Lo quise como lo permite el respeto, y lo
admiré como supongo debe quererse a un padre. Leandro para él era apellido y
para mí, nombre de pila; cumplíamos años en la misma fecha, con una distancia
exacta de treinta años, los 24 de mayo geminianos, que celebrábamos
regularmente como hermanos en unidad de familia y amigos. Además, los dos
proveníamos del Colegio La Salle y
fuimos maestros de profesión y gusto. Nos agradaba el arte, el buen vino, las
gratas compañías, la larga conversa y hasta el silencio mismo.
Lo conocí personalmente en 1989 por mano de
Ramón J. Velásquez, quien ya para la fecha presidía la Comisión Presidencial
para la Integración Colombo-Venezolana, donde yo trabajaba y cuyo Secretario
Ejecutivo era Edgar Otálvora. El doctor Leandro Mora por su parte, acababa de
ser nombrado Presidente de la Comisión Presidencial para la Delimitación de
Áreas Marinas y Submarinas con la República de Colombia, y desde ese momento
hasta el sol de hoy, no nos distanciamos jamás. Se trataba de un esfuerzo de los
Presidentes Barco y Pérez por dar a las relaciones colombo-venezolanas,
maltrechas desde 1987 por el caso de la corbeta “Caldas”, un nuevo y fructífero
giro, mediante una globalizadora estructura de negociación, que sin dejar nada
de lado, impidiera que el Golfo de Venezuela fuera prioridad o freno. Fueron
designados además para a acompañar a Leandro Mora en su alta responsabilidad de
Estado, Hilarión Cardozo y Pompeyo Márquez, en la convicción de CAP de que el
tema del Golfo sólo podría ser resuelto a través de un consenso nacional y bajo
la conducción de los partidos, no ya tan mayoritarios para la época, AD, COPEI
y el MAS, de los que Leandro, Cardozo y Márquez eran presidentes o secretarios
generales. En su momento, Caldera ratificó el esquema nombrando al cordial
amigo José Ángel Oropeza Ciliberto, representante de lo que se dio en llamar
“el chiripero”, como se autodenominó la marea que lo llevaría al traspiés
ambicioso de su segunda Presidencia.
Pero no solo eran las áreas marinas y
submarinas, sino que se incluían, bajo la responsabilidad de dicha Comisión
Presidencial, otros temas como lo eran la demarcación y densificación de la
frontera terrestre, las migraciones, la navegación fluvial y las cuencas
hidrográficas comunes. Leandro Mora junto a sus pares venezolanos asumió, con
sabiduría y mano zurda, ese berenjenal que representaba el manejo de esos temas
tan técnicos bajo las circunstancias tan politizadas del momento: el llamado
“Caracazo”, los golpes de Estado, militares y civiles, la fractura de los
partidos políticos, la crisis social que se manifestaba en todos los órdenes,
el juicio a Pérez y además, el historial atrabiliario del “Gocho” en relación a
los asuntos bilaterales.
En este sentido, Leandro Mora estaba convencido que
adelantar en el tema del Golfo y exponerlo ante la opinión pública podía llegar
a ser el pretexto que muchos esperaban para incendiar y derrumbar
definitivamente el ya deteriorado esqueleto de la democracia venezolana. Y con
ese convencimiento, con bajo perfil, navegó esas turbias aguas, esquivando
intereses internos o agravios, y también la presión de Colombia, que pudo
calcular, en nuestra debilidad coyuntural, una oportunidad propicia para
satisfacer sus viejos intereses geoestratégicos.
En esas dificilísimas circunstancias, que
hasta personales llegaron a ser, Leandro Mora demostró una vez más ser un
venezolano cabal, negociador curtido desde sus viejos tiempos de Secretario
Juvenil de Acción Democrática, torero sublime, defensor de nuestra soberanía,
fiel a sus principios y amigos, y ejemplo para los que quedamos aquí navegando
en la tormenta que nos dejan los dioses de la historia. Honor a quien honor
merece. Agradecido de su compañía. Solitario de su afecto.
leandro.area@gmail.com
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