«Si algún bruto no demuestra lo contrario,
dejo firme que nunca fuimos humanos ni sabios durante nuestra presencia en La
Nada»
Nuestro antepasado de la Pre-Historia clasificado como «Homo
Habilis» lo era porque empleaba, sagaz, instrumentos filosos hechos con piedras
para matar feroces e irracionales criaturas que le servían de alimento. Pero
también los empleó para «abatir», «decapitar», «mutilar» y «desollar» a otro al
cual semejaba y que no dudaba comerse porque el canibalismo era una opción de
supervivencia. El «genoma abominable» de aquél individuo, ese que no tuvo
tiempo para ser niño y practicaba la antropofagia, nunca despareció y
obviamente hiberna en nosotros (¿los homo sapiens?)
A veces einsteinianamente percibo como ilusiones
los aborrecibles sucesos «en situación de progreso» que escandalizan al Mundo,
y experimento estar situado en la Estratósfera del Coliseo que Socava a la
Humanidad. No me eyecté deliberadamente para permanecer vivo porque nadie,
jamás, será salvo: empero soy un «observador forense y privilegiado testigo de
los días finales de nuestra especie».
Hoy comparto mi prognosis: ninguno de los
criminales que gobiernan naciones esparcidas por el planeta culminará su cerril
mandato conforme a írritas leyes, aun cuando se arrogue ordenar genocidios a
sus ejércitos de mercenarios en nombre de los ya pútridos dioses de sus
desquicios. La tragedia que experimenta la Humanidad se debe a que ningún
«Homo» «Erecto», «Habilis» o presuntamente «Sapiens» tuvo tiempo en el planeta
para ser un niño. Un infante no sabe odiar a su otro en fase de comunión, a ese
que lo identifica y con quien juega sin pensar que el Mundo fue demarcado tras
un ininterrumpido pugilato entre bazofias por la dominación territorial y
posesión de materias primas que no tienen dueños legítimos. De ninguno fue, es
ni será la «Atribución de Gobernar» o el «Derecho de Violentamente Poseer,
Ocupar o Explotar Minerales» y mucho menos de
ultrajar la psiquis o espacios donde cualquier criatura viva.
Hoy, ya no einsteinianamente, capto que el
«genoma abominable» de aquél prehistórico individuo permanece indómito e
incorregible. Que los científicos mostrasen sus conocimientos y avances en
materia de «clonación genética» nada cambió en la inmutable naturaleza genocida
del «homófago» que se invistió de Ortodoxia.
No es «doxo», sino un caníbal
porque nació y dio un brusco salto hacia el Ser Violento que debía supervivir y
lo hizo, pero para arremeter contra sí mismo.
Lo asevero porque para la compra
de armas de exterminio masivo jamás falta dinero. Para financiar a grupos de
terroristas o gobiernos de asesinos tampoco.
Para socorrer a quienes necesitan mejorar sus condiciones de existencia
nunca se destinan suficientes recursos financieros.
La idea del genocidio, de
la contienda fratricida, seduce: empero la solidaridad, el socorro y
misericordia provocan escozor. Las matanzas a causa de pugnas políticas,
étnicas, religiosas y financieras, promovidas por los magnates de las poderosas
e internacionales franquicias de armas de guerra que proveen a numerosos
criminales al mando esparcidos por todos los países y frente a los cuales
ningún ser vivo está blindado, tienen un espectacular protagonismo aparte de
abominable y tácita aceptación.
Alberto
Jimenez Ure
jimenezure@hotmail.com
@jurescritor
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