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martes, 7 de julio de 2015

JOSÉ “CHEO” SALAZAR, PERSONAJES DE MI PUEBLO, (CNEL. EJ. ALBERTO DE JESÚS ITANARE GARCÍA)

“La gloria no es mandar sino ejercitar grandes virtudes”. Simón Bolívar
Hijo de un histórico matrimonio de maestros del pueblo, Isabelita y Alberto, obviamente, Alberto de Jesús Itanare, nació en El Tigre, el 6 de septiembre de 1952. Inició sus estudios en el kínder del colegio San Antonio, los primeros 3 años de la primaria, los hizo en el Grupo Escolar Estado Trujillo y de esa etapa recuerda con especial cariño a la maestra Cecilia Salinas. El resto de la primaria la realizó en el Instituto Simón Bolívar, cuyos propietarios eran los maestros, Félix y Paquita, cuando la sede estaba ubicada, frente a la primera plaza Bolívar (Simón Rodríguez), en el Casco Viejo. En el año 1964, ingresó al recién creado liceo José Rafael Revenga, el cual inició actividades académicas, en la tercera carrera norte, bajo la dirección del Prof. Luís Villarroel y la sub-dirección del Prof. Silvino López, dónde concluyó los 3 primeros años del bachillerato, para la época, el ciclo básico común. Era otro pensum de estudio. 

CNEL. EJ. ALBERTO DE JESÚS ITANARE GARCÍA
En el liceo Gral. Pedro Briceño Méndez, que dirigía para la época el Prof. José Antonio Arias Reyes, concluyó el bachillerato – mención humanidades – y durante ese tiempo, sus amigos, que habían ingresado a la Escuela Militar, Efrén Díaz, Manuel Guevara y Orlando Luna, lo entusiasmaron, para que se alistara en las Fuerzas Armadas. En lo que estaba por concluir el bachillerato, un fin de semana, inventó una excusa a sus padres, para viajar a Caracas y, sin su conocimiento, presentar las pruebas de admisión en la Escuela Militar. El lunes se presentó en la prevención de Conejo Blanco – Fuerte Tiuna – haciendo pareja con otro joven, que él, imaginó, andaba en el mismo plan. El soldado de guardia preguntó que querían y ellos respondieron “Venimos a presentar la prueba para aspirar a Cadete” ¡Sorpresa! Habían finalizado el viernes. El que no sabe es como el que no ve.

En ese momento, llegaba un oficial, que presenció la conversación y les preguntó de dónde provenían. Alberto respondió de El Tigre y el otro de San Cristóbal. El recién llegado, era nada más y nada menos, que el Coronel Vincencio Colmenares Peraza, Sub director de Escuela militar, quien dijo en voz alta “Estos jóvenes vienen de muy lejos, no deben perder el viaje, hay que darle la oportunidad y ordenó al Sargento Ventura Dumond, quien los atendía, para que procediera inmediatamente, a tramitar lo conducente y aplicarle los exámenes por vía extraordinaria. Fueron 4 días de pruebas: Examen médico, sicotécnico, físico, conocimientos y el viernes la entrevista final, dónde les dijeron. En agosto, les avisamos o se enteran por la lista de los aspirantes a Cadete, que saldrá en el diario El Nacional. El padre de Alberto, compraba El Nacional, todos los días y en lo que arrancó agosto, Alberto Jr. Le metía el ojo cuando el padre lo leía y un día vio su nombre entre los aprobados ¡Bingo! A nadie le falta Dios.

El joven le contó al padre (Alberto) la audacia y este llamó a la mamá (Isabelita) para enterarla y entonces, preguntaron ¿Quieres ir a la Escuela Militar? Y respondió afirmativamente, pues entonces prepárese. El otro día llegó vía AEROCAV el formato con la dotación requerida y el papeleo necesario, dónde exigían una declaración notariada de apoliticismo – Las Fuerzas Armadas eran apolíticas y no deliberantes – y un tutor que viviera en Caracas, que resultó Alfredo Ledezma, un tío de Aragua de Barcelona, que había emigrado a la capital. El 6 de septiembre de 1970, se presentó con todo lo requerido e inicio sus estudios. En febrero del año 1971, en el marco del Plan Andrés Bello, la Escuela pasó a llamarse Academia Militar y, lo que más le sorprendió en las aulas, fue ver clases con los profesores, autores de los libros con los cuales había estudiado en bachillerato. Ej. Alejandro Irazábal, autor del libro de Química, Boris Bossio Vivas, autor de los libros de Matemática y física, José Aguana Figuera Y el Padre Montaner.  En el lenguaje coloquial unas caja de machete.

