BIENVENIDOS AMIGOS PUES OTRA VENEZUELA ES POSIBLE. LUCHEMOS POR LA DEMOCRACIA LIBERAL

LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
Mostrando entradas con la etiqueta INGENIERÍA SOCIAL. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta INGENIERÍA SOCIAL. Mostrar todas las entradas

lunes, 31 de agosto de 2015

GABRIEL S. BORAGINA, EL SUEÑO DE NUESTROS DIRIGENTES, INGENIERÍA SOCIAL, LIBERALISMO, DESDE ARGENTINA

"Suele hablarse, hoy en día, de «ingeniería social». Ese concepto, al igual que el de dirigismo, es sinónimo de dictadura, de totalitaria tiranía. Pretende tal ideario operar con los seres humanos como el ingeniero manipula la materia prima con que tiende puentes, traza carreteras o construye máquinas. La voluntad del ingeniero social habría de suplanta r la libre volición de aquellas múltiples personas que piensa utilizar para edificar su utopía. La humanidad se dividiría en dos clases: el dictador omnipotente, de un lado, y, de otro, los tutelados, reducidos a la condición de simples engranajes. El ingeniero social, implantado su programa, no tendría, evidentemente, que molestarse intentando comprender la actuación ajena. Gozaría de plena libertad para manejar a las gentes como el técnico cuando manipula el hierro o la madera."[1]

Creo que puede decirse que lo descripto arriba es no solamente el sueño de nuestros actuales dirigentes, sino el de muchos quienes aspiran a convertirse en tales, y que en una medida muy importante, nuestras escuelas y universidades educan a las nuevas generaciones con esta idea como objetivo. 
Es el error -a nuestro juicio- de quienes hacen excesivo hincapié en la necesidad de contar con líderes y dirigentes capaces, en lugar de educar a la gente para que cada ciudadano o habitante se transforme en un líder y/o dirigente más capaz de dirigirse a sí mismo y no tan preocupado en ver cómo puede lograr controlar y regir la plana de sus semejares. Volvemos a hacer énfasis en la educación, porque es en esta instancia donde se forjan los ideales dirigistas que harán creer -en su hora- a quienes reciben, ya sea activa o pasivamente, tales doctrinas que el destino del mundo de los demás esta "por completo en sus manos". Sin embargo, los efectos prácticos del dirigismo suelen ser los que se señalan a continuación:
"Cierto es que, en la actualidad, al amparo de las situaciones creadas por el dirigismo, resúltales posible a muchos enriquecerse mediante el soborno y el cohecho. El intervencionismo ha logrado en numerosos lugares enervar de tal modo la soberanía del mercado, que le conviene más al hombre de negocios buscar el amparo de quienes detentan el poder público que dedicarse exclusivamente a satisfacer las necesidades de los consumidores ."[2]
Una situación que viene lamentablemente repitiéndose desde la lejana época en que estas palabras fueron escritas por vez primera hasta hoy. Como tantas veces hemos insistido, parece no percibirse en la actualidad que la corrupción -que tanto espacio ocupa en los medios periodísticos- es hija directa del intervencionismo estatal y no del capitalismo. Allí donde impera el primer sistema no puede subsistir el segundo, y esta es la situación del mundo actual, donde difícilmente puede prosperar quien quiera dedicarse a honestos negocios, porque -mas tarde o más temprano y en la medida de su éxito- caerá sobre él el gobierno para fiscalizar sus ganancias y tomar muy buena parte de ellas.
"Por Volkswirtschaft se entiende el complejo que forman todas las actividades económicas de una nación soberana, en tanto en cuanto el gobernante las dirige y controla. Es un socialismo practicado en el ámbito de las fronteras políticas de cada país."[3]
Esta es -ni más ni menos- la situación que vivimos en nuestros días en el ámbito mundial si bien con diferentes grados y variantes. No existe prácticamente actividad alguna en que el gobierno no participe de un modo o del otro, controlando o dirigiendo, y por sobre todas las cosas impidiendo y estorbando a la gente trabajadora a progresar.
"Mientras subsista, por pequeño que sea, un margen de libre actuación individual, mientras perviva cierta propiedad privada y haya intercambio de bienes y servicios entre las gentes, la Volkswirtschaft no puede aparecer. Como entidad real, sólo emergerá cuando la libre elección de los individuos sea sustituida por pleno dirigismo estatal."[4]
Como hemos dicho arriba, ese margen es cada vez más estrecho, ya que hasta en las actividades más domésticas el gobierno mete sus garfios para obtener ganancias derivadas de la actividad de los particulares. Inclusive la moderna tecnología ha permitido a los gobiernos inmiscuirse y controlar cada vez más y con mayor precisión a sus también cada vez más indefensos ciudadanos. Que ya poco de ciudadanos les queda, para haberse transformado directamente en reales súbditos del amo estatal. Muchos instrumentos el gobierno emplea para tal fin, pero algunos son más importantes que otros. Por ejemplo, el manejo de la moneda es crucial:
"Es indudable que la expansión crediticia constituye una de las cuestiones fundamentales que el dirigismo plantea."[5]
A través de la misma el gobierno consigue un control amplio de los mercados y –a su turno- de las rentas y de los patrimonios de sus súbditos, al tiempo que distorsiona todos los indicadores económicos, entre ellos el fundamental: los precios. Lo que tendrá como inexorable consecuencia malas inversiones y posteriores pérdidas que culminarán perjudicando a toda la sociedad en su conjunto.
"Los intervencionistas, así como los socialistas no marxistas, por su parte, tienen interés no menor en demostrar que la economía de mercado es, por sí sola, incapaz de eludir las reiteradas depresiones. Impórtales sobremanera impugnar la teoría monetaria, toda vez que el dirigismo dinerario y crediticio es el arma principal con que los gobernantes anticapitalistas cuentan para imponer la omnipotencia estatal"[6]
Se trata de tergiversar las verdaderas causas de los ciclos económicos y sus inevitables y luctuosas consecuencias. Origen de los mismos que no se halla en otro lugar que en el intervencionismo económico, fruto este último que nuestros burócratas dirigistas jamás reconocerán, ya que cuando su sistema irremediablemente fracasa siempre encuentran al mismo culpable: el inocente capitalismo.
[1] Ludwig von Mises, La acción humana, tratado de economía. Unión Editorial, S.A., cuarta edición. Pág. 184
[2] L. v. Mises, La acción humana ...ob. cit. pág. 476
[3] L. v. Mises, La acción humana ...ob. cit. pág. 489
[4] L. v. Mises La acción humana ...ob. cit. Pág. 493
[5] L. v. Mises La acción humana ...ob. cit. pág. 837
[6] L. v. Mises La acción humana ...ob. cit. Pág. 849

Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, SIN COMUNISMO UN MUNDO MEJOR ES POSIBLE, ESTO NO PUEDE CONTINUAR, TERCERA VIA, DESCENTRALIZAR, DESPOLARIZAR, RECONCILIAR, DEMOCRACIA PARLAMENTARIA, LIBERTARIO ACTUALIDAD NACIONAL, VENEZUELA, NOTICIAS, ENCUESTAS, ACTUALIDAD INTERNACIONAL,

martes, 24 de septiembre de 2013

WENDY MCELROY, LA IGNORANCIA HUMANA Y LA INGENIERÍA SOCIAL.

A través de gran parte de la historia intelectual, la sociedad ha sido considerada como el resultado del diseño de alguien. En su voluminosa obra de Law, Legislation, and Liberty, el teórico social F. A. Hayek se refirió a esta posición como el “racionalismo constructivista” y replicó vigorosamente contra la misma. 

En su discurso en ocasión de recibir el Premio Nóbel en 1974, titulado “La Pretensión del Conocimiento,” Hayek expresó un punto de vista diferente acerca de cómo se desarrolló la sociedad: El reconocimiento de los insuperables límites de su conocimiento debería de hecho enseñarle al estudiante de la sociedad una lección de humildad, que debería prevenirlo de volverse un cómplice en el fatal esfuerzo de los hombres por controlar a la sociedad—un esfuerzo que no solamente lo vuelve un tirano sobre sus compañeros, sino que puede convertirlo también en el destructor de una civilización a la cuál ningún cerebro ha diseñado sino que ha crecido en base a los libres esfuerzos de millones de individuos.

Hayek se opuso a cualquier tentativa de manipular—es decir, planificar y coordinar centralizadamente—la estructura de la sociedad. Creía que tal ingeniería realmente destruiría a la sociedad en lugar de erigirla, la cual era el resultado de la acción humana pero no del diseño humano. Junto al economista austriaco Ludwig von Mises, Hayek proporcionó las que son discutiblemente las mejores críticas de las teorías y de las políticas “constructivistas” que han crecido en popularidad durante el siglo veinte.

