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domingo, 15 de marzo de 2015

GUSTAVO BRICEÑO VIVAS, LAS LOCURAS DE UN SEÑOR

En verdad, siempre en las películas se observa cómo un presidente de una empresa es loco o desquiciado mental, viendo sus actuaciones infantiles o fantasiosas acarrea risas por un lado o angustias por el otro.

Es, este modo de ver y observar las cosas, cuando uno ve que quien dirige las relacionales internacionales y los menesteres de un país y asume actitudes de locura nos queda la acostumbrada resignación para verificar que cambien su actitud o luchar y enfrascarse fuertemente contra esa forma tan pintoresca de comportamiento individual. En estos momentos, no señalo concretamente quién es el personaje, pero creo, con cierto sabor caribeño y aparente textura intelectual, que el lector ya con el título sabe o se imagina a quién me refiero: las locuras de un señor. ¿Quién? usted sabrá.

Un presidente de una empresa o de una localidad grande, que se encuentra ofuscado y descaradamente sudando en sus intervenciones públicas, en mítines y en cuanto movimiento populachero se enfrasca en hacer y en gritar retando con acento de alarma, a los imperios del continente, que no se metan con el pueblo glorioso de Venezuela, de sus hijos, con la patria de Bolívar, con la sangre perpetua derramada de los venezolanos, que las han sufrido por las fuentes sanguíneas de la historia etc., y cuanto se le ocurre decir y manifestar, con la intención de demostrar al universo su valentía y su fortaleza encausada en dogmas pasados de moda y de costumbre, en vez y muy por el contrario, de hacer lo que le corresponde que es gobernar al país o a su localidad circunstancial para ahuyentar la gravísima crisis económica y social que padecemos los venezolanos de la actualidad. No gobernar es un inmenso acto de locura en estos tiempos. Porque la locura ocurre cuando se confiere el síntoma de pelear con todo el mundo, con imperios inventados, con aviones que sobrevuelan nuestros espacios aéreos, y contra una parte muy importante de la población que vive y transita en un país en las mayores dificultades de su historia.

La locura es de acuerdo con el diccionario: “Acción imprudente, insensata o poco razonable que realiza una persona de forma irreflexiva o temeraria” yo diría, más de forma irreflexiva o temeraria porque es una locura que nos interesa a todos, no es una locura de cualquiera, no, es una locura de un presidente o gerente de una empresa que atrae la tensión de personas dedicadas a vivir y transitar por el mundo. Por ejemplo, en Europa y en Estados Unidos o en América Latina en general, ¿qué podrían señalar y expresar las gentes cuando se dice que un avión tucano (que mucha gente no sabe lo que significa) circunda por los cielos de Caracas, para tirar unas bombas?, indico que o se ríen o se angustian creyendo que es verdad, esto es, no solo tendríamos colas en los mercados populares o automarcados comprando, sino que al mismo tiempo se verían tucanes o pájaros mientras se hace la cola, pero que del todo no sería malo, se distraerían para no aburrirse esperando el turno para adquirir la comida que se llevan a la casa.

No es risible ciertamente, es más bien triste obligarse a decir lo comentado en este artículo. Es desesperanzador porque lo ideal sería tener un personaje cuerdo y racional que invitara a todos, los empresarios y trabajadores y profesionales y sectores de la industria y políticos para oírlos y escuchar sus ideas, y ponerlas en práctica para construir y reinventar una democracia donde todos quepamos y sortear con ello una esperanza que poco a poco se desvanece.

Aunque también, y ya termino, muchas veces la locura va sutilmente acompañada por los loqueros, me explico, dejar a un loco suelto y que diga lo que se le antoje es también un acto de irresponsabilidad; no hacer nada para que el loco siga loqueando es igualmente un acto irreflexivo e irracional que invita a analizar seriamente esta extraña actitud. Pienso, honestamente, que ya tienen identificado el personaje. Estamos urgidos de hacer algo, si no, la historia y los que vienen detrás van a decir con entera razón que todo éramos unos locos. Así lo creo.

Gustavo Briceño Vivas
gbricenovivas@gmail.com
@gbricenovivas

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lunes, 15 de septiembre de 2014

FERNANDO LUIS EGAÑA, UNA MARAÑA DE LOCURAS

El predecesor demostró hasta la saciedad, algo de lo cual ya se tenía una experiencia negativa en Venezuela: que con mucha plata se prolijan muchas locuras, y que con muchísima plata –nuestra cesta petrolera estuvo cerca de los 150 dólares en el 2008–, las locuras se convierten en el camino de la destrucción nacional. Porque nadie se llame a confusión, 

Venezuela está siendo destruida sin piedad, y sobre todo en su potencial, por lo que los efectos destructivos no se limitan a la menguada realidad del presente, sino a las posibilidades del futuro.

El desgobierno de Maduro es, naturalmente, el agente principal de esta destrucción, que se está apreciando de manera notoria porque ya no hay la muchísima plata de hace unos años. Los precios del petróleo continúan en bonanza histórica, pero el desbarajuste de Pdvsa también es histórico y en verdad forma parte del desbarajuste general de la economía y la sociedad venezolana. Con el barril en las vecindades de 100 dólares, lo que queda de república se encuentra endeudada hasta la coronilla, recontra-hipotecada en sus recursos naturales y expuesta al riesgo serio de embargos y otras medidas de afectación financiera y comercial, ante el incumplimiento de obligaciones internacionales.

La respuesta de la hegemonía roja, de la que el desgobierno de Maduro es una parte, es la misma de siempre: las cosas marchan bien en la patria socialista y no marchan mejor por culpa de las conspiraciones del imperio y sus lacayos de la derecha apátrida. Ojalá y eso tuviera siquiera un atisbo de verdad, pero bien se sabe que la mega-crisis venezolana es de factura endógena, viene densificándose a lo largo del siglo XXI y está llevando al conjunto del país por el barranco de la crisis humanitaria. El tema de las endemias exacerbadas y el de la explosión continuada de violencia criminal, deberían rendir suficiente cuenta al respecto.

Pero no. Maduro y los suyos insisten en prolijar las locuras, negándose a encarar la gravísima situación o, mucho peor, incapaces de comprenderla y de actuar en consecuencia. El sainete del “sacudón” lo viene haciendo patente y patético. Los enredos, los delirios y la parálisis general sólo conducen a que los venezolanos sean cada vez más avasallados por la mega-crisis, por la escasez, la carestía, la violencia, las penurias incontables de la vida cotidiana. La nomenklatura, mientras tanto, está en lo que sí le preocupa: la depredación de todo lo depredable, con especial interés en los petrodólares.

¿Cuánto mas puede durar todo esto? No lo sabemos de forma cierta, desde luego, pero puede durar. Y aunque los países no tocan fondo si pasan por umbrales que se hacen intolerables. Ni la progresividad del enjaulamiento político-institucional de la nación por parte de la hegemonía, ni la progresividad del deterioro de la calidad de vida personal, familiar y social, liberan a la hegemonía de que pasando por uno de esos umbrales, la población diga ya basta, hasta aquí llegamos con esta maraña de locuras.

Porque habrá escasez de todo, de comida, de medicinas, de repuestos, de cualquier clase de producto necesario para el mínimo funcionamiento de la vida individual y colectiva. Pero no hay escasez de locuras. Al contrario. Abundan tanto que forman una maraña. Y en esa maraña está encerrada Venezuela. Por ahora.

Fernando Luis Egaña
flegana@gmail.com

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