El 5 de julio de  1974, en el puesto 18 de 127 graduando, formó parte de la promoción, que llevó el nombre del prócer Ignacio Pulido, ostentando el grado militar de sub teniente y el título de Licenciado en Artes y Ciencias Militares. Le tocó trabajar en Trujillo, La Victoria, Coro, Cumaná y Caracas. Los ascensos hasta el grado de Coronel, fueron puntuales, hasta que en el año 1984, cuando llegó la fecha del ascenso a General y con el “inocente” argumento de que no había plaza, le intentaron retardar el merecido ascenso y exigió su baja. La dignidad y el respeto por sí mismo, valen más que un grado militar. En el tiempo como militar activo, cursó y aprobó en el IESA, el Programa de Avanzado de Gerencia y formó parte de la estudiantina de la Academia Militar, cuyo director era, Domingo Moret Duque, fundador del Grupo Raíces de Venezuela, dejando una huella indeleble de su pasó por el mundo militar. Caminante no hay caminos se hace camino al andar.

Regresando a los tiempos de estudiante de bachillerato en el liceo José Rafael Revenga, recuerda que, de la mano del Profesor Hernán Gamboa, quien había llegado recién graduado del Pedagógico y había fundado el programa de radio “La Voz Liceísta” en La Voz de El Tigre, junto al recordado locutor Pedro Lugo Vílchez, recibió las primeras luces como cuatrista, pero su verdadero tutor musical fue Esteban Rivera (Estevita), quien formaba parte de Los Caribbean Boys. En esa época, surgieron Los Reyes de la Gaita – sector norte – fundado por  los hermanos Pablito y Osaril Gutiérrez, Ramón Villegas, Roberto Rodríguez, Chumeco González, Pedro María Salazar, y los hermanos Leal, que habían llegado de Maracaibo. Y, luego él, al lado de Alberto Rodríguez, hijo del dueño de la histórica bodega La Tacita de Plata, Esteban Rivera, Laureano Campos, Carlos Rodríguez, Marcos Ford y Pedrito Davies, fundó el grupo de gaitas “Las Estrellas del Sur. Y en esa misma época nacieron Los Tigres de la Gaita del cual formó parte Amancio Salazar. Eran los serenateros del pueblo.

El Cnel. Ej. Alberto Itanare, visitó la ciudad, con motivo del homenaje que se le rindió a su Majestad el Cuatro, Sir Augusto Ramírez Gamboa, a quien unió grandes lazos de amistad y el cual en vida, lo había invitado  a participar en los actos conmemorativos de los 60 años del liceo Pedro Briceño Méndez, dónde ejecutó como cuatrista solista, un merengue, escrito por el Dr. Andrés Baena “Añoranza Guanipense” y  una parranda de su autoría “La Cuerda Serenatera”. En la actualidad se desempeña como instructor musical en una escuela de San Antonio de los Altos y forma parte de varias agrupaciones musicales en la capital. Militar ®, educador y músico. No es importante, es útil.

Esta apretada síntesis de la virtuosa carrera de este hijo de El Tigre, la hacemos, seguros de que, en ella se recoge una pequeña parte de la historia de la ciudad y que puede servir como referencia, a los eximios cronistas, historiadores e investigadores de nuestro rico pasado histórico, cuando decidan escribir la verdadera y autentica historia de esta pequeña urbe, que nació al calor de la industria petrolera, el 23 de febrero de 1933 y aspirando que, junto a instituciones, personas y agrupaciones, que mencionamos, puedan ser incorporados, al disco duro de nuestra memoria histórica ¡Vale la pena!

José “Cheo” Salazar
sjose307@gmail.com
@Cheotigre

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sábado, 20 de junio de 2015

JOSÉ “CHEO” SALAZAR, FUNDADORES DE LA PLAZA MARTÍ

 “Libertad es el derecho que tiene todo hombre a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía”. José Martí (1853 – 1895) Político, pensador, escritor, filósofo y poeta cubano.
En la década de los años 50, la zafra de la caña de azúcar en Cuba, estaba en uno de sus peores ciclos y el joven de apenas 23 años, Federico Salvador Giraldo Miranda, perdió el empleo. La situación era crítica. No existían muchas oportunidades en la isla. Y en ese período de búsqueda, para salir adelante, recibió la invitación de Carlos Franco, un hermano que ya había emigrado a Venezuela. No lo pensó dos veces, subió a bordo del barco Satrústegui de bandera española y el 26 de abril de 1956, desembarcó en La Guaira, desde donde, inmediatamente, se trasladó a El Tigre. Llegó para quedarse y echar raíces. Hasta el sol de hoy. Un tigrense adoptivo.

