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sábado, 3 de octubre de 2015

CARLOS ALBERTO MONTANER, EL OCASO DEL ESTADO BENEFACTOR

Edmund S. Phelps, Premio Nobel de Economía en el 2006, ha escrito un artículo importante sobre los fundamentos de la fracasada economía griega. Explica cómo el gasto público excesivo, el endeudamiento, el déficit fiscal, el corporativismo, los contratos colectivos, los reclamos aplastantes de los sindicatos, el sistema de pensiones y la torpe manera de recaudar impuestos, han hundido la economía helena. Pero Phelp va más allá: advierte que Francia, Italia, e incluso Alemania, van por el mismo camino.

A esa lista habría que agregar varios países latinoamericanos. Concretémonos en las tres democracias ejemplares de nuestro vecindario: Uruguay, Chile y Costa Rica. Las tres naciones comparecen en la lista de Transparencia Internacional como las más honradas y respetuosas de la ley. Las tres, sin embargo, presentan claros síntomas de decadencia relativa. No crecen lo suficiente, apenas innovan, los gobiernos gastan más de lo prudente, y sus estudiantes no dan la talla cuando contrastan sus conocimientos con los de casi todas las naciones de la OCDE.

¿Por qué este fracaso relativo? Acaso por razones parecidas a las que lastran a la mayor parte de Europa: la idea de que le corresponde al Estado procurar la felicidad y la seguridad del conjunto de la sociedad, mediante la utilización del gasto público para mantener la clientela política y la intromisión del gobierno en las actividades económicas, directa o indirectamente. Esa “fatal arrogancia” (F. Hayek) de quienes creen tener toda la información para tomar las decisiones correctas, algo que ha demostrado ser manifiestamente falso.

De los tres países, al que peor le va es a Costa Rica. Mientras Chile tiene el PIB per cápita más alto de América Latina con US$23 000 dólares, medido en capacidad de poder adquisitivo (pese a que Michelle Bachelet no está gobernando bien y tiene un bajísimo nivel de apoyo), y Uruguay alcanza los $20 600, Costa Rica apenas llega a $14 900. Está, incluso, por debajo de su vecino Panamá ($20 300), país que hace sólo siete años tenía un PIB inferior al suyo.

La mejor explicación que he leído sobre el estancamiento de Costa Rica remite al momento de la revolución encabezada por José Figueres a fines de los años 40. En ese periodo, los laboristas ingleses, con Clement Attlee como Primer Ministro, nacionalizaban los transportes y los servicios públicos y le daban un peso inusitado a los sindicatos.

Era la época en que Juan Domingo Perón en Argentina instauraba un vasto sistema clientelista inspirado en el fascismo italiano, basado en intercambiar prebendas por apoyo político. Y cuando la CEPAL, liderada por Raúl Prebisch, persuadía a los latinoamericanos de que el camino del desarrollo se encontraba en el nacionalismo económico o proteccionismo, la sustitución de las importaciones y el control férreo de los mercados.

Era predecible que los ticos se equivocaran. En aquellos años, reinaba en economía su majestad Lord Maynard Keynes, y parecía probable lograr el pleno empleo y escapar de los ciclos recesivos manipulando el presupuesto e invirtiendo grandes sumas durante los periodos de contracción, sin darnos cuenta de que esa hipótesis, manejada por políticos corruptos o incompetentes, daba lugar a un malgasto extraordinario de los escasos recursos públicos y a la nefasta inflación, como se encargaron de demostrar el también Premio Nobel de Economía James Buchanan y su Escuela de Opción Pública.

Afortunadamente, Costa Rica, Chile y Uruguay pueden rectificar. Hay notables precedentes. El Reino Unido lo hizo a partir de 1979, cuando Margaret Thatcher le puso fin a la deriva socialdemócrata y le devolvió la vitalidad económica a su país, curso que luego continuó exitosamente el laborista Tony Blair.

