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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
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sábado, 14 de febrero de 2015

ERNESTO GARCÍA MAC GREGOR, DE VUELTA AL CONUCO, VERDADES DOLOROSAS,

En 1960, el presidente Betancourt, aún con rémoras de comunismo, inicia la Reforma Agrarias para quitarles los latifundios a “los ricos” y dárselos a los campesinos (como ahora). Los latifundios en los países subdesarrollados, han sido la excusa para explicar el fracaso agrario, mientras que es en naciones industrializadas las haciendas de gran tamaño constituyen modelos de eficiencia productiva.
Lo cierto es que 165.000 conuqueros fueron asentados en las haciendas de “los ricos”. Los latifundistas despojados de sus tierras, se mudaron a las urbes y colocaron su dinero en inversiones más cómodas y seguras. Mientras que los otrora peones y ahora dueños de parcelas, después de la euforia inicial del reparto, se limitaron a producir más que para su propio consumo y el de su familia.
Las causas de esta actitud improductiva emergen de la frugal llaneza de nuestro campesino, quien porta el ancestral legado del conuco y quien vive aferrado a una estructura agraria sumamente atrasada. En parte son insensibles a incentivos materiales, recelosos de la innovación y con la inercia del conformismo. Simplemente no les interesa producir más. Son indios disfrazados de trabajadores. Y fue en este conuquero en quien la Reforma Agraria (y ahora el chavismo) impuso la agobiante e inalcanzable responsabilidad de producir la Revolución Verde.
20 años más tarde, 30 por ciento de los campesinos habían abandonado sus parcelas para “ruralizar” las ciudades, y lo peor del caso, 59 por ciento continuaban en su producción miserable de auto consumo, viviendo igual o peor que antes de la reforme. A los 30 años los pocos parceleros que quedaban eran inversionistas que habían comprado parcelas a los conuqueros. Todo volvió a su propio nivel, como era en un principio. Después vino Chávez con los cultivos hidropónicos, los gallineros verticales, el crecimiento endógeno, los complejos azucareros, las cooperativas agrícolas, los fundos zamoranos los saraos, saraitos y Pudreval y la ruina del campo.
Y ahora, Maduro quiere no sólo transformar las aulas de clases en conucos sino que propone reducir a la mitad el horario del empleado público y suspender las clases para sacar a la gente a cultivar las tierras. Que oiga quien tiene oídos…
Ernesto Garcia Macgregor
garciamacgregor@gmail.com
@garciamacgregor

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lunes, 15 de septiembre de 2014

LUIS EDUARDO MARTÍNEZ HIDALGO, VUELTA A LAS AULAS

Finalizan las vacaciones en el sistema educativo venezolano.

Millones de niños y jóvenes vuelven a las aulas con la emoción y expectativas propias del comienzo de un nuevo período académico.
Ya sea la primera vez que dejamos a un hijo nuestro en la guardería –llorosos los más-, ya sea el último semestre antes de obtener el grado universitario, el primer día de clases marca el comienzo de un tiempo de esfuerzos y aprendizaje.
Fue la democracia la que abrió las puertas de la educación para todos en Venezuela. En la colonia, estudiar era privilegio de muy pocos y lo siguió siendo después de la independencia a pesar del decreto de educación pública obligatoria de Guzmán Blanco. Centenares apenas asistían a las Universidades del gomecismo y solo miles en escuelas y liceos. La revolución de Octubre de 1945 adelantó agresivas políticas para extender las oportunidades de estudio pero la caída del maestro Rómulo Gallegos, terminó con ellas. Fueron Rómulo Betancourt y los sucesivos Jefes de Estado –Leoni, Caldera, Pérez, Herrera, Lusinchi y Chávez- promotores a ultranza de la masificación de la educación, sin excepción y es justo reconocerlo. Se multiplicaron las Universidades, públicas y de gestión privada, los liceos y escuelas. A cada rincón del país llegó la educación y hoy no debe existir comunidad alguna donde no se encuentre un establecimiento educativo.
Meses atrás, la UNESCO reconoció los avances de Venezuela por la cobertura universitaria; solo Cuba, Corea, Finlandia y Grecia exhiben porcentajes más altos que los nuestros; los resultados en primaria y secundaria se parecen mucho.
Si de un examen se tratara podemos afirmar con propiedad que el país obtiene una calificación de excelente en cuanto a la población atendida en educación.
Lamentablemente no podemos decir lo mismo en lo que se refiere a la calidad.
Ninguna Universidad venezolana aparece entre las 100, ni entre las 500, ni siquiera entre las 1,000 mejores del mundo donde en cambio sí están 18 brasileiras, 4 argentinas, 4 chilenas y 2 colombianas. Tampoco aparecemos en el The Globe Index of Cognitive Skill and Educational Attaiment 2014, índice que mide el rendimiento educativo y que copan los países asiáticos. The Global Competitiveness Report del 2013-2014, que muestra la competitividad de los países del mundo –en la cual la educación tiene un rol fundamental- nos coloca de penúltimos en América solo por encima de Haití y entre todas las naciones del planeta apenas superamos a Mali, Malawi, Mozambique, Timor-Leste, Myanmar, Burkina Faso, Sierra Leone, Yemen, Burundi, Guinea y Chad.
Se requiere entonces un serio y sostenido esfuerzo para mejorar significativamente la calidad de la educación venezolana. No es esta, por cierto, tarea, exclusiva del estado sino que compete a la sociedad en su conjunto con un peso muy importante para la familia. Me detengo en este último aspecto porque en muchas ocasiones he oído a docentes quejándose porque  padres y madres pretenden que sea solo en la educación formal que se moldee a sus hijos, independientemente de la edad, olvidando el rol que debe asumirse en el hogar.
Gobiernos –nacional, regionales, locales-, familias, medios de comunicación, docentes y los propios estudiantes, son protagonistas fundamentales del proceso educativo y deben contribuir a que este alcance estamentos superiores de calidad.
Los estándares deben ser altos y con ellos las exigencias. Flaco servicio hacemos cuando tomamos el camino del facilismo para eludir conflictos. En este sentido la evaluación, autoevaluación, co-evaluación, de las instancias que correspondan, tiene que ser una constante así como también la acreditación que Venezuela no posee, siendo uno de las pocas naciones que muestra, a la fecha, esa carencia.
Dios quiera que la vuelta a las aulas sea de logros para todos y que pronto la educación de Venezuela pueda pasar con buenas notas la asignatura de calidad.
Luis Eduardo Martínez:
vicerrector.ugma.unitec@gmail.com
@rectorunitecve

