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viernes, 27 de agosto de 2010

EL REY DEL COMUNISMO O DEL CONSENTIMIENTO POLÍTICO, JUAN MIGUEL MATHEUS

El 21 de diciembre de 1989 Nicolás Ceaucesco se dirigió al pueblo rumano. Lo hizo, como era habitual, en la Plaza de la Revolución de Bucarest. Todos los medios de comunicación transmitieron en vivo la alocución presidencial. Fue una suerte de "cadena nacional de radio y de televisión" a la rumana. A pesar de la lacerante escasez de alimentos y del racionamiento severo de servicios básicos como la luz, el agua y el gas, Ceaucesco alabó las bondades de la economía socialista. Hizo una oda a los ideales marxistas y a los logros de su revolución.

Pero aquel día las cosas no ocurrieron según el libreto. Los rumanos decidieron abandonar la realidad paralela en la cual estaban inmersos. Renunciaron a vivir en la mentira. Dieron la espalda a la doble vida. Se acabó la esquizofrenia. Inesperadamente, la muchedumbre abucheó a Ceaucesco. El rey del comunismo, de verbo encantador y gestos invencibles, lució indefenso ante la avalancha de descontento. Su rostro sobrecogido penetró cada rincón de Rumania. Acto seguido el palacio presidencial fue ocupado. Cuatro días después, el 25 de diciembre de 1989, se derramaría la única sangre que fue derramada luego de la caída del muro de Berlín: Nicolás Ceaucesco fue fusilado junto a su esposa Elena. El comunismo rumano finalizaba de mala manera.

El abucheo del pueblo rumano muestra una gran verdad de la filosofía política. Todo régimen -justo o injusto- se sostiene por el consentimiento de los gobernados/oprimidos. Es el principio que Hobbes denominó Government by consent. En una democracia verdadera la mayoría de la población consiente, por lo general, a través del voto, cuyo contenido y valor es respetado escrupulosamente. En una autocracia la mayoría de la población consiente por adhesión al autócrata, bien sea por conexión afectiva o por temor/omisión. La imposición de una autocracia siempre encuentra un correlato permisivo por parte de la mayoría de quienes la sufren. Por eso Hannah Arendt no dudaba en señalar que los totalitarismos gozan de altísimos niveles de aceptación hasta el mismísimo momento en que se derrumban…

Tales derrumbes suelen ser, además, súbitos. La historia enseña que los pueblos se cansan y gritan a las autocracias: "¡basta!". Entonces el brillo de la verdad y de la justicia ilumina las conciencias y las aspiraciones de la gente. La sociedad se desintoxica del virus totalitario. Eso es, precisamente, lo que está pasando en Venezuela. Hay un descontento generalizado que es inocultable. En ello nada tienen que ver los resultados electorales ni las supersticiones provenientes de la encuestología. Presenciamos la quiebra del consentimiento que antes hacía ver como invencible a la revolución bolivariana. José Vicente Rangel se equivoca cuando, bajo el seudónimo de "Marciano", sostiene que el pueblo venezolano se dice a sí mismo: "este gobierno es malo, pero es mi gobierno". Todo lo contrario: el abucheo criollo parece estar empezando.


Miembro de FORMA
jmmfuma@gmail.com
Twitter: @JuanMMatheus

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domingo, 18 de enero de 2009

*VENEZUELA: EL ABC DE UNA DICTADURA, MARY ANASTASIA O'GRADY, PUBLISHED ON ELCATO.ORG (HTTP://WWW.ELCATO.ORG), 2009-01-14

Los optimistas han teorizado durante mucho tiempo que Hugo Chávez, presidente de Venezuela, sufriría su Waterloo cuando se pinchara la burbuja petrolera. Pero, con la caída de 75% del precio del petróleo respecto a sus picos del año pasado y el país todavía firmemente bajo la mano de hierro del régimen, esa teoría debe ser revisada.

Es cierto que el descontento popular con el chavismo ha ido en aumento mientras caía el precio del petróleo. De hecho, es probable que el desencanto aumente en los próximos meses a medida que la economía tambalea. Pero, habiéndose valido de los años del boom para consolidarse en el poder y destruir todos los controles institucionales al poder, Chávez tiene pocos incentivos para redirigir el país hacia el pluralismo político incluso cuando muchos venezolanos estén hartos de su tiranía. En todo caso, bien podría volverse más agresivo y peligroso a medida que se desvanece el fulgor de su antorcha revolucionaria en 2009 y se siente más amenazado.

