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lunes, 31 de agosto de 2015

ARIEL PEÑA, EL ESTALINISMO DE NICOLÁS MADURO EN TODO SU FUROR, DESDE COLOMBIA,

Nicolás  Maduro venido de lo mas enfermizo de la secta marxista leninista, ya que milito en la Liga Socialista de tendencia maoísta, que era cercana ideológicamente a  “sendero luminoso” en el Perú, como presidente de Venezuela  muestra su prosapia estalinista al perseguir y expulsar  a los Colombianos que viven en poblaciones fronterizas del vecino país, especialmente del  Táchira, usando esa treta para ocultar el fracaso de la revolución y el socialismo, además hay  posibilidades de que pierda las elecciones legislativas del 6 de  diciembre, lo cual lo ha llevado a un estado de pánico, porque los miembros del engendro marxista especialmente si están en el manejo de la burocracia estatal, debido a la superstición caen en la esquizofrenia ante la crisis y buscan enemigos en cualquier  parte, para dar rienda suelta a sus instintos insanos.

El  mandatario Venezolano al mejor estilo de genocidas de la talla de Pol pot, Stalin, Hitler, entre otros, usa la xenofobia para perseguir  colombianos que por diversas circunstancias están en ese país, buscando acrecentar el chovinismo y de esa manera lograr popularidad y de ahí que  había promulgado hace 3 meses el decreto 1787 por el cual se creaba y activaba las zonas operativas de defensa integral marítimas e insulares, el cual incluía aéreas  marítimas pendientes de delimitar con Colombia, sin embargo ante la postura enhiesta del pueblo  Colombiano dicho decreto fue derogado, pero además  Maduro le ha buscado problemas a su vecino occidental Guyana, por el prolongado litigio con el territorio del Esequibo.

Sectores de la izquierda marxista en Colombia, han dicho de manera hipocrática en muchas oportunidades,  que en Venezuela se encuentran en poblaciones fronterizas una gran cantidad de ciudadanos de nuestro país refugiados por el conflicto interno, pero ante la agresión y expulsión de que han sido víctimas miles de ellos por parte del régimen de Maduro, no mencionan la convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados que manda   protegerlos en el país donde se encuentren, así  que de acuerdo a las normas internacionales de ACNUR- agencia de la ONU para los refugiados, los estados tienen la obligación de no expulsarlos ni devolverlos, pero la izquierda marxista se calla y  celebra las medidas del gobierno venezolano sin mostrar ningún gesto de humanismo.

También las Farc desde   la Habana  defiende a Maduro, y como una advertencia  han afirmado que el país vecino “es y seguirá siendo indispensable en el proceso de paz” lo que demuestra  claramente que para los marxistas leninistas la patria es un comodín, que   de manera oportunista se usa de acuerdo  a las condiciones, pues la naturaleza del comunismo totalitario se basa en el engaño y sus intereses no son a favor de la nación colombiana, y la soberanía de la que  tanto alardean es una patraña ya que apoyan a las fuerzas foráneas que se identifican con sus dogmas comunistas, como  ocurrió en el  diferendo  con  Nicaragua.

Lo realizado en contra de  Colombianos en San Antonio del Táchira, por parte de la  Guardia Nacional Venezolana a raíz del cierre de la frontera,  de acuerdo  a algunos analistas es similar a  “la noche de los cristales rotos” del 9  al 10 de noviembre de 1938 en la Alemania  Nazi en contra de los judíos  y sus propiedades, en donde no solamente hubo asesinatos  sino que se deportaron a miles de ellos, además de que sus casas eran marcadas igual que ocurre en el país vecino con las viviendas de  Colombianos, por ello no hay diferencias entre el marxismo y el nazismo, pues  en los dos el estado asume todo el poder sobre las personas quitándole los derechos individuales.