Tanto Hayek como Mises habían atestiguado la devastación del liberalismo clásico por parte de dos guerras mundiales, pero particularmente por la Primera Guerra Mundial. En la época de guerra los gobiernos habían afianzado el control centralizado sobre el sector privado para asegurarse un flujo continuo de armamentos y de otros bienes que juzgaban necesarios para la victoria. Los gobiernos habían inflado sus ofertas de dinero a fin de solventar masivos refuerzos militares. Y la guerra había estrangulado el flujo del libre comercio al que los liberales clásicos consideraban un prerrequisito para la paz, la prosperidad, y la libertad. En síntesis, Hayek y Mises habían contemplado cómo el estatismo del siglo veinte reemplazaba al liberalismo clásico del siglo diecinueve.

Si la “guerra es la salud del Estado,” como el individualista estadounidense Randolph Bourne lo declarara, entonces Hayek y Mises atestiguaron el impacto de un corolario obvio: a saber, que la guerra es la muerte de la libertad individual. Y que la ingeniería social fue un mecanismo clave mediante el cual esa libertad fue destruida. De hecho, uno de los trabajos iniciales de Mises, Nation, State, and Economy (1919), analizaba las consecuencias desastrosas de la planificación centralizada introducida por la Primera Guerra Mundial.

Pero Hayek y Mises no se oponían meramente a la ingeniería social sobre la base de argumentos utilitarios. Independientemente, cada uno de ellos desarrolló sistemas complejos y sofisticados de la teoría social para explicar cómo las instituciones de la sociedad se evolucionaron naturalmente. Sostenían que las instituciones de una sociedad saludable eran el resultado colectivo e involuntario de la acción humana. Los fenómenos sociales complejos—tales como el derecho, el lenguaje, y el dinero—eran especialmente las consecuencias involuntarias de las interacciones individuales. Por ejemplo, ningún comité o autoridad central decidió inventar el habla humana, para no mencionar el diseñar una lengua tan complicada como el inglés. Actuando solamente para alcanzar sus propios fines, los individuos comenzaron a efectuar sonidos a fin de facilitar el poder conseguir lo que deseaban de otras personas. Así, el habla fue el resultado de la acción humana pero no del diseño humano, y la mismo evolucionó naturalmente en el lenguaje. La evolución puede no haber procedido con eficiencia científica, pero fue lo suficientemente eficiente como para permitir el desarrollo de la civilización. La eficiencia de los programas gubernamentales no tolera la comparación.

No obstante ello, los constructivistas sostenían que una sociedad no planificada es derrochadora y caótica. Con el conocimiento suficiente, podrían manipular una sociedad perfectamente eficiente. No habría más sobrantes ni escaseces. Los mercados de valores no colapsarían, y las monedas no fluctuarían. Tal vez incluso la sociedad pudiese ser diseñada de modo tal que sus miembros se encaminasen al unísono hacia metas sociales deseables, tal como han marchado juntos hacia la victoria en tiempos de guerra.

Hayek puntualizó francamente que el conocimiento que los constructivistas procuraban era inalcanzable. No era posible planificar las dinámicas del mañana basados en cómo actuaron los individuos ayer. La gente era imprevisible. Los seres humanos eran fundamentalmente diferentes de los objetos físicos examinados por las ciencias duras. Un científico podía aprender todo lo que necesitaba saber sobre el movimiento de un objeto, y su conocimiento no cambiaría necesariamente durante el tiempo. Pero los seres humanos actuaban basándose en factores y motivaciones psicológicas que se encontraban ocultos, a menudo aún para ellos mismos. La sociedad no consistía en objetos que podían ser prolijamente categorizados y hechos para obedecer las leyes de la ciencia. La sociedad consistía de individuos erráticos e imprevisibles.

Mises efectuó una puntualización similar acerca de la teoría monetaria. Demostró que aún la aparentemente objetiva herramienta del cálculo monetario—del tipo que la gente utiliza informalmente para decidir, por ejemplo, si pedir un aumento—es ineficaz para una planificación social más amplia. En el mejor de los casos, los precios eran un antecedente histórico; el precio del pan es un precio del pasado, incluso si el pasado fuese muy reciente. Esta información podría crear la anticipación de cuál podría ser el precio del pan mañana, pero la misma no podría predecir nada. Una escasez de pan podría hacer disparar su precio. Por otra parte, emplear el ayer para manipular el mañana iba en contra de un principio fundamental de la acción humana: el principio del cambio inevitable.

