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miércoles, 30 de octubre de 2013

HÉCTOR SILVA MICHELENA, LICENCIA PARA AVASALLAR

La Ley Habilitante se cierne como un hacha sobre el cuello de la República. La increpación de Maduro proferida hace poco: “O transformamos el modelo económico o la burguesía le quebrará el espinazo a la revolución” (El Nacional, 07-10-1013), no da pie a otra interpretación. Diosdado Cabello fabricaría el hacha, al decir: “Vamos por la Ley Habilitante contra la corrupción”. El quórum lo completaría una operación turbia: la solicitud  de  antejuicio contra la diputada María Aranguren de la oposición.

Aseguró Maduro que la Ley también pretende combatir la guerra económica: "Que cese la guerra y el sabotaje y que me dejen gobernar como manda la Constitución". 
Mas “En los últimos doce meses la inflación registra un salto de 45,4% y culminará 2013 con el mayor avance en los últimos 17 años; el bolívar ha perdido 32% de su valor en el mercado oficial y 76% en el paralelo;  la reservas internacionales acumulan un descenso  de 24%, la escasez de productos básicos es de 20% y la economía solo creció  1,6%  en el primer semestre” (V. Salmeron, El Universal, 07/10/13). Ya se han perdido 180 días de su toma de posesión y nada hizo para sacar a flote la economía.
Esta Ley impulsaría un “gobierno de fuerza” ya que entregaría poderes especiales con el fin de intervenir en casi todos los ámbitos nacionales. Esta gente se ve al borde del colapso, el legado de tres lustros de Chávez: corrupción y crisis económica. En la AN del 8 de octubre, Maduro “denunció” corrupción roja ‘graves" que se propone combatir: el Fondo Chino, Cadivi, Seniat, Indepabis y Ferrominera del Orinoco. "Es necesario rescatar el látigo Chávez”, amenazó.
¿A quiénes alude? No lo dijo pero, el Fondo Chino es administrado por Rafael Ramírez,  zar del petróleo y ahora en el área económica. De Cadivi dijo: eliminar "El Cadivismo", una de las "expresiones más vulgares de la existencia de la burguesía parasitaria en la historia de la Venezuela de los últimos 100 años". Cadivi fue manejada por Eudomar Tovar quien estuvo 4 años en Bandes (2005-2009), donde muchos de sus funcionarios lo usaron como alcancía personal, y 3 años en Cadivi (2001-2013). El presidente del Seniat es José D. Cabello, hermano de Diosdado, designado el presunto narcotraficante Rafael Isea, ahora cantando en la DEA.
La pesadilla de Maduro es la economía, a pesar de ello  da muestras de que Venezuela no pretende desviarse de la misma ruta seguida por Cuba, un país en ruinas. La inefable ministra Carmen Meléndez lo niega, pero declaraciones posteriores hechas por Jorge Arreaza, sobre los incondicionales nexos de Caracas y La Habana han certificado que tal vaticinio llegará a hacerse realidad. Esta es la única razón por la cual Maduro anunció la creación de estados mayores en todos los ministerios. Es una estrategia militar para, en ruta hacia el vasallaje, afrontar problemas de orden económico y social. La guerra y la política se relacionan. Primero lo señaló Maquiavelo y más tarde Karl von Clusewitz, sentó las bases para su estudio metódico. ¿Quiénes asesoran?
Basta recordar que Arreaza dijo que Venezuela va a radicalizar y profundizar la “revolución bolivariana” porque las pautas ya fueron trazadas por Chávez y Fidel Castro de la mano de Cuba, clara señal de que el Gobierno no pretende desviarse de la catastrófica ruta seguida durante más de cinco décadas por La Habana. Los resultados son visibles para los venezolanos democráticos, que vemos con  angustia la “cubanización” del  país no solo en materia política, ideológica y social sino también por las cuantiosas subvenciones con que el Gobierno mantiene a flote al régimen de la isla convertida en un insostenible lastre para la economía de Venezuela.
Seamos sinceros: lo que se pretende es imponer el diktum castrista, y habilitar una dictadura que asoma sus fauces sangrientas. No sólo tenemos sangre, sudor y lágrimas. Tenemos nuestra civilidad democrática que vencerá a un gobierno sumiso para que el país no sigua siendo una ominosa provincia cubana.
Hector Silva Michelena 