Una vez en el incipiente pueblo, para sobrevivir, se dedicó a vender leche casa por casa, cucharillas y los para la época una novedad “los ojos mágicos” que se colocan en las puertas para poder identificar los visitantes. En ese tiempo coincidió con sus paisanos Eloy Cuesta, David Carbonell, Alberto Méndez e Israel Montilla, que ya estaban establecidos en la zona. Una vez que triunfa la revolución fidelista y se impone el comunismo en la Isla, los 4 asumen la representación de la Federación Cubana en El Tigre y entre otras actividades, solicitan un busto del prócer José Martí, para colocarlo como símbolo de libertad, en un lugar visible del área urbana. Nunca olvidéis: en las batallas libertarias la simbología es importante.

Los amigos de la Federación Cubana, le enviaron el busto de José Martí vía aérea, pero en la aduana de Maiquetía, lo decomisaron. Era considerado un ícono contrarrevolucionario. No desmayaron en el empeño y encargaron al también inmigrante, pero italiano el señor Oreste Bandini, que era escultor o trabajaba con una empresa del ramo, la elaboración  del busto, que recibieron a satisfacción en año 1971 e inmediatamente, lo ubicaron en la primera carrera – hoy Avenida Francisco de Miranda – cruce con primera calle sur, dónde realizaron un acto solemne, el cual contó con la presencia de quien, para la época ejercía la Presidencia Municipal, el señor Antonio Domínguez, al cual correspondió el honor de develar el busto del  prócer cubano, en la plaza que lleva su nombre y que ahora es una referencia en la ciudad. Una historia reciente poco conocida.

El señor Federico Salvador Giraldo Miranda, echó raíces en la ciudad y en su largo trajinar, no reparó a la hora de emprender cualquier actividad lícita, que le produjera el sustento y mantenimiento de la familia, En un camión que adquirió, trasportó y vendió arena, piedra y cemento a los constructores, incursionó en la fabricación de muebles, y durante un buen tiempo fue el distribuidor para la región oriental, del popular refresco “bocón” Green Spot, vendió colonias para damas y caballeros, pero la suerte tocó a sus puertas, cuando se inició en la venta de bisuterías, que adquiría en la joyería del griego Jacobo Inasín, ubicada en el edificio La Francia de Caracas, quien en un despacho, por error, le incluyó un paquete con un kilo de oro. El hombre una vez que se percató del desliz, lo llamó al hotel en dónde se hospedaba y le preguntó por el paquete, revisó y justamente estaba en el lote de su mercancía. El hombre emocionado fue hasta el hotel, retiró su paquete y en gratificación a ese bello, noble y honorable gesto, le abrió una línea de crédito para que trabajara con oro, en cuya actividad, se desempeñó por espacio de 30 años. Una muestra de que, la honestidad también vale oro.

En ese ínterin y como buen emprendedor,  paralelamente fundó la librería “La Escolar” que posteriormente vendió al señor Carlos Wong y culminó sus actividades como cofundador de “El Centro de Especialidades Médicas Santa Bárbara” en el año 1992, que tuvo muy poco tiempo en actividad, ya que la crisis, que venía acrecentándose, no les dio tregua y se vieron obligado a cerrarla en el año 2004. Hoy, viudo de la señora Cecilia Centeno, oriunda de Caicara de Maturín, pero rodeado del amor familiar, que le profesan sus hijos Bárbaro Giraldo, médico; Federico, comerciante; Adela, sicopedagoga; Jorge, Comerciante; Graciela y Daniela, estudiantes universitarias; 10 nietos, 3 bisnietos y uno en camino,  paso a disfrutar del descanso del guerrero, con la seguridad del deber cumplido. Un trabajador insigne y excelente padre de familia, que ha contribuido con el desarrollo económico, social y cultural de El Tigre. Los hechos están a la vista.

La plaza José Martí (en el costado sur, en la Panadería y Charcutería Naty, está la sede de la Real Epidemia de la Lengua) sus fundadores, las personas y sitios mencionados, forman parte de las pequeñas historias de esta pequeña urbe, que nació al calor de la industria petrolera, el 23 de febrero de 1933 y los traemos a estos destellos, con la firme aspiración de que, cuando nuestros eximios cronistas, historiadores e investigadores de nuestro rico pasado, decidan escribir su verdadera y autentica historia, les sirva para alguna referencia y puedan incluirlos en el disco duro de la memoria histórica de la ciudad ¡Vale la pena!

