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sábado, 27 de septiembre de 2014

GABRIEL S. BORAGINA, EXPLOTACIÓN Y PLUSVALÍA.

La principal crítica que suele hacerse al sistema capitalista dice que, como consecuencia de su funcionamiento, los obreros o trabajadores -en general- son "explotados" por los capitalistas que los emplean.

Este planteo tiene su origen en la teoría de "la plusvalía" marxista, por la cual K. Marx sostenía que "el valor" de todos los bienes que se producen en el mercado reside pura y exclusivamente en el trabajo que a ellos les dedican tales obreros y empleados. Del total de este "valor", el capitalista extraería una pequeña porción del mismo que entregaría al obrero en concepto de salario, y la "mayor diferencia" se la apropiaría aquel para sí mismo. A esta "mayor diferencia", K. Marx la llamó "plusvalía". De donde concluirá que el obrero era "explotado" por el capitalista y por esa misma diferencia (o "plusvalía").
De inmediato, aparecieron varios detractores de esta absurda tesis, entre los que destacaron, como los más contundentes, los autores de la Escuela Austriaca de Economía, principalmente su fundador Carl Menger, y uno de sus más aventajados discípulos, Eugen von Böhm Bawerk, los que con éxito demostraron que no existe tal "plusvalía", ya que el valor de las cosas no descansa en su trabajo. Las cosas no valen porque se haya "trabajado" en ellas, sino que se les dedica trabajo porque valen. El valor es anterior al trabajo y no su resultado. Esto es de sentido común en realidad, como demostraremos seguidamente.
Cuando el ama de casa va de compras al supermercado y compra una salsa de tomates, al llegar a la caja para pagar no le pregunta a la cajera "cuantas horas de trabajo utilizó el empleado de la plantación de tomates para la cosecha del producto", y en función de esa respuesta conocer y pagar la supuesta "plusvalía". Simplemente, elije la salsa de tomates considerando solamente dos parámetros: 1) el precio y 2) la calidad del producto, (y -quizás- uno tercero, relacionado con el segundo, que es la marca). En su elección, no cuenta la "plusvalía", no sólo porque no la conoce (ni puede conocerla) sino y fundamentalmente porque no le interesa en absoluto para consumar su compra.
Supongamos ahora que el capitalista productor de tomates quisiera ganar $ 500 por cada unidad de salsa de tomates y el obrero de la plantación que lo cosecha estimara por su trabajo su "plusvalía" también en $ 500.- por unidad (es decir, en la misma suma), pero que sin embargo, terminado el producto y puesto a la venta en el comercio minorista, el público decide no pagar más de $ 100.- por cada unidad de esa salsa. ¿Dónde queda pues la "plusvalía" del obrero cosechador y de su patrono el productor capitalista? Exacto: queda en la nada...en cero. Lo que demuestra nuevamente que la fantasmagórica "plusvalía" no es más que un febril e imaginario invento marxista. Toda la ganancia, tanto del obrero como del capitalista estará contenida en alguna suma inferior al precio de venta que el consumidor ha decidido libremente pagar. Lo que, a su turno, nos dice que, tanto la ganancia del capitalista como el salario del obrero emergen de ese precio de $ 100.- abonado finalmente por el ama de casa en el supermercado, y que es el precio que estima justo para una unidad de salsa de tomates. ¿Alguien quiere hablar en este supuesto de "explotación"? Pues es libre de hacerlo. Pero en todo caso, quien estaría "explotando" al obrero de la plantación de tomates no es el capitalista, sino el consumidor. Aunque en realidad, el consumidor no está "explotando" a nadie, simplemente está pagando lo que considera es el precio de mercado, el precio justo del producto que adquiere, lo mismo cuenta para cualquier bien o servicio: ropa, calzado, electrodomésticos, muebles, inmuebles, automotores, barcos, aeronaves, motores, fábricas, empresas, etc. En el capitalismo, el consumidor decide quién gana y quién pierde. Quien pierde podrá quizás lamentarse y considerarse "explotado por el sistema", pero esto le importa un comino al consumidor. En el capitalismo, el consumidor es el soberano, el director real del "sistema", y tiene al capitalista y a sus obreros y empleados, a sus pies.
¿Y quién es el consumidor de los productos elaborados por el capitalista? Pues –curiosamente- sus mismos obreros y empleados, mas los obreros y empleados de los demás capitalistas que compiten con el primero. Con lo que, quien decide su nivel de ingresos como obrero de la plantación es el mismo obrero en su rol de consumidor al consumir la salsa de tomates que el mismo ha colaborado en producir mediante el trabajo de cosecha.
Alguien podría pensar que la "explotación" surgiría de todos modos en la manera en que el capitalista distribuye esos $ 100.- (que -en definitiva- el consumidor paga por cada lata de tomates) guardándose para sí $ 99 y entregándole $ 1 al obrero. Pero esta suposición sigue siendo pueril. En la vida real del mercado, con esos $ 100.- obtenidos por el capitalista deberá: 1) pagar los créditos que haya tomado para llevar adelante su producción, por ejemplo, préstamos bancarios, de los cuales deberá sufragar el capital prestado y sus intereses. 2) Seguidamente, de esos $ 100.- también deberá pagar los costos de sus instalaciones (amortización de maquinarias, alquileres, hipotecas, gastos de energía como luz, gas, teléfono, combustible de cosechadoras, etc.). 3) De esos $ 100.- también deberá afrontar los impuestos con los cuales el gobierno grava todo lo anterior, más también su producción. 4) Luego, de esos $ 100.- deberá pagar los salarios de sus obreros y empleados. Y, (5) recién en quinto lugar, luego de pagar todos esos gastos previos, podrá deducir lo que se llama su "ganancia". De donde observamos que, descontados todos sus costos, sus "ganancias" apenas representarán un quinto de lo cobrado por el producto final.
Va de suyo que, la distribución de esos $ 100.- no puede hacerla de un modo tal que "explote" a sus prestamistas; locadores; proveedores de materias primas; servicios públicos; al fisco, obreros, empleados, etc. Todos estos costos del capitalista son costos fijos, y no puede decidir no pagarlos o pagarlos en la cuantía "que quiera", so pena de quebrar y cerrar definitivamente su producción. No le queda pues ningún margen para "explotar" a sus obreros y/o empleados. No le queda más remedio que pagarles lo que realmente les debe por su trabajo. Que como ya vimos, no consiste en ninguna "plusvalía", cuya inexistencia ya hemos demostrado.
Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

