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miércoles, 26 de junio de 2013

ALVARO VARGAS LLOSA, LA REBELION DE LOS NO TAN POBRES, FUENTE TABANO INFOMA, BRASIL,

El Diario Exterior - 23-Jun-13 - Opinión


http://www.eldiarioexterior.com/la-rebelion-de-los-no-42386.htm

La rebelión de los no tan pobres

Álvaro Vargas Llosa

La calle brasileña está ardiendo de manifestantes, de ira y de reclamos. Como ardió el año pasado la de Argentina y el año anterior la de Chile. Y como arderán otras calles latinoamericanas, es lo más probable, en el futuro. ¿Hay algo en común a todas estas explosiones de rebeldía popular? ¿Es más lo que las equipara que lo que las diferencia? ¿Es lo que ahora sucede en Brasil un asunto únicamente brasileño?

“La voz de la calle tiene que ser escuchada”, dijo la Presidenta Dilma Rousseff desde Planalto esta semana. Era la aceptación, después de muchos días de silencio desconcertado, de que muchos brasileños están en serio entredicho con el estado de cosas imperante y dispuestos a expresar una rebeldía masiva y sostenida. 

No es una imagen que el mundo esperaba de un país-estrella y mucho menos en la era de Lula, que ha prolongado su figura en la Presidencia de Dilma (de lo cual fue una prueba más el que la presidenta se reuniese con su antecesor, luego de admitir la crisis social, para pedirle consejo). 

Pero para los brasileños, la sorpresa es mucho menor que para el resto del mundo: algo no anda bien en Brasil desde hace unos años. El éxito del Partido de los Trabajadores, es decir la era Lula, ha cedido el paso, poco a poco, a una desconfianza hacia el poder en todos los niveles, en la que se combinan desde el hastío con una corrupción percibida como endémica hasta el temor a que la desaceleración económica de los últimos tres años sea el fin de una ilusión.

La pregunta clave es si detrás de esta explosión de cólera está el éxito o el fin de la ilusión. Porque ha habido ambas cosas en el Brasil de la última década y no puede descartarse que lo que sucede sea, como lo fue en el caso chileno, un asunto de expectativas desbordantes desatadas por la nueva prosperidad y enfrentadas a las insuficiencias o la mediocridad de los servicios públicos.

La primera impresión, sin duda, es esa. Por varias razones: los manifestantes pertenecen a la clase media, no a las favelas, y lo que piden no es lo que pide la gente pobre, sino la gente que ha dejado esa orilla pero se siente lejos de haber llegado a la otra. 

Así como en Chile la demanda que nucleó a todas las otras fue la educación, en Brasil ha sido el transporte (lo que gatilló la protesta inicial fue el aumento del precio en unos 10 centavos de dólar en Sao Paulo). Pero, a diferencia de Chile, aquí se han sumado casi desde el comienzo exigencias que tienen que ver no sólo con la expectativa de ser mejores, sino con el temor a volver a ser peores. En Chile había quienes cuestionaban todo el modelo, pero ese no era el tenor del grueso de la protesta; en Brasil hay quienes creen que hay el serio riesgo de que los 40 millones que salieron de la pobreza en las últimas dos décadas vuelvan a su condición anterior, o al menos se acerquen a ella.

¿Qué sucedió en Brasil en todos estos años? Diría, simplificando hasta la insolencia, que dos cosas:

Primero: el ascenso de la clase media gracias al crecimiento que Lula heredó de Fernando H. Cardoso y que él mantuvo, y la expansión del aspecto redistributivo del modelo. 

Después: el frenazo de los últimos tres años, las marchas y contramarchas para tratar de echar a andar la locomotora y la creciente sensación, en la clase media, de que las sombras del consumo abundante de los últimos años empezaban a opacar a las luces. 

Esto último no devolvió a la clase media a su condición anterior: al contrario, sigue siendo grande y abundante. Pero sí la devolvió a la realidad: una realidad que se expresa en el hecho de que los hogares destinan entre un tercio y 40 por ciento de sus ingresos a pagar deuda, la inflación es alta (ha llegado en el caso de los bienes no transables al 9 por ciento) y la inversión está en niveles bajos (la tasa es de apenas un 18 por ciento del PBI, 10 puntos porcentuales menos que algunos de los de la Alianza del Pacífico).

Vuelvo por tanto a la pregunta anterior: ¿crisis de éxito o de fracaso? Los muchos años de crecimiento y redistribución crearon una clase media que consumía a crédito lo que nunca soñó consumir. Esa clase media, sin embargo, se encontró con una infraestructura paupérrima (los agricultores pagan cuatro veces más que sus pares en otros países sólo para llevar lo suyo a los puertos) y unos servicios muy malos, todo ello en medio de una corrupción dantesca en todos los niveles de gobierno. 