José “Cheo” Salazar
sjose307@gmail.com
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jueves, 4 de diciembre de 2014

JOSÉ “CHEO” SALAZAR, PERSONAJES DE MI PUEBLO, JUAN MARTÍNEZ,

 “No escribas como periodista, lo que no puedas sostener como hombre” Joaquín Francisco Zarco Mateos (1829 – 1869), Político, periodista e historiador mexicano.

JOSÉ “CHEO” SALAZAR,
El día jueves 19 de septiembre del año 2014, Juan Martínez, el Periodista, cumplió 51 años de actividades laborales en el Diario ANTORCHA. A ese medio llegó, de la mano de Alberto Guzmán Lárez, para ese entonces Jefe de Información y  dinámico reportero de calle del que, para la época, era un medio impreso  tamaño tabloide y estaba ubicado con sus oficinas y talleres en la calle Guayana, al frente   del recordado Abastos Ban-Frut, de Orestes Bandini y Rosa de Bandini. ANTORCHA comenzó a editarse en los talleres de la Impresora El Tigre el 14 de agosto de 1954. Sus fundadores: Edmundo Barrios y su hermano Mauro Barrios, éste último como financista del periódico, mientras que su esposa Mercedes Rodríguez de Barrios (MERBA), era la secretaria, y el Br. Gabriel Ramírez Tovar, el Contador. Un equipo grande ligas.

La amistad de Juan Martínez y Alberto Guzmán Lárez (QEPD)  comenzó en el  año 1962,  cuando Juan era el secretario de la Comisión Distrital de Deportes en Simón Rodríguez, cuyo Comisionado era Francisco “Muñeco” Figueroa (QEPD), a quien Juan, recuerda  con mucho cariño y respeto. En aquel tiempo,  hubo necesidad de viajar a Barcelona para  una entrevista  con don Luis Ramos (Director Regional del IND) y el Ing. Diego Peñalver Gómez, para ese entonces Director de Obras Públicas Estatales (DOPE), luego fue gobernador del estado, para tratar  asuntos relacionados con la construcción del estadio “Alfonso ‘Chico’ Carrasquel”, de El Tigre (hoy “Enzo Hernández). Con Francisco y Juan viajaron, también, Alberto Guzmán Lárez y Pedro Emilio Rojas (PEJAS). De allí arrancó lo que sería una grande y sincera amistad. El destino los unió.

Juan Martínez nació en El Tigre, un 20 de octubre de 1939. Hijo natural de Antonio Verde y María Gualberta Martínez. De su infancia dice tener muy gratos recuerdos, especialmente el amor, la orientación, consejos  y el respeto por sus semejantes que, como buena madre, le prodigó e inculcó su querida madre, doña María. Su  formación (estudios primarios), la completó entre  la  escuela  “Honor y Mérito al Libertador” (del maestro Juan Manuel Rízquez); la escuela “José Manuel Cova Maza”  (dirigida por la maestra Carmen Luisa Encinales, “La Chata”), ubicada en la calle Ricaurte, frente a lo que hoy es el Registro Civil; y el Grupo Escolar “Simón Rodríguez”, que dirigía la educadora Ada Salges, de donde egresó de 6to. Grado en julio de 1953.  No pudo comenzar el bachillerato en el “Briceño Méndez”, porque una fiebre palúdica, por poco lo aleja del mundo de los vivos.  Eso lo obligó a prepararse con urgencia y buscar  empleo, a fin de allegar la arepa al hogar.  Eran tiempos difíciles.

A Juan Martínez desde muy niño, dice le llamó la atención una máquina de escribir,  doña María, para que no perdiera tiempo y lograra una profesión, lo inscribió en la Escuela Comercial Pitman, bajo la dirección de  la señora Celenia de Quiñones, donde aprobó el curso, y en su incesante búsqueda de conocimientos, se inscribió para cursar Contabilidad en la Escuela Comercial “Gregg”, bajo la dirección de  una dama gratamente recordada y respetada en El Tigre, la excelente profesora Natividad Cintrón de Palomino. Una auténtica institución.

Juan Martínez, con esos cursos aprobados,  prestó servicios al Banco de Venezuela, Sears de Venezuela, Stefano Massobrio, a una empresa de servicios en Anaco, y desde 1963,  llevado de la mano de su entrañable amigo Alberto Guzmán Lárez, al diario Antorcha, hasta el sol de hoy, dónde cubre sus guardias, a la espera de la decisión final de la gerencia, ya que el periódico  tiene más de un año que no circula y de cuyas razones, se abstiene de emitir opinión. El respeto al derecho ajeno es la paz, nos ilustraba don Benito Juárez.

