A raíz de un artículo de hace unos días, un polémico contertulio de Twitter me desafió con la pregunta: “¿Y qué es para usted el comunismo?” Le respondí que no era obligación mía andar definiendo al comunismo. Al poco me respondió: “entonces no hable de lo que no sabe”. Como no suelo eludir las provocaciones, trataré de decirle al amigo tuitero lo que es para mí el comunismo. Breve y elementalmente.
El comunismo es una ideología surgida a mediados del siglo 19 en Europa, en el contexto de tres fenómenos históricos y culturales: el descomunal crecimiento económico producido por la revolución industrial, las frecuentes guerras inter-europeas y el romanticismo como movimiento artístico y literario. La proliferación de la figura del obrero fabril bajo condiciones de trabajo acusadamente desfavorables, y la propagación de los ideales de igualdad y justicia, no podían sino generar movimientos políticos, ideologías y pensadores que reivindicaban los mejores valores humanos y sociales. Uno de estos pensadores fue Carlos Marx, quien, ilusionado con la fantasía de estar haciendo ciencia donde otros hacían utopías, creó lo que él mismo denominó socialismo científico o Comunismo, llamado así por el título del opúsculo utilizado para resumir su planteamiento.
El comunismo, como los sindicatos, nace pues como una hermosa idea emancipadora de los seres humanos. Sólo que la teoría de Marx y Engels contenía un error básico de nacimiento: creer que la igualdad entre los hombres es el fundamento de una sociedad de hombres libres y considerar que la abolición de la propiedad privada y el Estado y su dilución en una abstracta propiedad colectiva y un poder comunal es el vehículo para aspirar a la soñada igualdad entre los seres humanos.
Sobre esta inconsistencia nuclear no voy a abundar porque mi querido profesor Emeterio Gómez tiene varios años demoliéndola con una propiedad que está muy lejos de mi alcance.
Puedo sí, recordar que los resultados de la aplicación posterior de la atractiva idea de Marx han representado una de las mayores tragedias humanitarias y catástrofes socio-económicas que recuerde la historia universal. La soñada igualdad entre los hombres se convirtió en una igualación de las mayorías bajo la peor miseria, mas no equidad total porque las burocracias dirigentes de los regímenes comunistas devinieron sectas privilegiadas que reemplazaron a los supuestos explotadores burgueses, con mayor explotación apoyada en implacables leyes y aparatos represivos.
Y la abolición del Estado concluyó en corruptas tiranías unipersonales, partidistas y militares que en el siglo 20 produjeron centenares de millones de muertes por la represión física, cuando no por hambrunas. En fin, pocas ideas tan bonitas al nacer condujeron a un fracaso tan estrepitoso y sanguinario como el comunismo.
Pero la historia no terminó allí. Malhadados los venezolanos, cuando todo el mundo se ha dado cuenta de ese fracaso e inviabilidad irremediables, nos cayó un ambicioso militar al frente de una agresiva cohorte de aventureros y fanáticos, a revivir el comunismo entre nosotros.
Y cuando no tenían el menor chance de prosperar en ese desquicio, cayó en sus manos un ilimitado Kino petrolero que les ha permitido comprar tiempo, voluntades y conciencias para hacer añicos todo lo que los venezolanos de diversa condición construimos en dos siglos de república.
Ahora se aprestan a concretar el estado comunal. El comunismo, pues. No podrán concretarlo, tanta es la inviabilidad de la idea, unida a su incapacidad y corrupción. Pero en el intento irán logrando lo único que suele quedar de esas ideas estrafalarias: un poder cada vez más absoluto y arbitrario para ellos y la sumisión cada vez más humillante del cuerpo social.
También es cierto que los pueblos siempre encontraron la manera de librase de ellos, aunque a veces muy tardíamente y a costos demasiado onerosos. Tenemos que se capaces de imitarlos, más temprano que tarde.
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Buen día, si, observé la polémica con respecto a esa pregunta. Concuerdo con Ud. mejor temprano que tarde, ya que los dignos ejemplos en la historia han durado por lo menos un poco más de medio siglo, y ahí radica una de las enseñanzas, no tenemos que imitar el tiempo si no el ejemplo.
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