La izquierda marxista criolla que indiscutiblemente es enajenada, quiere exculpar los delitos de lesa humanidad que esta cometido Maduro en contra de los Colombianos, con  el batiburrillo del contrabando, la manipulación del dólar y la infiltración paramilitar y de paso se va lanza en ristre contra los medios de comunicación que simplemente informan lo que ocurre en la frontera, resaltando que el comunismo totalitario de acuerdo a sus mentiras y a la  practica  orwellana, respalda la cacería de brujas del régimen chavista que en su paranoia busca paramilitares dentro de las  gentes humildes que por variadas razones se encuentran en poblaciones  de Venezuela que limitan con Colombia, pues se le está desmoronando el cuento del socialismo del siglo XXl  al régimen y a pesar de eso los comunistas  de nuestro país, le sirven  por su patología de adláteres a Maduro.

Ariel Peña
arielpena49@yahoo.com
@arielpenaG

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lunes, 9 de abril de 2012

EDUARDO MACKENZIE / GAITÁN, ENTRE LA REALIDAD Y LA LEYENDA

Decir mentiras sobre la historia de Colombia es repudiable. Ningún vínculo familiar con el difunto Jorge Eliécer Gaitán puede ser invocado como excusa para burlar esa exigencia intelectual y moral. Todo lo contrario.
María Valencia Gaitán publicó el pasado 9 de abril en un diario bogotano un artículo en el que vuelve a servir una falsa leyenda: la que le atribuye al gobierno del presidente Mariano Ospina Pérez la muerte del caudillo liberal.
María Valencia debería investigar realmente cómo ocurrió y por qué ocurrió el 9 de abril de 1948. Pues ella parece ignorar muchas cosas. Joven, sensible, inteligente, capaz, ella podría investigar los verdaderos orígenes del 9 de abril, aceptar la verdad y romper, por fin, las cadenas ideológicas y psicológicas que fabricaron los asesinos de Jorge Eliécer Gaitán. Pues el líder liberal fue asesinado dos veces. Cuando dispararon cobardemente contra él y unos días después cuando esos mismos conjurados lanzaron, en Bogotá y París, la especie de que el gobierno de Ospina Pérez y el “imperialismo norteamericano”, eran los culpables de ese atentado y de las violencias inauditas que Bogotá y el resto del país sufrieron.
En su artículo, María Valencia Gaitán sugiere que los conservadores y el liberalismo no gaitanista, habrían ordenado el atentado, dentro de un contexto de múltiples violencias que ella describe, en acto de unilateralismo muy completo, como un “genocidio” que los conservadores habrían cometiendo “contra los gaitanistas”. En otras palabras, Ospina Pérez habría decidido desatar la onda de choque que estuvo a punto de derrumbar su propio gobierno, que pudo haber quebrado las instituciones y disolver abruptamente la IX Conferencia Panamericana. Según ella, el presidente Ospina Pérez habría preferido incendiar el país y poner en peligro su propia vida y la de los delegados a esa conferencia, incluido el secretario de Estado norteamericano general George Marshall, pues no había encontrado otra manera de frenar la marcha de Gaitán hacia el poder.
Lamentablemente, esa triste engañifa fue impuesta a los colombianos, y a la familia Gaitán, a fuerza de campañas de propaganda marxista que duraron años. Esa impostura ha tenido éxito por la cobardía de ciertos historiadores que no quisieron hacer su trabajo de manera profesional y porque el debate fue siempre confiscado.
El 9 de abril de 1948 fue uno de los primeros grandes crímenes de la Guerra Fría. Fue un golpe solapado de Stalin contra el mundo democrático, en un momento clave: cuando la URSS creía, por un lado, que los Estados Unidos iban a desatar contra ella una guerra mundial, y cuando veía, con cierta clarividencia, que el Plan Marshall, en sus dos variantes, una para  Europa y otra para América Latina, sería la palanca formidable que contendría el expansionismo comunista en los dos continentes.