También rectificó Suecia, posteriormente, tras la debacle provocada a principios de los noventa por el incosteable Estado Bnefactor sembrado por décadas de gobierno socialdemócrata, que había multiplicado exponencialmente la nómina de los empleados públicos y la tasa de impuestos, disparando la inflación a la estratósfera. El moderado Carl Bildt, tras ganar las elecciones, comenzó una enérgica campaña de reformas que consiguieron cambiar el curso suicida de la economía sueca, pasando del Estado Benefactor al Estado Solidario.

Es hora de que los gobiernos de Chile, Uruguay y Costa Rica –tres admirables democracias, repito– admitan de una vez que el éxito real y permanente de las sociedades sólo se consigue cuando entendemos que el foco central de la creación de riquezas está en el seno de la sociedad civil y de sus emprendedores, y no en la actuación de los gobiernos.

Una vez asumida esa humilde lección, viene la segunda: la principal tarea de los gobiernos no es distribuir la riqueza creada, porque pueden matar a la gallina de los huevos de oro, sino crear las condiciones para que el tejido empresarial sea cada vez más denso, moderno y eficaz. Esto generará más excedentes, un volumen mayor de impuestos, y, en consecuencia, será posible más solidaridad y menos pobreza.

Carlos Alberto Montaner
montaner.ca@gmail.com
@CarlosAMontaner
Vicepresidente de la Internacional Liberal

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miércoles, 23 de septiembre de 2015

ALBERTO MEDINA MÉNDEZ, EL OCASO DE LA MILITANCIA.

El proceso ha sido progresivo. No ha ocurrido repentinamente.  La historia reciente muestra, en todo caso, un agravamiento de la situación y una profundización de esta tendencia indudablemente negativa.

El vaciamiento ideológico de los partidos políticos ha destruido lo poco que quedaba de mística en ellos. En otras etapas la gente se acercaba a estas estructuras porque entendía que desde allí transformaría a la sociedad, logrando cambios que mejorarían la calidad de vida de los ciudadanos.

Ingresar a una agrupación política significaba transitar un sendero de grandes emociones y de enorme satisfacción. Ese recorrido elogiable llenaba el alma y estaba repleto de actitudes muy positivas.

Poco a poco, pero sin interrupción, la política se fue complejizando y también corrompiendo. La acción cotidiana se delego a terceros, buscando quien solucione cada asunto y perdiendo buena parte de su esencia.

Todo se ha ido profesionalizando y los partidos no se han apartado de ese rumbo. Las organizaciones políticas, como casi todas las otras, han decidido que sean los terceros los que resuelvan problemas puntuales, contratando especialistas en diferentes tópicos para que ayuden a optimizar esfuerzos.

No es que eso sea incorrecto. Al contrario, es saludable contar con esa cooperación. Lo preocupante es que el único motor sean los rentados, los que reciben una retribución por asumir las tareas asignadas.

En una época, el militante pasaba largas horas de su vida en el partido, meditaba sobre la campaña, escribía panfletos, diseñaba carteles, los hacía imprimir, salía a colocarlos y distribuirlos con sacrificio personal, aportando no solo su tiempo y sus ganas, sino también dinero cuando fuera necesario.

El trabajo militante es sinónimo de compromiso a prueba de todo, de pasión sublime y de convencimiento absoluto. La disposición para hacer lo que sea preciso, sin importar la dificultad ni la envergadura de la labor, solo se puede encontrar en aquellos que sienten a la causa como propia y que su voluntad nace de las entrañas y no de especulaciones de coyuntura.

Lamentablemente eso viene desapareciendo a pasos agigantados y no se vislumbra nada diferente en el corto plazo. Tal vez una excepción a esa regla sea la que sucede en ciertos sectores de la izquierda más ortodoxa, en ese respetable socialismo. Allí aún persisten con bastante potencia estos vigorosos hábitos de la política tradicional.

