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sábado, 9 de junio de 2012

ELIDES J. ROJAS L., EL DEBATE DE IDEAS A LO CHAVISTA

Los socialistas de mentira se llenan la boca reclamando profundidad en las discusiones
Para el mismo Chávez es punto de honor, en medio de esta guachafita que es la revolución, colocar la diatriba en el ámbito del debate de ideas, de la confrontación ideológica y de la profundidad del pensamiento socialista. Pero ocurre, como también pasa con esta revolución de pacotilla, que es todo lo contrario.
El mismo líder intergaláctico es el primero en relajar lo que se supone debe ser solemne, profundo y pedagógico para un país ávido de socialismo y para los movimientos de izquierda del mundo que siempre han visto en el comandante y su clan, la escuela renovadora del comunismo con su Socialismo del Siglo XXI.
Y ha sido así. Un debate serio, la dialéctica en su máxima expresión. Las ideas que han colocado a Marx como una especie de profesor Jirafales del proceso. Y no es solo micomandantepresidente. El jefe máximo de esta escuela de socialismo mundial, envidia de los cubanos más radicales, cuenta con una batería de defensores, verdaderos filósofos, que en cada declaración enriquecen el acervo político del partido y de toda la base militante.
Tenemos grandes expresiones que, sin ninguna duda, ya están en los registros, a la espera de entrar en los libros que en buena hora habrán de marcar la historia liderada por micomandantepresidente Hugo Rafael Chávez Frías y secundado por lo más granado del pensamiento cívico-militar de la izquierda criolla.
"Esta noche te doy lo tuyo. Escribe ahí, adquerir. El caballero Gouveia. Mi hermanazo Sadam. Bush borracho, hediondo a azufre. Juan Manuel Santos es un criminal embustero. La oposición desde hoy se llamará así: escuálidos. Rosales eres un desgraciado, ladrón. Te quiero ver preso. Es un majunche; eso es lo que son, majunches."
¿Quién puede negar el peso histórico de estas expresiones? ¿Quién le quitará el mérito y la profundidad de las reflexiones? Nadie, salvo que el egoísmo esté por encima de la razón.
Hay días de trascendencia. Días marcadores. Como aquel en que micomandante le narró a todo el país, en cadena nacional, cómo hizo para derrotar, entre cólicos y pistoneos, una terrible diarrea que lo atormentó mientras abría un túnel del ferrocarril. Histórico. Duro debate de ideas hasta en los momentos más críticos.
Otro momento clave. En un "Aló Presidente", en uno de los más candentes debates de ideas que se recuerden, le dijo a Diosdado Cabello, quien estaba sentado a su lado: ¿por qué será que a Diosdado le dicen ojitos lindos? Y en otro le contó al país el tiempo que había pasado desde que iba a los hoteles de la Panamericana o cómo se escapaba de la Academia Militar sin uniforme para irse a mover la cadera socialista por los lados de El Cementerio.
Debate de ideas. Seguro que sí.

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lunes, 19 de marzo de 2012

ALBERTO MEDINA MENDEZ: NECEDAD INFINITA. DESDE ARGENTINA

Se puede entender que ciertos sectores apoyen, en general, a las políticas del oficialismo, a las decisiones de cualquier gobierno. Lo difícil de comprender es la irracional actitud de algunos al firmar "cheques en blanco", al validar toda medida dispuesta por un gobierno.

Y vale la pena insistir en esto de que resulta esperable que un grupo de ciudadanos apoye ciertas determinaciones oficiales. Pero una cuota de disparatado razonamiento hace que algunos decidan defender todo, sin distinciones, sin permitirse siquiera la posibilidad de analizar si la mirada aplicada es la adecuada.

No se dice nada nuevo, si se recuerda que el ser humano es imperfecto. Acierta y se equivoca. Es parte de su naturaleza. Suponer que algún iluminado jamás comete errores, es desconocer la especie humana.

