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viernes, 8 de noviembre de 2013

LEANDRO ÁREA, REINALDO LEANDRO MORA

Lo quise como lo permite el respeto, y lo admiré como supongo debe quererse a un padre. Leandro para él era apellido y para mí, nombre de pila; cumplíamos años en la misma fecha, con una distancia exacta de treinta años, los 24 de mayo geminianos, que celebrábamos regularmente como hermanos en unidad de familia y amigos. Además, los dos proveníamos del  Colegio La Salle y fuimos maestros de profesión y gusto. Nos agradaba el arte, el buen vino, las gratas compañías, la larga conversa y hasta el silencio mismo.

Lo conocí personalmente en 1989 por mano de Ramón J. Velásquez, quien ya para la fecha presidía la Comisión Presidencial para la Integración Colombo-Venezolana, donde yo trabajaba y cuyo Secretario Ejecutivo era Edgar Otálvora. El doctor Leandro Mora por su parte, acababa de ser nombrado Presidente de la Comisión Presidencial para la Delimitación de Áreas Marinas y Submarinas con la República de Colombia, y desde ese momento hasta el sol de hoy, no nos distanciamos jamás. Se trataba de un esfuerzo de los Presidentes Barco y Pérez por dar a las relaciones colombo-venezolanas, maltrechas desde 1987 por el caso de la corbeta “Caldas”, un nuevo y fructífero giro, mediante una globalizadora estructura de negociación, que sin dejar nada de lado, impidiera que el Golfo de Venezuela fuera prioridad o freno. Fueron designados además para a acompañar a Leandro Mora en su alta responsabilidad de Estado, Hilarión Cardozo y Pompeyo Márquez, en la convicción de CAP de que el tema del Golfo sólo podría ser resuelto a través de un consenso nacional y bajo la conducción de los partidos, no ya tan mayoritarios para la época, AD, COPEI y el MAS, de los que Leandro, Cardozo y Márquez eran presidentes o secretarios generales. En su momento, Caldera ratificó el esquema nombrando al cordial amigo José Ángel Oropeza Ciliberto, representante de lo que se dio en llamar “el chiripero”, como se autodenominó la marea que lo llevaría al traspiés ambicioso de su segunda Presidencia.
Pero no solo eran las áreas marinas y submarinas, sino que se incluían, bajo la responsabilidad de dicha Comisión Presidencial, otros temas como lo eran la demarcación y densificación de la frontera terrestre, las migraciones, la navegación fluvial y las cuencas hidrográficas comunes. Leandro Mora junto a sus pares venezolanos asumió, con sabiduría y mano zurda, ese berenjenal que representaba el manejo de esos temas tan técnicos bajo las circunstancias tan politizadas del momento: el llamado “Caracazo”, los golpes de Estado, militares y civiles, la fractura de los partidos políticos, la crisis social que se manifestaba en todos los órdenes, el juicio a Pérez y además, el historial atrabiliario del “Gocho” en relación a los asuntos bilaterales. 
En este sentido, Leandro Mora estaba convencido que adelantar en el tema del Golfo y exponerlo ante la opinión pública podía llegar a ser el pretexto que muchos esperaban para incendiar y derrumbar definitivamente el ya deteriorado esqueleto de la democracia venezolana. Y con ese convencimiento, con bajo perfil, navegó esas turbias aguas, esquivando intereses internos o agravios, y también la presión de Colombia, que pudo calcular, en nuestra debilidad coyuntural, una oportunidad propicia para satisfacer sus viejos intereses geoestratégicos.
En esas dificilísimas circunstancias, que hasta personales llegaron a ser, Leandro Mora demostró una vez más ser un venezolano cabal, negociador curtido desde sus viejos tiempos de Secretario Juvenil de Acción Democrática, torero sublime, defensor de nuestra soberanía, fiel a sus principios y amigos, y ejemplo para los que quedamos aquí navegando en la tormenta que nos dejan los dioses de la historia. Honor a quien honor merece. Agradecido de su compañía. Solitario de su afecto.
leandro.area@gmail.com

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miércoles, 6 de noviembre de 2013

ALFREDO CORONIL HARTMANN, REINALDO LEANDRO MORA, LA EFICACIA AFABLE.

