jueves, 13 de febrero de 2014

FELIPE GUERRERO, DIA DE LA JUVENTUD

En la hermosa celebración del Día de la Juventud y del Día de los Enamorados, le pregunté a Mario Benedetti ¿Qué les queda a los jóvenes?.

El genial poeta señaló:
«También les queda no decir amén… No dejar que les maten el amor… Recuperar el habla y la utopía… Ser jóvenes sin prisa y con memoria… Situarse en una historia que es la suya… No convertirse en viejos prematuros».
 Como maestro y como padre, creo profundamente en la juventud, por eso comparto contigo este homenaje a la patria nueva.
En esta estación celebramos el  «Día de la Juventud» y el  «Día de los Enamorados». Por avenidas, calles, veredas y caminos marcha jubilosa la Venezuela del mañana.
Miles de miles de muchachos tomados de la mano en hermosa armonía. Unidos todos por el futuro, unidos todos por el porvenir,  frente a los prehistóricos del poder que se quedaron momificados viviendo en la edad de piedra.
Hemos  visto desfilar la patria nueva, sin fusiles, sin cañones, sin chatarra militar…
La juventud marcha armada de cuadernos, de libros, de computadoras, de conciencia, de garra y de optimismo.  Los rifles, las carabinas y las escopetas se las dejamos a los militantes de la muerte que siempre tienen las manos manchadas de sangre
Hermosa celebración de «Juventud» y de «Enamorados». Ahora la novia es la patria que recibe los piropos amorosos de quienes desean que se limpie el rostro, que se maquille, que vuelva a ser hermosa.
La juventud venezolana personifica a los profetas de esta hora. Son los testigos que declaran en favor de los perseguidos, de los maltratados, de los excluidos.  
En  esta  Juventud  se  personifica  la  expresión bíblica:  «He  venido  a  este  mundo  para  que  vean  los  que  no  ven  y  para que los que vean se queden ciegos» (Jn 9,39).
En el recuerdo de estas fiestas cargadas de espíritu juvenil, resultan un momento propicio para dar espacio a la palabra profética. Es un tiempo que nos invita a renovar nuestra adhesión a la libertad y al respeto a la dignidad de la persona.
La juventud venezolana, eterna militante de la libertad y eterna luchadora contra la opresión vuelve a levantar su voz. No es una voz que solicita migajas, es una voz que exige igualdad y justicia; no es una voz que reclama atención magnánima, al contrario es una voz que demanda el cumplimiento de la equidad y la rectitud ciudadana prometidas, en las expresiones demagógicas de quienes detentan el poder.
Hoy, la rebelde juventud que exige igualdad y justicia es segregada por los grupos que detentan el poder.
Esa juventud que encarna a los sectores más pobres y excluidos  vive la estación de la segregación porque los rancios administradores  no toleran su exigencia y la clasifican como un reclamo perturbador. Por eso quienes bebemos en las fuentes bíblicas los cantos de libertad, escudriñamos con una mirada de velada rebeldía y esperanza los textos clásicos de la liberación y el éxodo de la comunidad israelita que también sintió la esclavitud y la opresión.
En esta hora menguada que vive Venezuela, lo más puro de nuestra juventud frente a quienes abusan de los mecanismos del poder, eleva su voz y  hace suya aquella afirmación de fe, que anualmente el pueblo israelita declamaba en la fiesta de las cosechas: «Nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron una dura servidumbre. Entonces pedimos auxilio al Señor, el Dios de nuestros padres, y él escuchó nuestra voz. Él vio nuestra miseria, nuestro cansancio y nuestra opresión, y nos hizo salir de esta esclavitud con el poder de su mano y la fuerza de su brazo, en medio de un gran terror, de signos y prodigios» (Deuteronomio 26, 6-9).
La juventud venezolana está dictando una hermosa lección de testimonio cristiano a algunos jerarcas que detentan espacios de poder religioso, quienes traicionando la fe que dicen profesar,  se acostumbraron a conformarse para justificar los abusos de los poderosos, en vez de arriesgarse como lo exige el mandamiento del amor.
A estos cobardes comportamientos, el Dios liberador de los humildes les dice: «¡Ojalá fueras frio o caliente!, porque si eres tibio, ni frio ni caliente, te voy a vomitar de mi boca» (Apocalipsis 3, 15-16)
Solo pedimos al Dios de la libertad que ayer acompañó a su pueblo en el paso por el mar rojo, que hoy acompañe  a la juventud venezolana  a fin de que cada uno de nuestros muchachos sea un nuevo Moisés anunciando al pueblo esclavo de Venezuela la inminencia de su emancipación.
felipeguerrero11@gmail.com

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