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jueves, 19 de febrero de 2015

SAÚL GODOY GÓMEZ, EL LEGADO DE CHÁVEZ,

Por legado se entiende lo que se transmite a los sucesores, una herencia, una última voluntad.

¿Cuál es ese legado que la secta chavista pretende se le ha transmitido al país? ¿Dejó Hugo Chávez Frías algo que pudiera considerarse un legado, y si es así, cuál fue?
Empecemos por decir que la muerte del Comandante Chávez fue uno de los episodios más oscuros de la historia de Venezuela; enfermo de un cáncer terminal se fue a Cuba a recibir tratamiento y a estas alturas no se sabe lo que ocurrió en la isla de Fidel Castro.
El gobierno ha promovido la versión “Oficial” de que Chávez regresó al país con vida y murió en Caracas, pero ya se venía escuchando versiones de que murió en La Habana, donde parece que le aplicaron la eutanasia en medio de un cuadro de acelerado deterioro, dicen que en medio de un coma inducido, para evitar que siguiera padeciendo los dolores que la morfina ya no aliviaba.
Según esta versión, tardaron dos meses en anunciar su deceso para de esta manera darle los últimos toques a ese “legado” con el que la propaganda comunista quiere atragantarnos: dos meses para preparar decretos firmados por el difunto, para planificar exequias, acomodos y estrategias para el continuismo.
Lo del legado es un asunto bastante turbio, Chávez nunca reconoció su mortalidad sino hasta el último momento, entre otras cosas porque los cubanos le garantizaron que seguiría viviendo gracias a sus intervenciones; su batalla contra la enfermedad le restó fuerzas y concentración para poder concretar su disperso pensamiento y obra, la viajadera entre Caracas y la Habana lo mantuvo en tensión los últimos meses; de hecho, en sus pocas apariciones públicas se le veía atolondrado y muy golpeado, los tratamientos invasivos y la quimioterapia minaron su vitalidad y claridad en su discurso mental… al final, en su despedida al país ya no había voluntad, sino miedo y tristeza.
Todo eso nos revela que “el legado” lo preparó su maquinaria política española-cubana-venezolana, que tenía como prioridad no sólo inmortalizar al hombre, sino elevarlo a figura de símbolo de la revolución bolivariana; en este sentido la maquinaria ya venía trabajando en una recopilación de su pretendido pensamiento, principalmente con base en sus discursos improvisados, en sus decretos, en sus programas de radio y televisión, entrevistas… hasta se hizo una recopilación de sus twitters, cuando todo el mundo sabía que el hombre era incapaz de hilvanar por si mismo ideas coherentes, sólo hacía notas en papeles sueltos y en pizarrones llenos de una muy mala ortografía.
El filosofo deconstructivista Jacques Derrida decía del legado de Marx: “Leer es siempre el asunto importante cuando de un legado se trata, y si va a ser heredado, no hay otra opción sino leerlo de manera seria y precisa.”
Como consumado parlanchín, vendedor de elíxires y esperanzas, Chávez no tuvo rival, y todo comenzaba cuando hablaba, porque lo hacía él únicamente, nunca tuvo contraparte ni contraargumento, solamente aceptaba opiniones a favor y comentarios que salpimentaban sus ideas grandilocuentes, vacuas y contradictorias, Chávez siempre careció de textualidad, de modo que no sería de extrañar que su “obra escrita”, su legado, con el transcurso del tiempo tenga varias versiones.
Le gustaba darse la pose de pensador profundo, las fotografías que prefería eran las que lo recogían con la mano en la barbilla y la expresión de su rostro perdida en contemplaciones que trascendían este mundo, pero la verdad que no pasó de ser el perifoneador de ideas de muchos intelectuales mediocres, sobre todo marxistas, y de ellos prefería a los antiimperialistas y anticolonialistas, pues su mente estaba atrapada entre las rejas de esa filosofía de la liberación, que tanto mal le ha hecho al Tercer Mundo, y de la que su mentor, Fidel Castro, era uno de los sumos sacerdotes.
Se creía un pensador no sólo moderno sino lanzado al futuro, a sus manos llegaba cualquier cantidad de libros escritos casi que para él, de los cuales recitaba parrafadas incomprensibles, muchas veces descontextualizadas, llenas de mucho resentimiento histórico… el mundo que era capaz de entrever era la degastada visión utópica rousseauniana del buen salvaje, de ese hombre natural prístino y bueno, anterior al proceso de socialización que lo corrompe.
El plato fuerte de su “pensamiento” era ese panfleto llamado Plan de la Patria: la receta perfecta para el desastre, que fue aplicado a pies juntillas en nuestro país y lo condujo a la debacle económica y social más terrible que se haya producido en la historia de Latinoamérica; porque si bien hay naciones mucho más pobres que nosotros y con menos oportunidades, lo que sucedió en Venezuela, en un país petrolero, boyante, democrático y en pleno desarrollo, una vez aplicado este malhadado plan, que nos llevó a la miseria y la opresión más abyecta, en sólo 16 años, es, sin duda, no un legado, sino una maldición.
