Es
muy doloroso comprobar que la tortura, una de las lacras más infames de la
humanidad sigue siendo una práctica habitual en gran número de países, admitida
o prohijada por las autoridades en algunos casos, o bien como trasunto de
conductas individuales sádicas que no termina de ser sancionada con la debida
energía por las sociedades en que ocurren.
Amnistía
Internacional ha proporcionado otro informe sobre esta terrible forma de
corrupción de las relaciones humanas y sus datos actualizados, no difieren
mayormente de los conocidos con anterioridad, lo cual, asimismo, debe causar
desazón en cuanto constituye un claro índice de la extrema lentitud con que
avanzan las ideas y actitudes que procuran enaltecer la condición humana. Por
supuesto esta deplorable circunstancia no debe ser motivo de desánimo o de
desistimiento en la lucha contra la tortura; por el contrario, tiene que ser
incorporada a la conciencia de cada uno de nosotros como un estímulo más para continuar y profundizar los
esfuerzos por erradicarla.
Constituciones,
códigos, leyes y normas prohíben la
tortura, de manera tajante, en casi todos los países; no obstante, merced a la
sistemática vista gorda que hacen muchos responsables políticos y gobernantes a
la indiferencia cómplice de ciertos estamentos judiciales, los apremios físicos
siguen existiendo en regiones del
planeta, muchas veces como desviación moral de los procedimientos policiales y,
en ocasiones, como horrible añadido habitual a las persecuciones políticas,
religiosas, étnicas partidarias. Hoy la tortura es una intolerable violación de
los derechos humanos, radicalmente contraria a la dignidad del hombre.
Es
muy difícil hacer una estimación cuantitativa de esos actos denigrantes. El
estudio de Amnistía Internacional. Habla de alrededor de 70 países en los que
la tortura constituye una práctica común, entre ellos Venezuela. En Madrid
presentó un informe, Venezuela: los derechos humanos en riesgo en medio de las
protestas en el los que se denuncia y documenta casos de torturas, abusos,
detenciones arbitrarias, indefensión y violaciones de los derechos humanos
contra opositores al gobierno de Nicolás Maduro. Las manifestaciones han
dejado, hasta ahora, 43 personas
muertas, estudiantes presos en el Sebin y otros en cárceles comunes. Abunda el
informe en datos de singular patetismo a propósito de las feroces modalidades
con que, según los lugares, se ejerce la tortura como castigo o como método
para que la persona hable o confiese.
Esta
referencia se vincula con países en que los azotes, y castigos corporales,
tienen carácter de normas de aplicación formal. Numerosas convenciones prohíben
la tortura con leyes nacionales coincidentes. Hay, sin duda, un amplio y casi
absoluto consenso en la opinión pública mundial a propósito de la necesidad de
condenar y erradicar esa práctica, junto con un sentimiento, aproximadamente
universal acerca de la infamia que recae sobre quienes ejecutan, promueven o
consienten la aplicación de torturas. Es necesario unirse en una vigorosa
campaña para barrer este vergonzoso testimonio de los extravíos a que sigue
siendo arrastrada, en muchos casos la humanidad.
Sixto
Medina
sxmed@hotmail.com
@medinasixto
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