Hay que ponerle punto
final a las especulaciones sobre el supuesto o real fraude en la pasada
elección presidencial. No se trata de radicalismos de izquierda o de derecha,
ni de concepciones diabólicas o angelicales por parte de opinadotes del campo
opositor y mucho menos de posiciones a favor o en contra de eso que llaman la
“vieja política”.
Lo que pretendemos es que se establezca la verdad de lo
ocurrido mediante el análisis y discusión de los factores determinantes de lo
sucedido. Sin descalificaciones previas, sin cálculos personales o de grupo a
futuro y desprovistos de cualquier sentimiento de revancha como consecuencia
del sectarismo excluyente de algunos sectores en la campaña electoral.
Claro que hubo
fraude, continuado, similar al de elecciones anteriores pero perfeccionado por
la mayor especialización del sistema automatizado y lo relativo a la estructura
del CNE, así como el mayor y mejor uso y abuso del poder económico y político
concentrado en manos del candidato oficialista y administrado en dirección
contraria a la Constitución.
Los mandos militares lamentablemente son cómplices
del abuso de poder más descarado de la historia contemporánea. Las denuncias se
multiplican y los casos están a la vista. Si la elección no fue justa, ni
limpia, si el ventajismo, el peculado de uso y la malversación de fondos no
tuvieron límites ¿cómo se puede llamar eso? Fraude pura y simplemente.
Sin
embargo, el régimen es tan malo y su candidato tan fatigoso que hasta tuvimos
un ligero crecimiento en la votación opositora, pero insuficiente para iniciar
el cambio que ahora Venezuela necesita más que antes del 7 de octubre.
El
Comando Venezuela, la MUD y hasta el equipo más cercano a Capriles deberían
promover la discusión interna que urgentemente reclaman los venezolanos para el
establecimiento de la verdad y afrontar la dura realidad que se nos viene
encima con las elecciones de gobernadores y legisladores estadales en
diciembre.
Paralelamente hay que
profundizar la lucha por la liberación de los presos políticos y el retorno de
los exilados. Ya basta de criminalizar penalmente a inocentes para justificar
atropellos a la libertad de expresión o para desviar hacia terceros
responsabilidades sobre crímenes de estado. Sin justicia independiente y
apegada al Derecho no hay democracia, por más elecciones que se hagan.
oalvarezpaz@gmail.com
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