciente, según
las circunstancias que embarguen el instante en que se finaliza o se recrea.
Pudiera inferirse que no hay viento favorable para quien no sabe a cuál puerto
dirigir su barca. Y como en el fondo de todo seguirán habiendo razones que
pesen sobre el hecho de cuestionar el destino de cada quien, podría ser
acertado oponerse a verdades que no deberían ser.
“Cuando un gobernante no conoce las bondades de la universidad y sus alcances sociales científicos y culturales, obviamente que desconoce las razones para reconocerla como arbitrante de toda transformación posible que redunde en beneficio del gobernado. Incluso, de la misma gobernabilidad”
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
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