Venezuela se ha convertido en la punta de lanza de
los chinos en suelo latinoamericano. No es que sus relaciones sean las más
abultadas en números ni en proyectos, pero eso sí, son las más audaces. La sintonía ideológica que el gobierno
revolucionario venezolano siente compatir con la China Comunista ha sido el
pivote sobre el cual se ha asentado una relación bilateral que, en apariencia,
luce dinámica y hasta exitosa pero que guarda en su seno enormes peligros para
los dos estados asociados.
Más de 54.000 millones de dólares han sido
facilitados crediticiamente por los
asiáticos al gobierno de Hugo Chávez y al de Nicolás Maduro para distintos fines. Una porción importante
de estos préstamos debe ser repagada por los venezolanos con crudo que aún se
encuentra en el subsuelo. Es decir, una parte sustantiva de la producción
futura de petróleo venezolano se encuentra comprometida para ser entregada a
China para saldar progresivamente las acreencias. Esta creativa forma de
prestar dinero ha estado alimentando un fondo cuyos recursos pueden ser
utilizados por el Estado venezolano para el desarrollo de proyectos, la mayor
parte de los cuales tienen significativos y obligados componentes importados
chinos, evidentemente. Es así como desde
Beijing se han asegurado un significativo suministro petrolero a
futuro, consiguiendo al mismo tiempo incrementar sus exportaciones de
maquinarias, bienes de consumo intermedio y final , con lo cual han inundado al
mercado venezolano de todo tipo de mercancías que hoy abarrotan los anaqueles
de los centros de consumo.
A primera vista una negociación de esta naturaleza
es útil a los fines de ambas partes. China se garantiza un aprovisionamiento
estable de un bien escaso - el petróleo- mientras le aporta recursos financieros de envergadura a un régimen con importantes necesidades de
caja para desarrollar proyectos nacionales,
pero sobre todo, para la ejecución de una política social plagada de
subsidios y de ayudas de carácter no reproductivo.
Poco se han cuidado en la capital china de que los
acuerdos que sustentan los endeudamientos y la fórmula de suministro a
futuro hayan cumplido con los extremos
necesarios para su validez legal. Estos
endeudamientos de la nación ni han sido discutidos ni han pasado por la
aprobación del poder legislativo local. Tampoco
en Beijing han podido controlar
el descalabro sufrido por la economía
venezolana en los tres pasados lustros,
lo que la ha transformado en una
incapaz de producir otro ingreso que no sea el petrolero. Tampoco ha podido detener el progresivo deterioro de
su primerísima industria, la de la extracción de crudo. Esta no solo ha visto
reducida su producción local sino que enfrenta severísimos problemas de caja
con la cual alimentar las necesidades de un país claramente mono productor.
El panorama no luce alentador para los socios financieros chinos. No solo con el tiempo se le hará más cuesta arriba a Venezuela honrar su compromiso de repago debido a la necesidad de la estatal petrolera de monetizar sus exportaciones para cubrir sus ingentes necesidades de caja. Un cambio de régimen en el país podría impulsar la revisión de los convenios de formalidad precaria y realizados de espaldas al Congreso nacional.
Venezuela se ha estado transformando en una colonia
china, si , pero una colonia harto peligrosa.
Beatriz
De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo
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