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jueves, 17 de octubre de 2013

HÉCTOR SILVA MICHELENA, CONTRASTES EN EL INTERIOR DEL RÉGIMEN PETROLERO, PRIMERA PARTE

            En otra parte, habíamos afirmado que los enorme esfuerzos  hechos en los años 1974-78, bajo el lema de La Gran Venezuela, plasmados en el V Plan de la Nación, y que tenían como respaldo financiero la enorme cantidad de recursos que generó el choque petrolero de esos años, fueron precipitados, mal planificados y peor ejecutados. Esos esfuerzos se concretaron en la voluntad de construir una economía post-petrolera sobre dos ejes: la aceleración del desarrollo del polo industrial de Guayana y la nacionalización de la industria petrolera. Esto significó  una profunda modificación del modo de desarrollo establecido. 

En efecto, por una parte, la conversión y constitución del sector público en el eje principal del proceso de industrialización trastornó la relación Estado-.economía tal como había sido formulada hasta entonces: una economía mixta, con un Estado promotor del sector privado mediante varios estímulos como la política de sustitución de importaciones (ISI) mediante la protección arancelaria y para-arancelaria, vía las licencias de importación, créditos a tasas aceptables, facilidad en la obtención de divisas, la implantación de parques industriales, etc.  Por otra parte, la absorción de la industria petrolera por la esfera estatal transformó los fundamentos del régimen petrolero, es decir, la entente y el modo de regulación de las relaciones Estado-compañías extranjeras. 

De esta manera, las dos formas institucionales, verdaderos pilares o pivotes de la regulación macroeconómica venezolana fueron reconfigurados. Hacemos aquí un juicio de hecho y no de valor .Sobre todo, porque la nacionalización de la industria era una vieja aspiración del nacionalismo venezolano ya desde la época del “trienio”(1945-48), donde la ideología socialdemócrata, muy cercana la socialismo, de Acción Democrática, era la que respiraba el pueblo venezolano…mas no todos los militares de aquella circunstancial y equívoca alianza.

En economía, estos cambios  institucionales significativos suelen ser como un viento fuerte que levanta en el mar una larga columna de olas de gran tamaño que desafían a los surfistas más hábiles. Se requiere de gran pericia para no ser devorado por el intenso oleaje. Así tiene que suceder con los dirigentes de las economías que sufren mutaciones importantes. ¿Tenía esa pericia y visión de mediano y largo plazo los dirigentes venezolanos de ese u otros períodos por venir? No lo creemos, a juzgar por los resultados obtenidos hasta el presente. En efecto, a raíz de los cambios mencionados  se desataron y fueron creciendo con el tiempo, en el interior mismo del régimen petrolero, una serie de contradicciones que, desde luego, repercutieron en toda la sociedad venezolana. 

Agruparemos esas contradicciones en tres series: 1) un triunfo de la ideología rentista desde mediados de los años1970 hasta inicios de los años 1990. 2) Bajo el segundo mandato de Caldera, la política giró hacia el aumento de la producción, lo que continuó, por vías radicalmente, durante el largo período que lleva Chávez. Llamamos a esta serie el  paso de la apertura a la renacionalización. 3) la continua disminución progresiva de la capacidad de arrastre del régimen petrolero sobre el resto de la economía.

El triunfo de la ideología rentista (1973-1992)

            La situación de la industria petrolera se había deteriorado considerablemente cuando PDVSA asumió su control total. Desde 1970, la producción había caído en 37% principalmente por la desinversión de las compañías extranjeras y el agotamiento de yacimientos sobre-explotados  desde los años 1950(Riquezas, 1986; Mommer, 1996). Ante la política de apropiación creciente de la renta  de los gobiernos democráticos (1958-1998), la estrategia  de las transnacionales petroleras – es decir, extraer al máximo con un mínimo de inversión, a la espera del fin de las concesiones – había terminado por tener un alto costo en términos de dinamismo y de capacidad de producción. Por tal razón, las costosas inversiones de los años 1976-82 fueron destinadas no sólo  a reponer el sector en sus niveles precedentes sino, además, a modernizar los equipos productivos, a aumentar considerablemente la capacidad de refinación y a renovar la flota comercial (Núñez y Pagliacci, 2007). Respecto a la producción, el nuevo holding del sector público apenas logró mantener volúmenes  cercanos a los de 1975, hasta 1981. Después, entre 1981 y 1985, la producción cayó a niveles excepcionalmente bajos, que retrocedían al país a los volúmenes producidos en 1951en términos absolutos y de 1933 en valor por habitante

