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jueves, 19 de junio de 2014

LUIS UGALDE, NIÑOS SIN FUTURO Y CÁRCEL

Si piensas distinto y deseas cambio de gobierno, eres candidato a persecución oficial y cárcel. En contraste, hay millones de niños a quienes cada día se les priva de su futuro al dejarlos sin escuela o darles una pésima educación y nadie se responsabiliza de este delito generalizado,  ni va a la cárcel por ello.

La educación de calidad es una deuda con los niños; es su derecho inalienable que genera obligaciones en las madres-padres y en toda la sociedad y su Estado. No son efectivas las palabras bonitas recogidas en el preámbulo de la Constitución que afirma “la educación como un derecho humano y como un deber constitutivo de la raíz más esencial de la democracia, y se le declara gratuita y obligatoria, y la asume el Estado como función indeclinable y de servicio público”. 
¿Quién  responde por la sostenida violación de la educación “obligatoria en todos los niveles, desde el maternal hasta el nivel medio diversificado”? (Art. 103 Constitución). Luego de 15 años y con recursos abundantes, el 35% de los niños no recibe educación inicial y por lo menos, 30% de los jóvenes no termina el bachillerato. 
¿Quién responde a aquellos millones que sí van a la escuela y pierden el tiempo por la pésima calidad? 
¿Por qué el Gobierno viola la obligación constitucional de jugar en  “tríada solidaria” con la familia, la sociedad y el Estado para juntos asegurar la educación de calidad para todos hasta el final de la secundaria?
La explicación del desastre está en la exclusividad educativa que pretende el partido de gobierno. Los “revolucionarios” creen que  es nefasta cualquier influencia distinta a la suya en educación y por eso rechazan la necesaria sinergia entre familia, gobierno, sociedad y Estado,  y tratan de apoderarse del Estado y usarlo en exclusiva para inculcar su ideología y convertir la escuela en fábrica de socialistas. 
No lo logran debido a la resistencia pasiva o activa de la sociedad y las familias, pero producen un creciente deterioro de la calidad. Esa pretensión de exclusividad gubernamental-disfrazada de estatal- es la que trata, por ejemplo, de frenar la autonomía universitaria plural y desnaturaliza el convenio entre la AVEC y el Estado venezolano para atender con calidad a sectores donde no llega la educación oficial y sí la educación de inspiración católica. En el gobierno se lucha para que el convenio con la AVEC se deteriore, para que los maestros se empobrezcan y se prohíbe (textualmente) introducir un aula más en el convenio educativo, a pesar  de una demanda popular desbordada. 
 ¿Y el Estado? El Estado democrático es la palanca jurídica que consagra el propósito común de la sociedad para impulsar la responsabilidad educativa de las familias, exigir a los gobiernos y estimular a toda la sociedad hacia esa meta constitucionalmente acordada. Es un delito que cualquier partido - “revolucionario” o no -  se apropie de la escuela, de los recursos públicos de la nación y del Estado para imponer una finalidad distinta a la realización del niño como persona, con sentido y valores de vida en una sociedad democrática y plural. 
“El padre y la madre tienen el deber compartido e irrenunciable de criar, formar, educar, mantener y asistir a sus hijos e hijas (art. 76) y los “niños, niñas y adolescentes son sujetos plenos de derecho” (art. 78). A unos y otros el gobierno les debe pleno apoyo, pero viola la Constitución cuando los descuida por obedecer al partido. Este gobierno, estableció como su prioridad el control ideológico de todo el sistema educativo de millones de niños y de jóvenes para convertirlos en una gran fábrica de producción de socialistas; como lo tienen en Cuba. No lo han conseguido, ni lo van a lograr, pero lo vienen intentando y por eso llevan la educación al fracaso más estrepitoso; no hace falta ninguna encuesta para saberlo.
¿Es irracional aspirar a un acuerdo nacional para, de acuerdo a la Constitución, sumar las fuerzas y recursos educativos de la familia de la sociedad y de los educadores con la amplia  orientación y apoyo económico de un Estado democrático y plural? ¿Se puede resignar el país a que la educación siga deteriorándose? ¿Se pueden contentar los ministros y altos jefes con que sus hijos se salven de ese naufragio general poniéndolos en buenos colegios privados o enviándolos al extranjero? ¿Por qué no se fomenta toda iniciativa y creación educativa de calidad centrada en el niño y su futuro y sustentada en los valores fundamentales consagrados en la Constitución?
Luis M. Ugalde O. s.j.
lugalde@ucab.edu.ve

