Muchas veces escribo con tristeza por los
acontecimientos que día a día se nos presentan en Venezuela, destruida y
dividida por el odio insuflado por el alto gobierno. Debo decirlo con
franqueza: no en pocas ocasiones he sentido impotencia ante el abuso infame y
grosero de este régimen, que concentra todos los poderes del Estado en el
Ejecutivo.
Quiero transmitirles algo que percibo: que
esa impotencia, ese desaliento y esa asfixia, han empezado a desaparecer.
Porque cada momento que pasa me convenzo más de que los tramposos que gobiernan
son en verdad inmensamente cobardes y dispersos a la hora en que son
confrontados con argumentos sólidos y coherentes. Y cuando se sienten en
minoría son más cobardes todavía.
Ellos están conscientes de que Nicolás Maduro
no tiene nada en la bola; que es pésimo candidato; que no tiene discurso, y que
a flor de piel le brotan las mentiras con las que busca tapar su incapacidad.
No convence, y trata de hacerle ver a la gente que él es una especie de
reencarnación del caudillo desaparecido. Pero nadie se lo cree. Empiezo a
pensar que esa estratagema le está fallando. Venezuela no es la Argentina, cuya
población parece más dada a la mitificación y deificación de prominentes
figuras de la política.
“MÉDICOS” EN CADENA
El viernes vimos en cadena nacional una
graduación de “médicos”. El presidente de la república (encargado) presidió el
acto, y nos habló de medicina, y de las especialidades que según su criterio
hacían falta en el país. Sentí pena ajena. Les aseguro que me dio lástima por
quienes recibían el diploma de “médicos integrales comunitarios” y por la pobre
gente que serán sus pacientes.
Dicen que se graduaron 6000 nuevos “médicos”.
Nadie sabe dónde hicieron las prácticas, ni quiénes fueron los profesores; ni
cuántas horas y materias vieron; si realizaron maniobras con pacientes durante
la carrera. Lo más seguro es que esos graduados tengan que dedicarse a otro
oficio. Jamás podrán alcanzar la calidad de los médicos cirujanos que egresan
de las universidades autónomas venezolanas, como la Universidad de Carabobo, la
Universidad Central de Venezuela, la Universidad del Zulia, la Universidad de
los Andes, la Universidad de Oriente, o de la Universidad (experimental) Centro
Occidental Lisandro Alvarado, por ejemplo.
De ellas, me consta, salen verdaderos
profesionales en la medicina, preparados para atender a cualquier paciente y
trabajar en cualquier hospital, porque son formados durante seis o siete años
por los mejores profesores y especialistas del país, con prácticas intensas en
los hospitales.
LA MENTIRA COMO PRÉDICA
Así como gradúan sin preparación adecuada a
esos miles de médicos, con la “colaboración” de técnicos cubanos, así nos meten
cualquier tipo de cuento. El pueblo sabe que es mentira casi todo lo que
promete Maduro. A Chávez no era que le creían tampoco, pero de alguna manera
les causaba gracia su excepcional histrionismo. Con Nicolás la cuestión es
diferente: no es ni simpático, y nada le sale bien, sobre todo cuando imita al
finado. En el chavismo cunde la decepción.
Muchos que antes estaban del lado rojo rojito
me han comentado que no votarían jamás por una mala copia del “comandante
-presidente”, y que mucho menos lo harán por quien ha usufructuado -junto a su
pareja, durante catorce años- todos los beneficios del poder con lujos que ya
los “oligarcas” se hubieran querido dar. Me dicen que prefieren no votar,
porque si van a votar lo hacen por Henrique Capriles, que al menos tiene
-dicen- una trayectoria y preparación para gobernar.
POR MADURO: NI QUE LES PAGUEN
Les decía al comienzo del escrito que muchas
veces he sentido desesperación ante el grosero manejo de los recursos del
pueblo en favor de la campaña de un mediocre. Hoy, la situación es distinta.
Hoy estoy optimista. No porque crea que los bandidos que están en los comandos
militares nos apoyen, o que el Tribunal Supremo de Justicia, o el Consejo
Nacional Electoral, o la Fiscal General, se estén dando cuenta de que Nicolás
Maduro sería una tragedia mayúscula para el país. Nada de eso. Estoy optimista
porque he hablado con mucha gente de los barrios y sectores populares, de los
que le tenían una fe ciega al difunto, y me han dicho: “yo estaba era con
Chávez, no con esta cuerda de incapaces y corruptos, que por la desesperación
de seguir robando fueron los culpables de que Chávez muriera. Él no debió ser
candidato, pero Maduro, su esposa Cilia, y los malandros que hoy están
comandando el ejército lo convencieron. Por eso, por Maduro no voto, ni que me
paguen”
Pues bien, amigo, eso lo dicen en esos
sectores que pensábamos estaban con el oficialismo. Es una verdad del tamaño de
una catedral: en materia electoral los votos no son heredables.
Nuestra tarea es que votemos todos los que
fuimos el 7 de octubre, y tratar de convencer al menos a uno de los que se
abstuvieron, o que a estas alturas los sentimos como Ni-Ni. Si logramos eso, no
tengan dudas que ganamos.
SIN CHUPARNOS EL DEDO
No vayan a creer que lo que aquí escribo lo
hago pensando que nos enfrentamos a un régimen democrático, en el que los
cambios se producirán dentro de un clima de amor y de paz. Bien lejos de
suponer eso. Mucho menos piensen que los que hoy están regentando el poder se
quedarán tranquilos cuando pierdan, o al imaginarse que pueden perder. Si
olfatean una derrota tengan la plena seguridad que recurrirán a cualquier
marramucia para suspender las elecciones. Y si a pesar de eso continúan con el
proceso, estén seguros de que la desconocerán, porque no es contra Nicolás a
quien nos enfrentamos, sino contra el comunismo cubano y a uno de sus
tentáculos más poderosos y malignos: la narcoguerrilla colombiana.
El 14 de abril solo es el comienzo del
desmoronamiento del bandidaje enquistado en Miraflores y en todos los poderes
del Estado. El 14-A es la antesala a los verdaderos cañones del pueblo. Ese día
sufragaremos desde muy temprano pero la caída del régimen que representa la
mentira y la traición, ocurrirá poco tiempo después. Escríbanlo.
Señores debemos votar para debilitarlo aún
más de lo que está, pero sobre todas las cosas, imploremos la unidad para
vencer. A votar y a luchar, con la firme convicción que cada día estamos más
cerca de un nuevo amanecer.
pabloaure@gmail.com
@pabloaure
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