Esta lentitud tan acentuada correspondió al triunfo de lo que Mommer (1996), Baptista (1997), Silva Michelena (2003,2006) y otros denominaron como ideología rentista del Estado Venezolano. Esta doctrina se fundaba sobre un temor, el del agotamiento del recurso,  y sobre el deber que llamaba a la nación a no dejar escapar esta riqueza petrolera pasajera a fin de desarrollar la economía no petrolera. Resonaba así el eco del inolvidable (y mal interpretado) artículo que en 1936 había escrito Uslar Pietri en el diario Ahora, setenta años atrás. El hueso del razonamiento consistía en preparar la salida de la especialización petrolera, financiando aquellos sectores que podrían tomar el relevo y “sostener la prosperidad futura” (Mommer, 1996).

Esta “psicología rentista” era justificada por tres factores. Primero, los dirigentes del país tenían la convicción de que en el curso de los decenios precedentes, el precio del barril era fijado voluntariamente a un nivel muy bajo por las transnacionales petroleras. Segundo, esos dirigentes consideraban que la sobre-explotación del petróleo venezolano  había dejado al país sumido en un potencial futuro reducido y declinante. Tercero, la clase política había percibido siempre a la industria petrolera como un sector no sólo extranjero sino también extraño a los intereses nacionales, como un enclave, cuyas perspectivas en términos   de puesta en acción de una red de desarrollo industrial era muy limitada.

Juan Pablo Pérez Alfonso fuel “padre” de una doctrina que puede resumirse como una estrategia agresiva  de precios a una estrategia de volúmenes muy conservadora. En otras palabras, el objetivo consistía en maximizar la “renta de la tierra” (Mommer, 1996) para tratar de prolongar la vida y duración de las reservas  y, recíprocamente, sostener los precios en el mercado mundial limitando el crecimiento de la producción, e incluso disminuyéndola. Estos son los fundamentos de toda la política petrolera de Venezuela desde mediados de los años 1970 hasta los años 1980. Según datos recientes, esta política rentista continúa.


                           Fuente: Baptista (2005) y cálculos propios sobre datos de BP (2008).

Sin embargo, el cálculo de los políticos y sus asesores, que apostaban al mantenimiento de precios altos en los años 10970, fu erróneo. Si es cierto que durante ocho años  (1973-81) el ingreso fiscal petrolero alcanzó niveles record al mismo tiempo que la producción disminuía rápidamente, esta dinámica llegó a su fin, de manera abrupta, desde 1982 (Gráfico I). La excesiva política de sostén de los precios, con el propósito de maximizar la renta, no fue más que un éxito pasajero. El curso de los precios petroleros alcanzaron, ciertamente, niveles excepcionales, mas contrariamente a las esperanzas de los países de la OPEP, esos precios tan elevados originaron la reducción de la demanda de los países importadores. Esta demanda tardó un decenio en retomar su nivel de fines de los años 1970 (BP, 2008)

El contra-choque de los años 1980 y el mantenimiento de precios bajos hasta 2003, pusieron al desnudo el error político de los dirigentes venezolanos y sus asesores. Por una parte, la disminución de la producción terminó por repercutir pesadamente  sobre la renta captada por el Estado y, por otra parte, el país perdió rápidamente su cuota de mercado ante el alza de la potencia de los nuevos productores. Con relación a esto, el recorrido venezolano comparado con el saudita habla por sí mismo.