Sin embargo en el resto de los partidos, casi todo se ha desvirtuado. En la inmensa mayoría de ellos la aniquilación de las ideologías ha hecho su parte con éxito. La estrategia premeditada de no fijar posiciones, de esa versatilidad a ultranza que ha abusado del pragmatismo, solo ha expulsado sistemáticamente a los más entusiastas y valiosos individuos.

En términos electorales ese plan ha funcionado en muchos casos y es por eso que su dinámica es imitada. No tener postura definida sobre casi ningún tema, ha permitido llegar a demasiados votantes. La contracara es que nadie defiende esas "ambiguas visiones", salvo que se los recompense.

Casi todos los partidos han elegido este indecente criterio de prescindir del contenido ideológico y apelar a reunir fondos para contratar los servicios de profesionales que se encarguen de todo. Esa es la matriz del presente.

Las personas que integran las filas de esos agrupamientos reciben salarios y en muchos casos son funcionarios. Sin ese incentivo no lo harían y estarían dedicados a otra actividad. Para ellos la política es un "trabajo", una profesión, un oficio, una mera ocupación en esta etapa de sus vidas.

En los espacios afines a las ideas de la libertad parece predominar una misteriosa modalidad. Allí abundan los que entienden que son "otros" los que deben ocuparse de hacer que las cosas sucedan.

Una exótica especie de extraños personajes alienta a otros a hacer lo que ellos no quieren, ni pueden. Proponen que los liberales se deben integrar a partidos ya existentes para cooptarlos, o crear nuevos espacios que surjan sin flancos débiles, o inclusive sueñan con recuperar antiguas instituciones formales para recomponerlas y poblarlas de dirigentes y votantes.

El problema es que siempre terminan hablando de lo que deben hacer los demás, y en casi ningún caso, asumen el trabajo de liderar esos audaces procesos que promueven. Un vicio de ese sector de las ideas, es que las responsabilidades primarias siempre son ajenas y no se hace autocrítica.

Es por eso, probablemente, que no florecen partidos con esa visión. Sin recursos suficientes, ni individuos dispuestos a colaborar con tiempo y esfuerzo con sus propias ideas parece imposible llegar a buen puerto. Lo que no existe en realidad es la decisión de tener una profunda actitud "militante", porque eso implicaría resignar tiempos personales y laborales.

El problema general es mucho más profundo de lo que parece. Si los que pueden poner su pasión y convicciones al servicio de una causa noble se abstienen de hacerlo, la política quedará siempre en manos de los inescrupulosos que solo se dedicarán a ello a cambio de una remuneración.

En ese escenario, la política solo representará a los intereses de los dirigentes mercantilizados, esos que no tienen ni ideología, ni principios y que solo buscan retener cargos o conseguirlos. Así la política seguirá siendo una actividad muy redituable para algunos y no un modo de transformar genuinamente el presente. La política vive ahora una transición hacia otras formas, pero no necesariamente mejores. Mientras tanto resulta absolutamente inocultable el ocaso de la militancia.

Alberto Medina Méndez
albertomedinamendez@gmail.com
@amedinamendez


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miércoles, 11 de junio de 2014

ALFREDO M. CEPERO, EL OCASO DE LA IZQUIERDA TOTALITARIA

Desde Alaska hasta la Tierra del Fuego cabalga el fantasma de una izquierda totalitaria en retirada porque ha perdido los argumentos que justifiquen su permanencia en el poder. Pero no debemos hacernos ilusiones, porque, aunque este ocaso podría prolongarse por un buen tiempo, no se trata de una desaparición total sino de un eclipse transitorio. 

En este sentido, no debemos olvidar que la izquierda totalitaria, como la mala hierba del marabú, tiene una increíble capacidad de renacer cuando los pueblos se olvidan de sus desmanes y caen de nuevo víctimas de su demagogia. El hombre es, como ya sabemos, "el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra". Ahí tenemos el ejemplo de Chile cayendo de nuevo en la hipnosis de la misma gente que estuvo una vez a punto de convertirla en una colonia del castrismo. Pero a esto volveremos más adelante.

