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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
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sábado, 31 de enero de 2015

GOLFREDO DAVILADEL VIERNES NEGRO A ESTOS TIEMPOS DE OSCURIDAD

La crisis no tiene un año, al decir de varios analistas, ella afloró a partir del 18 de febrero de 1983, en el Gobierno de Luís Herrera. Se fue agravando, comenzó un proceso de destrucción del aparato productivo nacional y se fue deteriorando la institucionalidad, incluidos los partidos políticos, se tomaban medidas que eran peor remedio que la enfermedad, hasta la llegada del actual régimen, que lejos de resolver algún problema, profundizó todos los males que agobiaban a los venezolanos y creó unos nuevos.
El difunto terminó de destruir lo que aún existía y Maduro heredó los males. Por todas partes las conversaciones entre chavistas, plantean que el difunto presidente se equivocó al nombrar a su sucesor. Entre los desencantados, los descontentos y muchos de quienes todavía confían en que el modelo se salvará, le echan la culpa de lo que sucede sólo al actual mandatario, no se percatan que éste cumple a cabalidad lo que llaman el legado. Con el respeto de este sector del pueblo, el mal es el legado, la diferencia estriba en que quien le toca ejecutarlo, es ineficaz, carece del verbo para convencer y de la astucia que tenía el otro para engañar.
Desde el 2001 se vienen denunciando, año tras año las erráticas políticas, pero la soberbia de los dueños del poder que se creyeron también dueños de la verdad absoluta, no les permitió un mínimo de escucha, burlando, eludiendo y descalificando toda crítica. Pues la crisis les estalló en la cara y tienen la desvergüenza de no responsabilizarse por el daño, ahora resulta que todos somos responsables del hundimiento del país, a otro con ese cuento. Sean valientes para reconocer que la crisis que crearon, en nada tiene que ver con un pueblo, que al contrario, es el que ha venido pagando los platos rotos de este desastre.
Durante 16 años esta cúpula corrupta ha administrado más de billón 500.000 millones de dólares producto de los más altos ingresos petroleros y fiscales de nuestra historia, ha contado con el control absoluto de todas las instituciones del Estado, con poderes habilitantes de larga duración y amplio alcance y, hasta hace poco, con un gran apoyo popular. Ningún otro gobierno en Venezuela dispuso de tanto dinero, poder político y respaldo popular como el que tuvo este régimen. Por ello, las mayorías no se comen el cuento de que el origen de lo que ocurre es por la caída de los precios del petróleo. En 2014 el precio promedio del barril petrolero fue de 90 dólares. Sin embargo, el año cerró con una inflación de 70%, el aparato productivo en recesión, más de 40% de escasez, caída de las reservas internacionales, déficit fiscal, endeudamiento, crisis sanitaria y de salud pública y cerca de 25.000 personas víctimas de la violencia, para rebasar la escandalosa cifra de 200.000 asesinatos, en lo que va de régimen.
Claro que la caída de los precios petroleros agrava la situación, pero si no fueron capaces de resolver los males del país durante un largo período de abundancia, menos podrán hacerlo en tiempos de escasez. Razón por la que se requiere un cambio de rumbo. Llegó la hora de unir a la Venezuela decente, a través de instancias sectoriales y territoriales, iniciar un gran debate en asambleas de ciudadanos, que nos conduzcan a construir una gran fuerza que alcance el poder para restituir el Estado de Derecho, para construir una economía sana y productiva, para mejorar las condiciones de vida y trabajo y para lograr un país con democracia, progreso, justicia y soberanía.
Golfredo Davila
golfredodavila@gmail.com
@golfredodavila

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domingo, 20 de julio de 2014

EUGENIO MONTORO, EL LADO ALEGRE DEL DESASTRE

         Los antipáticos de la oposición se la pasan criticando al pobre gobierno haciendo caso omiso de las cosas buenas que también traen sus actuaciones. Es propósito de estas líneas resaltar lo positivo. 