Ese encontronazo es, sin duda, parte de la causa de la rebelión. Está expresada tanto en el tipo de manifestantes como en la naturaleza de sus reclamos, que empezaron con el transporte y se extendieron a la educación, la salud, la moral pública. Pero luego hay otro aspecto: un constante reclamo contra la falta de crecimiento, contra lo que se percibe como una desaceleración que puede ser de larga duración. Lo que dice ese aspecto de la rebelión es: no queremos volver a ser pobres. A diferencia del reclamo del éxito, este es el reclamo del fracaso: el modelo se ha agotado y tememos mucho que todo haya sido una ilusión.

Pocas cosas indignan más a una población que la inflación. Brasil tomó, hace dos años, una decisión arriesgada al empezar a bajar las tasas de interés, que eran, en efecto, desmesuradamente altas, por orden política. Pero la inflación ya era significativa y superaba a la de otros países latinoamericanos. ¿El resultado? Un dato lo dice todo: hace pocos meses tuvieron que empezar a subir las tasas otra vez. Los precios que han indignado a los manifestantes son en parte el resultado de la inflación: aunque esos precios han estado subvencionados y en ciertos casos congelados por gobiernos locales, por los estados o por el gobierno federal (según de qué rubro hablemos), la inevitable aceptación de la realidad ha provocado que muchas de las tarifas, incluido el transporte en Sao Paulo, suban.

Ha contribuido también a aumentar algunas tarifas el hecho de que el gobierno, como parte de una política destinada a reducir lo que consideraba que era una excesiva tasa de retorno para el capital, obligara en su momento a muchas empresas a poner precios irrealmente bajos en un primer momento (fue el caso de la gasolina: Petrobras tuvo que vender el combustible por debajo del precio de mercado, con lo cual sus ganancias cayeron, y debió reducir sus inversiones o gastos de capital). Ahora, dándose cuenta de que la caída, o al menos el ritmo bajo, de la inversión no augura nada bueno en medio de la desaceleración general, empieza a dar marcha atrás en ciertas medidas y suben las tarifas para permitir a las empresas mayores márgenes.

La calle va más rápido que el gobierno. Protesta también contra otras cosas. Ya no acepta ni siquiera la inversión masiva del gobierno en infraestructura, más de 12 mil millones de dólares, relacionada con las citas mundiales de 2014 (fútbol) y 2016 (Olimpiadas). No hay semana que no se haga alguna denuncia por cobro de sobreprecios en las distintas obras. La calle se subleva: ¡basta de corrupción!

La gran diferencia con Chile es todo el aspecto adicional de la rebelión que mencioné: los brasileños temen que el modelo no siga dando lo que ya dio. El otro aspecto -la exigencia de servicios y justicia acordes con la nueva clase media- sí tiene un parentesco muy directo. ¿Cuál de los dos aspectos es más determinante en la calle brasileña? Sospecho que el segundo, pero el primero no está lejos del primero.

¿Y qué relación guarda con lo que vimos en Argentina? Más apropiado sería, tal vez, hablar de las rebeliones argentinas en plural. Porque en la última década larga se han registrado dos. La primera fue la del célebre “¡Que se vayan todos!”. Esa ocurrió en 2001/2. La otra empezó en 2012, pero en cierta forma continúa, esporádica, todavía.

En 2001/2, la clase media, que había crecido mucho con la bonanza de los 90, se vio ante el abismo: el modelo, por culpa de un gasto público incompatible con la convertibilidad, hizo crisis. De súbito, la prosperidad se iba como arenilla entre los dedos. Era una rebelión contra el fin de la ilusión (en eso se parece, desde la perspectiva de hoy, aunque con muchas diferencias de matiz, a uno de los dos grandes elementos de la protesta brasileña de hoy). Pero la reciente es más compleja, pues se trata de una rebelión también de la clase media, pero con dos caras: una se expresa contra el populismo autoritario, es decir, contra el kirchnerismo, del que desconfía desde hace buen tiempo. La otra cara se expresa también contra el gobierno, pero en nombre del populismo, pues lo que le reprocha no es el fracaso, sino la timidez en las políticas populistas.