En La Acción Humana: un Tratado de Economía (1949), Mises comentaba, “La acción humana origina el cambio. En la medida que haya acción humana no hay estabilidad, sino alteración incesante. . . Los precios del mercado son hechos históricos expresivos de una situación que prevaleció en un instante definido del proceso histórico irreversible. . . .. En el imaginario—y, por supuesto, irrealizable—estado de rigidez y estabilidad no hay cambios a ser medidos. En el mundo real del cambio permanente no hay puntos fijos. . . ”

Desde Nation, State, and Economy a su obra magna, La Acción Humana, Mises elocuentemente objetó la posibilidad de adquirir el suficiente conocimiento como para dirigir a la sociedad. Igualmente, desde el trabajo The Sensory Order: An Inquiry into the Foundations of Theoretical Psychology (1952, pero aparentemente basado en el trabajo que realizara en 1919 y 1920) hasta su mucho más popular El Camino de Servidumbre (1944), Hayek integró campos tan diversos como la epistemología y la economía para formar una teoría social que le negaba cualquier validez a la planificación centralizada.

A través del trabajo de estos teóricos, dos conceptos cercanamente relacionados emergen una y otra vez: el individualismo metodológico y el orden espontáneo. Estos conceptos son fundamentales para entender por qué Hayek y Mises tan inflexiblemente rechazaban a la ingeniería social.

El Individualismo Metodológico

En La Acción Humana, Mises ofrecía una descripción de lo que denominaba “El Principio del Individualismo Metodológico”: “Primero debemos percatarnos de que todas las acciones son realizadas por individuos. . . Si escudriñamos el significado de las distintas acciones desarrolladas por los individuos debemos aprender necesariamente todo acerca de las acciones de los todos colectivos. Pero un colectivo social no posee existencia y realidad alguna fuera de las acciones de los miembros individuales.”

Mises sostenía que los todos colectivos—tales como “la familia” o “la sociedad”—no eran nada más que la suma de los miembros individuales que los constituían. Tales todos eran abstracciones útiles para indicar la interacción de los individuos en un contexto específico. La “familia” indica un conjunto de interacciones, el “club de canasta” otro.

Al reducir el funcionamiento del grupo a su elemento más básico—los actos de los individuos—Mises no negaba la importancia de los todos colectivos. Todo lo contrario. Mises explicaba que “el individualismo metodológico, lejos de disputar la significación de tales todos colectivos, la considera como una de sus tareas principales para describir y analizar su surgimiento y su desaparición, sus cambiantes estructuras, y su operación. Y el mismo escoge el único método adecuado para resolver satisfactoriamente este problema.”

Para decirlo de otro modo, el individualismo metodológico era una poderosa herramienta analítica que podía ser utilizada para descubrir los principios en base a los cuales un grupo de personas interactuaba. Era el mejor método con el cual comprender a la sociedad.

El individuo como una abstracción

Con el surgimiento del marxismo, aquellos que favorecían el individualismo metodológico fueron a menudo acusados de “atomismo” o de reduccionismo. Los marxistas fueron muy lejos en cuanto a afirmar que era el individuo, y no la sociedad, quien constituía una verdadera abstracción. En su forma extrema, estos holistas sociales negaban incluso que el individuo existiese sin la sociedad. Como Mises lo observara, “la noción de un individuo, dicen los críticos, es una abstracción vacía. El verdadero hombre es necesariamente siempre un miembro de un todo social.”

Karl Marx sostenía este punto usando una clase de ejemplo de Robinson Crusoe. Marx afirmaba que un individuo que crecía aislado en una isla desierta no sería un ser humano. El nudo de su argumento era que los seres humanos son organismos sociales—construcciones sociales, si lo prefiere—quienes no pueden ser removidos del contexto que los define y continuar siendo seres humanos. El Robinson Crusoe adulto era claramente un ser humano, pero su humanidad resultaba de una historia de socialización previa. El lenguaje, el pensamiento, el arte—todo lo que hizo humano a Crusoe había resultado de su vida en comunidad. Invirtiendo la lógica misesiana, Marx sostenía que el todo colectivo llamado “sociedad” creaba a sus miembros individuales, quienes podían ser entendidos tan solo examinando las reglas de esa sociedad. Marx dio un paso adicional e intentó extender los principios y la metodología de las ciencias duras—tales como la previsibilidad y el control—a la sociedad.

