Los banqueros prestamos siempre mucha
atención a un proceso denominado compensación, que es el intercambio de cheques
y obligaciones entre los bancos y se hace todos los días. Cada banco recibe
cheques contra otros para ser acreditados o cargados en las cuentas de sus
clientes. Al intercambiarlos, cargos y abonos se hacen en una cuenta en el
Banco Central, la cual nunca puede sobregirarse.
De llegar esta situación el banco estaría
“fuera de compensación” y debería ser intervenido. Como paréntesis, debo decir
que este proceso se ha prácticamente automatizado hoy día. Pero en la fecha de
mi historia todavía era como he descrito.
La compensación nos era avisada a los
ejecutivos en la primera hora de la mañana. Sabíamos entonces de cuánto dinero
se disponía en la cuenta del central y se tomaban las decisiones de préstamos
interbancarios, compra de divisas, de créditos etc. Además permitía conocer la
situación de liquidez de los otros bancos, pues unos eran positivos y otros
negativos en la compensación. Si un banco venía negativo repetidamente era una
señal importante que debía tomarse en cuenta.
El 13 de enero de 1994, como todos los días
esperaba la compensación. Comenzó a pasar el tiempo y no llegaban noticias. Las primeras dudas de algún banco en problemas
empezaron a surgir. Alrededor de las 10:30 a.m. recibimos una llamada urgente
del BCV convocando a una reunión en el piso 3. Se despejaron las dudas.
Las oficinas ejecutivas del BCV están en el
piso 3 donde hay un salón denominado “de la herradura” por la forma de su mesa.
A las 11:30 am allí se congregaban los presidentes de todos los bancos, además
del Ministro de la Secretaría de la Presidencia, la Presidenta del BCV y el
Superintendente de Bancos. Y, discretamente en segunda fila, tres
representantes de los accionistas del Banco Latino. La presidenta del central
indicó que había convocado porque existían problemas en el banco Latino y
quería hacerlos del conocimiento de los bancos para buscar ayuda.
Para llegar a esa situación mucho se ha
debido haber conversado en el gobierno y el BCV. Los bancos solo tenemos una
información parcial, comercial, mientras que la autoridades conocen (o debían
conocer) al detalle la situación de cada banco. Se ponía en evidencia que algo
muy grave sucedía. En mi experiencia bancaria era la primera reunión de este
tipo a la que asistía. Hizo alguna aclaración el Ministro y el Superintendente
de Bancos indicó que habían hecho una reciente inspección al Banco Latino y que
sus deficiencias era de cerca de ocho millardos de bolívares, algo menos que el
patrimonio del banco, pero que creía que fácilmente podría continuar operando.
Entonces la presidenta del central, con su
voz baja y precisa, nos dijo: ahora los dejo entre Uds. para que conversen y
vean como se puede apoyar al Latino.
Salieron las autoridades y comenzó la
discusión. Fueron interviniendo varios banqueros sobre el tema. Para mi sorpresa
la voz cantante comenzó a llevarla Orlando Castro, presidente del Banco
Progreso y su argumentación fue que se debía ayudar al Latino porque era un
“compañero” y que todos los presentes deberían hacerlo. Entonces dijo que los
que estuvieran de acuerdo con él deberían quedarse, pero los que no, debían
abandonar la reunión. Lucía muy jefe de la situación.
Pedí la palabra y argumenté: si el caso del
Latino es el de una deficiencia transitoria de liquidez debería ser ayudado.
Pero si la situación es de insolvencia era otra cosa, pues se estarían poniendo
en juego los intereses de los depositantes. Además, dije, que no estaba
autorizado por el Consejo Directivo del Banco para tomar una decisión y que por
lo tanto me retiraba. Me paré y me fui.
A la salida estaban las autoridades y me
preguntaron. ¿Oscar, que haces aquí? Les conté lo sucedido y me marché bajando
por las escaleras principales del edificio. Había ya muchos periodistas en los
alrededores pero pase como invisible. Eran más de las 1:30 p.m., me fui al
banco y no puedo negar que llegue con una taquicardia.
Se había disparado la crisis bancaria que
desde hacia tanto tiempo se venía anunciando, pero sobre el cual no se habían
tomado las medidas adecuadas. Siempre sucede así. Las crisis bancarias presentan
síntoma tras síntoma pero siempre se estira la arruga pensando en que nada
sucederá y uno de los problemas es que mientras más tiempo pase la situación se
hace peor y las consecuencias las sufre toda la economía, pero principalmente
los más pobres, pues nuestros gobiernos acuden a la inflación para diluir sus
deudas. Recordemos que Caldera II llegó a 105%.
Regresando al salón de la herradura. Continuó
la discusión y se designó a una comisión para estudiar la cartera del Latino y
determinar
la calidad de la misma. El domingo en la
tarde ya sabían que la insolvencia era 10 veces mayor de lo que dijo el
Superintendente.
Así se hizo evidente al público la crisis
bancaria más grande que había tenido el país (hasta ahora) y que -no me queda
duda – fue el disparo que dio inicio al desastre que tenemos hoy día.
Óscar
García Mendoza
ogarciamendoza@gmail.com
@ogarciamendoza
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Excelente e impecable artículo… quitando lo último de “el disparo que dio inicio al desastre que tenemos hoy día”. Ese disparo, me consta, se dio en 1974 con la llegada del primer gobierno de supra-sabe-lo-todos financiados por el petróleo
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