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miércoles, 1 de octubre de 2014

ALBERTO MEDINA MÉNDEZ, EL ESTADO ES "ESENCIALMENTE" INEFICIENTE.

Afirmar que el Estado es "esencialmente" ineficiente puede resultar una afirmación algo audaz para muchos, pero solo se trata de una mera descripción bastante concordante con lo que muestra el presente.

Es importante no caer en la trampa que proponen los que se sienten a gusto equiparando la realidad con sus propias utopías. No es razonable discutir intentando poner en un plano de igualdad, una evidencia de la vida cotidiana con esa entelequia con la que sueñan los mismos que dicen que el problema son los protagonistas de la historia y no la estructura conceptual sobre la que se edifica cierta visión ilusoria.

Los defensores de la idea del Estado eficiente dicen que existen sobrados ejemplos en la actualidad de naciones que han llevado adelante proyectos exitosos que permiten dejar atrás las recurrentes críticas a las eternas deficiencias que se describen con lujo de detalles.

Lo cierto es que esos países que parecen victoriosos en esta batalla por conseguir esa fantasía, son buenos ejemplos gracias a un proceso de comparación superficial con otros efectivamente peores como los que se conocen tan frecuentemente en estas latitudes. Se trata, en todo caso, de una mirada relativa, que elogia exageradamente desempeños considerados aceptables respecto de otros claramente desafortunados.

Es solo una cuestión de matices, pero no de fondo. El Estado y la eficiencia son conceptos absolutamente contrapuestos, definitivamente incompatibles, que no tienen consonancia alguna. Tal vez para profundizar la discusión sea necesario recordar que la eficiencia está directamente asociada a "conseguir un propósito empleando los medios idóneos" y se debería partir desde allí si se quiere analizar el asunto con seriedad y sin apasionamientos excesivos.

El Estado dispone habitualmente de administradores circunstanciales, simples operadores del sistema, que en general son los que han superado ciertos procedimientos de selección, que en el mejor de los casos son representantes elegidos por el mandato popular en las democracias más desarrolladas, y en otros ni siquiera bajo esa modalidad, sino bajo las reglas de esquemas mas autoritarios y arbitrarios.

En todos los casos, los que toman decisiones son personas que administran un patrimonio ajeno, bienes que son de todos los ciudadanos de una jurisdicción, dineros de cada habitante local. A la hora de orientar esos recursos, aun mediando la buena fe, la mejor de las intenciones y un espíritu saludable, se cae inevitablemente en cierta injusticia.

No es que en el sector privado eso no pueda suceder. También allí se toman determinaciones inadecuadas y se cometen errores, muchas veces groseros. La diferencia pasa por quien paga los costos de esos desaciertos.

Cuando algo sale mal y están involucrados solo privados,  pues se trata de decisiones que se han tomado asumiendo la existencia de riesgos y los costos de esas cuestiones las pagan solo los individuos involucrados.

Ahora cuando esas decisiones equivocadas se incurren en el ámbito estatal, los disparates los pagan todos los ciudadanos. Eso significa que cada individuo deberá trabajar más para que nuevamente le sean quitados más recursos ganados con su esfuerzo vía más impuestos, endeudamiento o emisión monetaria.

Los criterios de eficiencia tienen que ver con ideas relacionadas a la austeridad, al lucro  y a la humana necesidad de solo gastar con la visión de maximizar utilidades. Al menos así se razona en el medio privado, y hasta en el estrictamente individual y familiar. No es que se trate de un mecanismo infalible, de hecho no siempre sale bien, pero cuando alguien falla el que paga los costos también es ese operador particular y no todos.

En el sector estatal, la austeridad es un concepto casi siempre ausente. A la hora de elegir, de erogar y comprar, no necesariamente se tomarán decisiones como en el sector privado. Se incurrirán probablemente en excesos, lujos superfluos y privilegios que ni se justifican. A cambio de eso se obtendrá un resultado de menor jerarquía, que insume más recursos de los necesarios, al menos si se toma como referencia el criterio con el que se hubiera manejado una inversión llevada adelante con dinero propio.

Al final del camino, la discusión conducente solo debería pasar por minimizar los niveles de ineficiencia. Pero se debe asumir previamente esa ineficiencia intrínseca del Estado, propia de su esencia, que forma parte de sus entrañas más profundas y que no debe ser negada para poder operar adecuadamente. La tarea pasa por atenuar el impacto de esos despilfarros, acotar lo improcedente e incorporar cierta dosis de racionalidad.

No es que no exista forma alguna de lograr parcialmente resultados alentadores. Pero algunos ingredientes son imprescindibles para conseguirlo. La transparencia en el uso de los recursos, la publicación de los actos de gobierno, la información abundante y al alcance de los ciudadanos, permite disminuir el costado negativo de esta innegable realidad.

Los procesos abiertos de información, evitan parte de la corrupción estructural y reducen la chance de que el funcionario de turno seleccione caminos con absoluta discrecionalidad. Se debe trabajar mucho en esta cuestión, pero resulta indispensable entender el problema con claridad y asumir definitivamente que el Estado es esencialmente ineficiente.

