ANALÍTICA PREMIUM
NEGOCIA, QUE ALGO QUEDA
EDITORIAL
Hay que entender que el país cambió, que la
economía pesa mucho más que lo que estiman algunos teóricos oficialistas, que
las soluciones no están en retóricas rebosadas de altisonancias y adjetivos
sino en el precio de los productos básicos, en que además se consigan y en que
los servicios públicos funcionen; o sea, que no se vaya la luz y que arreglen
las calles, por mencionar solo dos
Más allá de quien fue el ganador de las
elecciones del 14 de abril hay una situación que es fundamental, impostergable
e inevitable. Juramentado Nicolás Maduro como Presidente constitucional de la
República, y confirmado por la realidad Henrique Capriles como cabeza de la
oposición, nombrado ya el Gabinete Ejecutivo, en pleno reclamo de revisión
electoral el comando opositor, esa situación sigue allí y es vitalmente
palpable por el Gobierno, la Mesa de la Unidad Democrática, los poderes
públicos, los empresarios, la Iglesia, los electores.
Que el país está dividido entre dos
percepciones de la vida y dos expectativas diferentes. Las campañas de miedo y
amenazas contra empleados y obreros públicos porque algún jefe crea que votaron
o no por Maduro, no van a cambiar esa realidad. Podrían, en todo caso,
propender a generar rencores innecesarios y que los acosados y sancionados volteen
la mirada y el interés hacia Capriles y la oposición, un riesgo muy elevado
para un Gobierno que no ganó las elecciones convincentemente y que debería
prepararse para dos procesos electorales próximos y fundamentales, el de
alcaldes y concejales, y el de diputados a la Asamblea Nacional. Dos procesos
respecto a los cuales, obviamente, la oposición tiene no sólo crecidas
expectativas, sino el valioso entrenamiento del 14 de abril.
La única salida que tiene el Presidente que
ganó por los pelos, es hacer una gestión que satisfaga las necesidades
perentorias de todos los electores, si satisface sólo las del electorado
madurista es casi seguro que el Psuv perderá esas dos siguientes elecciones. Lo
cual no significa automáticamente que la oposición se quede con todo, son
procesos eminentemente regionales y eso puede cambiar mucho las cosas, algo que
la MUD debe analizar en detalle.
Por todo eso hay una salida alterna que
conviene a todos, negociar. Eso no significa pactos al estilo Puntofijo, ni
ceder puestos, ni nombrar ministros procedentes de la MUD. Significa entender
que el país cambió, que la economía pesa mucho más que lo que estiman algunos
teóricos oficialistas, que las soluciones no están en retóricas rebosadas de
altisonancias y adjetivos sino en el precio de los productos básicos, en que
además se consigan y en que los servicios públicos funcionen; o sea, que no se
vaya la luz y que arreglen las calles, por mencionar solo dos.
El Presidente y el país no necesitan un gran
plan socialista ni mucho menos copiar un castrismo en retirada, sino un acuerdo
básico entre las dos grandes fuerzas venezolanas que permitan generar y
ejecutar un verdadero programa hacia un país mejor. Y quien tiene que dar el
primer gran paso es, precisamente, Nicolás Maduro, si quiere pasar a la
historia como un gran Presidente y no como un gran fracasado.
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