"Todo arte se caracteriza por un cierto modo de organización alrededor de un vacío." Jacques Lacan
1.- EL PUEBLO ES COMO EL CHAMPÁN. GONZALO PELTZER
2.- VERDAD Y LIBERTAD. DIEGO MÁRQUEZ CASTRO
3.- LIBERTAD Y PROSPERIDAD. GUILLERMO AROSEMENA
Esfuérzate, anímate y trabaja. Solo faltan 698 días. Artículo 231. Constitución de 1999. El nuevo Presidente tomará posesión el 10/01 del primer año de su período constitucional.- @raulamiel
EL PUEBLO ES COMO EL CHAMPÁN. GONZALO PELTZER
Pensaba en estos días que la crisis de Egipto y de otros pueblos árabes debería estar haciendo temblar a los dictadorzuelos demócratas de nuestra América mestiza, esos que se han servido de la democracia para hacerse con el poder con la intención de nunca más dejarlo, por el bien de su pueblo, por supuesto, que no siempre los entiende. No me refiero –lo aclaro por las dudas y porque sé que hay quienes los confunden– ni al presidente del Ecuador ni a la presidenta argentina.
Hosni Mubarak o Ben Alí eran demócratas hasta hace cuatro días. Pero demócratas de esos de partido único y elecciones de una sola foto, ¿para qué hacen falta más? Republicanos de la gigantografía y el bronce estatutario. Líderes idolatrados por sus millones de empleados, por sus fuerzas armadas, pero armadas de verdad para que no protesten. Presidentes venerados por los empresarios socios del poder, de esos que les comparten generosamente sus ganancias. Gobernantes bien regalones de todos sus admiradores, a los que quieren con locura sin percatarse de que lo importante es que el pueblo los quiera a ellos. Déspotas y tiranos al fin, esponjosos a la adulación de sus chupamedias y de súbditos por obligación y a palos. Son los santos de una religión de mentira que reza solo por ellos en las plazas de Tianamen de todas las capitales del mundo.
Sorprende que las potencias de Occidente no hayan dicho ni mu en los últimos 40 años sobre las dictaduras a las que ahora acusan de 40 años de dictadura. Les reclaman transición urgente y pacífica al mismo tiempo que los dejan solos y se llevan hasta los últimos muebles de sus embajadas. Eso no está bien. Pero no está bien porque lo hacen en fraude al pueblo sojuzgado por los tiranos que ellos mismos contribuyeron a sostener o por lo menos toleraron.
Al final es ese pueblo, cansado de sus déspotas –y sobre todo los jóvenes, que se cansan antes– los que provocan estas mareas incontenibles de la política en todo el mundo. Y aclaro que son tan incontenibles como impredecibles: tengo en mis manos el número de fin de año de The Economist con todas las predicciones para el 2011. No hay ni media palabra sobre la más mínima posibilidad de un conflicto en Egipto, Túnez, Yemen o Jordania.
La lección que deberíamos aplicarnos en nuestra América es esa que dice sabiamente que la realidad no es blanca o negra: es gris. O mejor: multicolor. El bien y el mal están mezclados en este mundo. Por eso todo integrismo es injusto, pero sobre todo es una actitud errada ante la realidad. Además, lo que antes era un bien para unos puede convertirse en mal para ellos mismos y al revés. Para conseguir los mejores objetivos muchas veces hay que aceptar la posición contraria, cambiar puntos de vista y ceder ideales con el ánimo de recuperarlos más adelante. Otras veces hay que buscar fines intermedios, o dar objetivos por perdidos y también aceptar que estábamos errados. La cerrazón del testarudo no lleva a ninguna parte. Cambiar no es una señal de debilidad. Todo lo contrario: la debilidad se muestra cuando los gobernantes se sientan en la retranca y persisten en sus trece. Cuando no se hacen los cambios que es evidente que hay que hacer. Cuando no se cambia solo para no dar señales al enemigo. Cuando el poder se vuelve rehén de quienes no les conviene que cambie porque lucran con el enfrentamiento.
Hay varias maneras de abrir una botella de champán. Se la puede degollar con una espada como dicen que hacen los oficiales de caballería franceses desde la época de Napoleón. Confieso que alguna vez he intentado esta manera brutal pero bien divertida de arruinar una botella y su contenido. También se la puede abrir con las manos, como hacen los saloneros experimentados, que tapan la operación con una servilleta de buen tamaño y consiguen la explosión celestial del corcho al salir de su prisión. Pero hay otra más, que es la metáfora perfecta para describir lo que pasa cuando se abusa de la paciencia del pueblo: cuando se agita la botella, el tapón sale despedido con tal fuerza que hasta deja marcas en el techo.
Eso es lo que está ocurriendo en Túnez, en Egipto o en Yemen. Pero en nuestra América no es una novedad porque por suerte sus pueblos se agitan bastante más rápido ante las desmesuras de sus gobernantes. Es una de las grandes fortalezas de la América mestiza que ahora se está contagiando en el resto del mundo. Y se está convirtiendo en el modo más democrático de terminar con los déspotas que se las dan de demócratas.
VERDAD Y LIBERTAD. DIEGO MÁRQUEZ CASTRO
En los últimos días hemos visto cómo sociedades del mundo árabe sojuzgadas por autócratas con veinte y treinta años disfrutando de un poder que hasta el momento habían creído eterno y hereditario, se resquebrajan y ponen en evidencia la fragilidad de quienes se hicieron dueños del gobierno y del Estado sustentados en la exclusión y persecución de los contrarios.