         1.- Las colas. Su lentitud obliga a establecer conversación de grupo y el desarrollo de nuevas amistades. Nos informan de muchos romances que han surgido durante las esperas e incluso se habla ya de bodas y arrejuntes. Un subproducto de la cola es el de ser excusa perfecta para llegar tarde a casa. Si usted tiene un segundo frente le dice que le compre un litro de aceite y cuatro papel  tualé. Después de su apasionada reunión con la otra llega a casa a las 11 pm diciéndole a la esposa “había una cola larga en el súper. Tremenda cola, pero te conseguí aceite y papel”, “Gracias mi amor tu siempre tan atento”.
        2.- Las nuevas recetas. La ausencia de alimentos ha logrado estimular al máximo la creatividad culinaria y la aparición de nuevas variantes de recetas. La paella es un buen ejemplo. Sabemos que no posee receta sino que es arroz con lo que se tenga. Buenas son las costillas de res, las patas de cochino y otras cosas que encontremos como mollejas de pollo. El pescado termidor es difícil  de hacer  pues no hay dorado ni pargo y si se encuentra hay que vender la casa para comprarlo. Así que a nadie debe avergonzar substituirlo por sardina en lata, su mantequillita y perejil. El puré puede ser en lugar de papa, ñame y ocumo, con algo del aceite sobrado de la paella.
         3.- El regreso de los brujos. La falta de medicinas ha reanimado la antigua práctica del brujo y de las recetas caseras. Unas hemorroides reclaman su anillo de burro negro, una infección su miel con limón y bicarbonato. Para las cosas más fuertes se mezclan algunas oraciones con cremas especiales y perfumes que quiebran al mal de ojo.
         4.- Álgebra cotidiana. El reforzamiento en el uso de las matemáticas ha sido masivo y todos los venezolanos practican diariamente este ejercicio intelectual. Tratar  de equilibrar unos ingresos con un gasto en aumento, requiere de gran capacidad de cálculo, proyección y análisis. De igual forma la serenidad personal se ha venido desarrollando por cuanto el pronóstico para la acción se ve perturbado al día siguiente con nuevos precios y todo debe recalcularse.
         5.- Luz en la oscuridad. Nada mejor como ejercicio para la agilidad mental que el actuar y moverse en la oscuridad. Aquí se le debe reconocer al gobierno su especial énfasis en mantener a la población en pleno ejercicio. Por ejemplo, la habilidad de orientación crece a pasos gigantes cuando camina por su casa a oscuras. El ejercicio de memoria es muy útil mientras se trata de recordar donde está la poceta o los zapatos.
         6.- Los billetes pequeños. Una divertida forma del asunto económico es el uso de billetes de baja denominación. Ya es cotidiano llevar al banco una bolsa negra para meter billetes de 5 Bs y disfrutar luego de la cara del cajero del mercado contando ese papelero.

         De verdad es que vamos a extrañar a estos payasos.

Eugenio Montoro
montoroe@yahoo.es
@yugemoto67

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jueves, 9 de enero de 2014

ANGEL ALAYON, MONICA SPEAR Y LA OSCURIDAD

A Mónica Spear y a Thomas Henry Berry los mató la oscuridad. Una oscuridad que se manifiesta en la incapacidad evidente de un Estado en la labor de proteger a los ciudadanos y su derecho a la vida. Spear y Berry se suman a una desafortunada lista en nuestra propia historia universal de la infamia. Buscarán a quienes apretaron el gatillo y quizás los muestren como un triunfo de la efectividad policial y judicial, la misma que no ha evitado que más de cien mil venezolanos hayan muerto víctimas de la violencia en los últimos diez años, una cantidad de caídos que llenaría cinco veces el Estadio Universitario.
La hija de la pareja asesinada, ahora huérfana, recibió un tiro en la pierna, de acuerdo con las primeras noticias. El atroz episodio que acaba de vivir dejará una cicatriz en su cuerpo, pero los médicos podrán hacer muy poco por la profunda herida que acaba de inflingirle esta sociedad. Y uno, desde la impotencia, implora a todos los dioses que salve la vida de la niña de apenas cinco años de edad: que pronto esté fuera de peligro. Pero eso sería apenas un diagnóstico clínico: ¿quién puede estar realmente fuera de peligro en Venezuela?
Los asesinatos en Venezuela han dejado en la última década al menos más de doscientos mil niños venezolanos sin padre, sin madre o sin ambos, como ha ocurrido en este caso. Nosotros también llevamos esa herida. Todos. Aunque algunos no se den cuenta.
La muerte de Mónica resuena. Es algo propio de la fama. Ella fue Reina de Belleza en un país donde las misses alcanzan cotas de mitos. Han asesinado a una de nuestras reinas, pudiera interpretar un psicoanalista, pero no debemos perder la perspectiva: Mónica era una joven trabajadora de 29 años, madre de una hija y con un esposo, con quienes paseaba por Venezuela. Como cualquier otra venezolana. Su belleza no la salvó porque la oscuridad no discrimina. Su caso resalta por la fama, pero no debemos olvidar que estas tragedias están ocurriendo todos los días en nuestro país.
Se le atribuye a Stalin la frase: “Una muerte es una tragedia. Un millón de muertes es sólo una estadística”. Stalin nunca la dijo, pero hizo méritos suficientes como para haberla dicho. No dejemos que las estadísticas nos ahoguen en la indiferencia.
Hablamos de una Patria Segura que no protegió a una familia accidentada en una autopista bajo su responsabilidad. Cada bala disparada es un fracaso. Es la ausencia del Estado donde sí debería estar. Cada asesinato impune es la promesa de otra muerte, de otros huérfanos.
Estaban haciendo turismo nacional, recorriendo un país con bellos paisajes, un país que exalta cada vez más la belleza de su naturaleza para olvidarse y ocultar los peligros de la cotidianidad. Lo peor es que la inseguridad no sólo aleja al turismo y a los turistas, esa promesa incumplida de la diversificación: la inseguridad simplemente nos aleja.
Cada vez que un venezolano muere asesinado somos menos país.
Ante la muerte la palabra siempre ha tenido problemas. Quizás sea porque la muerte es la contradicción de la palabra y es justamente la imposibilidad de comunicar. La muerte tiene mucho de silencio. Uno está tentado a desearle a Mónica y a Henry un descanso eterno y paz a sus restos, pero mejor esquivar el lugar común y tratar de construir algo a partir de este dolor.
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sábado, 14 de septiembre de 2013