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domingo, 13 de julio de 2014

CARLOS VILCHEZ NAVAMUEL EL MITO DE LA EXPLOTACIÓN DEL PETRÓLEO POR LAS GRANDES COMPAÑÍAS EXTRANJERAS EN VENEZUELA, DESDE COSTA RICA

¿Cuánto y en qué dimensiones explotaron las empresas extranjeras los yacimientos de hidrocarburos en Venezuela? ¿Se aprovecharon  en demasía estas compañías  del oro negro venezolano, como lo han afirmado algunos? Una breve investigación -como veremos más adelante-  nos dice que esto no es cierto.

Wikipedia nos informa que “Los pueblos originarios de Venezuela, al igual que muchas sociedades antiguas, ya utilizaban petróleo crudo y asfalto, que rezuman naturalmente a través del suelo hacia la superficie, en los años anteriores a la colonización española. El petróleo, el líquido negro y espeso, conocido en Venezuela por los lugareños como mene, se utilizaba principalmente para fines medicinales, como fuente de iluminación, y para el calafateado de canoas”. Y añade que “En 1799 Alejandro von Humboldt encontró un manantial de petróleo en la Península de Araya”.

Un sitio de Internet denominado Monografías nos explica que “En Venezuela la primera concesión para la explotación de petróleo fue otorgada el 24 de agosto de 1865 por Jorge Surtherland, Presidente Constitucional del Estado Soberano del Zulia, al ciudadano norteamericano Camilo Ferrand para "taladrar, sacar y exportar petróleo o nafta en todo el estado Zulia", concesión que caduca al año siguiente por incumplimiento de contrato. En 1878 se otorga una concesión a Manuel Antonio Pulido Pulido para explotar el petróleo descubierto en su hacienda "La Alquitrana", para lo cual creó la Compañía Minera Petrolia del Táchira que comenzó a operar efectivamente, es decir, con producción comercial, en 1883. Ese mismo año, se produce otra concesión que es entregada a Horatio Hamilton y Jorge Phillips sobre el lago de asfalto de Guanoco, y que fue posteriormente traspasada a la New York and Bermúdez Company”.

El entonces presidente Cipriano Castro aprobó un nuevo Código de Minas para la Nación el 23 de enero de 1904, estableciendo así un principio que marcaría dramáticamente el curso de la industria petrolera hasta su nacionalización en 1976.  Pero los primeros pozos de real importancia no se perforaron sino hasta la década de 1910 y su producción era realmente muy baja, como se sabe en 1922 apenas se obtenían 6.000 barriles diarios. Para 1928, Venezuela producía  más de 290.000 b/d, exportando unos 275.000 b/d, ubicándolo como el segundo productor mundial de petróleo y el primer exportador.