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sábado, 21 de septiembre de 2013

LEANDRO ÁREA, ¿DE VUELTA A LA GUERRA FRÍA?

Calificamos de odiosas las comparaciones y las extensas listas hechas casi siempre por miopes que, expertos en trabajos minuciosos, a corta distancia, y de alta concentración y precisión, pierden las más de las veces el sentido de la realidad. 
En todo caso no sé si es rusa la ruleta que se juega en el mundo con el caso de Siria, su guerra interna y la lenta y controvertida respuesta internacional frente a la barbarie que allí se muestra con el uso de armas químicas, entre otros. ¿La “Guerra Fría”?
Hace ya casi un siglo, en 1914 estalló la Primera Guerra Mundial y a partir de ese evento el mundo se ha infligido heridas y dejado las cicatrices más emblemáticas de la  historia de la humanidad. No es que hayamos comenzado a latir con el asesinato del Archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo, pero en todo caso representa un hito, resumen trágico de una crisis aplazada en la civilización occidental.
¿Pero qué es lo que ha cambiado desde entonces? Mucho y nada. 
Tecnológicamente hablando claro que sí: el aniquilamiento masivo se ha sofisticado a tal punto que ya casi ni se requiere del viejo concepto de ejército. Aunque ahora sea en Siria o en Irak o en Japón, la guerra bacteriológica y química hizo aparición con el gas mostaza en la Europa de la primera guerra. 
También los actores siguen siendo esencialmente los mismos, a saber, las grandes potencias pero actuando en patios ajenos, con algunos elementos novedosos como el de las guerras religiosas o “guerra entre civilizaciones” y el terrorismo internacional, que no representa en teoría a ningún Estado en particular y cuyos responsables intelectuales, morales y materiales se encuentran difuminados en una dimensión fantasmagórica. 
Sobre los motivos: sigue siendo el poder en todas sus manifestaciones. Las consecuencias: venganza, muerte, desolación y odio a corto y largo plazo. 
También el diccionario con el que entender esa realidad sigue siendo básicamente el mismo, el original, empolvado y todo, aunque en reciente edición de lujo. Además, Thomas Hobbes sigue más vivo que nunca, aunque ahora lo veamos jugando al golf, repitiendo aquello de que el hombre es el lobo del hombre. ¿Y qué será de la vida de J. J. Rousseau que afirmaba que el hombre es bueno por naturaleza? Pues que ahora es un hippie demodé, calvo y desdentado, y consumidor impenitente de cuanta sustancia exista para trasladarse a la utopía del placer eternamente insatisfecho y del dolor también eternamente postergado, o todo lo contrario.
Hoy estamos a la espera de decisiones que se toman entre las grandes potencias. La solución a la crisis, ya de rango mundial, tiene aristas y complicaciones éticas, jurídicas, políticas, económicas y geoestratégicas de difícil manejo, pues no hay salida definitiva para asuntos de tal complejidad. Lo cierto es que pareciera que entramos en una nueva fase de las relaciones internacionales que habrá que observar con atención y detenimiento.
Leandro Area
leandro.area@gmail.com

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