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domingo, 27 de septiembre de 2009

LA EXTRAÑA CÁRCEL DEL SEÑOR ZELAYA, CARLOS ALBERTO MONTANER

La política está llena de sorpresas. Roberto Micheletti, el presidente de Honduras designado por el parlamento de su país, deseaba que el ex presidente Manuel Zelaya estuviera encarcelado en Tegucigalpa mientras los jueces y fiscales incoaban el proceso judicial en su contra por violación de la Constitución, corrupción y malversación de caudales públicos. Curiosamente, Hugo Chávez, Lula da Silva y Daniel Ortega han hecho posible esa detención.

Es verdad que Zelaya no está en una cárcel hondureña, sino en la embajada brasilera radicada en la capital, pero eso es mucho más conveniente para el gobierno de Micheletti. Es difícil que un comando zelayista viole el recinto brasilero para intentar liberarlo, dado que allí se introdujo por su propia voluntad, y, al fin y al cabo, la responsabilidad por la integridad física de Zelaya ahora corre por cuenta de Brasil. La policía hondureña sólo tiene que limitarse a cuidar el exterior del edificio y controlar las entradas y salidas. En algún momento el señor Zelaya decidirá presentarse a la justicia de su país, o tal vez opte por pasar un largo tiempo asilado.
Mientras tanto, el presidente Micheletti, con bastante firmeza, ha escrito en el Washington Post que sigue adelante con las proyectadas elecciones del 29 de noviembre. Panamá, poco antes del incidente, declaró que si los próximos comicios hondureños son honrados y transparentes reconocerá al nuevo gobierno. Eso es lo sensato. Afortunadamente, el presidente Ricardo Martinelli es un estadista valiente al que no le importa nadar contra la corriente si le parece moralmente justificable.

Las elecciones, además de ser un mecanismo de legitimación de la autoridad, son una ceremonia para enterrar el pasado y comenzar una etapa distinta y más esperanzadora. Las consultas plurales y libres de España, Portugal y Chile sirvieron para encaminar a esos países después de largas dictaduras. Lo mismo sucedió en Argentina, Uruguay y Brasil. Hubiera sido una locura desconocer los nuevos gobiernos democráticos alegando que las elecciones se habían llevado a cabo por regímenes ilegítimos y transitorios.
La OEA cayó en una trampa que le tendió el señor Chávez al advertir que no reconocería al presidente electo en los próximos comicios hondureños. ¿Quiere el señor Insulza precipitar al país a un conflicto violento para coronar a un vencedor empapado en sangre? Los candidatos a estas futuras elecciones habían sido libre y pacíficamente elegidos en primarias abiertas antes de la expulsión del poder de Zelaya. No fueron impuestos por nada ni nadie y representan todo el espectro político del país. Una vez fracasada la gestión restauradora del presidente Oscar Arias, ¿qué otra mejor opción existe que propiciar un proceso electoral capaz de devolverle al país la normalidad política?

El Departamento de Estado norteamericano tampoco ha actuado razonablemente. ¿A quién se le pudo ocurrir en esa casa de locos que es una buena estrategia tratar de desacreditar a priori la salida democrática que existe para la crisis hondureña? ¿Cómo se iba a imponer el regreso de Zelaya contra la voluntad del resto de las instituciones del país, contra el criterio de casi todos los partidos políticos, con la oposición de las iglesias cristianas y el rechazo del aparato productivo? ¿Está dispuesto Estados Unidos a crear una especie de protectorado en Honduras y dedicar veinte mil soldados para devolverle el gobierno a Zelaya contra el deseo de la mayoría de los hondureños y los dictados de la Corte Suprema, pero con el beneplácito de Hugo Chávez? ¿Cómo puede hoy empeñarse Estados Unidos en desestabilizar a una de las naciones más pobres del continente y a una de las pocas sociedades que simpatizan genuinamente con su poderoso vecino --al extremo de enviar tropas a la guerra de Irak-- en un hemisferio crecientemente dominado por el antiamericanismo?