A diferencia de Chile o Brasil, donde era y es potente el reclamo de servicios de primer mundo para una economía que ha hecho brotar una vasta clase media, en Argentina el reclamo es de democracia y de economía libre para un sector, y para el otro, de más tercermundismo (pienso sobre todo en los peronistas radicales, parte de ellos vinculados al sindicalismo, y en las “patotas”). Es decir: Argentina está librando una batalla entre el primer y el tercer mundo en la protesta, mientras que Chile y Brasil, al menos en el aspecto que ambas protestas comparten, están debatiendo cómo hacer que los servicios y el Estado se acoplen a la economía exitosa. En el caso de Brasil, como queda dicho, hay además el otro aspecto: el temor de la clase media a volver al tercer mundo. ¿Es esto último parecido a lo que reclaman los argentinos hastiados del populismo? Sólo en parte. Los argentinos que reclaman no temen volver al tercer mundo: más bien sienten que han sido arrastrados de regreso a él por el kirchnerismo y, por tanto, lo que piden es salir de él.

Por supuesto, surge la pregunta: ¿qué país vendrá después? ¿Será el Perú, donde un aumento explosivo de la clase media ha puesto mucho dinero en el bolsillo de la gente, pero donde los servicios relacionados con la educación y la salud, así como el Estado en su conjunto, son deplorables? ¿Será Colombia, donde también ha aumentado la clase media y donde la polarización por la negociación con las Farc y las relaciones exteriores del Presidente Santos parece un escenario de riesgo? ¿Será acaso México, donde el PRD y su base social de izquierda están a la espera de un fracaso del PRI para quedar como la única alternativa, tras la fuerte derrota del PAN en las últimas elecciones?

No lo sabemos. Otra cosa que tampoco sabemos es si será posible una respuesta común en toda la región a esta rebelión de las clases medias, pues las diferencias parecen significativas entre caso y caso. Pero, dada la rapidez con que viaja hoy el ejemplo, el que logre la fórmula será copiado. Como fue copiado el programa de asistencia social condicionada, “Oportunidades”, de México, por ejemplo, con algunas variantes, según de qué país hablemos.

América Latina, tradicionalmente el continente de las mayores desigualdades, donde el coeficiente Gini de los expertos registraba sus grandes hazañas estadísticas, quería una clase media. Ya la tiene. Ahora no sabe qué hacerse con ella.

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domingo, 9 de junio de 2013

ROSENDO FRAGA, EEUU Y CHINA EN LA REGIÓN, FUENTE TABANO INFOMA

TABANO INFORMA

EEUU Y CHINA EN LA REGIÓN

ROSENDO FRAGA
http://www.nuevamayoria.com/index.php?option=com_content&task=view&id=3970&Itemid=40