Regresando al presente, el pasado fin de semana, gobernantes y viejos militantes del fundamentalismo zurdo, con la ausencia notoria de Raúl Castro y Nicolas Maduro, se dieron cita en San Salvador para festejar el ascenso a la presidencia de Salvador Sánchez Cerén, el cuarto ex guerrillero en llegar al poder en la América Hispana, después del nicaragüense Daniel Ortega, el uruguayo José Mujica y la brasileña Dilma Rousseff. Pero, teniendo en cuenta que los tiempos cambian, los pueblos se cansan y el poder desgasta, sobre todo cuando es abusado como lo hacen estos totalitarios de la izquierda, Sanchez Cerén, cuyo margen de victoria estuvo limitado a 6,000 sufragios, podría muy bien ser el último de estos guerrilleros presidentes.

La otra guerrillera, Dilma Rousseff, llego al poder con la ayuda del brujo del foro de Sao Paulo, Luis Inacio Lula Da Silva, padrino junto a los Castro de las mafias de izquierda totalitaria que han proliferado en el último medio siglo en la América Hispana. Pero un sondeo reciente mostró que la persistente preocupación por la inflación y un escándalo que involucra a la petrolera estatal Petrobras están afectando la popularidad de la presidenta. Un 37% de los encuestados dijo que si la elección se realizara hoy votarían por Rousseff. El porcentaje se compara con el 43,7% que tenía esa intención en febrero.

Al sur del gigante brasilero, el pulgarcito uruguayo sufre la ignorancia y la arrogancia de un ex guerrillero que defiende el matrimonio gay, la legalización de la marihuana y el aborto. Los compatriotas de José Mujica, gente con bien ganada fama de tolerantes y cultos, han expresado su indignación por la reunión que el presidente sostuvo en Nueva York con el multimillonario George Soros, aliado de Obama en la misión de subvertir los valores cristianos tradicionales de la sociedad norteamericana. Por ello, sus opositores han acusado a Mujica de convertir el Uruguay "en el conejillo de indias de un millonario".

El otro miembro del cuarteto guerrillero, el violador y borracho Daniel Ortega, cuya fuerza en las urnas se ha limitado tradicionalmente al 30 por ciento del electorado, confronta una crisis en dos frentes. En el primero, la alta probabilidad de que se terminen los regalos petroleros venezolanos que, entre el 2007 y el 2011, alcanzaron la cifra de casi 2,000 millones de dólares. Y en el segundo, la creciente incapacidad de Arnoldo Alemán para inclinar a favor de Ortega a los votantes y a los asambleístas de su partido.

En Ecuador, el histérico Rafael Correa trata de reformar la constitución por la puerta trasera del Poder Legislativo y sin consultar al pueblo. No le basta con sus tres períodos presidenciales. Está aterrado ante la pérdida de las alcaldías de Quito y Cuenca, así como el hecho de que la de Guayaquil continúe en manos de su némesis Jaime Nebot. Correa quiere establecer la reelección indefinida de todos los cargos de elección popular, e impedir lo que calificó de "una restauración conservadora".

En Bolivia, el incongruente Evo Morales confronta un panorama que comienza a vislumbrar problemas de mayor intensidad provocados incluso por sectores cercanos al Gobierno. La oposición es liderada por los gobernadores de Santa Cruz, Tarija y Beni, los alcaldes de seis de las nueve capitales y los diputados y senadores conservadores, con una propuesta de enfrentamiento radical al Gobierno y sus decisiones, al que califican de totalitario.

En la Argentina, los opositores al kirchnerismo parecen finalmente haberse puesto de acuerdo para salvar al país. Han creado un frente amplio que agrupa a ocho partidos opositores con el objeto recuperar la Casa Rosada en las elecciones del 2015, en las cuales Cristina Fernández no podrá aspirar a un tercer período. Por su parte, el oficialismo se ha visto debilitado por huelgas obreras convocadas por la Confederación General del Trabajo (CGT), por el sector antigubernamental de la Central de Trabajadores de Argentina (CTA) y por la CGT Azul y Blanca.