Ciertamente, no cabe esperar que las "elecciones" importen demasiado. Chávez ahora controla por completo el proceso, desde las listas de votantes a los recuentos totales tras el cierre de urnas. En medio de una presión política, aceptó la derrota en 2007 de su intento de llevar a cabo una reforma de la Constitución para perpetuarse en la presidencia de forma vitalicia. Pero, ¿y qué? Esa derrota le permitió mantener un semblante democrático y ahora ha decidido que habrá otro referendo sobre la misma cuestión en febrero. Se puede presumir que Venezuela repetirá este ejercicio hasta que se produzca la respuesta buscada.

Todos los estados policiales convocan "elecciones". Pero también se especializan en combinar el uso monopolístico de la fuerza por parte del estado con un monopolio del poder y el control de la información. Tomadas en conjunto, estas tres armas anulan la disensión con facilidad. Venezuela es un ejemplo claro de ello.

El gobierno de Venezuela es ahora un gobierno militar. Chávez purgó el liderazgo de las fuerzas armadas en 2002 y reemplazó los oficiales despedidos con otros leales a su causa socialista. Como sus contrapartes en Cuba, estos comandantes reciben una buena compensación. La falta de transparencia hace imposible saber cuánto reciben por su lealtad, pero se puede asumir que no han quedado fuera de la fiesta petrolera de la que los chavistas obedientes han disfrutado a lo largo de la última década. Incluso si mengua la riqueza disponible este año, lo más probable es que no disminuyan ni su importancia ni su recompensa.

Chávez también ha tomado el control de la Policía Metropolitana en Caracas, ha importado agentes de inteligencia de Cuba y ha armado a sus propias milicias bolivarianas, cuyo trabajo es hacer cumplir la ley en los barrios. Si la población decide estar cansada de ser gobernados por un solo hombre, el chavismo tiene suficientes armas a mano para convencerla de lo contrario.

Sin embargo, el arte de la dictadura ha sido muy refinado desde que Stalin mató a millones de su propia gente. Los tiranos modernos entienden que hay muchas maneras de manipular a sus sujetos y la mayoría no requieren el uso de la fuerza.

Una medida que Chávez utiliza mucho es el control de la narrativa. En las escuelas del gobierno, se adoctrina a los niños en el pensamiento bolivariano. Mientras, el estado ha anulado la independencia de los medios de comunicación y ahora domina toda la televisión gratuita del país. Esto le permite al gobierno sumergir a los pobres en el dogma antimercado de Chávez. Su público cautivo recibe repetidamente el mensaje de que las dificultades — incluyendo una inflación de 31% el año pasado— son el resultado de los capitalistas cuyo único norte son las ganancias, los cargos a intermediarios y el consumismo.

La pantalla Orwelliana también se utiliza para avivar el sentimiento nacionalista contra los demonios extranjeros, como Estados Unidos, Colombia e Israel. El público ha presenciado la violencia en Gaza a través del prisma de Hamás y la semana pasada Chávez armó todo un circo con la expulsión del embajador de Israel de Caracas.

Las inversiones en revoluciones en América Latina pueden haber disminuido debido a la caída de ingresos. Pero los acercamientos a Irán y Siria probablemente continuarán ya que esas relaciones podrían servir como fuente de financiación al proyecto militar de Chávez. En diciembre, el diario italiano La Stampa reportó haber visto pruebas de un pacto entre Caracas y Teherán en el que Irán usaría aviones venezolanos para traficar armas y Venezuela recibiría ayuda militar a cambio. Este mes, funcionarios turcos interceptaron un cargamento iraní con destino a Venezuela cuyo contenido serían materiales para fabricar explosivos.

A pesar de todo esto, el arma más efectiva del estado policial sigue siendo el control de Chávez sobre la economía. El estado expropia libremente lo que quiere —un centro comercial en Caracas es la última apropiación anunciada por Chávez— y la libertad económica ha dejado de existir. Es más, el estado ha impuesto estrictos controles de capital, imposibilitando el ahorro y el comercio en moneda dura. Los analistas prevén otra gran devaluación del bolívar en un futuro no muy distante. El sector privado ha sido destruido, excepto para aquellos que han se han rendido al tirano.

La caída en ingresos del petróleo podrá empobrecer al estado, pero la oposición es todavía más pobre. Organizar una rebelión en contra de un Chávez menos acaudalado continúa siendo un reto difícil.

Mary Anastasia O’Grady es editora de la columna de las Américas del Wall Street Journal.

Este artículo ha sido reproducido con el permiso del Wall Street Journal [1] © 2009
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