Es lamentable ver que la nieta de Gaitán, a estas alturas, sigue ignorando que el Bogotazo tuvo un trasfondo geopolítico mayor, que la brutal muerte de su abuelo no fue otra cosa que el medio escogido por Moscú para propinarle un golpe a Washington y al panamericanismo. Ese golpe tenía también un objetivo local: abrirle avenidas a los comunistas colombianos, quienes habían sido barridos de la escena política y de los sindicatos por la acción del gaitanismo. Gaitán si bien admiraba a la URSS, detestaba a los comunistas de Vieira y Durán. Y esa no fue la única de sus intuiciones geniales.  Moscú tenía otra meta local más ambiciosa: sacar a Colombia de la esfera del mundo libre.
¿Cómo es posible que María Valencia Gaitán ignore esos hechos?
Hace 60 años que Colombia espera la aparición de la gran biografía de Gaitán. El culto de Gaitán existe, y eso es legítimo. Sin embargo, es un culto original: sin textos litúrgicos indiscutibles y sin grandes pontífices. Si la biografía definitiva de Gaitán no ha sido aún escrita es porque falta el elemento central: la verdad. La verdad de la vida de Gaitán y, sobre todo, la verdad de su asesinato. En general, las personas que se han aproximado a ese tema lo hacen sin osar remover cuatro obstáculos: una investigación judicial mal hecha, un relato de base mítico, una visión ideológica tenaz y un enfoque localista, que niega hechos importantes de la Guerra Fría. Desde tal perspectiva esas personas no pueden pensar ni escribir libremente.
Lo más dramático de todo es que la familia de Gaitán sigue repitiendo la versión inventada por los victimarios de Gaitán, en lugar de rebelarse contra ese doble crimen, contra el hombre y contra la historia de Colombia.
¿Cómo es posible que en su artículo María Valencia Gaitán no haya hablado una sola vez de la guerra a muerte que existía entre los comunistas y el gaitanismo? ¿Cómo es posible que ella siga diciendo que los puentes estaban rotos entre los liberales, los conservadores y el gaitanismo? ¿Cómo es posible que ella diga que el partido liberal, bajo la dirección de Gaitán, era ya un partido socialista, cuando Gaitán habló hasta el último día de su vida de “liberalismo-socialista”, lo que es otra cosa?
Ese análisis de María es consternante. ¿Cómo es posible que ella siga alegando que Fidel Castro estaba en Bogotá para asistir a un pacífico “congreso de estudiantes”, olvidando que a Bogotá llegaron,  desde marzo de 1948, no sólo el cubano citado, quien tenía ya dos muertos en sus espaldas, sino decenas de otros aguerridos stalinistas de Europa y Latinoamérica, y que la tarea de todos ellos, expertos en subversión, era sabotear la Conferencia Panamericana y dirigir una insurrección armadas contra el poder? ¿Cómo ella puede ignorar la documentación que existe al respecto? ¿Cómo puede ignorar que ese era el tipo de trabajo que organizaba el Komintern en esos años y que ese aparato dio golpes similares al del 9 de abril en otros países? ¿No sabe lo que hizo durante la guerra civil española? ¿Lo que hizo en Checoslovaquia? ¿Ignora que Jan Masaryk, otro gran líder liberal anticomunista, fue “suicidado” por agentes de Stalin, pocos días antes del asesinato de Gaitán, el 9 de marzo de 1948?
El concepto de “genocidio” que María Valencia Gaitán emplea sin mayor reflexión debería utilizarlo contra los que mataron a Gaitán: son ellos los creadores de las “repúblicas independientes” ulteriores, los manipuladores de bandidos como Sangrenegra y Tirofijo, los creadores de las Farc y de los otros organismos criminales que han asesinado colombianos y desordenado el país durante 60 años. Son ellos los que aplican aún hoy una política de aniquilación contra Colombia. ¿Sería mucho pedirle a María Valencia que  trate de ver la historia de su patria con anteojos que no sean ideológicos?
*Periodista y escritor, autor de Las FARC fracaso de un terrorismo, Random House Mondadori, Bogotá, 2007.
eduardo.mackenzie@wanadoo.fr

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