El punto de honor que el chavismo y el mismo Chávez predicaban era, precisamente, la construcción de una nueva sociedad y un nuevo hombre, felices, sanos, bien alimentados, libres, educados, seguros… hasta auguraba hacernos una potencia mundial, todo lo contrario a lo que estamos viviendo; su plan nos ha convertido en una vergüenza mundial.
El aparato de propaganda comunista ha tenido que hacer malabarismos semánticos e ideológicos para ajustar ese ideario comunista de la guerra fría a la idea lejana de un triunfo, no les ha quedado más remedio que falsificar una y otra vez sus más caros ideales de justicia social, de humanismo y amor, ante la dura realidad de vernos retratados como el país más violento, más corrupto, más desasistido y al borde de la quiebra en la comunidad de naciones.
La fórmula propia del comunismo, que parte del conflicto eterno entre ricos y pobres, entre explotados y explotadores, de opresores y oprimidos, tratan de perdurarla en la nueva leyenda, que quieren instaurar aún contra toda racionalidad y evidencia; Venezuela vuelve a fracasar como país por ideas equivocadas, que ni siquiera son nuestras.
Desde que Chávez se hizo con el poder empezó a pronosticar la caída de los EEUU como imperio mundial, a predecir el surgimiento de un nuevo orden, la desaparición del capitalismo, todo esto mientras el país recibía un enorme chorro de dinero, producto de los más altos precios petroleros en la historia, cientos de billones de dólares que se perdieron en las cloacas de la corrupción o se regalaron a otros países; esto porque Chávez se alucinaba como el líder mundial, que la humanidad necesitaba para indicarle el camino hacia el paraíso socialista.
El entendió que ese esfuerzo iba a costar mucho dinero, nuestro dinero, pero estaba consciente de que tenía que hacerse y que el pueblo de Venezuela aceptaría ese sacrificio con alegría, de todas maneras, él creía que su sola palabra y presencia bastaba para cambiar los precios del petróleo en los mercados internacionales y que, una vez alcanzados los 100,oo $ por barril, el límite era el cielo.
Su prodigalidad con otros países iba en dirección contraria a su sueño infantil de una Venezuela convertida en un inmenso campamento miliciano, lleno de comunas, practicando el trueque y la solidaridad, en posesión del armamento más mortífero y moderno del mundo, todos atrincherados, como cristianos en las catacumbas romanas, tomados de las manos y cantando loas a Bolívar, a Fidel y a su persona… de nuevo tenía Latinoamérica ejércitos de libertadores.
Su legado a las FFAA fue veneno puro, allí terminó de sembrar el oscurantismo más craso, la cobardía, el vicio y la corrupción.  Obligó a los soldados de la patria a casarse con la guerrilla colombiana, con el narcotráfico mexicano, con el terrorismo vasco, con el fundamentalismo islámico, con la milicia cubana… Chávez le clavó la puntilla de muerte a unas fuerzas armadas, sin importarle en lo más mínimo el futuro de la institución, la llevó de la mano a la traición más infame.
Pero las verdaderas intenciones de estos revolucionarios nunca dejaron de sentirse; era una manada de lobos, de justicieros y conductores de hombres… el precio a la traición al proceso se pagaba con la muerte, su deber, el dominio, su misión, destruir el orden establecido y crear uno propio.
Y detrás de ellos iban no sólo locos y visionarios, sino oportunistas, ladrones y asesinos, muchos de ellos torvos maniáticos sexuales, porque la revolución bolivariana era como un bautismo de sangre, donde todos los pecados serían perdonados y los riesgos premiados con el oro y las mieles del poder absoluto.
Las grandes contradicciones entre lo que se propone como legado y la realidad venezolana e internacional, han disuadido al chavismo de avanzar en su proyecto de instaurar en las personas mayores de edad y con cierto criterio el legado del Comandante; pero se ha escogido fomentar la idea entre nuestros niños, creando la leyenda del arañero de Sabaneta, afincándose en la mitología santera del iluminado, del espinito que florea en la sabana , de Florentino y el Diablo, de lo telúrico de la llanura, del pariente de Zamora, de los hijos de Chávez…
Nunca han dejado de actuar como una secta, nunca dejarán de hacerlo y su mandato es sólo uno: obedeces o mueres. Porque la revolución es lo que importa, por sobre todas las cosas hay que hacer realidad el sueño de Chávez; el odio de clases fue su legado, era lo único que conmovía su indigente corazón. –
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul

