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domingo, 5 de julio de 2015

ENRIQUE VILORIA VERA, LAS JOYAS DE LA CORONA BOLIVARIANA


No crea querido compatrioto o querida compatriota de la Patria querida, súbdito o súbdita de los cabecillas del proceso, camarado o camarada  de la Revolución, que se trata de oro, plata, uranio, piedras preciosas o petróleo, porque desde hace tres lustros todo lo hemos prestado a fondo perdido, regalado, donado, cedido, tendiendo siempre en mente la suprema ambición de convertir en universal a la insigne Revolución Bolivariana y al Comandante Eterno y Supremo, quien -  desde el Cuartel de la Montaña – todavía lidera el Proceso, transformado como Superman en ave, en aleteado pajarito, que le da instrucciones en el oído a su valido cucuteño. No, sufridos súbditos de esta malhadada patria, de esta revolución hablachenta e ineficiente, ya nada de esa riqueza – hélas -  nos pertenece, está en mano de nuestros hermanos cubanos, árabes, chinos, rusos, bielorrusos, iraníes y en las arcas de los chulos del ALBA y de PETROCARIBE.

Nos referimos a las nuevas joyas que está insólita revolución viene promoviendo para competir con las prendas cuartorepublicanas, como son: el lomito de res, las sardinas y el atún, el pollo, la carne molida o para guisar o desmechar, las costillitas de cochino, el hígado, el bofe y el corazón, los chorizos, las chinchurrias y las morcillas, los sesos y la panza, y hasta las mismas paticas de cerdo o de res.  El pimentón, las papas, las cebollas, el tomate, las frutas todas importadas o nacionales, la remolacha y el brócoli, las zanahorias, el ajo, son verdaderas y preciadas joyas que cuando se pueden adquirir hay que guardarlas – ya no en neveras o freezer -  sino en cajas fuertes bien protegidas de los nuevos delincuentes vegetales de la Patria, de los muy amados bienandros del Comandante.

¿Y qué decir de los granos? En una reciente fiesta a la que asistí en uno de los más lujosos clubes campestres de Caracas, en ocasión del matrimonio de un familiar, experimenté menuda sorpresa cuando las encopetadas y bien decoradas damas del tout Caracas, de la high caraqueña, mostraban orgullosas sus más recientes joyas diseñadas por orfebres y joyeros de reconocida fama nacional e internacional

Así entre besos, espumante y cuchicheos, entre envidiosas y vanidosas, las elegantes y refinadas damas mostraban con orgullo sus más valiosas adquisiciones: un collar de garbanzos, una pulsera de lentejas, un anillo de arveja verde, zarcillos de frijolitos  y pendientes de caraotas negras, porque ni blancas ni rojas hay. 

A la novia le fueron obsequiados por sus familiares, unos muy elaborados aretes de quinchoncho nicaragüense y una diadema de finos maíces brasileros que fueron la mayor atracción de la fastuosa velada. 

En fin, como afirmaba Frank Lloyd Wright :
Denme los lujos de la vida y con gusto prescindiré de las necesidades.
Enrique Viloria Vera
viloria.enrique@gmail.com
@EViloriaV 
     
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martes, 27 de agosto de 2013

ÁNGELES CASO, LO QUE QUIERO AHORA

Será porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más sanos que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación –al menos la sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.

Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.
Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.
Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.
También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada. O todo.
@angelescaso

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