martes, 13 de abril de 2010

DIVIDE Y REINARÁS, AMÉRICO MARTÍN, MARTES, 6 DE ABRIL DE 2010

A FREDDY Y EMILIO

Antes de entrar en el tema de fondo que propones, querido Freddy, debo hacer algunas puntualizaciones. No siendo proclive a las afirmaciones tajantes, no me reconozco en esa exultancia por Falcón que me atribuyes, ni me ha pasado por la cabeza arremeter contra un tan excelente amigo como Emilio. Tampoco en mis “desordenados” comentarios sobre el editorial no pude manifestar –por lo menos a conciencia- animus irónico alguno. De mis adláteres ¿qué te digo? En mi independencia política sería raro que los tuviera.


Parto de lo que está en la fabla de todos. Hay un deterioro del campo oficialista que no fluye masivamente hacia la oposición. Si un 53% no confía en Chávez y 20 se ubica de este lado, queda un 33% que, disintiendo del régimen, no se reconoce opositor. Puede ser injusto, puede provenir de la vieja mala prensa que tenemos los políticos, pero está a la vista como un enigma que debe resolverse y es preferible hacerlo antes del histórico 26 de septiembre.
Si el objetivo es alcanzar la mayoría parlamentaria es absolutamente necesario incorporar al complicado universo disidente. Toda la oposición es disidente, sí, pero no toda la disidencia es de oposición. Y el reto, creo, es conectarse con esa mayoría -disidente u opositora- que coincide en lo básico, sin por eso negar lo que cada uno sea. Frente al inmenso y proteico mundo que disiente con distintos niveles de compromiso, deberíamos enfatizar lo que une, no cuidarnos del falso adversario pregonando enérgicamente lo que irrevocablemente somos. Claro que se puede ganar gente para este lado, como ya está ocurriendo, pero exigirle a los descontentos -cual postulan muchos- que se declaren inmaculados opositores (sin contar que ni eso les valdría para calmar a los irredentos de esta acera) como premisa para marchar juntos, me parece un mayúsculo error.

Siendo tan profunda la tensión actual, gran parte de los moderados puede ser empujada a mayores compromisos. Es absurdo recibir con hostilidad a los relegados por el gobierno (y esto no va con Emilio, por Dios) por creer que Arias Cárdenas es una fatalidad. Jagua ha puesto a los azules, mal que le pese a algunos, de patitas en la calle. Habrá quien se devuelva, pero así como Falcón demostró más entereza de la esperada, otros podrían seguirlo. Por cierto, creo que es la más aguda manifestación de la crisis del chavismo pero estoy abierto a otros criterios. Prefiero entonces tender puentes que prejuzgar o llenarme de paralizantes prevenciones. Alguien me llamó cándido (nada que ver con Analítica) por no creer que las rupturas del oficialismo sean trampas montadas por Chávez, el omnisciente.

Creer que el hecho de que hable más de disidencia que de oposición responde –como piensa mi probado amigo Freddy- al temor de “perder gente” o de “aislarme”, no tiene el menor sentido para quien haya leído lo escrito arriba. Porque aunque no comparta lo que digo, tendría que reconocer que me esfuerzo por guardar la coherencia en mis argumentos. Además, respaldo con toda mi fuerza a la MUD como centro que es de la unidad en esta complicada coyuntura. Su trabajo será finalmente reconocido hasta por los coléricos honestos. Pero por dirigir el momento es ella la que corre los indicados riesgos. Yo personalmente no tengo gente que perder o aislamiento al que rehuir. En mi condición podría ponerme a alardear sobre las primarias en todas partes o la insobornable oposición, sin arriesgar nada. Me sería muy fácil hablar con la dura retórica usual de quienes se sienten desplazados o algo así, que no es mi caso ni por supuesto el tuyo.

Lo de la izquierda es otra cosa. No frecuento ese término porque le huya a las definiciones o porque me asalte un extraño miedo, sino porque nada es más indefinido que ese vocablo. Chávez es de izquierda, Müller lo rebate desde la izquierda y el PCV, dueño del concepto, los mira con conmiseración. Son círculos concéntricos terriblemente subjetivos. Cada izquierdista tiene quien lo condene por traicionar a la izquierda. Tú y yo somos de derecha, Freddy, para legiones de socialistas. Y no es que sea un término maléfico sino que se ha alejado de referencias precisas. Durante la guerra fría era más fácil. De izquierda, los amigos en distintos grados del leninismo y la URSS, y de derecha sus adversarios en distintos grados también. Esa postrera certidumbre cayó con el Muro.

¿Qué queda entonces?

Descifrar las nuevas realidades, buscar respuestas profundas y originales. Por cierto, Marx no hablaba de izquierda y derecha, sino de clase obrera y burguesía. Muy anacrónico, sin duda, pero no lo es su aversión a las abstracciones no severamente fundadas. Los lectores no tienen por qué buscar si en mis trabajos hablo de izquierda o no, como les recomienda Freddy. Yo les ahorro el esfuerzo. No me valgo de ese concepto porque no creo que sirva para mayor cosa.

En fin, con mi invariable amistad, les dejo estas sinceras reflexiones.

amermart@yahoo.com
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CARTA AL PRESIDENTE MUJICA DE OSCAR ARIAS: "LOS EJÉRCITOS SON ENEMIGOS DEL DESARROLLO, ENEMIGOS DE LA PAZ, ENEMIGOS DE LA LIBERTAD."