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lunes, 26 de enero de 2015

GUSTAVO PARDO, EL LEGADO DEL ORACULO EN LA POLITICA CUBANA

Cuando nos referimos a un ¨oráculo”, inmediatamente nos viene a la mente la imagen de un recinto sagrado, en el cual son capaces de recibir mensajes divinos ciertas personas provistas de un alto grado de espiritualidad. Estos individuos se responsabilizan a sí mismos de retrasmitir dichas revelaciones al resto de las personas. Hasta el momento, todo está bien. .No obstante, el peligro surge cuando alguna de estas personas se consideran ellos mismos ¨oráculos” , auto atribuyéndose la calidad de ¨iluminados”.

Aunque el termino ¨iluminado” hace referencia a un aspecto religioso-esotérico, esta representación también se encuentra presente en el ámbito político; asumiendo en este espacio la denominación de ¨caudillo”. La historia socio-política hispanoamericana se ha visto plagada de estos personajes; quienes, en su momento, se han considerado investidos de poderes sobrenaturales, que los capacitan para dirigir ¨a su manera” las vidas y destinos de sus pueblos. El caudillo es, por su propia esencia, un ser intransigente y obsesionado con la percepción que él tiene de sí mismo. Un caso paradigmático de este tipo de personaje, lo tenemos en Cuba: Fidel Castro.
Creo que no es nada aventurado el afirmar que con la retirada del poder, y la evidente caducidad biológica de Fidel Castro, se abre un nuevo espectro en el panorama político el cual afectará de forma directa, tanto a Cuba y Venezuela; como al resto de los países que conforman el eje populista-totalitario integrado por el Foro de Sao Paulo, la CELAC y los países del ALBA. Efectivamente, estamos viviendo tiempos de cambios, lo que nadie puede afirmar es si dichos cambio serán para el bien o para el mal de la Región.
En el caso de Venezuela, puede apreciarse una luz al final del túnel; porque, aunque es una realidad que existen discrepancias entre los principales dirigentes opositores, también lo es que en Venezuela existe una sociedad civil vigente y un movimiento opositor activo, bien estructurado, ideológicamente definido y con un plan de gobierno establecido.
Aunque algunos imputan un exceso de protagonismo a los principales líderes opositores, es necesario reconocer que ellos cuentan con un prestigio avalado por su capacidad política y trayectoria de lucha anti totalitaria. Así mismo, es necesario reconocer el esfuerzo que la oposición venezolana realiza para unir esfuerzos, respetando la diversidad existente entre sus distintas fuerzas. Por mi parte, considero que la fuerza del ¨oráculo” no representará un rol paralizante en las aspiraciones democráticas del pueblo venezolano.
El proceso de Cuba es absolutamente diferente. Por más de cinco décadas el régimen castrista ha controlado la vida político-económica-social de la isla. En este lapsus de tiempo, logró destruir la sociedad civil existente en Cuba antes de 1959, quedando vigentes apenas algunas instituciones fraternales y religiosas. No obstante, estas organizaciones resultaron debilitadas en extremo, de forma tal que al régimen le fue relativamente sencillo infiltrarlas y penetrarlas hasta la medula; paralizando toda acción social que las mismas pudieran realizar en su entorno.
Por otra parte, el panorama que se aprecia en las numerosas organizaciones opositoras cubanas, es muy poco halagüeño. A diferencia del caso venezolano, el síndrome del ¨oráculo” se ha enseñoreado entre los distintos grupos que se identifican como opositores en Cuba y el exilio. Cada ¨oráculo” es excluyente de los demás, manifestando hacia ellos la misma aversión e intransigencia que ha mostrado Fidel Castro hacia quienes discrepan él.  Indudablemente que el ¨Oráculo Mayor” logro mantener su poder debido a su extrema intolerancia hacia las opiniones ajenas y la violenta fuerza con la cual la reprimía; no obstante, esta misma receta representa un factor paralizante al propósito común que declaran todos los grupos opositores cubanos: democratizar a Cuba.
La triste realidad es que la mentalidad del ¨oráculo” ha representado (y aun representa), el factor mas activo que ha incidido en la atomización de los grupos opositores cubanos; los cuales no han sabido proyectar una visión política de conjunto hacia el interior de la Isla, ni hacia la comunidad internacional, impidiéndole de esta forma, ser tomados en cuenta como un factor de interés en cualquier tipo de negociaciones destinadas a tratar sobre el futuro de Cuba.
Aunque es cierto que Fidel Castro no ha sido el primero y único caudillo que se ha atribuido la condición de ¨oráculo”, si es innegable  que Castro ha logrado introducir a un obcecado e intransigente ¨Fidelito”, en el corazón de cada cubano. Este ha sido su peor legado.
Gustavo Pardo
masonhabana78@yahoo.es
@GustavoPardo18

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domingo, 25 de enero de 2015

SIMON GARCIA, LOS PRISIONEROS DEL LEGADO.

Los militantes sesentones del PSUV, que conocen historia de las revoluciones, saben que cada vez que un partido ha importado un modelo revolucionario, este viene con sus plagas de origen. La memoria debería advertirles que si no se combaten a tiempo, estas prenden vigorosamente en el terreno al que se trasplantan.