Tras el reconocimiento anunciado de Panamá, probablemente otros países hagan lo mismo. Para sus líderes es evidente que lo que le conviene a América es la existencia en el continente de naciones estables regidas por gobiernos electos democráticamente que no estén bajo la nefasta influencia del chavismo. Ese será el inicio de una paulatina normalización de las relaciones internacionales de Honduras.


En todo caso, una de las primeras decisiones que tendrá que tomar el nuevo gobierno es qué hacer con el señor Zelaya. ¿Lo amnistía, le otorga un salvoconducto, o lo deja asilado permanentemente en la embajada brasilera? El ex presidente cubano Manuel Urrutia --el primero designado por la revolución tras la caída de Batista-- estuvo más de dos años recluido en las embajadas de Venezuela y México en La Habana hasta que Castro le otorgó el salvoconducto. El peruano Haya de la Torre estuvo cinco en la embajada de Colombia en Lima. Es cuestión de firmeza.

Carlos Alberto Montaner
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lunes, 3 de agosto de 2009

*CÁRCEL PARA QUIENES DIGAN LA VERDAD, CARLOS BALL (*)

El bozal que los chavistas están en proceso de imponerle a los venezolanos, con la llamada Ley de Delitos Mediáticos, significa que serán penados con cárcel por dos a cuatro años quienes den noticias o publiquen comentarios que perjudiquen al Estado, sean falsas o alteren la tranquilidad de la ciudadanía. Bajo tal amenaza trabajarán los periodistas, locutores, artistas “y cualquier otra persona que se exprese a través de cualquier medio de comunicación”.

Chávez intenta esclavizar a los venezolanos, violando su legítimo derecho a saber lo que sucede y la manera como los chavistas se apropian de lo que les da la gana. Serán, desde luego, funcionarios y jueces chavistas quienes determinarán lo que es verdad, lo que es mentira y todo lo que puede causar “zozobra” a la ciudadanía. Así, de un solo manotazo, Chávez cierra la puerta, tranca las ventanas y apaga la luz, con el fin de imponer su “socialismo del siglo XXI”.

En cuanto a la televisión, no es suficiente para Chávez haber cerrado a Radio Caracas Televisión y tener cinco canales de propaganda oficial —VTV, Vive, ANTV, TVES y Telesur—, sino que con la nueva Ley meterá preso a quienes se atrevan a dar noticias que no le gusten, como también a los directivos y dueños de las televisoras.

Chávez ya tiene 90 periódicos, 40 televisoras y 200 estaciones de radio, pero además ha obligado a todas las emisoras de radio y televisión del país a transmitir en cadena nacional, durante más de tres mil horas, sus interminables discursos, sus ideas “rojas, rojitas”, vulgaridades y chistes malos.

Pero los comunistas no suelen conformarse con controlar el presente y el futuro, sino que se empeñan también en cambiar la historia. La mentira más grande del régimen chavista es su despreciable intento de tergiversar el pensamiento y la obra de Simón Bolívar. No ha habido, a lo largo de la historia de Venezuela, ningún presidente ni ningún régimen menos bolivariano que el actual. Si no me cree, lea cuidadosamente estas siete citas de Bolívar que evidencian una manera de pensar radicalmente opuesta a absolutamente todo lo que hoy los chavistas se atreven a llamar “bolivariano”:

o “No conviene que la opinión y las leyes estén en las mismas manos, y que toda la fuerza esté concentrada en el gobierno”.

o “La propiedad es el derecho de gozar y disponer libremente de sus bienes y del fruto de sus talentos, industria o trabajo”.

o “De lo heroico a lo ridículo no hay más que un paso”.

o “Huid del país donde uno solo ejerce todos los poderes: es un país de esclavos”.

o “Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder… donde se origina la usurpación y la tiranía”.

o “El sistema militar es el de la fuerza, y la fuerza no es gobierno”.

o “Es una manía miserable el querer mandar a todo trance”.

Y para quienes realmente conocen la vida y el pensamiento de El Libertador, no hay nada menos bolivariano que amenazar e insultar a los colombianos.

(*) Director de la agencia AIPE
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