En Chile, Michelle Bachelet se ha quitado la careta y se dispone a poner en vigor medidas encaminadas a crear el estado parasitario, benefactor y derrochador propugnado por sus ídolos Salvador Allende y Fidel Castro. Con ello, es altamente probable que ponga fin a tres décadas de crecimiento acelerado que hicieron de Chile el país más próspero de América Latina. El tiro de gracia será la reforma tributaria que ha enviado al Congreso en la que se eleva la tasa impositiva de las empresas de 20% a 35%.

En Colombia, Juan Manuel Santos confronta la ominosa posibilidad de perder la segunda vuelta electoral frente al candidato del uribismo, Oscar Iván Zuluaga. Sus negociaciones desesperadas en La Habana para lograr una paz precaria con las Farc que salvara su debilitada candidatura le han resultado contraproducentes. Los colombianos han demostrado estar más preocupados en la educación, el empleo, la economía y la seguridad ciudadana que en la paz. Todo parece indicar que la paz es un tema prioritario en las áreas rurales pero no en las ciudades.

En Venezuela, el palo mayor del circo del Socialismo del Siglo XXI está en peligro de quebrarse no sólo por la pérdida del payaso mayor sino por el impacto del viento huracanado de una rebelión interna que no da señales de miedo ni de cansancio. Una encuesta interna del chavismo confirma la acelerada pérdida de capital político por la que atraviesa el régimen de Nicolás Maduro. Según los encuestados, el deterioro económico es uno de los mayores problemas que aflige a los venezolanos, con el 86.9 por ciento considerándolo de grave, y solo un 3.4 por ciento asegurando que no es así.

En los Estados Unidos, una encuesta del Washington Post y ABC News muestra que la popularidad de Barack Obama ha disminuido a los niveles más bajos de su presidencia. De acuerdo al sondeo, Obama cuenta sólo con el 41 % de aprobación de los electores. Sin embargo, sus dos talones de Aquiles son el Obamacare--rechazado por el 59 por ciento de los norteamericanos-- y la crisis del Departamento de Asuntos de Veteranos, cuyas consecuencias adversas podrían causar daños considerables a los candidatos demócratas en las elecciones del 2014 y el 2016. Lo peor para los demócratas es que, a diferencia de otros escándalos, estos dos trascienden cualquier retórica política y no pueden ser atribuidos a rencillas partidistas. La realidad inocultable es que ambos impactan en forma negativa la vida de todos y cada uno de los ciudadanos.

He dejado a propósito para el final a los parásitos cubanos del petróleo venezolano que ahora miran hacia Washington como su última tabla de salvación. Ante la muy probable desaparición del régimen de Maduro y la pérdida de poder de un Obama asediado por los escándalos los Castro se han quedado sin las fuentes de financiamiento externo que les han servido hasta ahora para mantenerse en el poder. Su única alternativa parece ser regresar a la represión y el terror de sus primeros años. Pero, como dije al principio de este artículo, los tiempos cambian, los pueblos se cansan y el poder desgasta. Y, a pesar de nuestra docilidad de medio siglo, los déspotas podrían llevarse una sorpresa.

Alfredo Cepero
alfredocepero@bellsouth.net
@AlfredoCepero
http://www.lanuevanacion.com

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miércoles, 9 de abril de 2014