            Es increíble que quienes han sido luchadores sociales hoy ignoren las duras calamidades que soportan las familias que tienen ingresos menores a dos salarios mínimos o los condenados a rebuscarse día tras día el bastimento para ganarle de mano a la subsistencia.
            Resulta imposible aceptarle a gente con formación crítica, contestatarios que enfrentaron el orden dominante, toda su vida dispuestos a arriesgarse por los más débiles que nos repitan la cantinela de todos los gobiernos que se preocuparon más de conservar sus privilegios que de ser útiles. Ahora todo descontento y toda protesta es criminal.
            Una explicación es que son prisioneros de un legado que no están en capacidad de modificar. Optan por darle la espalda a la realidad mediante una jugarreta de la conciencia que consiste en mentirse a si mismos. Algo similar ocurrió en la URSS y fuera de ella, en la época en la que Stalin cometía sus crímenes y revolucionarios de linaje prefirieron aferrarse a las versiones oficiales que convertían a todo disidente en un agente del imperialismo y a todo opositor en un miserable traidor. Una inhibición que resultó trágica.
                        En la tecnología del totalitarismo, tan  anticipada  y magistralmente denunciada por George Orwell en sus entonces novelas de política ficción, el control total de la voluntad de cada individuo comienza por cambiar el nombre de todo y darle a las palabras un significado contrario al que primariamente tuvieron. Al distorsionar y programar el repudio al pasado, el poder cincela una vida de armonía en un mundo uniforme, con una sola fuente informativa, una historia reescrita a conveniencia del régimen, adoctrinamiento tecnológicamente inculcado y un bombardeo de sensaciones sustituyendo a la realidad.
            Esto venía ocurriendo en los sectores populares de Venezuela hasta el 2014. Y si se examina la involución de los acontecimientos habrá que concluir que los mentores del proyecto tuvieron éxitos macizos. Bastan dos datos: uno, se apoderaron del control del Ejército y lo pusieron a pensar en clave comunista. Dos, pudieron obtener la fe de sectores humildes que encontraron en la revolución no sólo una venganza social legalizada sino el corazón que les hacia falta para soñar. 
            Ya no es así. La crisis no es externa. Está en la médula del modelo, de la gestión y de la cúpula dirigente. Ellos son la crisis.  Una pregunta es, ¿Cómo van a actuar los que, desde adentro del proceso, pueden influir en buscar nuevos rumbos y están a tiempo de evitar que el legado se use como un dogma, rígido e inmodificable? Todos ellos, revolucionarios y demócratas, tienen conciencia que la víctima de ese dogmatismo es un país que se está negando a ser destruido.
               Quedan muchas otras interrogantes en el aire, ¿las dos Venezuelas, enfrentadas durante tantos años, podrán encontrar maneras de convivir y compartir un proyecto de justicia social con bienestar?, ¿es la crisis, la antesala de una transición pacífica y constitucional?, ¿logrará la MUD llegar a ser una alternativa que entusiasme a la nueva mayoría que es bastante mayor y diversa que la oposición que hasta ahora se había expresado?
                 La gente quiere cambio seguro. El gobierno ni quiere ni puede dirigir ese cambio. La urgencia exige respuestas, reflexión y formas eficaces de acción.

Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim

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lunes, 4 de agosto de 2014

LUIS DANIEL ÁLVAREZ V., AVELEDO Y SU LEGADO

Su trabajo a favor de la cada día más cercana vuelta al redil democrático, debe reivindicarse,

Probablemente, las aciagas horas que afronta Venezuela hubieran resultado mucho más traumáticas si no se hubiese edificado una política unitaria, en la que pese a las diferencias naturales de todos los grupos, se marchó en una dirección común como es la democratización de Venezuela.

La Unidad como política tiene tantos actores como ciudadanos que sueñan con un cambio democrático, aunque siempre se necesitó alguien que pudiese aglutinar y atender las múltiples visiones que requerían un ejercicio aún ambicioso y justo, como la salida del régimen que desde hace quince años destruye las bases del país. Ese rol, de conversar y dotar de serenidad a la alternativa democrática se lo dio durante muchos años Ramón Guillermo Aveledo, por lo tanto su trabajo a favor de la cada día más cercana vuelta al redil democrático, debe reivindicarse. Es cierto que la MUD tiene que dinamizarse y que una forma de conseguirlo es fortaleciendo y abriendo las comisiones para una participación más plural de independientes, pero de hacer comentarios, a descalificar a la Unidad e incluso agredir al equipo directivo hay un trecho largo.

En los últimos meses algunos sectores se han encargado de atacar de forma despiadada cualquier asomo de unidad, al extremo de no entender que con esa actitud benefician al régimen que en medio de su desespero respira al ver cómo la oposición se desgasta en contradicciones internas sin entender que todos buscan lo mismo, la vuelta a un Estado de derecho.

