«Con o sin charreteras, un paria jamás
resguardaría a ninguna patria. Nunca su juramento de cumplir y hacer cumplir
una constitución y leyes parecerá cosa diferente a una picaresca puesta en
escena teatral, con patéticos espectadores convocados para ridículamente
ovacionarlo cual si se tratase de un o una pontífice»
Durante varias décadas, en Ultimomundano el
Priorato Despótico buscó, con tozuda persistencia, su «Santo Grial»
representado por la riqueza fácil e ilícita: la que, fortuitamente, le
proveería el petróleo, el cual, al cabo, le ha servido para afianzarse en el
Poder Político Transnacional.
El «Priorato» sabía que, con la botija llena,
podría torcer la Historia y desestimar las leyes territoriales e
internacionales mediante el soborno, chantaje y la masiva intimidación
mercenaria. Amenazas focalizadas en despachos de presuntamente autónomos poderes:
el Parlamentario, Ejecutivo, Judicial, Moral, Electoral y Ciudadano. Que
ninguno es, en realidad, popular, y cuyo funcionariado suele experimentar
infinito escozor cuando es obligado a satisfacer las necesidades de los
humildes o cumplir con sus obligaciones.
Por lo expuesto, no asombra mirar a quienes
integran la cúpula del «Priorato» en actitud extremadamente soberbia y
ofensiva. Ellos pretenden que, a ningún opositor o adherente, le quede dudas
respecto a sus malas intenciones.
Por nada modestas sumas de próceres impresos
imperiales, tienen a favor de sus delictivas conductas a las fuerzas «armadas»
que igual «desalmadas» de varios países. Lastres uniformados, henchidos y
apertrechados, que sienten regusto por exhibirse como sirvientes de sus
pretores. Hombres y mujeres al mando de tropas, proclives a cometer e incapaces
de discernir nada que no sea el status de corte oligárquico que le confieren
las billetardas remuneraciones.
Son los «Defensores de la Fe», cierto, pero
«por el Dólar». Con o sin uniformes verde-olivas o rojos de falaz casulla
obispal, no son custodios de alguna patria, credo o ciudadano que presumió
ejercer su «soberanía» eligiéndolos para administrar los respectivos tesoros de
las naciones. Paria al mando no boga por ninguna patria: e, intelectualmente,
sólo distingue entre un billetardo de baja o alta denominación, entre un
lingote de oro y uno de plomo, su peso, valor, y las formas de hurtarlos. Ante
la inmoral y oprobiosa gestión gubernamental que esa casta de malvivientes
protagoniza, el (a) «testado» que se atreva a encararla con la Razón Inmutable
será marcado para ser judicial o militarmente tenido por objetivo, sujeto de
persecución y finalmente encarcelado.
El «maná», como lo llamaban los aborígenes,
es aceitoso al tacto y vista, de origen orgánico, empero es también volátil y
su sobrevenida fetidez se asocia al modo como es manipulado por gobernantes
inescrupulosos: que obran al amparo de la obscuridad, que no del nada
antropomórfico y apetecible combustible: «Santo Grial» del Priorato Despótico
de Ultimomundano nada «socialista» que busca socializar o comulgar con el
tyrannum arquetípico del Mundo.
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