Los liberales clásicos contrarrestaron diciendo que una persona que ha sido criada en el aislamiento completo aún sería un ser humano. Por ejemplo, tendría una escala de preferencias y actuaría para alcanzar a la más alta de ellas primero. Es cierto, que sin la interacción social, las principales potencialidades dentro de la humanidad de la persona nunca se desarrollarían o serían expresadas. Por ejemplo, no habría razón para desarrollar las habilidades del lenguaje y ninguna posibilidad de convertirse en padre. Si el individuo aislado fuese rescatado y colocado dentro de la sociedad, sin embargo, sus potencialidades no expresadas podrían emerger perfectamente. Pero cualesquiera fuesen las características desarrolladas, las mismas emergerían de su propio potencial inherente como un ser humano y serían el resultado de las interacciones individuales que experimentó. Las características no emergerían debido a que un todo colectivo llamado “sociedad” las definió en existencia.

Los liberales clásicos no combatieron la afirmación de que los grupos poseían una dinámica acumulativa que era diferente a la dinámica del hombre aislado. Después de todo, solamente en sociedad surgieron los intercambios intelectuales y económicos. Pero creían que las diferencias podrían ser explicadas desdoblando la dinámica del grupo en las intrincadas interacciones de los individuos que lo constituían. Por ejemplo, todo lo atinente a una conversación podía ser desdoblado en las declaraciones, el lenguaje corporal, y las acciones de los individuos implicados. Nada sobre la conversación requería principios de explicación adicionales.

Este enfoque metodológico funcionaba para analizar incluso a todos colectivos extremadamente complejos tales como “el Estado.” Todo lo que el Estado hizo o era podía ser reducido a las acciones individuales. Como Mises lo explicaba, “el verdugo, no el Estado, ejecuta a un criminal. Es el significado de aquellos interesados lo que discierne en la acción del verdugo a una acción del Estado.” Los individuos que observan al verdugo ven el Estado en acción solamente porque una abstracción conocida como “el Estado” proporciona un contexto para su acción. Igualmente, la gente nunca ve u oye verdaderamente a una conversación del grupo. Todos lo que ven u oyen son individuos hablando, y etiquetan a la suma de su intercambio como una “conversación del grupo.”

El individualismo metodológico tuvo implicancias profundas para la teoría de la ingeniería social. Si los todos colectivos eran un “proceso mental” dentro de los individuos antes que entidades concretas con existencia independiente, entonces no tenía sentido alguno sostener que existían reglas y las características únicas que se aplicaban a los colectivos y no a los individuos. El individualismo metodológico removió a los todos colectivos de un reino objetivo gobernado por los principios científicos y los regresó al reino subjetivo del juicio y de las preferencias humanas. En vez de ser capaces de diseñar instituciones sociales, tales como los bancos, para funcionar junto a los principios científicos, los ingenieros sociales fueron reducidos a individuos reguladores. Fueron involucrados en la planificación de cómo los seres humanos expresarían sus preferencias en el futuro—un conocimiento que los propios individuos raramente poseían.

Y sin embargo, un interrogante subsiste. Sin planificación, ¿cómo puede mejorar la sociedad? Parte de la respuesta será encontrada en el segundo concepto que ronda la obra de Hayek y de Mises.

El Orden Espontáneo

Durante el siglo dieciocho, teóricos como Adam Smith comenzaron a examinar el impacto que las consecuencias no queridas de la acción humana tenían sobre la sociedad. Éstas eran las consecuencias colectivas que se amplificaban como un resultado de los individuos persiguiendo sus propios intereses individuales. Por ejemplo, si veinte personas caminaban la distancia más corta a través de un campo, un sendero tosco a través del campo sería establecido. Pero el forjar el sendero sería una consecuencia involuntaria de la meta consciente de cada individuo—alcanzar el otro lado rápidamente.

Smith venía a creer que la sociedad y sus instituciones podían ser comprendidas de la mejor manera posible mediante la referencia a tales consecuencias no queridas. Considérese el precio del pan de ayer. Nadie legisló cuánto se encontraba usted dispuesto a pagar el pan ayer. Ese precio resultó de factores imprevisibles tales como cuán altamente usted apreciaba al pan veinticuatro horas atrás. La institución social del precio, por lo tanto, ha sido establecida espontáneamente. La misma era también auto-correctiva; es decir, el precio espontánea y rápidamente fluctuó para reflejar los factores cambiantes, tales como la disponibilidad de pan. Y porque tales cambios eran imprevisibles, sólo una respuesta espontánea—no una pre planificada—podía responder adecuadamente.