Excelentísimo señor José Alberto Mujica Cordano. Presidente de la República Oriental del Uruguay.

Excelentísimo señor Presidente:

No le escribo hoy a don JoséAlberto Mujica Cordano, sino al “Pepe” revolucionario, a ese hombre que en medio del fango del horror, conservó siempre intacta la flor de la justicia; a ese soñador que no apagó la luz de la utopía, ni en el más oscuro rincón de su celda olvidada; a ese idealista que defendió, ante ofensas y amenazas, una fe inquebrantable en un futuro mejor para Uruguay y para América Latina. Le escribo al “Pepe” para decirle que queda todavía, en el morral del tiempo, una última utopía: la abolición del ejército uruguayo.

Mis palabras emergen del cariño y de la buena voluntad. Sé que no tengo ningún mandato sobre los destinos de su pueblo. No pretendo irrespetar la soberanía de una nación hermana. Tan solo quiero brindar un consejo que veo escrito en el muro de la historia de la humanidad: los ejércitos son enemigos del desarrollo, enemigos de la paz, enemigos de la libertad y enemigos de la alegría. Trampa permanente. En gran parte del mundo, y sobre todo en América Latina, las fuerzas armadas han sido la fuente de la más ingrata memoria colectiva. Fue la bota militar la que pisoteó los derechos humanos en nuestra región. Fue la voz del general la que pronunció las más cruentas órdenes de captura contra estudiantes y artistas. Fue la mano del soldado la que disparó en la espalda del pueblo inocente. En el mejor de los escenarios, los ejércitos latinoamericanos han significado un gasto prohibitivo para nuestras economías. Y en el peor, han significado una trampa permanente para nuestras democracias.

Uruguay no necesita un ejército. Su seguridad interna puede estar a cargo del cuerpo de policía, y su seguridad nacional no gana nada con un aparato militar que jamás será más poderoso que el de sus vecinos, que además son países democráticos. No importa cuánto invierta en sus fuerzas armadas, Uruguay no logrará ganar una carrera armamentista contra Brasil, Colombia, Argentina, Chile y Venezuela. En las circunstancias actuales, la indefensión es mejor política de seguridad nacional para su pueblo, que un aparato militar inferior al de sus vecinos.

Lo digo por experiencia. Costa Rica fue el primer país en la historia en abolir su ejército y declararle la paz al mundo. Hace más de sesenta años, otro Pepe revolucionario, el comandante José Figueres, decidió proscribir para siempre las fuerzas armadas de mi país. Desde entonces, los costarricenses no han vuelto a vivir una guerra. No han vuelto a derramar su sangre en un enfrentamiento civil. No han vuelto a temer un golpe de Estado, una dictadura o un régimen de persecución política. Mi pueblo vive en paz porque apostó a la vida; vive en paz porque confío en el poder de la razón para gobernar los impulsos de la violencia. Fortaleza.

Me dirá, querido amigo, que Costa Rica vive en medio de países pacíficos. Pero eso no fue siempre así. Hubo una época en que mi pueblo colindaba al norte y al sur con la dictadura. Hubo una época en que el silbido de la metralla sonaba muy cerca de nuestras fronteras. En lugar de tomar las armas, Costa Rica salió a luchar por la paz en Centroamérica. No nos hizo falta el ejército. Por el contrario, estar desmilitarizados nos permitió ser percibidos como aliados de todas las partes del conflicto. En verdad le digo que no ha habido decisión que más haya fortalecido la seguridad nacional costarricense, que la de eliminar el ejército.

Otros dos países latinoamericanos han seguido nuestro ejemplo: Panamá y Haití. En 1994, el Congreso panameño aprobó, por medio de una reforma constitucional, la abolición de las fuerzas armadas. Desde entonces, Costa Rica y Panamá comparten la frontera más pacífica del mundo. Y no es casualidad que sean, también, las dos economías más exitosas del istmo centroamericano. Porque el dinero que destinábamos a nuestros ejércitos, lo destinamos ahora a la educación de nuestros niños, a la salud de nuestros ciudadanos y a la competitividad de nuestras industrias y comercios.

Hemos cosechado los dividendos de la paz, así como también los cosechó, aunque en menor medida, el pueblo de Haití, que con la abolición del ejército puso fin a un eterno rosario de golpes de Estado.

¡Hay tantos mártires en la historia contra la tutela militar! Usted que padeció bajo el yugo de la opresión, tiene ahora la posibilidad de librar para siempre de ese yugo a los hijos del mañana. Cuando el futuro venga, en palabras de Mario Benedetti, “con su afilada hoja y su balanza, preguntando ante todo por los sueños, y luego por las patrias, los recuerdos y los recién nacidos”, tenemos que saber qué le diremos. Tenemos que saber lo que hemos sido. Ojalá que ese futuro reconozca en usted, amigo Presidente, al “Pepe” revolucionario que declaró la paz al mundo y decretó sagrada la vida en Uruguay.

Óscar Arias Sánchez Presidente de la República de Costa Rica 10:04 p.m. 06/04/2010
http://www.nacion.com/2010-04-07/Opinion/PaginaQuince/Opinion2325392.aspx
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