En el año 1972, Juan Martínez  contrajo nupcias con la distinguida señora Maritza Yépez, con quien procreó dos hijos: Jeancarlo José  y William José. Afirma que sus hijos, ambos brillantes profesionales y, su esposa constituyen su más valioso tesoro, y sin ambages, los califica como una bendición de Dios. Su palabra vaya adelante.

En el diario Antorcha, se inició como redactor deportivo y corrector de pruebas, para  luego pasar a información general como reportero de calle haciendo pareja con el “Chamo” Pedro Emilio Rojas (PEJAS), quien ese entonces se desempeñaba, como reportero gráfico. En el año 1975, don Edmundo Barrios lo nombró Jefe de Redacción, cargo que aún ostenta. Una larga y dilatada carrera periodística que deja una huella indeleble en la historia de la ciudad. Testigo de excepción.

Al diario Antorcha, que le ha dedicado su vida, le permiten conservar excelentes recuerdos de compañeros de trabajo (hoy desaparecidos), destacando, por supuesto en primer lugar a su fundador  Edmundo Barrios,  y del ecuatoriano  Juan Meza Vergara, quien era el Subdirector. Ambos, afirma eran par de caballeros y los cuales, en esa época dorada, como máximos timoneles del diario Antorcha, nunca utilizaron palabras altisonantes y mucho menos obscenas,  para llamar la atención a los trabajadores o empleados; es más, los  orientaban  en determinadas actividades y contribuían con su formación. Al decir de Juan: ¡Fueron dos verdaderos maestros! Testimonio incuestionable.

La característica más distintiva de la personalidad de Juan Martínez, aparte de su calva, es indiscutiblemente, su seriedad y precisamente  por esa forma de actuar en su vida y profesión, es que tiene muchas anécdotas, pero recuerda estas con mucho cariño, cuenta que, “estando al frente de la máquina de escribir, redactando una nota deportiva, en la pequeña sala de redacción del diario Antorcha,  en la calle Guayana  (la cual destruyó un voraz incendio),  llegó una mujer a denunciar la desaparición de uno de sus  hijos y, aun cuando no era su área de competencia; le tomó los datos diligentemente,  pero con su proverbial seriedad., Don Edmundo Barrios, que lo observaba desde la pequeña oficina de la Dirección, se levantó de su silla, se le acercó y le dijo: Juan, por favor, cambia esa cara. Esa señora se va a asustar, pareces un “juez de crimen” a lo que Juan ripostó con una leve sonrisa: “No se preocupe… no estoy bravo”…y volvió a poner su cara de cañón. El que nace barrigón, ni que lo fajen chiquito. 

Y, del viejo Juan Meza Vergara, también recuerda una anécdota muy simpática.

Resulta que en el Bar Restaurant Capri, frente a la sede del diario Antorcha en la calle Guayana, sitio casi obligado de reunión de los “antorcheros”, estaban  una tarde  el señor Juan Meza, su sobrino Roberto García Meza, autor de la desaparecida columna titulada “Pisa y Corre”,  y el linotipista colombiano  Hernando Sierra, sentados a la barra disfrutando de unas cervezas bien frías.  El tema de conversación giraba alrededor de  sus actividades como linotipistas, cuando de improvisto llegó  Freddy Nogales (para ese entonces un chamo que se había entregado al Señor), también trabajador de ANTORCHA; y al ver como el trío  “empinaba el codo”, se le acercó al viejo Meza y, poniéndole  una  mano sobre el hombro, le dijo: señor Meza, señor Meza, mire que ¡Cristo viene! Y  el viejo Meza, mirándolo por encima de los medio-lentes de lectura, le dijo: Mira hijo, cuando llegue me avisas, para decirle a Pedro Rojas que le tome una foto y me lo traiga para mandarle hacer una entrevista con Juan Martínez” Eran salidas ingeniosas que tenía el viejo Meza Vergara, para justificar su inclinación a los tragos. Esas anécdotas y muchísimas otras cosas muy gratas, son parte de las vivencias, de los recuerdos que Juan Martínez, atesora de esos cincuenta y un años de trabajo en el diario Antorcha. Y…de Pedro Marrero Hernández, ni se diga.