Tal sistema -alabado e imitado por otros en nuestras tierras- simplemente se derrumba. Sea cual sea el desenlace, no habrá vuelta atrás. En medio de estas conmociones vale hacer referencia al pensamiento de Juan Pablo II, quien en sus alocuciones enfocó los problemas del hombre contemporáneo, tomando como punto de partida la vigencia de dos valores fundamentales como son la verdad y la libertad.
Dentro de tal contexto, el pontífice destacó que “el sentido esencial del Estado como comunidad política, consiste en el hecho de que la sociedad y quien la compone, el pueblo, es soberano de la propia suerte. Este sentido no llega a realizarse, si en vez del ejercicio del poder mediante la participación moral de la sociedad o del pueblo, asistimos a la imposición del poder por parte de un determinado grupo a todos los demás miembros de la sociedad”. Ante esa expresión de perversión política que desvirtúa la esencialidad de una sociedad pluralista y democrática y la respuesta que frente a la misma debe dar la ciudadanía, dijo: “Estas cosas son esenciales en nuestra época en que ha crecido enormemente la conciencia social de los hombres y con ella la necesidad de una correcta participación de los ciudadanos en la vida política de la comunidad”.
El poder político, entonces, no debe ser ejercido como un arma para favorecer a unos en detrimento de otros porque “el deber fundamental del poder es la solicitud por el bien común de la sociedad; de aquí derivan sus derechos fundamentales. Precisamente en nombre de estas premisas concernientes al orden ético objetivo, los derechos del poder no pueden ser entendidos de otro modo más que en base al respeto de los derechos objetivos e inviolables del hombre”.
La violación flagrante a esos derechos fue denunciada responsablemente por Juan Pablo II: “El bien común al que la autoridad sirve en el Estado se realiza plenamente sólo cuando todos los ciudadanos están seguros de sus derechos. Sin esto se llega a la destrucción de la sociedad, a la oposición de los ciudadanos a la autoridad, o también a una situación de opresión, de intimidación, de violencia, de terrorismo, de los que nos han dado bastantes ejemplos los totalitarismos. Es así como el principio de los derechos del hombre toca profundamente el sector de la justicia social y se convierte en medida para la verificación fundamental en la vida de los organismos políticos”. Para prevenir y combatir tales situaciones, exhortó a los ciudadanos a incrementar “en el plano civil, un pluralismo cada vez más amplio de esas instituciones libres que constituyen el tejido conjuntivo de una sociedad verdaderamente democrática, en la que es una realidad la participación responsable de los ciudadanos para la consecución del bien común favoreciendo al mismo tiempo los derechos propios del hombre y sus libertades”.
Concluyamos con unas palabras de este hombre sabio: “El totalitarismo nace de la negación de la verdad en sentido objetivo. Si no existe una verdad trascendente, tampoco existe ningún principio seguro que garantice relaciones justas entre los hombres: los intereses de grupo, clase o nación, los contraponen inevitablemente unos a otros. Si no se reconoce la verdad trascendente, triunfa la fuerza del poder y cada uno tiende a utilizar los medios de que dispone para imponer su propio interés o la propia opinión, sin respetar los derechos de los demás”.
Así, nadie que se pretenda mayoritario puede colocarse “en contra de la minoría, oprimiéndola, explotándola o incluso intentando destruirla. La raíz del totalitarismo moderno hay que verla, por tanto, en la negación de la dignidad trascendente de la persona humana, sujeto natural de derechos que nadie puede violar”.
LIBERTAD Y PROSPERIDAD. GUILLERMO AROSEMENA
Los Padres de la Patria de Estados Unidos tuvieron muy claro que si el nuevo país quería desarrollarse y prosperar, el Estado debía y tenía que garantizar la libertad en toda la extensión de la palabra. Por tan gran respeto a la libertad, los que redactaron la constitución (Jefferson, Adams y Madison, entre otros), en su preámbulo aseguraron que en el país habría libertad para el presente y posteridad, y en la primera enmienda que se hace a ella, se especifica que la libertad tiene que ver con religión, prensa y expresión. Posteriormente Francia tuvo su revolución para lograr la libertad, pero lamentablemente por no haber creado las instituciones garantes de la misma, este país tuvo una nueva revolución medio siglo después.
En Estados Unidos la libertad era una realidad, en Francia, letras muertas. Los estadounidenses sabían que para existir libertad, las ideas debían difundirse y lo hicieron repartiendo el periódico y correo de puerta a puerta y luego inventando la telegrafía, telefonía fija y celular, televisión e Internet.
Han transcurrido centurias desde que nacieron las repúblicas y en ellas se ha dado una correlación entre grado de libertad y prosperidad. Las más libres son las de mayor nivel de vida y las menos libres, las de menor desarrollo. Actualmente, Medio Oriente y Norte de África se encuentran convulsionados porque el pueblo ha salido a las calles a demandar la libertad.
En naciones como Yemen, Túnez, Jordania, Egipto y otras, la gente está cansada de que el Estado les diga qué es lo que pueden y no pueden hacer. Hosni Mubarak, presidente de Egipto, trató inútilmente de cortar las comunicaciones en Internet para evitar el contagio del levantamiento.
Los grandes inventos capitalistas en los medios de comunicación han hecho abrir los ojos de los ciudadanos en países árabes, sobre todo con el acceso a la maravillosa información que existe en Internet y redes sociales; la gente se ha dado cuenta de que pueden vivir mejor si se cambian los regímenes totalitarios. Los principiantes a tiranos en nuestra región están equivocados si piensan que tendrán éxito limitando las libertades.
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