Tendría escasos treinta años de
edad la primera vez que un chofer airado por mi manera de conducir automóviles,
me gritó ¡vieja! Quizá agregó br uta o alguna obscenidad, esa parte no la
recuerdo. De allí en adelante la vejez como pretensión de insulto no se apartó
nunca de mi vida hasta hoy cuando soy vieja de verdad.
Cuando comencé a activar en
política y aspirar cargos dentro de mi partido AD, no había llegado aún a los
cuarenta y ya era “la vieja esa”, mientras mis contemporáneos de sexo masculino
eran calificados por los analistas y reporteros políticos como la generación de
relevo. A donde quiero llegar es a reafirmar algo que es por demás conocido: la
vejez en Venezuela está mal vista y la femenina es casi un delito.
El asunto nos lleva a la
confrontación electoral entre dos candidatos uno lleno de energía y br íos juveniles
en sus recién cumplidos cuarenta años y otro que aparece con escasa disposición
para moverse entre la gente, en parte por problemas de su ignota enfermedad y
en mucha parte por miedo a que alguien le meta cuando menos un pescozón. Este
último candidato, sin embargo, tiene apenas cincuenta y ocho años de edad lo
que de ninguna manera significa que sea un anciano. Es más bien un hom br e
maduro a quien aún le faltan algunos años para ingresar en la llamada tercera
edad. ¿Por qué entonces nos resulta tan gastado, tan dejà vu, tan fastidioso y
repetitivo, tan carente de atractivo como suelen parecerles los ancianos a las
personas jóvenes?
Mi conclusión es que lo que realmente ha envejecido durante los catorce años de hegemonía chavista es el país, la vieja achacosa es Venezuela.
Igual que le sucede a los
viejos (con las excepciones de rigor) que cada día despiertan con un nuevo
dolor en alguno de sus cansados huesos, que van perdiendo la memoria, les
fallan la visión y el oído, así el país se está deshaciendo por un
envejecimiento precoz provocado por la desidia, la ineficacia y la corrupción
sin límites de los seudo socialistas que, lejos de ser del siglo XXI, son con
dificultades del siglo XIX. Se caen puentes, explotan refinerías, falla el
suministro de agua, la luz se va porque zamuros, iguanas y ratones se comen los
cables o chocan con ellos, las calles, carreteras y autopistas están llenas de
huecos y en las cárceles se hacinan millares de presos que se matan entre sí en
una tragedia sin parangón y sin final previsto. A la par del envejecimiento
nacional el gobierno también se ha ido llenando de ancianos.
No es el presidente saliente
Hugo Chávez el único que ha envejecido hasta niveles de incapacitación por
longevidad extrema, a su vera se han vuelto provectos sin posibilidad de pensar
o movilizarse, sus inamovibles ministros, esos que en la medida en que más
fracasan más atornillados están en sus cargos. Giordani no solo es viejo en
años sino decrépito en pensamiento y acciones. La Fosforito ha envejecido
décadas en un cargo que Chávez le dio como una maldición, pareciera que con el
propósito de liquidarla física y mentalmente. Rafael Ramírez ha convertido a
PDVSA en una empresa tan arterioesclerótica como él. La Iglesias, envejecida en
Minpopotrabajo, ha desatado todos los demonios de la protesta laboral. El joven
de edad pero vetusto de pala br a y o br a, Tarek El Aissami ya delira con
síntomas de demencia senil cuando trata de negar que la delincuencia se ha
apoderado de las calles de toda Venezuela y es la que realmente gobierna a este
país. De los obsecuentes miem br os del Poder Moral mejor ni hablar, actúan
como esos ancianos ya sin control sobre sus esfínteres, carentes de la
posibilidad de sentir vergüenza por sus desaguisados públicos y notorios.
Cuando el candidato de la
unidad nacional y de la esperanza democrática, Henrique Capriles Radonsky, dice
que a él le enseñaron a respetar a las personas mayores, está limitando al
máximo su derecho de criticar no solo los errores y desmanes del anciano mayor
sino de todos esos vetustos de mente y alma que han conducido al país a la
decrepitud más lamentable.
Este país de jóvenes que plenan llenos de entusiasmo y esperanzas los actos públicos del candidato joven tienen derecho a recuperar la juventud de su país, a refrescarlo y a quitarle el moho y las telas de araña que lo envuelven desde hace catorce años cuando comenzó la desgracia del cuasicomunismo chavista.
gamus.paulina@gmail.com
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