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jueves, 19 de marzo de 2015

NOEL ÁLVAREZ*, LA MUERTE LLEGÓ TEMPRANO

Hace muy pocos días escribí un artículo titulado: Armas contra la gente. No imaginé los dolorosos momentos por los que atravesaría la sociedad venezolana en los días subsiguientes, debido al uso de armas de fuego para el control de las manifestaciones. Hoy  preguntamos  a los funcionarios que impulsaron la resolución 8610, si todavía consideran se debe seguir aplicando. Venezuela está de luto, todos los días nos estremece una tragedia. La espiral de violencia  pareciera indetenible, enluta hogares, deja a padres sin sus hijos, viudas, huérfanos, lágrimas, dolor. 

Al ver las imágenes del joven asesinado en Táchira, me pasó, como a muchos venezolanos,  que no pude contener las  lágrimas de rabia, impotencia y dolor. Esto no puede continuar ocurriendo, no solo hay que castigar al responsable de la muerte de ese muchacho,  además es necesario que las autoridades que han promovido la resolución 8610,  desistan de su afán de controlar, reprimir a los manifestantes empleando armas que pueden ocasionar la muerte. El debate no puede ser si fue con una bala o un perdigón, porque la tragedia es que el joven fue asesinado. Es un delito permitir el uso de armas de fuego en manos de funcionarios que no tienen preparación para manejarse en manifestaciones  y que por su propio miedo, pueden asesinar o herir a los manifestantes.

Este lamentable suceso  debe llevar al cese del odio, a no seguir empleando del lenguaje de la descalificación, basta ya de someter al escarnio a los que piensan distinto,  a fomentar la lucha de clases, los de abajo contra los de arriba, patriotas contra apátridas o pitiyankis, revolucionarios contra conservadores, los de izquierda contra los de derecha. El lenguaje del odio no es precisamente ejemplo de convivencia democrática. “Quien siembra vientos, cosecha tempestades”, reza un refrán popular.  Hoy, lamentablemente,  estamos recogiendo  los frutos de la siembra de la exclusión, de la polarización que prevalece en nuestra sociedad. 

¿Por qué en lugar de sembrar inquina, no nos dedicamos a fomentar la paz  y la armonía entre los venezolanos? Deberíamos  emular una campaña publicitaria peruana que lleva por nombre “Un lunes cualquiera”.

Copio textualmente una síntesis:

“¿Y cuándo comenzaremos a vernos con los demás desayunando todos al borde de una mañana eterna? Un lunes señor Vallejo, un lunes cualquiera en que entendamos lo que fuimos y comprendamos lo que seremos. ¿Y oiga usted en que momento se enderezo el Perú? Un lunes Zavalita, un lunes cualquiera, en que comenzamos una conversación y nunca mas la terminamos. Un lunes en que nos acostamos peruanos y amanecimos Hermanos”.

Bien podríamos inspirarnos en esa campaña y un  lunes cualquiera lograr acostarnos venezolanos y  amanecer como hermanos.

Noel Alvarez
Noelalvarez20@gmail.com
@alvareznv
*Coordinador Nacional de “Gente” Generación Independiente
@beanavas

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domingo, 23 de septiembre de 2012

ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ, LA MUERTE TIENE PERMISO,


En el cuento "La muerte tiene permiso", del mexicano Edmundo Valadés (1915-1994), no se hace referencia a la situación que vivimos en Venezuela, pero ninguna frase es más apropiada para definir esa realidad. No hay día en que los medios de comunicación venezolanos, impresos y audiovisuales, no den cuenta de las decenas de muertes que se producen a lo largo y ancho del país. 

La mayoría de ellas son causadas por el hampa, no pocas veces con la participación en esta de agentes policiales y militares.  Pero no es inusitado que los asesinos sean policías o militares, que se excedieron o se equivocaron en el ejercicio de sus funciones.

Hasta hace poco el asesinato a mansalva se daba solo de manera esporádica. Las bandas de delincuentes asaltaban a la gente, en la calle o en la propia casa de las víctimas, pero respetaban su vida. Hoy no. Hoy el mayor riesgo que se corre es ser asaltado en momentos en que no se carga dinero. Entonces el delincuente parece complacerse en matar al insolvente, como en venganza por haberlo hecho "trabajar" en vano. Esto es común y corriente en el robo de vehículos, cuando la persona intenta oponerse a que lo despojen del suyo, causa casi inevitable de que lo maten para poder consumar el robo.

Y ya ni eso. Lo más reciente es que al inerme ciudadano se le despoje de sus   bienes, y posteriormente se le asesine a sangre fría, sin causa alguna, aparentemente por el solo placer de matar. O que se secuestre a una persona, se exija a los  familiares un rescate, y se asesine al secuestrado aun antes de cobrar o ya cobrado el rescate. 

Lo cierto es que se ha hecho habitual que los medios den cada día una relación de las muertes sucedidas cada día. Lo de las cárceles es impresionante. Y es  común y corriente que se hable de decenas o más casos. A veces, en un solo suceso se trata de veinte, treinta y más fallecimientos causados por diversos motivos y en variadas circunstancias.

Todo esto se agrava con la impunidad que impera en el país, y que al parecer es no solo constante, sino también creciente. Los funcionarios competentes, o no asumen su propia responsabilidad cuando la tienen, u omiten sancionar a los culpables de la muerte de venezolanos.

Lo peor es que hay indicios de que la situación descrita ha ido  produciendo un acostumbramiento. Al principio la realidad que cotidianamente nos mostraban    los medios causaba alarma y angustia en  la  mayoría  de  las  personas.   Mas al  parecer la repetición  de  las   noticias    desoladoras    hoy   solo    causa indiferencia. 

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