EGILDO LUJAN NAVA, DE LA OSCURIDAD AL “APAGÓN”,FORMATO DE FUTURO

Realmente, todo parece indicar que esta semana no hubo -como dijeron los habitantes de dieciocho estados venezolanos y de algunas partes de la Gran Caracas- una falla en el Sistema Eléctrico Nacional que, en ciertos lugares, se llegó a extender hasta el día siguiente en siete de esos mismos dieciocho estados.

Lo que sucedió, fue que la oscuridad predominante en la concepción gubernamental de la digna heredera de la que le precedió por catorce años, se hizo patente, perceptible, innegablemente real y demostró cuál es el espíritu de su verdadera conformación operativa, con la que para insatisfacción de millones de venezolanos, se ha propuesto seguir avanzando, por lo menos, hasta finales de la actual década.

Porque, de no ser así, ¿qué otra causa pudiera haber provocado semejante acontecimiento capaz, inclusive, de exigir que se le hermanara con lo que sucedió hace ya doce meses en el Centro Refinador Paraguaná?. ¿Un sabotaje? ¿De quién?. ¿Cómo?. ¿Por qué?. ¿Para qué?.

Hablar de sabotaje ante lo que fue calificado en todo el país como “apagón”, definitivamente, no se corresponde con los postulados de ese espíritu gobernante, empeñado en demostrar que sólo en socialismo es posible disfrutar de las bondades de una vida de calidad.

Si hay -o hubiera habido- un sabotaje en el Sistema Eléctrico Nacional que alguna vez fue modelo excepcional en su tipo para Latinoamérica y el resto del mundo, por ser el único en disponer de una línea de transmisión de alta tensión de 800 KW que cruza a la nación entera, en lo que eso se traduciría es que los obligados a resguardarlo, a protegerlo, incurrieron en el peor de los descuidos: no ocuparse de que fuera el cerebro funcional, eficiente y domador de miedos humanos a la oscuridad que, según el enfoque de todo autocalificado revolucionario, provoca el feo capitalismo.

A diario, millones de venezolanos están obligados a dedicarle horas de su vida útil a hacer “colas” entre las sombras de la madrugada, bajo el sol y agitados por la silenciosa carga de humillación que significa no poder escapar de esa obligación, para poder comprar dos kilogramos de harina precocida de maíz, ocho rollos de papel sanitario, si acaso un litro de aceite comestible y dos envases de margarina.

Es el costo adicional, el plus que debe pagar una sociedad  a la que le dicen a diario que la suya, es la supuesta forma de vida de calidad, y a la que se puede optar con el uso de menguados y destruidos bolívares por la subyacente inflación que se oculta entre las sombras de las Estadísticas del Banco Central de Venezuela y las subjetivísimas interpretaciones que realizan los intérpretes de las encuestas del Instituto Nacional de Estadísticas y de connotadas empresas privadas dedicadas a detectar qué impresión positiva se tiene de quienes están convencidos de que su forma de gobernar, es, por lo menos, un accionar gerencial fuera de serie.

El “apagón”, lamentablemente, anuló las repercusiones positivas que generó en la opinión pública el anuncio de que volverá la misión permuta; sí, esa misma que fue sepultada hace menos de cincuenta meses, después del velorio de las Casas de Bolsa, como de emprendedores que terminaron siendo acusados de aprovechadores ilegales de un delito que nunca existió. Y quizás esa anulación fue lo mejor que sucedió.

Tanto porque a los que hacen colas para adquirir alimentos a precios subsidiados y comprados también entre las tinieblas de la opacidad administrativa, poco les interesa saber qué diferencias existen entre Cadivi, permuta, Sicad y el Sitme. Como para los mismos empresarios que ya  no saben cómo mantener sus negocios activos, ante la indisponibilidad de divisas y unas subastas enfríadas por las repercusiones del veredicto del Ciadi contra Pdvsa y a favor de Conoco Phillips, y de haberle escuchado decir al Ministro de Finanzas, Nelson Merentes, que cambiar leyes rectoras del control de cambio no implicaba sepultar el modelo rector responsable de que los venezolanos vivan en el ambiente económico y social del presente.