Juan Martínez, es un tigrense de pura cepa y recuerda perfectamente en sus años de mozo, que en El Tigre Viejo, allá por los años 47 y 48, cuando a partir de las 5:30 de la mañana, con una cesta llena de arepas, que hacía doña María, acudía a venderlas a las puertas del Mercado Principal, ubicado en la calle Guevara Rojas. Exquisitas arepas, calienticas y a precio de medio real, que los clientes degustaban con deleite, lo que permitía que saliera de la tarea rápidamente, para  regresar a la casa; dónde entregaba “cuentas claras”, desayunaba y se preparaba para ir a la escuela. Nunca olvida Juan, que las primeras letras, se las enseñó una señora de nombre Carmelina Gamboa, oriunda de Margarita, la cual vivía  casi al frente de su eterna residencia, en la calle Sucre. Primero, con una Cartilla, y luego con el célebre “Libro Mantilla”. Hacha, cuchillo y machete, musiú.  

Muy joven Juan Martínez,  vivió una experiencia que lo impacto y fue al mirar muy de cerca, a quien para ese entonces era Presidente de la República, el escritor Rómulo Gallegos. Cuenta que ocurrió durante una visita que hizo a El Tigre y se le brindó un almuerzo en la casa de José “El Mudo” García  y su esposa  Sara Aslan de García, en la calle Sucre, la  casa donde actualmente funciona el Centro Superior de Estudios. Juan perdió el cabello, pero no la memoria y recuerda, también, que poco tiempo después, el gobierno del eximio escritor don Rómulo Gallegos, era derrocado por una asonada militar, que le costó 10 años de una cruenta dictadura al país. Es historia contemporánea.

Juan Martínez durante su ejercicio activo como periodista, cuidó con mucho celo su credibilidad y la ética. Nunca escribió algo que no pudiera sostener como caballero y muy pocas veces, fue conminado a alguna rectificación o le solicitaron derecho a réplica y al referirse a la actividad gremial, hace una apretada síntesis, para destacar que ejerció la Secretaría General del Colegio Nacional de Periodistas en El Tigre durante un período y la Secretaria de Actas. El horario de trabajo, no le permitía mayores libertades, sin embargo, cumplió y nunca aspiró reelecciones. En cuanto a los reconocimientos a su trabajo, Juan recuerda un Premio Regional de Periodismo escrito; dos Municipales; órdenes Honor al Mérito al Trabajo en Primera y Segunda Clase otorgadas, en la democracia por el extinto Congreso Nacional; y por la Gobernación de Anzoátegui. Merecidos y mejor ganados.

Otra cuestión Juan Martínez, se empeña  en destacar la generosidad de la gente del El Tigre y Anzoátegui, que por su trabajo periodístico al servicio de la comunidad, le otorgaron infinidad de  placas, pergaminos y también disfrutó del reconocimiento de organismo, gremios, clubes e instituciones locales y regionales, que si los enumera y anoto, este destello, sería una enciclopedia y… esa no es la idea. Basta la mención genérica ¿O no?

Hablar de Juan Martínez, es hablar de periodismo, es hablar del diario Antorcha y hablar de buena parte de la historia de la ciudad. En tal sentido, lo traemos a estos destellos, con la firme aspiración de que, cuando nuestros eximios cronistas, historiadores e investigadores de nuestro prolijo y bello pasado, decidan escribir la verdadera y autentica historia de esta ciudad, que nació al calor del oro negro, el 23 de febrero de 1933, lo incluyan, junto a los otros personajes e instituciones mencionados, en el disco duro de nuestra memoria histórica ¡Vale la pena!

José “Cheo” Salazar
sjose307@gmail.com
@Cheotigre

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martes, 1 de abril de 2014

JOSÉ CHEO” SALAZAR, LA CERCA DE CAMPO OFICINA, DESTELLOS DE LA MEMORIA

“Nuestro patrimonio histórico está siendo destruido. Salvémoslo”
En los tiempos que se inició la gestación de la ciudad alrededor del pozo OG-1, se dieron dos hechos singulares. El retiro de los bahareques que circundaban la locación y la construcción de una cerca de Alfajol que sirvió de protección al área dónde se desarrollaban los trabajos de perforación. Ese espacio protegido, luego se convirtió en Campo Oficina. En ese amplio terreno, la industria petrolera, construyó viviendas para los ejecutivos – margen sureste – otras para los trabajadores, en la parte oeste y en centro edificaron la escuela, el Comisariato, oficinas, laboratorios químicos, el campo deportivo y con la organización y surgimiento del Club, cedieron una amplia vivienda, en el costado que colinda con la calle Brisas del Caris, para la sede. Curiosamente quedó frente a la histórica Casa New York. Coincidencias de la vida.

