LAS OCURRENCIAS DE JUAN ACEMA
(Un cuento de Navidad)
Caía la noche de aquel día de diciembre cuyo
comienzo se había visto bañado por el brillo de un sol que, con el paso de la
mañana, fue haciéndose inexplicablemente picante. Sin embargo, la tarde
permitió que gruesas nubes opacaran los preliminares de esa noche cuyo frío ya
incitaba a cobijarse bajo calientes frazadas. Posiblemente, muchos habrían de
satisfacer su necesidad sin mayor complicación. Otros, no tanto. Aunque unos
cuantos, sin los más mínimos recursos, pasarían su noche arrimados a algún
fogón, hoguera o elemento que pudiera proporcionarle algún resguardo contra las
ventiscas de una madrugada que amenazaba ser inclemente.
Entre estos últimos, estaba un niño que
respondía al nombre de Juan “Acema”. Lo de “Acema”, no era tanto por el
desconocimiento de su apellido. Era un mote por lo redonda de su cara pues en
verdad parecía una acema de panadería de pueblo. Es decir, casi redonda y de
color marrón quemado. Para colmo, algunas veces solía ganarse algún dinerillo
vendiendo paledonias, bizcochos y roscones lo que asentía su carita de arepa o
de cachapa que, para los efectos, daba igual. En verdad, Juan Acema era la exacta
expresión de un “cara sucia” susurrando cánticos navideños como buscando
cautivar el interés de potenciales compradores para sus panecitos criollos.
Aquella misma noche, a pocos días de la fecha
en la que se celebra el nacimiento del Niño Dios, Juan Acema la pasaba no mejor
que las anteriores. Particularmente, por el simple hecho de no tener la
seguridad de saber que comería al amanecer cuando el hambre comenzara a hacer
estragos en su estomago. Justamente, en medio de tales pensamientos que
pretendían emboscar el menor trazo de sosiego que pudiera infundirle reposo a
la preocupación que dominaba su cuerpo, Juan Acema dejó llevarse por su
imaginario formado por los más asequibles ángeles, arcángeles y querubines
volando y revoloteando alrededor de parajes de hermosa lozanía y plácida
vivacidad. Pero ello no bastó para que explosionaran razones que atrajeran
dudas y motivaran reflexiones sobre las realidades que, en lo inmediato, lo
erizaron.
De esa manera, Juan Acema comenzó a pensar
sobre la discordancia que existía entre sus ilusiones, alimentadas por la
inocencia, y la crudeza con que la vida externa lo había marcado y que, sin
duda, lo afectaba directamente. Sin entender la razón de este problema, su
mente acumulaba otros cuantos que se suscitaban en torno al dilema entre las
imágenes de un país que, sin dificultades, corría felizmente su destino, tal
como lo veía en propagandas gubernamentales de la televisión y en donde nadie
padecía de hambre, ni de frío, ni de bravucones enemigos, y las calamidades por
las que transita a su paso cada día.
A menudo, se veía obligado a reflexionar.
Unas veces en voz alta. Otras, apagado y enjugando sus lágrimas con la manga de
su roído abrigo el cual había conseguido entre los restos de una casa cuyos
escombros servían de basurero de la zona. No siempre Juan Acema conseguía
vender lo que estimaba. Pero la Navidad tentaba su conducta, lo que animó en él
reacciones de alegría a sabiendas que en el fondo su vida acontecía de un modo
casi insoportable. Sin embargo, esa noche ocurrió algo que lo llevó a
despertarse ante el mundo que tenía por delante.
La presencia de un niño tan parecido a él en
cuanto al modo de sobrevivir, hizo que reflexionara ante muchas cosas por las
que anteriormente no se había interesado. Es indudable que el ambiente navideño
tuvo mucho que ver con la impactante situación que sorprendió a Juan Acema.
Reconocerse en la piel de otro, lo sacudió al extremo que advirtió las
precariedades a su alrededor. Aunque no había vivido con alguna intensidad las
emociones de otras Navidades, ésta fue el comienzo de un cambio que le concedió
la primera ocasión de vislumbrar fortalezas internas que podrían permitirle una
mejor actitud ante las divergencias de la vida que venía sobrellevando. Fue
cuando entendió que sin voluntad, sólo sería arrastrado por la corriente. Que
sin proyecto de vida, sería objeto de manipulaciones políticas que lo
someterían a una determinada ideología. Que sin un patrón a seguir como ejemplo
de vida positiva, seguiría conformándose con las migajas que venía ofreciéndole
quien se aprovechaba de su vitalidad. Que sin un propósito de crecimiento
personal, sería objeto de la explotación de cualquier especulador. Fue entonces
cuando comprendió que esa Navidad le había brindado el mejor regalo: despertar
a la vida. Fue así como Juan Acema se convirtió en Juan Libertad para provecho
de él mismo y de la comunidad con la cual continuó compartiendo sus peripecias.