En otras palabras, si la oscuridad predominante en la concepción gubernamental sigue siendo esa especie de santuario de cuyo sahumerio se nutren los que determinan qué hacer ante la tragedia de Amuay, con la falla del Sistema Eléctrico Nacional y la administración de divisas restringidas para la ciudadanía -más no para la élite rectora del megaestado empresarial venezolano- no hay razones para dudar que los apagones en el sistema de vida de los venezolanos, seguirán siendo el pan de cada, sin necesidad de usar trigo importado para confeccionarlo, mucho menos de maíz blanco producido eternamente en condiciones deficitarias.

Lo cierto es que decir ser venezolano, ante el resto del mundo equivale a exhibir la etiqueta de hijos de una Nación que se ufana de disponer de las reservas petroleras más grandes del planeta, y de contar con una enorme capacidad de producción de energía hídrica. Pero también de que apenas hace quince años gozaba de  la mayor capacidad de producción de electricidad de Latinoamérica, con niveles excedentarios para atender cierta demanda de Colombia y Brasil, y que en 2013 esté obligada a importar gas, gasolina y electricidad, además de alimentos y medicinas.

Los discursos destemplados de cierta burocracia, los encadenamientos forzosos de medios de comunicación masivos privados y el avasallamiento de las redes sociales, puertas adentro de los ostentosos despachos de quienes dicen gobernar, pudieran, ciertamente, aplacar las angustias burocráticas. Pero ante los ojos y forma de vida de casi treinta millones de sus compatriotas, eso no resulta suficiente cuando el juicio colectivo es contra el descuido y la incapacidad de los llamados a evitar que eso suceda y siga sucediendo.

La escasez y el desabastecimiento de los bienes esenciales de consumo masivo, los apagones en gran parte del territorio nacional, los racionamientos de todo tipo y típicos de economía de guerra a que se somete a los habitantes de Táchira, Zulia, Apure y Amazonas, definitivamente, no es el producto de sabotajes. Pero sí de una severa crisis de irresponsabilidad en las diferentes instancias de los gobiernos nacional, estadal y municipal. Asimismo, por supuesto, tampoco son ejemplos de sabotaje la indiferencia con la que se consideran las consecuencias que la escasez y el desabastecimiento provocan en el seno de las familias venezolanas.

¿Qué decirle a los venezolanos que, por el “apagón”, pudieran haber perdido a un familiar en alguna instalación médica pública o privada?. ¿Qué explicación se le ofrece a las industrias, comercios y demás empresas que se vieron afectadas por la carencia de servicio eléctrico, y cuyos costos adicionales son luego imputables al sostenimiento de dichas unidades productivas y al precios de los bienes y servicios que ofrecen a los consumidores?.

Ante los venezolanos, lo obvio es que la responsabilidad de lo sucedido no corre por cuenta de las iguanas, de las mallas que caen sobre tendidos eléctricos y demás justificaciones. Hay responsables, responsabilidades y, desde luego, la obligación de evitar que la falla en el Sistema Eléctrico Nacional, al igual que la escasez y el desabastecimiento de otros bienes y servicios, no termine por convertirse también en componente invariable del sistema de vida de todos los habitantes de Venezuela.

Salvo, por supuesto, que, como insisten en creer algunos pensadores ajenos a los vericuetos propios de quienes viven entre el poder, de su ejercicio y determinación inquebrantable de no dejar de controlarlo por las vías que sean, la peligrosa realidad económica, social, política y moral  que hoy agita la paciencia colectiva, les induzca a dar el paso que les corresponde para que ese cuadro desaparezca progresivamente. Es decir, gobernar para todos, gobernar con todos y procurar resultados satisfactorios para el reencuentro entre todos. Apoyándose, definitivamente, en un cambio profundo en el sistema de amarras que hoy funciona para que a esos que gobiernan, día a día, se le agote de manera acelerada su posibilidad de apelar a maniobras  que serenen, inclusive, a quienes perciben como sus súbditos por identidad ideológica.

Si no se produjera esa decisión que conecte a los amantes de la oscuridad con la potencialidad productiva y de progreso de un país que ya está agitado en sus entrañas por su negación silenciosa a aceptar seguir viviendo en un ambiente de peor calidad cada día,  definitivamente, serán pocas y de larga subsistencia las condiciones que garanticen un ambiente de no conflictividad en constante expansión.

egildolujan@gmail.com

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Edecio Brito Escobar
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