Dice Aveledo que abandona la Secretaría Ejecutiva y se incorpora a la fila de los millones de militantes de la Unidad. No aplaudir su esfuerzo es mezquino, pues su labor, junto a la de otros, lo enmarca en las grandes páginas de la historia en la búsqueda democrática venezolana.

Luis D. Alvarez V
luisdalvarezva@hotmail.com
@luisdalvarezva

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jueves, 3 de octubre de 2013

ASDRUBAL ROMERO MUJICA, EL LEGADO DE CHAVEZ

Y ahora cuando nos encaminamos directo a LA DEBACLE: ¿Vamos a seguir diciendo que la culpa es enteramente de Maduro? Que no se nos olvide: quien nos metió en este tremendo embrollo fue Chávez. Lo que estamos sufriendo y nos falta por sufrir en los años más próximos -cuántos quién sabe-, es EL LEGADO DE CHÁVEZ. Por esto fue que me encantó el título del libro, recientemente, publicado por el economista José Guerra cuando lo vi en los estantes de las librerías. 

No transcurrieron demasiados días para que cediera a la tentación de comprarlo y leerlo, a pesar de la inmensa cola de libros que tengo por leer en mi biblioteca.  Por fin, una personalidad con estrechas vinculaciones políticas a la Oposición -se dice que es uno de los principales asesores en materia económica de nuestro ex candidato presidencial HCR-, coloca el acento de la responsabilidad donde, exactamente, debe estar.