La cerca de Campo Oficina, que inicialmente sirvió para proteger el área dónde se perforaba el pozo, devino en una selecta urbanización con servicios públicos independientes del resto de la comunidad. La industria petrolera contrataba el mantenimiento del campo y sus instalaciones permanecían impecables. En la década de los 90, los gerentes de la empresa, invitaron al eximio artista cinético Juvenal Ravelo, para que presentara un proyecto, que permitiera embellecer el edificio central de Campo Norte en San Tomé, que está sostenido por pilotines y las entradas en las partes bajas, había que taparlas para mejorarle la visual, para el selecto grupo humano que laboraba y visitaba esas importantes instalaciones. Nadie mejor que un artista de artes plásticas para esa tarea de embellecimiento. La estética tiene su importancia.

Lo cierto del caso fue que, Juvenal Ravelo, hizo el trabajo y en la medida que desarrollaba sus maravillosas destrezas artísticas, pensaron en cambiar la original y vieja cerca de Campo Oficina. Le solicitaron que también, presentará un diseño, para sustituirla y darle aires de modernidad, el cual presentó en el término de la distancia. El diseño de originalidad artística, estaba inspirado en el arte de la abstracción geométrica. Una técnica que permite la vibración visual que le proporciona belleza y da la sensación de movimiento al desplazamiento visual la viandante y a los conductores.  Una obra de arte original, que tenía que ser concretada por su autor, para que su perspectiva primorosa,  fuese perfecta. No sucedió de esa manera, por el surgimiento de la viveza criolla. Un ingeniero al ver el diseño, dijo “Yo la hago”, lo plagió, le cedieron el contrato e instaló, lo que consideró, un simple cambio de cerca. Crasso error. El arte no es juego de aprendices de brujos.

Los conocedores de esa pequeña historia, refieren que, Juvenal Ravelo, se marchó muy molesto, no certificó ese trabajo, porque  no llenó sus expectativas. En Caracas continuó su carrera como artista plástico en la corriente del arte cinético, ganó el premio Nacional del Cultura (2006-2007) Mención Artes Plásticas. Este artista plástico, nacido en Caripito, estudió la Sociología del Arte, en la prestigiosa universidad francesa, La Sorbona. Es tan extraordinario su éxito que hace poco fue declarado Patrimonio Viviente de la Humanidad y hoy por hoy, es uno de los más y mejor cotizado de Venezuela y  el mundo por su creatividad pictórica en el arte cinético. Un genio de las artes plásticas.

La cerca de Campo Oficina y el campo en general desde que llegó la revolución, está prácticamente abandonado – la gráfica que ilustra está crónica lo evidencia – la maleza, la basura, el deterioro de sus instalaciones y la cerca, que aun cuando no es producto del diseño original, en su momento llamó la atención, está seriamente averiada, tiene tiempo que no le echan una pinturita, para mejorarle la visual y regularmente se convierte en un depósito de basura. Los gerentes revolucionarios, deberían prestarle un poquito de atención a ese espacio y recuperarlo para mejorar su aspecto, ya que alberga el monumento del histórico Pozo OG-1, dónde nació El Tigre, se inspiró Miguel Otero Silva, para escribir su célebre novela Oficina número 1 y se inició la explotación petrolera en la Mesa de Guanipa. Salven ese patrimonio histórico. En estos tiempos, de larga bonanza petrolera, creemos que no es mucho pedir. Dios la patria y la comunidad os agradecerán.

Escribimos este destello, conscientes de que, muchos dirán que nos ocupamos de nimiedades. Empero, consideramos significativo, darle importancia a la estética de la ciudad y a las instalaciones que están en su área urbana, máxime, si forman parte de su patrimonio histórico. Hay que salvarlos, ya que son evidencias del pasado, que nos ubican en el sitio exacto  de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde vamos. El estado deprimente que presenta la cerca de Campo Oficina, que tiene origen histórico, debería darle vergüenza a los encargados de la industria petrolera en la zona y al nuevo alcalde, que se vanagloria, de pertenecer al equipo de gerentes “eficientes” de PDVSA. No lo alardeen, demuéstrenlo, salvando esa pequeña parte de nuestra primigenia historia.  ¡Vale la Pena!