Ningún escritor contemporáneo ha explorado la idea de las instituciones sociales espontáneas y autocorrectivas en mayor profundidad que Hayek. En su ensayo “Principios de una Orden Social Liberal,” Hayek abordó una objeción que él encontraba a menudo. Escribió: “Mucha de la oposición a un sistema de libertad bajo leyes generales surge de la inhabilidad para concebir una coordinación efectiva de las actividades humanas sin la organización deliberada por parte de una inteligencia comandante” (Studies in Philosophy, Politics and Society, 1960).

Para los holistas sociales, el “orden” y la “eficiencia” eran conceptos que parecían estar ligados juntos. Mises y Hayek acordaban, pero utilizaban una definición diferente de “orden.” Para los holistas sociales, la palabra parecía conjurar visiones cuasi-militares de una sociedad marchando hombro a hombro hacia una meta común. La misma se encontraba incorporada en planes quinquenales que reducían el funcionamiento de la sociedad a ecuaciones matemáticas. Por el contrario, el orden al que adherían Mises y Hayek era uno espontáneo en el cual los individuos perseguían sus propios y diversos intereses sin la coordinación de una autoridad central.

¿A qué se parece dicho orden? Un ejemplo clásico es el Mercado de Valores de Nueva York, el cual fue creado como un lugar en el cual las acciones podían ser compradas y vendidas de lunes a viernes a partir de las 9 de la mañana y hasta las 4 de la tarde. Ninguna autoridad predominante establecía los precios, límites de volumen, etc. Estos eran establecidos por los bolsillos de los individuos que perseguían sus propias preferencias de una manera que se asemejaba al caos. Vociferando en el piso, que se encontraba dispuesto a comprar la acción ABC al precio X, un comerciante intentaba perseguir nada más que las preferencias de su cliente. Pero una consecuencia involuntaria de su acción era el establecimiento de un precio general para la acción ABC.

El orden espontáneo puede asemejarse al caos. En palabras de Hayek, es la clase de orden “cuya justificación en el instante particular puede no ser reconocible, y el cual. . . aparecerá a menudo ininteligible e irracional.” (“Individualismo Verdadero y Falso” en Individualism and Economic Order, 1948) Irónicamente, esta semejanza al caos puede indicar un aspecto de por qué el orden espontáneo es eficiente. Después de todo, las circunstancias cambiantes a las cuales esta clase de orden responde no poseen algún orden lógico o predecible. Así como el piso de la negociación de un mercado de valores no puede funcionar según las reglas de etiqueta de la Srta. Manners, también una sociedad dinámica requiere de instituciones con fluidez.

De hecho, la principal ventaja de un sistema de toma de decisiones descentralizado puede bien ser su capacidad para ajustarse constante y rápidamente a las circunstancias cambiantes. Allí donde la ingeniería social exige un futuro estable y un conocimiento divino del presente, el orden espontáneo reconoce e incorpora la inevitabilidad del cambio y la insuficiencia del conocimiento humano.

Un individuo conoce tanto como es posible conocer sobre sus propias preferencias y actos futuros. Cuanto más lejos usted se mueve del individuo, menos confiables se torna la información—y menos perfectas las consecuencias de la toma de decisiones.

Divergiendo desde un punto común

Hay un sentido en el cual tanto Hayek como Mises basaron sus argumentos para la libertad individual sobre la ignorancia humana. En La Constitución de la Libertad (1960), Hayek reconoce que la necesidad de libertad “descansa principalmente en el reconocimiento de la inevitable ignorancia de todos nosotros en lo referente a muchos de los factores sobre los cuales dependen el logro de nuestros fines y el bienestar.” Irónicamente, los constructivistas emplean en gran medida el mismo argumento para su posición: los seres humanos no son naturalmente perfectos, por lo tanto la sociedad debe ser dirigida y diseñada. Desde un punto de acuerdo común—es decir, la insuficiencia del conocimiento humano—las dos partes alcanzan conclusiones diametricalmente opuestas.

Wendy McElroy ‏ 
@WendyMcElroy1

EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,