TRINO MÁRQUEZ, EL OCASO DE LA DEMOCRACIA

Las nuevas dictaduras, las del siglo XXI, necesitan del sufragio popular

A partir del 2 de febrero de 1999, cuando Hugo Chávez asume la Presidencia de la República, comienza un progresivo proceso de destrucción de la democracia. El plan tenía como objetivo clave triturar las instituciones autónomas que garantizan la alternabilidad en el poder de las fuerzas que se mueven en el escenario político. Al comienzo, Chávez habla de gobernar hasta 2021. Luego amplió el horizonte hasta 2030. Más tarde dice que mandaría hasta que cumpliese 80 años. La Divina Providencia se interpuso en sus aspiraciones, pero el caudillo deja inoculado en sus herederos el virus autocrático. Honrar su memoria implica continuar la labor que él inicia: es preciso acabar hasta con el último rastro de cualquier institución que supervise y propicie la renovación en los mandos. Esta es la gran tarea que el maestro les fijó. La meta consiste en lograr la plena fusión entre el Gobierno, el Estado y el PSUV. Que la trinidad sea perfecta, tal como ocurría en las autocracias comunistas del pasado.

Para entender lo que ocurre en Venezuela no hay que ensanchar el concepto de democracia, sino modificar la definición de dictadura. A pesar de su parecido con la Cuba de los hermanos Castro, estamos en presencia de un régimen comunista posterior a la caída del Muro de Berlín y al colapso del Imperio Soviético, incluido el derrumbe de los países satélites de Europa Oriental.

Las características básicas de esos sistemas pueden resumirse del siguiente modo. 

Presencia de un fuerte componente represivo: nadie, por más encumbrado que sea, está a salvo de ser espiado, encarcelado y torturado; los sofisticados aparatos de seguridad supervisan a los ciudadanos que potencialmente representan un peligro para el Estado. 

Desprecio olímpico por los derechos humanos. 

Control total de las instituciones públicas a partir de la fusión entre el Gobierno, el Partido Comunista y el Estado. Las decisiones fundamentales se adoptan en el Comité Central del Partido, de donde emanan las instrucciones para los organismos públicos; esas órdenes son de estricto cumplimiento para todos los funcionarios. 

Ausencia de medios de información y comunicación independientes y hegemonía comunicacional, con el fin de divulgar e imponer la verdad oficial y uniformar el pensamiento de todos los ciudadanos. 

Subordinación de la Fuerza Armada a los dictámenes del Partido Comunista; los militares son fichas de la organización política. 

Intervención y control de la economía a través de la supresión de la propiedad privada, la estatización de los principales medios de producción, la colectivización del sector agrícola y la pequeña y mediana industria. Regulaciones y controles de todo tipo. Asfixia o desaparición de las organizaciones independientes de la sociedad civil: partidos, sindicatos, gremios, federaciones estudiantiles.

Aunque no tan exacerbados como en los antiguos países comunistas, todos esos rasgos se encuentran en Venezuela desde 1999, solo que la enorme resistencia desplegada por las fuerzas democráticas ha preservado importantes espacios donde existen la libertad y la independencia. Siguen operando algunos medios de información y comunicación independientes, y partidos políticos ajenos al Estado. El segmento ocupado por la propiedad privada continúa siendo significativo. Existen organizaciones no gubernamentales que defienden los derechos humanos.

En el plano político e institucional, sin embargo, no hay duda de que la democracia se degradó, y que avanzamos aceleradamente por el camino de la dictadura abierta y desembozada. El hecho de que en Venezuela se vote para elegir las autoridades públicas no modifica esta tendencia, únicamente la encubre. Las nuevas dictaduras, las del siglo XXI, necesitan del sufragio popular. Prefieren ser electas, antes que imponerse mediante el puro uso de la fuerza bruta.

El Gobierno convirtió el sufragio popular en una cortina de humo para ocultar los atropellos que comete con el fin de perpetuarse en el poder. Esos desafueros lesionan incluso la institución del voto. Las decisiones que el TSJ adoptó contra los alcaldes Daniel Ceballos y Enzo Scarano, y contra María Corina Machado -la diputada electa en 2010 con la mayor cantidad de votos-, cachetea la voluntad de los electores que sufragaron por esos representantes populares. La FAN es un apéndice del PSUV. La violación de los derechos humanos y el silencio cómplice de la Fiscalía y la Defensoría revelan el rostro más agresivo de la neodictadura.

