Se creyeron con la autoridad de decidir por nosotros sobre el fruto de nuestro trabajo, y en consecuencia nos prohibieron comprar dólares. Al poco tiempo se arrogaron la autoridad de prescribir aquello sobre lo que se podía hablar y sobre lo que no, y la secretaria de Comercio Exterior Beatriz Paglieri le solicitó a un periodista que no hablara más del tema dólar. Seguidamente se adjudicaron la autoridad de dictaminar en qué debíamos pensar, y Aníbal Fernández decretó que los argentinos teníamos que “acostumbrarnos a pensar en pesos”, aquel papelito de colores que día a día pierde más y más valor. Finalmente, creyeron incluso tener la autoridad para hacer todo lo que nos pedían que no hiciéramos, y ventilaron sus ahorros abultados de dólares, alegando que ellos sí podían tenerlos, pues era su “derecho”.
Hay que decirlo de una buena vez: la Argentina no sólo está gobernada por autoritarios que se arrogan el poder de manejar a su conveniencia la vida de la gente avanzando a toda velocidad contra las libertades individuales más básicas, sino que además, está gobernada por desvergonzados que piden lo que no hacen, y se ríen de la gente exigiéndole lo que a ellos no les está exigido.
Mientras el dólar ha quedado virtualmente prohibido para la sociedad, los más altos funcionarios kirchneristas no vacilan en tener sus ahorros mayoritariamente en esa moneda. Conforme a lo que ellos mismos declararon en 2011 en la Oficina de Anticorrupción (¿cuánto “no declarado” se nos estará pasando?), el vicepresidente Amado Boudou tiene un 93,64% de sus ahorros en dólares; la ministra de Desarrollo Social Alicia Kirchner tiene un 65,98% de sus ahorros en dólares; el ministro de Trabajo Carlos Tomada tiene un 75,01% de sus ahorros en dólares; el canciller Héctor Timerman tiene un 89,34% de sus ahorros en dólares; el ministro de Ciencia y Tecnología José Lino Barañao tiene un 73,05% de sus ahorros en dólares; el ministro de Justicia Julio Alak tiene un 98,18% de sus ahorros en dólares; el ministro de Planificación Julio de Vido tiene un 63,70% de sus ahorros en dólares; y nada menos que Cristina Kirchner declaró 3.066.632 dólares en depósitos a plazo fijo y allá por octubre de 2008 defendió enérgicamente la compra de 2 millones de dólares (con información reservada) que hizo su marido.
Pero el autoritarismo y el descaro parecen tener un límite en la paciencia de la gente. En efecto, el cacerolazo del jueves contra el gobierno nacional, organizado desde las redes sociales, que se extendió por variadas zonas de Buenos Aires y llegó a algunos barrios de Córdoba, Rosario y San Juan según se anunciaba por las comunidades virtuales, es una clara señal de hartazgo y malestar social.
Las principales banderas de la protesta fueron contra los desmedidos niveles de corrupción kirchnerista, contra la inseguridad que golpea diariamente a los argentinos y, finalmente, contra las restricciones a la libertad económica que están llegando a grados insoportables ahora con la cuestión del dólar.
Es cierto que fue necesario que el sistemático pisoteo de las libertades individuales llegara a perjudicar el bolsillo de la gente para lograr una reacción (lastimoso defecto de la clase media argentina), pero no menos cierto es que tal reacción se vuelve sumamente necesaria para empezar a poner límites a quienes se consideraron siempre al margen de todo límite, al punto de habernos advertido desvergonzadamente que venían “por todo”.
(*) Tiene 23 años y es autor del libro “Los mitos setentistas”.
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