Uno de los aspectos que, en lo discursivo, más me molestó de la campaña presidencial posterior a la muerte del profeta, fue la evidente intención de endilgarle a Maduro toda la responsabilidad por el recrudecimiento de los problemas de desabastecimiento e inflación, como si ellos no fueran lógicas consecuencias de una dinámica económica disparada desde mucho tiempo atrás.   "No han transcurrido ni siquiera cien días de su gobierno y ya ha devaluado dos veces”,  fue uno de los mensajes profusamente difundidos, en el intento de resaltar la incompetencia de Maduro y ubicarlo en el imaginario de los simpatizantes del oficialismo como el heredero equivocado. Insisto: me molestaba, aunque, por otra parte, reconociera que esa estrategia comunicacional, como táctica política, estaba rindiendo sus frutos. No fueron los suficientes como para que, en tan corto plazo, nos dieran la aplastante victoria que necesitábamos a los efectos de imposibilitar el desconocimiento de la misma. Pero, ese discurso cortoplacista sigue calando en la mente de los que se sintieron identificados con Chávez, a juzgar por la frecuencia con la que, en diálogos sostenidos con personas de ese sector, escucho mensajes como el siguiente: “Esto no sirve, Chávez era otra cosa”.
Muy bien,  el distanciamiento de la imagen de Maduro con respecto a la de su mentor se está logrando, pero Chávez sigue reinando en su altar y he allí: el aspecto profundamente riesgoso de ese discurso que, tácitamente, transmite una visión demasiado simplista de la compleja dinámica que rige el comportamiento en el tiempo de la economía de cualquier país. Vende la idea que cambiado el Presidente por uno nuevo y armado éste de un repertorio de políticas económicas acertadas: el país despegará y los problemas sociales y económicos que hoy día tanto nos aquejan se resolverán casi que instantáneamente por obra y gracia del Espíritu Santo. Cuando esto no ocurra y créanme que no va a ocurrir, quedará, cada vez menos latente, el problema de cómo convencer a los adoradores de Chávez para que no añoren y hagan posible el regreso de otro como él. Es muy posible que terminemos  echando en falta el no haber optado, en el dilema político comunicacional, por el camino más duro y tortuoso, aunque también el de mayor valentía y validez de cara a la indispensable gestación de una nueva cultura de valores. Me refiero a la opción de haber confrontado, seriamente, ese marco mental populista clientelar que Chávez como aventajado neuropolítico, quizás sin tener conciencia de ello, repotenció y reforzó hasta la saciedad en las sinapsis neuronales de todos sus seguidores.
Es en el marco de ese dilema al que he hecho referencia, que saludo la pertinencia de la publicación de un libro como el de José Guerra. Vale la pena leerlo para recorrer un interesante tour por ese abigarrado cúmulo de contradicciones y sin sentido que han caracterizado los planes económicos del régimen chavista. A pesar de algunos descuidos del corrector final que seguramente se corregirán en una próxima reedición, la lectura fluye, oportunamente ayudada por una pertinente y muy bien condensada documentación estadística. No se requiere de una docta experticia en los temas económicos, para comprender cómo hemos sido conducidos a un estado tan ruinoso de nuestra economía que, inevitablemente, nos atrasará por años. En mi opinión, el capítulo donde el lector corre más el riesgo de perder el interés es, precisamente, el primero. Si les ocurre, sáltenlo: de allí en adelante la lectura fluye, cómodamente, a través de una bien hilvanada argumentación que le sirve a uno para ir conformando un dantesco cuadro de pavorosas conclusiones.  