Trino Marquez Cegarra
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc

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lunes, 10 de marzo de 2014

JORGE I. RODRIGUEZ M., EL OCASO DE LA DEMOCRACIA

La democracia es un símbolo de convivencia  para los venezolanos de las últimas generaciones. En términos generales la componen el estado de  derecho consagrado en la constitución nacional, la división de los poderes públicos, el ejercicio pleno  de la justicia, la alternabilidad y la seguridad que las diferencias políticas fácilmente se pueden dirimir en eventos electorales más o menos transparentes y democráticos.

Lo cierto es que a partir de los años 80 se comenzó a encubar una crisis funcional y estructural de la democracia, crisis agravada por la pérdida de valores morales y éticos, que en el ejercicio del poder y la política son fundamentales para el equilibrio social. Las consecuencias la vivimos hoy, no sabemos cuál  es  peor,  la cuarta o la quinta. Ambas  utilizan el elemento pueblo para justificar acciones y razón de ser. Lo cierto es que ese  pueblo en nombre de quien se actúa,  día a día pierde más calidad de vida, tiene menos   libertad y ve mermadas sus posibilidades de superación y progreso.
Ese pueblo, que sufre y padece la carencia de un gobierno y de una alternativa  responsable,  es quien pone los muertos, paga los peores sacrificios y es instrumento ciego de su propia destrucción.
Toda esta situación venezolana se ha convertido en cuadro macabro, dantesco qué  en los últimos días dejan al descubierto la fragilidad de nuestra democracia. La constitución Nacional de la cual tanto se ufanaron en gritar a los cuatro vientos que era “LA MEJOR CONSTITUCIÓN DEL MUNDO”, se ha convertido en letra muerta, en el hazme reír de propios y extraños, en la más citada y en la  no solamente más  burlada,  sino la más violada del continente y el mundo.
La división de poderes solo existe en el papel. El Presidente de la República es jefe del estado, del gobierno, de todos los poderes públicos, y hasta de la oposición. Dicta instrucciones al CNE, a la Fiscalía, a las Fuerzas Armadas, a los tribunales, a los Gobernadores, a los Medios. Dirige la Asamblea Nacional, manda preso a quien le da la gana, le retiene los recursos al gobernador que se le antoje, maneja las fuerzas represivas y a los colectivos a su antojo, rompe relaciones diplomáticas con quien quiera sin consultar a nadie,  lo más grave del asunto es que está investido de la fuerza del voto popular y constitucional. A simple vista, a los venezolanos lo que nos queda es la resignación y dejarnos aplastar por un estado personalizado en un presidente que hace lo que le da la gana con nosotros, con PDVSA y con el país. Usa la tribuna presidencial, las cadenas informativas, los medios y hasta los desfiles para alimentar la división, la desmoralización y la desnacionalización de los venezolanos, es duro decirlo y reconocerlo, el primer líder del país, el principal orientador de la vida pública hace todo lo contrario hasta en el mal uso del lenguaje y del idioma.
Estamos obligados a buscar una salida a esta crisis de la democracia, tenemos la obligación de restablecer el pacto de convivencia a partir de la constitución, de su fiel cumplimiento, de su revisión. Tenemos que repensar la democracia; es requisito ineludible blindar la estabilidad democrática y las instituciones, para que más nunca una aventura política termine menoscabando la libertad, el don más preciado del ser humano.

