La paz y la felicidad se parecen en que, una
vez perdidas, nunca se regresa a ellas. El mundo en su caótica existencia,
porque desde cuando era caos era mundo y nunca ha dejado de ser caos, ha ido y
venido haciendo eses y erres en busca de imposibles que ilusionan y matan.
La Operación Democracia y Libertad inscribe a
Venezuela en lista de espera para volver a los esquivos terrenos de la paz
feliz, pero muchas eses y erres vamos a describir antes de toparnos un mísero
remedo de tan alto ideal.
Milan Kundera, auténtico filósofo de la vieja
Bohemia, en el introito de su novela “LA IGNORANCIA”, con suaves oleajes
semióticos nos pasea por las etimologías griegas, y nos empuja hasta las playas
de Ítaca para mostrarnos a Odiseo como “el mayor aventurero y nostálgico de
todos los tiempos”.
Pero en búsqueda de la esencia de las cosas,
suprema tarea del filosofo, nos apabulla con su definición de nostalgia:
“sufrimiento causado por el deseo incumplido de regresar”.
Por cuanto que nuestro Odiseo, como Ulises en
La Odisea, encarnan al nostálgico aventurero de Kundera, largas luchas y
cruentos sacrificios serán necesarios a la oposición venezolana, en tránsito
hacia ese destino muchas veces
imposible: la libertad, la felicidad, la paz.
Bueno sería poder sentarnos a decretar la
pronta concreción de un sueño. Eso es el testamento de Bolívar, un bello sueño
a cuya realización anhelaba que contribuyera su muerte.
El terrible itinerario de nuestros últimos
quinientos años no da para bonitas previsiones. Tal parece que el infortunio de
nuestros países, como el de los que inspiran a Kundera, “consiste en la
ausencia total de esperanza”.
Desolador panorama, sí, pero no menos
realista. Imposible olvidar que frente a viejas verdaderas democracias, de la
nuestra se dice que no pasa de ser una pseudodemocracia.
Han transcurrido apenas doscientos años desde
el triunfo de nuestra rebeldía indígena contra el coloniaje, y sangrientas
confrontaciones intestinas han caracterizado nuestro devenir republicano.
Nuestras guerras nacieron con la llegada de Colón, y la última de ellas, tal
vez más dolorosa la revolución ideológica socialista-comunista, está en pleno
desarrollo.
Ojala Dios permita que la oposición
venezolana gane las próximas elecciones, y no cualquier elección, pero quedamos
sin saber cuando terminará esta confrontación entre revolucionarios y
contrarrevolucionarios.
Bendita sea la Providencia que guía a
nuestros políticos democráticos y les muestra caminos transitables para
debilitar al enemigo. Honrados sean los valerosos venezolanos de la MUD que
ahora hacen Patria a costa de su tranquilidad personal y a expensas de la
tranquilidad de sus familias. Los venezolanos que aplaudimos sus victorias, que
son nuestras, no tenemos con qué retribuirles el bien que hacen a la sociedad
en la búsqueda de una auténtica democracia y libertad.
Mas ¿cuál será la respuesta de los
rojos-rojitos que pululan en grandes cargos gubernamentales, en gobernaciones,
en campos y ciudades, ansiosos ellos de riqueza rápida, sedientos de figuración
y poderío dentro de unas organizaciones marginales, carentes de frenos morales,
y afianzadas en el ejercicio de la barbarie?
Los días que nos esperan son difíciles,
fundaciones internacionales que para todo se prestan ya deben estar
pertrechando la zaga de combatientes, destructores herederos de una caterva
violenta y peligrosamente adolorida por si su amada revolución venezolana que
les subsidia llegase a caer.
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