El mismo sitio nos dice que “Es así como en octubre de 1918 se promulgó el primer Decreto Reglamentario del Carbón, Petróleo y Sustancias Similares, que fijó la regalía entre 8% y 15% y se estableció, también por vez primera que, una vez finalizada la concesión, debían las minas revertir a la nación –con todos sus edificios, maquinarias y obras anexas– sin pago alguno por parte del gobierno. En julio de 1920 se aprobó la primera Ley de Hidrocarburos, fijándose el mínimo para la regalía en 15%. En esta Ley se estableció también la figura de las reservas nacionales, concepto según el cual, una vez finalizado el período inicial de exploración, la mitad de la superficie explorada revertía a la nación y el gobierno debía negociar esas reservas, obligado por ley, en condiciones más ventajosas para la nación, superando los mínimos en impuestos y regalías. Se redujo además el área de las concesiones y se reafirmó inequívoca-mente la propiedad estatal de los yacimientos”.

También nos explica que con “La Ley de 1943 se logró por primera vez establecer en el país un régimen único y uniforme para todas las concesiones de hidrocarburos, tanto para las otorgadas con anterioridad, como las que se concederían posteriormente, mediante el mecanismo de la conversión.  Con esto los concesionarios se acogían a la nueva legislación, con sus mayores cargas impositivas, pero el gobierno renunciaba a cualquier reclamo originado por la situación anterior.   La ley no sólo uniformó, sino que también incrementó los impuestos y regalías. Las regalías, por ejemplo, de un máximo de 15%, y promedio de 9%, pasaron a un mínimo de 16,66 % de lo producido medido a boca de pozo, que sólo en casos excepcionales, al declinar la capacidad productiva de los yacimientos, se podría disminuir para preservar el valor comercial de la explotación. En 1948 Se estableció la soberanía impositiva del Estado, reconociéndole la atribución, por medio de leyes de impuesto sobre la renta, para modificar los tributos”.

Un artículo de Manuel Taibo el 20/11/2011 publicado por el periódico digital Aporrea titulado  “Venezuela y petróleo, desde 1917 a 1976” nos informa  cómo y con cuánto se beneficiaba el Estado venezolano con las concesiones otorgadas a las grandes compañías extranjeras entre las fechas arriba anotadas y  como veremos más adelante no eran porcentajes nada despreciables, todo lo contrario, recibir un 42%  de promedio de las entradas por la explotación del petróleo era un porcentaje muy alto, razón por la cual Venezuela estaba entre las naciones más prósperas de América Latina.

Taibo explica que “A partir de 1928, Venezuela fue el primer exportador de petróleo, hasta 1970 que pasó al tercer lugar. Un resumen de la riqueza extraída lo hace el conocido experto en política petrolera, creador de la OPEP, Juan Pablo Pérez Alfonzo: “En ese largo período, 1917-1975, se extrajeron unos 31.972 millones de barriles de petróleo, a los cuales se agregan 6.692 millones en equivalente térmico del gas asociado producido con el petróleo. La riqueza así liquidada —capital colectivo de los venezolanos, puesto que los minerales son propiedad pública— habrá alcanzado a la fabulosa cantidad de 38.664 millones de barriles que al precio promedio declarado, aun a ese precio, la riqueza liquidada alcanza a más de 104.167 millones de dólares; pero la participación pagada al Tesoro Nacional fue sólo de 43.900 millones de dólares: un 42%”

Y agrega en su artículo que “La importancia de la industria petrolera se refleja en el proceso histórico del presupuesto nacional. En 1936, cuando comienza el período, los ingresos están situados en 274 millones de bolívares; en 1945 habían subido a 713 millones; en 1946 pasan a 1.099 millones; en 1950, a 2125 millones, y en 1960, a 6812 millones. Entre 1962 y 1976, con cambios en los precios que ha sido el elemento fundamental, y regularizada la producción con una política que culminó en 1975 con la tan “cacareada nacionalización petrolera”. http://www.aporrea.org/actualidad/a133941.html

Si esto es así, entonces la explotación de hidrocarburos por parte las grandes compañías en Venezuela duraron solamente cerca de 4 décadas, porque como explicamos anteriormente  esta industria fue nacionalizada en 1976 por el entonces presidente Carlos Andrés Pérez. Sin duda la explotación de los hidrocarburos de las grandes compañías extranjeras en Venezuela es solo un mito,  libros como Las venas abiertas de América Latina “desdibujaron la historia” pero la realidad como vemos es otra.

Las conclusiones que podemos sacar de esta información es que la época de oro de Venezuela fue precisamente cuando las grandes transnacionales de la industria de hidrocarburos tenían sus concesiones y la actividad no estaba nacionalizada, para 1960 por ejemplo se hacían grandes obras de infraestructura, los ciudadanos no pagaban impuesto alguno, no había deuda externa y más bien la moneda se revaluaba, pareciera más bien que esta nacionalización fue la que llevó a Venezuela a la debacle al dejar en manos de políticos el manejo total de esta actividad como lo demuestran los últimos 15 años que es el período donde más petrodólares se han obtenido gracias a su exorbitante precio y el período en el que menos obras se han hecho.     

Carlos Vilchez Navamuel
carlosvilcheznavamuel@gmail.com
@carlosvilchezn

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