La diplomacia de los EEUU está dando señales claras de una mayor prioridad hacia América Latina. En la primera semana de mayo el Presidente Obama visitó México y Costa Rica, donde se reunió con los seis presidentes de América Central; en la última semana de mayo, el Vicepresidente Biden visitó Colombia, Brasil y Trinidad Tobago; esta semana el secretario de Estado, Kerry, asiste a la asamblea anual de ministros de Relaciones Exteriores de la OEA que se realiza en Guatemala; en junio Obama recibe en la Casa Blanca a los presidentes de Chile -los chilenos podrían ingresar sin visa a los EEUU- y Perú, en septiembre al de Uruguay y en octubre a la Presidenta de Brasil. Al mismo tiempo, EEUU ha pedido ser aceptado como observador en la Asociación del Pacífico, abre la posibilidad a un TLC con Uruguay -aunque el país pertenezca al Mercosur- y estudia la propuesta del Presidente de Colombia para que su país tenga una relación formal con la OTAN. Al mismo tiempo, la subsecretaria del Departamento de Estado para América Latina (Robertson) ha dicho que preocupa la influencia iraní en la región, pero que igualmente pretende mejorar las relaciones con Cuba, Argentina, Venezuela y Bolivia (los países donde se registra esta influencia con mayor intensidad). El interés por la energía, el hecho de que el 40% de las exportaciones estadounidenses se destinen a América Latina, los problemas de seguridad y la mayor presencia de China son los hechos que explican esta mayor prioridad.
China por su parte también ha mostrado un mayor interés relativo por la región en las últimas semanas. En la segunda semana de mayo, el Vicepresidente chino (Li) visitó sólo Argentina y Venezuela: un país exportador de alimentos y otro de energía que se encuentran en dificultades económicas y aisladas de los EEUU. En la última semana de mayo, el Presidente chino (Xi) recibió en Pekín al Presidente de Uruguay, mostrando el interés por la región dada la dimensión del país. El 31 de mayo inició una gira por América Latina. Primero visitó Trinidad Tobago -que en dos semanas recibió al Vicepresidente de EEUU y al Presidente de EEUU, y donde se han descubiertos importantes fuentes de energía-, sigue ahora en Costa Rica y culmina en México, que en un mes recibe al presidente estadounidense y al chino. Esta gira es el preámbulo de la cumbre bilateral de los presidentes de China y EEUU que tiene lugar el 6 de junio en Washington y es la primera a la que asiste Xi. Pero el interés chino por América Latina es ante todo económico y comercial, y no político o estratégico (a diferencia de lo que sucede en África). Pekín asume que esta región es un área de influencia de los EEUU, ante todo por razones geográficas. El nivel de compras e inversiones de China en la región, si bien han crecido mucho como en todo el mundo, sigue siendo más bajo que con África.
Este interés simultáneo de EEUU y China por la región beneficia relativamente a los países de la Asociación del Pacifico, cuya cumbre de presidentes se realizó en Cali en la última semana de mayo. Este grupo, que acaba de cumplir un año de su creación formal y que suma a México, Colombia, Perú y Chile, si bien tiene menor población y PBI que el Mercosur, tiene mayor volumen de comercio exterior (se define como la octava economía del mundo) por tener TLC tanto con EEUU como con diversos países del Asia. Al ser Panamá y Costa Rica observadores en la Asociación, la decisión de Washington de incorporarse en la misma calidad cambia su peso estratégico y lo potencia. La posibilidad de que los dos países más pequeños del Mercosur (Uruguay y Paraguay) puedan incorporarse a la Asociación del Pacífico, o que incluso avancen en acuerdos comerciales con los EEUU como se mencionó, muestra su dinámica en América del Sur, de donde parecía haberse replegado en el primer mandato de Obama al aceptar el liderazgo de Brasil, que se articulaba a través de UNASUR. La mencionada posibilidad de que Colombia se acerque a la OTAN -cabe recordar que Uribe en su segundo mandato firmó un acuerdo para el uso de bases colombianas por parte de EEUU que Santos dejó sin efecto-, ha generado ya el rechazo del Presidente de Bolivia, Evo Morales.
En este marco, adquiere significación la Cumbre semestral de presidentes del Mercosur que tiene lugar en Montevideo. En esta reunión participarán los presidentes de Bolivia y Ecuador, que han iniciado el proceso de incorporación en los últimos meses. También asumirá la Presidencia semestral pro-tempore el Presidente venezolano, Nicolás Maduro, cuyo país fue incorporado como miembro pleno un año atrás en la Cumbre realizada en Mendoza. Ambos hechos muestran que el Mercosur se ha ampliado incorporando a los tres países del ALBA de América del Sur, quizás como respuesta a la gestación de un bloque alternativo a través de la Asociación del Pacífico, el que comienza a adoptar algunas actitudes políticas, aunque sólo es un acuerdo comercial. La Cumbre tratará también la readmisión de Paraguay, suspendido en junio del año pasado por la destitución del entonces Presidente Lugo. Pero esta ampliación tiene lugar en momentos en que Uruguay y Paraguay comienzan a sentir la atracción de la Asociación del Pacífico. Cabe señalar que en 2012, con las economías de Brasil y Argentina frenadas, Uruguay y Paraguay crecieron más que ellas, mostrando una independencia económica inédita. La causa es clara: los dos países están exportando más al Asia que a Brasil.
El Mercosur es un acuerdo comercial firmado hace 22 años que luego se fue desarrollando como bloque político y Brasil, que lo había dejado en segundo plano por Unasur, ahora parece recuperarlo como alternativa a la Asociación del Pacífico. Cabe señalar que el Presidente Mujica acaba de elogiar al de Colombia por las negociaciones con las FARC, al mismo tiempo que Evo Morales lo critica por el acercamiento a la OTAN. Como el nuevo Presidente de Paraguay asume el 15 de agosto, Mujica propuso postergar la Cumbre que iba a tener lugar el 28 de junio para fines de agosto.
En conclusión: en el último mes EEUU ha dado muestras de dar mayor prioridad relativa a las relaciones con América Latina, con visitas a la región del Presidente y el Vicepresidente; lo mismo ha sucedido con el Presidente y el Vicepresidente de China, evidenciando también mayor interés relativo por la región; la Cumbre de Presidentes de la Asociación del Pacifico implicó un paso más en su consolidación, pero es el pedido de incorporación de EEUU como observador el hecho de mayor importancia; por último, la cumbre de Presidente del Mercosur avanzará en su fusión con los países del ALBA, mientras Uruguay y Paraguay miran hacia el otro grupo regional.

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