Alberto Medina Méndez
albertomedinamendez@gmail.com
@amedinamendez

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lunes, 3 de febrero de 2014

GERÓNIMO FIGUEROA FIGUERA, ADEMÁS DE INEFICIENTE Y CORRUPTO, ES MAULA, NUESTRA OPTICA

Este régimen que ya lleva 15 años atropellando los derechos fundamentales de los venezolanos, no solo ha demostrado ser ineficiente y corrupto, sino que también es mala paga. No tiene obras de envergadura construidas que mostrar y las que recibió  realizadas cuando asumió están deterioradas por falta de mantenimiento. Es mala paga porque habiendo manejado mas de mil millones de millones dólares por concepto de venta de nuestro petróleo no le paga a quien le debe. O sea, le debe a cada santo una vela, como dicen en el buen criollo venezolano.
Con los trabajadores dependientes del estado  venezolano tiene una deuda de mas de 30 millardos de bolívares por concepto de pasivos laborales. Hay trabajadores que han muerto sin cobrar sus prestaciones sociales y otros que si las hubiesen cobrados en el tiempo que les correspondía hubiesen comprado por lo menos un apartamento y un carrito de segunda mano, pero  cuando las cobraron el dinero estaba tan devaluado que apenas pudieron comprar un rancho de cartón y una bicicleta.
Producto de las seis devaluaciones aplicadas por el régimen en un lapso de seis años,  el dinero en tiempos de revolución bolivariana tiene poco poder adquisitivo para los venezolanos de a pie. En 1998 un dólar costaba 460 bolívares de los viejos, no de los “fuertes”, en 2014 con la última devaluación se necesitan once mil trescientos bolívares para comprar  el mismo dólar. Está prohibido olvidar que en 2008 el régimen encabezado por el difunto y apoyado por Maduro le quitó tres ceros a la moneda y nos dijeron que eso blindaría al bolívar como moneda fuerte.
El gobierno de Maduro tiene deudas por 3 mil millones de dólares con las líneas aéreas internacionales que operan en el país, y ya algunas de ellas han dejado prestar servicio. Esto pudiera ocasionar que Venezuela quede aislada en ese sentido y solo podrían viajar por aire los que tengan aviones propios, Nicolás Maduro en el jet presidencial o en Cubana de Aviación y los boliburgueses en los aviones de PDVSA.
El  gobierno de Maduro tampoco le paga al sector farmacéutico y por eso no hay medicinas en las farmacias. El sector automotriz tampoco recibe los dólares para cumplir con los proveedores y por eso no hay repuestos para los vehículos. Diez periódicos de provincia han dejado de circular  en la versión física y según los inventarios, todos los diarios, incluyendo los que se imprimen Caracas, solo tienen papel para llegar hasta el mes de febrero, lo cual le terminaría de dar la estocada final a la libertad expresión y de información. El gobierno de Maduro no suelta los dólares para comprar el papel periódico en el exterior.
El grupo de Alimentos Polar ha dicho que las reservas de materia prima para elaborar la harina pan con la que los venezolanos preparamos las arepas se agotarán en pocos días, porque  el gobierno de Maduro le debe 450 millones de dólares. Polar produce el 48% de la harina para las arepas que comemos los venezolanos y el gobierno de Maduro tiene secuestradas las empresas que deberían producir el 52%  de la harina, pero por el saqueo que han hecho con esas empresas, no producen ni una bolsita de harina.  La deuda total que tiene el gobierno de Maduro con el sector alimenticio es  de 2500 millones de dólares.
Cuando el régimen chavista llegó al poder,  la deuda externa venezolana era de 27 mil millones de dólares,  hoy es de 200 mil millones de dólares. Los Boliburgueses fundaron empresas de maletín con las que en 2012 saquearon 20 mil millones de dólares. Los enchufados no solo se robaron la producción petrolera por más de mil millones de millones  dólares, sino que endeudaron al país con china por mas de 40 mil millones de dólares que también se la robaron. Sin embargo quieren pagar el peo y acusar de la escasez de divisas a los venezolanos que solo pueden comprar 2900 dólares anualmente para viajar al exterior a disfrutar de vacaciones.
geron2ff@yahoo.com
CNP: 569

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domingo, 5 de enero de 2014

OSWALDO ÁLVAREZ PAZ, 2014, PEOR DE LO MISMO, DESDE EL PUENTE

El proceso de destrucción de Venezuela continuará. 2013 fue un paso más en un camino ideologizado. No deja nada útil. Por el contrario, las negativas tendencias que profundizó avanzarán con mayor fuerza en el año que se inicia. 
No se trata ya de incrementar la incertidumbre sobre el destino del país. Sabemos de qué se trata. La multiplicidad de diagnósticos existentes sobre los quince años del desastre, permite ver con claridad tanto el presente como el futuro inmediato. 
Si todo se queda como está o si el régimen avanza en el proyecto comunista que lo orienta, desaparecerán definitivamente los principios y valores en que fuimos formados y por los que, al menos en mi caso, contabilizo bastante más de cincuenta años de lucha. Altas y bajas, triunfos y derrotas, tanto partidistas como personales, han logrado clarificarnos la visión lo suficiente para ver los peligros y mantener la combatividad necesaria para enfrentarlos y derrotarlos con ánimo de superación definitiva.
En 2014 continuaremos la lucha por la vida en libertad, por nuestras familias, por los municipios donde nacimos y en los que actualmente vivimos, por la propiedad y el derecho de cada cual a dedicarse a las actividades económicas y laborales de su preferencia, por el derecho a abrazar la religión que queramos. Por las universidades y el sistema educativo integralmente considerado. Por la libertad de expresión y el derecho de la nación a estar informada, por la libertad de asociación de empresarios y trabajadores. En fin, por todo aquello que hace la diferencia entre una democracia y una dictadura que, además de comunistoide, entreguista y traidora a la patria es probadamente ineficiente para lo bueno y bastante corrompida. La instalación de la Asamblea lo ratifica. La consigna de Año Nuevo es profundizar la lucha para liquidar este régimen represivo y oprobioso. Vacilar sería perder la patria, parafraseando al atormentado Bolívar.
oalvarezpaz@gmail.com 

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