En la hermosa celebración del Día de la Juventud y del Día de los Enamorados, le pregunté a Mario Benedetti ¿Qué les queda a los jóvenes?.
El genial poeta señaló:«También les queda no decir amén… No dejar que les maten el amor… Recuperar el habla y la utopía… Ser jóvenes sin prisa y con memoria… Situarse en una historia que es la suya… No convertirse en viejos prematuros».
Como maestro y como padre, creo profundamente en la juventud, por eso comparto contigo este homenaje a la patria nueva.
En esta estación celebramos el «Día de la Juventud» y el «Día de los Enamorados». Por avenidas,
calles, veredas y caminos marcha jubilosa la Venezuela del mañana.
Miles de miles de muchachos tomados de la
mano en hermosa armonía. Unidos todos por el futuro, unidos todos por el
porvenir, frente a los prehistóricos del
poder que se quedaron momificados viviendo en la edad de piedra.
Hemos
visto desfilar la patria nueva, sin fusiles, sin cañones, sin chatarra
militar…
La juventud marcha armada de cuadernos, de libros, de computadoras, de conciencia, de garra y de optimismo. Los rifles, las carabinas y las escopetas se las dejamos a los militantes de la muerte que siempre tienen las manos manchadas de sangre
Hermosa celebración de «Juventud» y de
«Enamorados». Ahora la novia es la patria que recibe los piropos amorosos de
quienes desean que se limpie el rostro, que se maquille, que vuelva a ser
hermosa.
La juventud venezolana personifica a los
profetas de esta hora. Son los testigos que declaran en favor de los
perseguidos, de los maltratados, de los excluidos.
En
esta Juventud se
personifica la expresión bíblica: «He
venido a este
mundo para que
vean los que no
ven
y para que los que vean se queden
ciegos» (Jn 9,39).
En el recuerdo de estas fiestas cargadas de
espíritu juvenil, resultan un momento propicio para dar espacio a la palabra
profética. Es un tiempo que nos invita a renovar nuestra adhesión a la libertad
y al respeto a la dignidad de la persona.
La juventud venezolana, eterna militante de
la libertad y eterna luchadora contra la opresión vuelve a levantar su voz. No
es una voz que solicita migajas, es una voz que exige igualdad y justicia; no
es una voz que reclama atención magnánima, al contrario es una voz que demanda
el cumplimiento de la equidad y la rectitud ciudadana prometidas, en las
expresiones demagógicas de quienes detentan el poder.
Hoy, la rebelde juventud que exige igualdad y
justicia es segregada por los grupos que detentan el poder.
Esa juventud que encarna a los sectores más
pobres y excluidos vive la estación de
la segregación porque los rancios administradores no toleran su exigencia y la clasifican como
un reclamo perturbador. Por eso quienes bebemos en las fuentes bíblicas los
cantos de libertad, escudriñamos con una mirada de velada rebeldía y esperanza
los textos clásicos de la liberación y el éxodo de la comunidad israelita que
también sintió la esclavitud y la opresión.
En esta hora menguada que vive Venezuela, lo
más puro de nuestra juventud frente a quienes abusan de los mecanismos del
poder, eleva su voz y hace suya aquella
afirmación de fe, que anualmente el pueblo israelita declamaba en la fiesta de
las cosechas: «Nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron una dura
servidumbre. Entonces pedimos auxilio al Señor, el Dios de nuestros padres, y
él escuchó nuestra voz. Él vio nuestra miseria, nuestro cansancio y nuestra
opresión, y nos hizo salir de esta esclavitud con el poder de su mano y la
fuerza de su brazo, en medio de un gran terror, de signos y prodigios»
(Deuteronomio 26, 6-9).
La juventud venezolana está dictando una
hermosa lección de testimonio cristiano a algunos jerarcas que detentan
espacios de poder religioso, quienes traicionando la fe que dicen
profesar, se acostumbraron a conformarse
para justificar los abusos de los poderosos, en vez de arriesgarse como lo
exige el mandamiento del amor.
A estos cobardes comportamientos, el Dios
liberador de los humildes les dice: «¡Ojalá fueras frio o caliente!, porque si
eres tibio, ni frio ni caliente, te voy a vomitar de mi boca» (Apocalipsis 3,
15-16)
Solo pedimos al Dios de la libertad que ayer acompañó a su pueblo en el paso por el mar rojo, que hoy acompañe a la juventud venezolana a fin de que cada uno de nuestros muchachos sea un nuevo Moisés anunciando al pueblo esclavo de Venezuela la inminencia de su emancipación.
felipeguerrero11@gmail.com
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