José Cheo” Salazar
sjose307@gmail.com
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lunes, 10 de febrero de 2014

JOSÉ “CHEO” SALAZAR, LA FUNDACIÓN DE EL TIGRE (1), DESTELLOS DE LA MEMORIA

“Cada pueblo tiene la ingenua convicción de ser la mejor ocurrencia de Dios” Theodor Heuss (1884 – 1963). Político alemán.
Los pueblos y ciudades, que tienen fecha precisa de fundación, son aquellos que fueron pobladas, siguiendo las instrucciones de una Real Cédula (Orden expedida por el Rey de España entre los siglos XV y XIX), p.e. Caracas. Algunas se formaron por iniciativa de algunos misioneros capuchinos andaluces, p.e., en Guárico, Villa de Todos los Santos de Calabozo y otras, como el caso de Puerto Ordaz, por decisión y acción del gobierno. El Tigre, no reúne ninguna de las 3 condiciones anteriores y, por tanto, no tiene fecha de fundación, empero, tiene primeros pobladores, que pueden considerarse fundadores por fuerza de las circunstancias favorables que trajo a la Mesa de Guanipa, la explotación del petróleo. Origen, causa y efectos.

En esta inmensa sabana, pasaban los gringos liderados por Míster Julio, con un sismógrafo buscando petróleo. El instrumento utilizado para ubicar yacimientos petroleros, paró sus agujas en el área, que hoy es conocida como Campo Oficina. En ese sitio, los trabajadores petroleros, empezaron el 23 de febrero de 1933, la perforación del pozo OG-1. La actividad atrajo a los vecinos del rio Caris, que regularmente transitaban por un camino real, ubicado en la zona oeste (Sector la Chicagua), para ir a vender sus cosechas al pueblo de Cantaura. Ante el intempestivo movimiento en el lugar, los lugareños se acercaron, vieron la oportunidad de vender parte de sus cosechas, lograr empleos y, una vez que establecieron ese mercado cautivo, porque los trabajadores no tenían movilidad  para obtener alimentos, para no ir y venir diariamente en bestias todos los días, decidieron traer suficiente provisiones y para quedarse construyeron los primeros bahareques, alrededor de la locación. No tenían idea que iniciaban la historia de la posterior ciudad de El Tigre. Un largo camino comienza un primer paso.

El 23 de febrero de 1933, día que se inició la perforación del pozo OG-1, acertadamente, se tomó como fecha referencial de la fundación de El Tigre, partiendo del hecho muy cierto de que, sí los gringos fracasaban en su búsqueda de petróleo, todos se marchaban y la sabana no se hubiese hecho pueblo. Es más, muchos de esos primeros pobladores, cuentan que el nombre del poblado, se tomó por efectos de una vieja leyenda, que contaban sus ancestros de El Caris. “En la mesa pasa 2 veces al año un enorme y fiero tigre por lo que, había mucho miedo de permanecer al descampado y desarmado, en esta amplia geografía de la Mesa de Guanipa”. Las familias Meza, Sotillo, Lira, La Rosa, Piñero, García, Morales, Barrancas, Salazar,  Guarapano, Soto, Ramos, Torres, entre otros, formaron parte de esa legión de primeros pobladores y por ende hay que considerarlos como los auténticos fundadores. Es justicia.

¿Ocurrencia de Dios? Lo cierto del caso es que, El Tigre surgió sin que nadie se diera cuenta de su nacimiento. Los bahareques alrededor del pozo, fueron formando una pequeña aldea, sin embargo, los gringos, que tenían su campamento (Campo e’ lona), en el sitio dónde por muchos años funcionó el Club de Leones, solicitaron al gobierno, previa cancelación de las bienhechurías, que los reubicara, porque constantemente, eran víctima de voraces incendios, por efecto de los fuertes vientos y los descuidos en la utilización de utensilios rústicos para alumbrarse. Una chipa incendiaba la pradera. Entendiendo el grave peligro para todos, se procedió a la reubicación, en el sector de la calle Ribas y la industria petrolera luego, ante el inusitado crecimiento del poblado, consideró conveniente cercar el área del pozo como medida de protección y con el tiempo en ese terreno  construyeron viviendas e instalaciones para los trabajadores. Es lo que ahora conocemos como Campo Oficina.  Todo tiene un origen.

El 23 de febrero se cumplen 81 años de esta joven y pujante ciudad. Nosotros que somos nacidos, criados, formados, con arraigo, que amamos nuestro terruño, hacemos este humilde esfuerzo por recordar la auténtica historia y dejar testimonio escrito para las presentes y nuevas generaciones, además de hacer una pequeña contribución, con nuestros eximios cronistas, historiadores e investigadores a la hora que decidan, compilar esos eventos, de nuestra génesis como ciudad ¡Vale la pena!

Twitter: Cheotigre
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