Los resultados de esta política ponen en evidencia lo que Mommer (1996) describía como “la perspectiva rentista limitada”. Puede considerarse que, a largo plazo, al frenar voluntariamente a su “gallina de los huevos de oro”, el Estado venezolano amputó  la palanca en la que residía su poder de arrastre de la economía del país. A fin de cuentas, la trampa  de la ideología rentista atrapó a Venezuela. Irónicamente, el apogeo de la estrategia conservadora en materia de volúmenes, tuvo lugar en el mismo momento en que se descubrían nuevos yacimientos, que duplicaron las reservas probadas del país. Se activó así un círculo vicioso, en el cual el Estado no disponía  de los ingresos necesarios para financiar una nueva expansión petrolera, precisamente porque su política anterior se había basado en la maximización de la renta por barril y la minimización de los volúmenes producidos.

Hector Silva Michelena 

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domingo, 9 de diciembre de 2012

HÉCTOR SILVA MICHELENA, MAO Y LAS COMUNAS, COMUNISMO CHINO

Chávez quiere ser implacable: Imponer las comunas a sangre y fuego. Algunos piden “mano de hierro” para purgar su chavocracia.
Este es un ejemplo histórico que copio de libro Mao. La historia desconocida. Jung Chang y Jon Halliday, Taurus, 2006, pp 532-533.
“Mao exigía un ritmo de trabajo frenético y utilizaba la “emulación” como táctica para que la gente compitiera entre sí.
Hombres desnutridos y exhaustos, mujeres y niños eran obligados a trabajar la tierra a paso ligero teniendo a menudo que correr al tiempo que transportaban cargas extremadamente pesadas, y en toda estación, lo mismo si hacia un sol de justicia que un frío devastador. Todo el día tenían que trotar durante kilómetros por la montaña acarreando agua para los campos.
Pasaban la noche en vela para mantener en funcionamiento “hornos de patio”.
A esto lo llamaba Mao, “espíritu comunista”. En noviembre de 1958, durante una de las muchas escenificaciones teatrales, afirmó por primera vez que los campesinos se negaban a hacer descansos “aun cuando se les pida que descansen, ellos se niegan” y a continuación describió lo que él consideraba un día optimo: “A partir del 1º de enero del año que viene abra un cambio: 8 hora de sueño, 4 para comidas y descansos, 2 horas de estudio [es decir adoctrinamiento] […] 8-4-2-10”, siendo 10 las horas de trabajo.
En el mismo tono generoso, concedió algunos días de permiso: 2 al mes y 5 en el caso de las mujeres (en vez de 3, como había contemplado en un principio)”.
“Estas mínimas concesiones eran en parte consecuencias de las epidemias, que a Mao le preocupaban mucho, porque reducían la plantilla.
En el verano de 1958, Mao obligó a toda la población rural a organizarse en unidades nuevas y más amplias denominadas “Comunas del Pueblo”.
El objetivo era mejorar el rendimiento del sistema esclavista de trabajo.
El propio Mao explicó que al concentrar los campesinos en un número menor de unidades (más de 26 mil en toda China), “eran más fáciles de controlar”.
La primera comuna el “Sputnik Shayashan”, se estableció en su provincia modélica, en Henan. Sus estatutos, realizados por Mao y promocionados por él como “un gran tesoro”, estipulaban que todos los aspectos de la vida de los miembros debían ser controlados por las comunas.
Las 9.369 familias tenían que “entregar a la comuna la totalidad de sus terrenos, casas, animales y árboles”. También tenían que vivir en residencias colectivas “conforme a los principios de beneficiar la producción y el control”; además los estatutos estipulaban de forma explícita que sus casas serian “desmanteladas” “en caso de que la comuna necesitara sus ladrillos, azulejos o madera”. La vida de los campesinos giraba exclusivamente en torno al “trabajo”.
Todos los miembros debían ser tratados como si estuvieran en el ejército, con un sistema de reglamentación organizado en 3 niveles: la comuna, la brigada y el equipo de producción (generalmente un pueblo entero).
No se les permitía guardar más que cantidades de dinero insignificantes. Las comunas eran, de hecho, campos de concentración de mano de obra esclava”.
“Mao llegó a coquetear con la idea de eliminar los nombres de la gente y sustituirlos por número.
El Henan y otras zonas consideradas ejemplares, la gente trabajaba los campos con un número cocido a sus espaldas. El propósito de Mao era deshumanizar a los 550 millones de campesinos chinos y convertirlos en el equivalente humano a los animales de tiro”.
Esto es lo que desea el Dictador implantar en Venezuela. 

silvamichelena@yahoo.es

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