   En el oficio, a fuerza aprendido, en mas de cinco décadas de hacer periodismo de opinión, es inevitable saber que nunca se comienza un artículo con una aclaratoria, como este texto no cabe en el enunciado genérico de "un artículo" sino es mas bien el testimonio de un hondo dolor compartido, con muchos venezolanos, con sus familiares, innumerables amigos y la militancia -dentro y fuera del cascarón oficial- de Acción Democrática. Comienzo por decir que nada hay en estas líneas de compromiso, ni de cumplido.
  
Quise con hondo cariño y amistad a Reinaldo, a Inés, a Rey, a Rene y a todos sus hijos, en él admiré no sólo su clara inteligencia y su versátil eficacia, gran ministro de Educación en horas muy difíciles de la segunda presidencia de Rómulo Betancourt, notable ministro de Relaciones Interiores de Raúl Leoni -innumerables veces encargado de la Cancillería- fino y habilísimo embajador en esa insuperada escuela de diplomáticos que es la Santa Sede, parlamentario nato, ejerció la senaduría por el Estado Barinas con brillo y donosura, así como la Presidencia del Congreso Nacional.
   Aspiró a ser el candidato presidencial de AD en las elecciones de 1973, tuvo dos  elementos extremadamente limitantes para lograr su meta, el fallecimiento del ex-presidente Leoni, quien lo apoyaba sin reservas y la prolongada indecisión de Gonzalo Barrios -probablemente deliberada- en retirar su propia aspiración, que Reinaldo sentía que lo obligaba moralmente. Con un sentido ético que lo enaltece, se negó a seguir mi consejo de solicitarle a Doña Menca de Leoni grabara un mensaje para la base de AD, solicitando el apoyo para él, que Menca estuvo dispuesta, sin dudar un instante, en hacer. Reconozco que,   aún de haberlo hecho el resultado era  dudoso, dado el apoyo abierto del máximo líder del partido, Rómulo Betancourt a Carlos Andrés Pérez. No obstante todos estos importantes y significativos obstáculos, en poco mas de UNA SEMANA de campaña logramos amarrar casi 180 votos, frente a los 300 y tantos que favorecieron al secretario general, CAP, pero esos días y horas de cordial "conspiración" afianzaron aún más nuestra amistad anudada en Roma, recorriendo sus calles, iglesias y museos...
   El joven líder guaireño, tenía todo a su favor para haber sido un extraordinario candidato y presidente, su imagen propia era, sin subterfugios publicitarios ni retoques de marketing, un "producto" que se vendía sólo. Recuerdo que Jacques Regis Etievan, presidente de CORPA, para ese entonces la mayor agencia publicitaria de Latinoamérica, decía que era "el Kennedy venezolano"  y añadía que cada sonrisa de Reinaldo eran al menos 50.000 votos, si pensamos que Rafael Caldera ganó las elecciones de 1968 por 30.000 podemos medir adecuadamente la cifra. En 1978 se volvió a plantear el tema, que no llegó a cuajar, también entonces estuve a su lado.
   No tengo sino buenos recuerdos de Reinaldo y de los suyos, él demostró que la sonrisa y la firmeza no sólo son compatibles sino complementarios. Frente a la subversión fue fuerte sin ser duro, era un asunto de estilo, nunca le tembló el pulso para hacer lo que fuese necesario, pero jamás practicó, eso que los españoles llaman de manera muy gráfica el "recochineo" ese solazarse en el dolor del adversario, ese gozo del dolor ajeno tan de moda en estos días.
   Queda la figura del educador, del abogado, del luchador político, del eficiente hombre de Estado, como un homenaje y una exaltación de la hidalguía y el buen gusto. El solo recordar que existieron hombres como él, es gratificante para el espíritu en esta hora menguada de Venezuela...
Alfredo Coronil

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