Gracias a Dios no todo está perdido, los estudiantes han marcado la pauta en la lucha por la libertad y los derechos, han dejado al descubierto a un Régimen que sobrevive no por su fortaleza sino por la debilidad de las fuerzas alternativas. Son nuestros jóvenes universitarios y la sociedad  civil quienes se han levantado como una cortina de hierro que le puso un freno a las pisadas gorilas de un régimen inescrupuloso,  nuestros jóvenes tomaron la calle y en torno a ellos comienza a agruparse el país nacional, no los dejemos solos, ya hay un muy buen síntoma como la conformación de la JUNTA PATRIOTICA ESTUDIANTIL, instrumento de lucha que se convertirá, Dios mediante, en la vanguardia y dirección políticas de los cambios y en la salida del ocaso de la democracia. La luz aparece, la lucha comienza y se torna interesante.
Jorge Ivan Rodriguez Manzano
orgeeticarodriguez@hotmail.com
@jorgeeticarodri

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sábado, 13 de julio de 2013

MILOS ALCALAY, ¿EL ALBA DE SNOWDEN O SU OCASO?, BRÚJULA DIPLOMÁTICA

El agente de inteligencia Edward Snowden se encontraba en el ocaso de su carrera ya que sus expectativas de figuración, fueron aplastadas por  la negativa de potencias como China y Rusia de  otorgarle el asilo solicitado, cuando de repente, gracias a la exagerada defensa  de la ALBA se le abren los inesperados  destinos de Caracas, Nicaragua o La Paz. Pero esa defensa “humanitaria” ideologizada tiene sin embargo,  costos políticos para el ex agente porque se debe sentir utilizado al convertirlo en la lanza de ataques  contra el “imperialismo, el colonialismo y el capitalismo” en reuniones de ALBA, Unasur, OEA, Mercosur y cuanto encuentro internacional se de, que es lo que debe explicar  la demora en aceptar el asilo ofrecido por esos países.
Las declaraciones del Gobierno Venezolano han sido desafortunadas en la forma, en el fondo y en el tono, debido a la manipulación de nociones equivocadas y a las contradicciones en su actuación internacional. Nadie niega que el Gobierno de Venezuela tenga la potestad de otorgar el asilo a quien considere, sin necesidad de justificarlo. Pero lo que es inadecuado es constatar la agresividad, la improvisación y la falta de equilibrio de sus posiciones para justificar su decisión.
No existe el “Asilo Humanitario Colectivo” destacado por Maduro como institución vanguardia de protección de derechos humanos, ya que en el Derecho Internacional solo existe el Asilo Político o Diplomático y el Asilo Territorial. Pero la actuación de Snowden no representa una posición política, sino que se trata de un delito por violar su deber de confidencialidad,  calificada  como un crimen, en base a la legislación de los Estados Unidos, y enviada su solicitud de extradición por  lo que no procedería aplicarse el asilo.
Durante sus recientes  visitas a Francia, Italia y Portugal pudimos escuchar a Maduro declarar de manera  entusiasta  a la salida del Palacio del Eliseo que existe una “relación estratégica” con Francia, mientras que  durante la visita a Portugal  llamó la atención la euforia al declarar el aporte de los Lusitanos  a quienes encargó la construcción de la autopista Caracas-Maiquetía,  y otras expresiones  similares en Italia. La  relación “estratégica” anunciada duró muy pocos días,  ya que Caracas  desenterró el “hacha de la guerra” en contra del “colonialismo y  del imperialismo”  hasta el punto de  asumir una posición aun más critica que la propia Bolivia en los inicios de la crisis. Contradicciones parecidas se dieron en relación al anuncio de normalizar relaciones con Washington: Se nombra al diputado Calixto Ortega como Encargado de Negocios con el fin de que proceda a elevar la representación diplomática a nivel de Embajadores;  o se propicia la reunión de los Cancilleres de Venezuela y Estados Unidos en Guatemala para normalizar las relaciones, para escuchar pocos días después el tono de agresiones en contra de los Estados Unidos.
Mientras Venezuela denuncia las “escuchas cibernéticas” de EEUU, el Gobierno no solo hace lo mismo con la oposición, sino algo más grave aún: lo presenta  ante la opinión pública a través de declaraciones del Ministro de Información  y además criminaliza a las  víctimas de las escuchas al someterlas al análisis de la Asamblea Nacional y del Ministro del Interior. Es a ese  modelo de pais humanista de libertades que Snowden desea pasar el ocaso de su vida?
milosalcalay@yahoo.com

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