¿No pareciera una reproducción metafórica del
exorcismo con el que un teniente coronel pretendió sanar a una sociedad entera,
ahorcándola en el intento? El trámite no duró un minuto. Lleva 14 años. Es la
larga noche de nuestra barbarie.
No es el caso yucateca, en cuyas selvas lacandonas y
gracias a observaciones satelitales se descubren ciudades enterradas bajo
siglos de salvaje y selvática naturaleza invasora. Comienzan los arqueólogos a
descubrir ciudades que florecieron hace mil cuatrocientos años, construidas con
arte y maestría deslumbrantes, dejando testimonios de insólita belleza y un
gran desarrollo cultural. La civilización que nosotros, caribes, para nuestra
infinita desgracia, jamás tuvimos.
Es el caso de una sociedad, la nuestra, que floreció
con sus mejores frutos hace tan solo veinte, treinta o cuarenta años
sacudiéndose dos siglos de salvajismo y barbarie, que reflejó esperanzas
civilizatorias y que, como producto de una explosión volcánica desperezara una
vez más su costra de barbarie y salvajismo para dejar ver la vigencia de lo más
oscuro de este corazón venezolano, jamás liberado de sus tinieblas.
No uso sustantivos y adjetivos por azar. El corazón
de las tinieblas – The heard of darkness - es una extraordinaria novela del
polaco británico Joseph Conrad, profunda, directa y breve, que retrata la
asincronía de desarrollos entre la profunda barbarie del corazón del Congo y el
brutal colonialismo expoliador belga, imperial y genocida, mediatizados por el
comercio del marfil y un país convertido en empresa privada del emperador
Leopoldo I. La propia dialéctica de la Ilustración. Mientras más progresas, más
rápido y profundo el retorno a la barbarie.
Para quienes no conocen la novela, sirvió de tema al
guión que usara Francis Ford Coppolla para filmar Apocalypse Now, aunque
ambientada en los escenarios de la guerra de Vietnam. A fines del siglo XIX, un
enviado de la compañía comerciante en marfil propietaria de esos vastos e
inexplorados horizontes se adentra en el corazón del Congo para hacerse de uno
de sus agentes, el más provechoso y útil, que enloquecido y arrastrado por la
dialéctica colonial ha decidido independizarse y convertirse en el caudillo
omnipotente y todopoderoso, el más cruento y más salvaje a la cabeza de una
tribu de salvajes, montando un reino del horror y de la muerte. Nunca agente
alguno había recolectado tanto marfil: la perfecta expresión del horror del
colonialismo expoliador.
Alejo Carpentier retomaría el motivo en Los pasos
perdidos, aunque llevado por otros intereses, de naturaleza más antropológica y
cultural. Que Joseph Conrad actuaba profundamente impactado por los desastres
políticos causados por el colonialismo lo demuestra su obra entera, desde Lord
Jim hasta Nostromo, esa novela que bien pudo haber estado influenciada por la
realidad sociopolítica de la Venezuela del último cuarto de siglo 19. Como que
sucede en un pueblo imaginario de las costas colombovenezolanas y el tirano
recibe el nombre de Guzmán Bento.
Leí El corazón de la tinieblas mucho antes del asalto al poder por la
barbarie chavista. Pero nada más verlo en acción debí rendirme a la evidencia
de que constituía el revival del horrendo tema de Conrad: en lo más profundo,
salvaje e intrincado de la sociedad venezolana se había hecho fuerte un
ambicioso de gloria y majestad que, cual Kurz, el personaje que en la película
es interpretado por Marlos Brando, luego de apropiarse de las armas y las
instituciones de la República de Costaguana desataría los demonios que subyacen
en el estrato más bajo y oculto de la conciencia tribal venezolana.
Kurz, el emperador de la barbarie, muere con un sola
palabra en sus labios: “¡horror! ¡horror!”. Poco importa la que tuvo en los
labios aquel cuyo despojo encerado es venerado en la cumbre de un rancherío
caraqueño, en donde pulula la barbarie. No tan lejos de allí, cerca del túnel
de los Ocumitos, una familia formada por gente adulta acaba de protagonizar una
escena digna de El corazón de las tinieblas: convencidos de que una de las
hermanas de esta numerosa familia había sido poseída por un espíritu maligno,
el menor de ellos, de 22 de años, decidió curarla protagonizando un extraño
rito de exorcismo. Sentados en círculo en torno suyo, pidió cerraran los ojos
durante un minuto, durante los cuales introdujo su mano hasta la garganta de la
exorcizada y otra de sus hermanas, ahorcándolas en el acto No sucedió lejos ni
en el tiempo ni en el espacio: sucedió en Caracas hace algunas horas.
(http://m.tmi.me/1eGBfS ).
¿No pareciera una reproducción metafórica del
exorcismo con el que un teniente coronel pretendió sanar a una sociedad entera,
ahorcándola en el intento? No duró un minuto. Lleva 14 años de exorcismo. Y una
genética representante de la estirpe llevará su palabra a la ONU. Es la larga,
la incombustible noche de nuestra barbarie.
Antonio Sanchez Garcia
sanchezgarciacaracas@gmail.com
@Sangarccs
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