Pese a ello, algunos insisten en esta visión, y pretenden asumir la deidad de ciertos personajes de la política. Habrá que recordarles que por mucho que se esfuercen en proteger a sus líderes, son solo personas, individuos comunes, con virtudes y defectos, y lejos están de la perfección, de la excelencia o la superioridad.

Lo patético es que muchos de los que asumen este tipo de posturas incomprensibles son personas con formación académica, con títulos universitarios y cierto ejercicio intelectual, metódico, sistemático, con gimnasia en esto de racionalizar ideas antes de tomar posición.

Sin embargo, predomina la sensación que la política ciega, que les nubla la vista, impidiendo dar el paso lógico, esperable. Ese que invita a la duda, a la reflexión, a la búsqueda de la verdad, con la curiosidad científica tan propia de muchos.

Seguir a ciertos líderes políticos de modo irrestricto, sin ningún tipo de reparos, no resulta inteligente. Muy por el contrario, es una acabada muestra de la incapacidad para tener criterio propio, una visión singular del mundo. Pretender coincidir en TODO con el mandamás de turno y hacer la vista gorda frente a sus errores, no es sano, ni siquiera para el gobernante.

Y cuando esos errores implican cuestiones más profundas como discrecionalidad, arbitrariedad y hasta hechos delictivos, como la corrupción, que conllevan prácticas políticas condenables a todas luces, mucho menos comprensible es la actitud ciudadana.

Una nómina de supuestos aciertos, no nos pueden impedir ver todo lo que está mal hecho, lo que es inaceptable, lo perverso e inmoral del accionar de cualquier gobernante de turno.

Resulta difícil entender que extraño mecanismo hace que ciertos ciudadanos honestos, gente de bien, claudique ante sus propios valores, solo por acordar con alguna parte de la circunstancial acción política gubernamental.

No es sensato convertirse en cómplice de los corruptos, cuando uno en su vida personal no acepta esa matriz de conducta. No existe necesidad de avalar lo inadmisible para apoyar ciertas ideas.

Ni cuando se trata de los afectos uno pierde esa ecuanimidad. Con los seres más queridos se siente la obligación de apoyarlos en sus aciertos, pero no por ello se deja de señalar sus defectos, sus errores y se los ayuda a recuperar el rumbo adecuado, mostrándole el camino.

Tal vez el deporte sea uno de los tantos ámbitos en los que los seres humanos exacerbamos nuestra pasión, prescindiendo por instantes de la racionalidad, para defender los colores de la camiseta elegida con desenfrenado fervor.

Pero ni en ese terreno, ni en el deportivo siquiera, se verifica tanta ceguera como en la política partidaria. Hasta el más entusiasta fanático de un club, se admite a si mismo pedir que un miembro de su equipo sea reemplazado, por su inhabilidad, escaso esfuerzo, o simplemente por su mal momento. Es el mismo exaltado simpatizante el que pese al eventual triunfo de su escuadra, no deja de ver los errores y reclama mejoras en lo estratégico, en lo táctico y hasta en la conducción de su conjunto.

Quienes prefieren seguir apostando al apoyo incondicional, se equivocan porque no ayudan a su líder, ni a sus ideas. Su silencio cómplice, contribuye a alimentar prácticas incorrectas, respaldando a funcionarios que delinquen, y asumiendo posturas muy ligeras frente a hechos de gravedad.

Si quieren sostener cierta visión ideológica, adelante. Pero cuidado con cometer el pecado de avalar lo que sea. Ese camino, nos condujo en el pasado a hechos trágicos, de los que luego resulta difícil regresar.
No preocupa que ciertas ideas avancen, después de todo es parte del juego democrático, y de la competencia política, que debería ayudar a mejorar la clase dirigente y sus propuestas. Lo que inquieta es esta actitud cada vez más frecuente de encerrarse, no pensar, refutar con argumentos endebles, cambiantes, que se acomodan según el tema y que se contradicen de modo recurrente. En definitiva, lo que alarma es la necedad infinita.


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