Así fueron las ocurrencias de Juan Acema.
VENTANA
DE PAPEL
ODIO DE UN LADO, AMOR DE OTRO
Las diatribas que han caracterizado la
política en su actual polarización, han devenido en múltiples interpretaciones.
Pero también, en distintas reacciones desde ambas partes. Sólo que una de ellas
detenta el poder y los recursos del Estado en toda su expresión por lo que se
arroga facultades de gobierno para ejercer la coerción que mejor estime en la
dirección de opacar a los factores políticos de la oposición democrática.
En la ocasión que ahora se vive, a
consecuencia de la ausencia del presidente de la República por su crisis de
salud, el vicepresidente Nicolás Maduro exigió a esos sectores que cesaran sus
especulaciones, mentiras y su odio contra el jefe de Estado. Sin embargo, este
gobernante no reconoce que quien en verdad ha sido afrentoso en el ejercicio de
gobierno, ha sido el mismo presidente.
Incluso, hasta el último momento antes de su
partida a La Habana donde habría de operarse nuevamente. Peor aún, no se apiadó
del cautiverio que viven los presos políticos indistintamente de las
enfermedades que padecen. Es decir, sigue al pie de la letra el refrán que
versa: “Lo ancho para mi y lo angosto para ti”. Pareciera que todo esto busca
reivindicar la desquiciada contradicción: odios de un lado, amor del otro.
¿MISIÓN LÁSTIMA?
Los tiempos electorales han sido aprovechados
por quienes han intentado maniobrar realidades a fin de obtener la ventaja
necesaria ante la causa a defender. En términos de la anterior actitud, deberá
reconocerse que dicho comportamiento representa una grave falta de respeto a la
dignidad de un ser humano. Más, cuando ha sido utilizada la situación de salud
del presidente de la República para manejar la campaña electoral que determinó
la elección de gobernadores y diputados a las distintas asambleas regionales.
Por donde se vea, tal situación resulta de
mal gusto frente al deplorable y desesperado hecho de motivar lástima en los
electores para apoyar el susodicho momento político.
Sin duda que ello evidencia una crasa falta
de respeto contra la humanidad del Jefe de Estado. Asimismo, ausencia de
solidaridad en medio de la atribulación que ha mantenido consternada a toda la
nación. De manera que hay que rechazar cualquier intención de usar las penas
del mandatario nacional o su salud como repugnante pretexto para decretar la
Misión Lástima.
INFORTUNADO MENSAJE
No sorprende el vacío que hay en los mensajes
que emiten dirigentes del partido de gobierno toda vez que la avidez de poder
los consumió de manera grotesca. Las palabras del diputado Freddy Bernal, ponen
al descubierto su indigente intelectualidad al señalar que el primer mandatario
nacional “no tiene reemplazo”. Además de vergonzosas, revelan la apesadumbrada
realidad de quienes así piensan y hablan. Emplean la adulancia como criterio
político. Decir que las decisiones del presidente no se discuten, expresan una
vulgar humillación. Reconocer que el líder es irremplazable, deja ver la
debilidad que detenta la estructura político-partidista del PSUV lo que pone en
riesgo la continuidad del proyecto político de gobierno establecido por el
referido y “único” líder.
Esto deja ver que la organización, en su
ausencia, corre el riesgo de desvanecerse o colapsar por cuanto resulta
inadmisible que un estamento de tal naturaleza y movilidad, sólo dependa de lo
que señale o decida el personaje de marras. Luce infeliz el concepto de
liderazgo que manifiesta el conspicuo personaje. Más, porque declaró a los
colaboradores del presidente como pobres ineptos. O lo que puede traducirse
como que sin Chávez no hay revolución, y menos gobierno. Con dirigentes así, el
país está condenado a la descomposición. Infortunado mensaje.
antoniomonagas@gmail.com
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