A lo mejor les ocurre como a mí, se puede tener conciencia de cada uno de ellas por separado: la inmensa deuda roja; el estruendoso deterioro de nuestra gallinita de los huevos de oro; la corrupción boliburguesa; etc., pero este libro permite visualizar cómo todas encajan a la perfección como si fuesen piezas de un suicida rompecabezas.
Es la segunda vez que lo menciono en mis artículos. Siempre he pensado que una tarea pendiente de la Oposición ha sido la de conformar un grupo interdisciplinario de expertos en economía y en comunicación masiva. El desafío sería cómo estructurar un discurso en materia económica que fuera accesible para la comprensión por parte del segmento poblacional con una formación más básica y cómo comunicarlo efectivamente, en mensajes sencillos, a través de los diversos medios que se dispondrían para llegarle a ese segmento.  Hay que hacer un esfuerzo titánico para explicar por qué en esta versión almibarada del viejo y fracasado comunismo que se nos vendió como el Socialismo del Siglo XXI, la tesis programática fundamental de Chávez, reside el malicioso germen de todos nuestros males presentes y futuros.
Confieso que mi entusiasta aproximación al libro de Guerra: conllevaba la expectativa de conseguirme con ese discurso económico bajado de tono intelectual que pudiera desgranarse en esos sencillos mensajes que no alcanzo a imaginarme. ¿Cómo describir EL LEGADO DE CHÁVEZ en unos términos asequibles para toda nuestra gente? En este sentido, el libro no satisfizo mis expectativas, cuestión de la que no puedo responsabilizar al autor porque él es libre de escribir su libro con sus propias expectativas. Pero, considero que su texto contiene valiosos elementos de información a partir de los cuales orientar el desafío que propongo.

La Mente Política
             Como lo recomendaría George Lakoff, eminente neuropolítico norteamericano –autor del muy reconocido libro “The Political Mind”-, tenemos que desmontar de raíz la muy equivocada visión del mundo que Chávez, manipulando emociones, logró instalar en los cerebros de buena parte de los pobladores de esta tierra para hacerlos más dependientes de su maldita revolución. Para ello, tenemos que atrevernos a confrontar esa visión con una, radicalmente distinta, sobre cómo en verdad podemos construir un país con oportunidades de progreso para todos, con auténtica empatía social y respeto a las autonomías individuales, comunales, municipales y regionales. 

No podemos dar la pelea manteniéndonos dentro del marco mental chavista, sino con una narrativa que sustente el nuestro y nos permita ganar las mentes y corazones de quienes tienen la potestad de decidir el futuro de este país. Los acontecimientos por desarrollarse en nuestro país serán tan dramáticos, que ya va siendo hora que, sin miedo ni cálculos políticos de corto alcance, optemos por desnudar EL LEGADO DE CHÁVEZ para mostrarlo tal cual es: una auténtica misión para crear miseria. Atrevernos es la consigna, para nunca más dejarnos dominar por uno como él.
asdromero@gmail.com - @asdromero
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