Las elecciones primarias republicanas en el estado de Iowa pusieron en
marcha el proceso que nominará al contrincante de Barack Obama en los comicios
de noviembre próximo. El escenario presenta una paradoja. Por un lado, las
encuestas indican una notable paridad en las preferencias entre Obama y los
republicanos. Pero cuando los sondeos colocan a Obama frente a frente ante cada
uno de los precandidatos republicanos, con nombre y apellido, el primer
mandatario obtiene una apreciable ventaja sobre todos sus competidores.
Los estrategas republicanos afirman que esa aparente paradoja es tan
natural como transitoria. Explican que, una vez ungido oficialmente el
candidato del Great and Old Party (GOP) y que toda su dirigencia cierre filas
en torno a su liderazgo, el elegido trepará en las encuestas. Para los
republicanos, piensen como piensen, hay una prioridad excluyente: derrotar a
Obama.
Por lo tanto, esta compulsa interna resulta, a la vez, un procedimiento para la selección del candidato presidencial y una campaña electoral adelantada, en la que los distintos postulantes, potenciados por su constante aparición en los medios de comunicación social, ganan visibilidad ante la opinión pública.
En este punto, los republicanos cuentan en esta oportunidad con una
ventaja interesante. Como nadie en el campo demócrata discute la candidatura de
Obama, las primarias republicanas se convierten en el único espectáculo
político nacional y concentran la totalidad de la atención ciudadana.
Este escenario contrasta abiertamente con el que existía cuatro años
atrás, cuando la finalización del segundo mandato de George W. Bush hizo que
los dos grandes partidos tuvieran que desarrollar simultáneamente sendos
reñidos procesos internos, que competían ente sí por atrapar el interés
colectivo.
LOS COMPETIDORES
Autodescartada la ultraconservadora Michele Bachmann, quien después de su
pésima performance en Iowa desertó de la competencia, quedan en carrera seis
precandidatos. La puja real se libra entre un favorito, Mitt Romney, quien en
Iowa obtuvo una muy leve ventaja sobre Rick Santorum, y los otros cinco
competidores, quienes aspiran a polarizar contra él o a capitalizar algún
traspié de su hasta ahora impecable campaña proselitista.
Romney, exgobernador de Massachussets, perdió en 2008 la nominación
republicana a manos de John Mc Cain. Es considerado políticamente un moderado,
con capacidad para atraer al electorado independiente. Multimillonario, con una
trayectoria de empresario exitoso, su prédica está centrada en el terreno
económico, absolutamente decisivo para el norteamericano medio. Su flanco vulnerable
es su credo mormón, que genera una cierta reticencia subterránea en los
influyentes sectores evangélicos.
A diferencia de Romney, Santorum, exsenador por Pensilvania, es un
católico ferviente que cuenta con el respaldo de un amplio sector evangélico.
El núcleo de su campaña reside en la defensa de los valores tradicionales,
simbolizada en su firme oposición a la legalización del aborto y del matrimonio
homosexual. Intenta erigirse en el campeón de los conservadores.
En contraposición a Santorum, Ron Paul es una personalidad atípica, con
una interesante penetración en el electorado juvenil, que en Iowa le permitió
arañar el tercer puesto. Definido ideológicamente como un “libertario”, se
destaca por sus audaces propuestas de reducción del aparato estatal y de
eliminación de impuestos, pero se desmarca nítidamente de sus competidores por
su postura favorable a la legalización de la marihuana y por su posición
aislacionista, que plantea que, para recortar drásticamente su presupuesto
militar, Estados Unidos tiene que disminuir su protagonismo internacional.
Newt Gingrich es el más sólido intelectualmente de los precandidatos.
Titular de la Cámara de Representantes durante la segunda parte de la
presidencia de Bill Clinton, fue el artífice principal del copernicano giro
centrista de aquella administración demócrata de la década del 90. En los
últimos años, su vida experimentó un giro existencial con su conversión al
catolicismo. Asesorado por David Willey, un intelectual católico
estadounidense, biógrafo del papa Juan Pablo II y amigo personal del papa
Benedicto XVI, Gingrich parece carecer del carisma personal que suele exigirse
en un candidato presidencial. Su cuarto lugar en Iowa confirmaría esa
presunción, aunque hay encuestas en otros estados que lo favorecen.
Rick Perry, gobernador de Texas, está dotado del carisma que parece
faltarle a Gingrich pero está también lejos de su rigor intelectual. Su imagen
de granjero y piloto de la Fuerza Aérea resulta muy atractiva para el
electorado republicano, pero algunos yerros monumentales cometidos en los
debates televisivos con sus competidores redujeron sensiblemente su
popularidad, hasta el punto de relegarlo en Iowa al quinto puesto.
Jon Hunstman, exgobernador de Utah y exembajador de Obama en China, es un
republicano de perfil centrista, con una impecable trayectoria como funcionario
durante los gobiernos de Ronald Reagan y de los dos Bush, padre e hijo. Sin
embargo, haber sido embajador con Obama lo hace inaceptable para la mayoría de
los republicanos, tal cual quedó confirmado en Iowa.
LO QUE VIENE
Tanto el candidato favorito, Romney, como el que está último en los
sondeos, Hunstman, configuran la opción centrista del bando republicano. En
cambio, Santoro, Gingrich y Perry representan, con obvias diferencias de
matices, el ala conservadora, fogoneada por la militancia del Tea Party. El
“libertario” Paul aspira a situarse en el medio entre ambas corrientes
partidarias.
Romney, que sumó ahora el respaldo público de Mc Cain, lidera ampliamente
las encuestas para la segunda primaria estadual a celebrarse el martes 10 en
New Hampshire. No obstante, la prueba de fuego será la contienda del 20 de
enero en Carolina del Sur, un estado fuertemente conservador. Si Romney se
impone en ese baluarte derechista, tendrá grandes posibilidades de triunfar el
31 de enero en Florida y llegar en inmejorables condiciones al decisivo
“supermartes”, que tendrá lugar el 6 de marzo.
La ventaja táctica de Romney es la división del espectro conservador
entre tres figuras significativas y la sensación de que, más allá de las
controversias internas, el exgobernador es el mejor candidato contra Obama. Sin
embargo, no está dicha la última palabra: hasta ahora, aunque sin poder
computarse todavía el efecto a favor de Romney de su victoria en New Hampshire,
los sondeos de opinión en Carolina del Sur y en Florida ubican primero a
Gingrich.
Detrás de esta disputa entre precandidatos, lo que está en juego es una
batalla por la hegemonía entre las dos principales corrientes tradicionales de
la coalición republicana: el ala moderada, centrada en la defensa a ultranza de
la economía de mercado, y la línea conservadora, fundada en la afirmación de
los valores morales y religiosos de la sociedad estadounidense.
Ambas corrientes republicanas creen complementarse recíprocamente, pero
compiten por el liderazgo, convencidas además de que el candidato que salga
vencedor en estas primarias derrotará a Obama el 6 de noviembre y será el
próximo inquilino de la Casa Blanca.
*VPte. del Instituto de Planeamiento Estratégico
PASCUAL ALBANESE.
palbanese@games-magazine.com.ar.
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