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sábado, 4 de octubre de 2014

PAULINA GAMUS, EL COMPLOT DE LAS BATAS BLANCAS

En la misma medida en que un tirano se hace más represivo, se incrementa su pánico.......

El elemento básico de todo régimen dictatorial es el miedo, pero no solo el que infunde el dictador a sus oprimidos, sino el miedo que a él lo persigue y acosa. En la misma medida en que un tirano hace más crueles e injustas sus acciones represivas, se incrementa su pánico. Desconfía de todos y su círculo de incondicionales en quienes puede creer se cierra cada vez más. 

Del dictador venezolano Juan Vicente Gómez se recuerda que al pie de su cama, en el suelo, dormía el indio Eloy Tarazona, elevado al grado de coronel por su servilismo. Tenía entre sus deberes probar la comida que debía consumir el benemérito. Ni la familia del dictador le inspiraba a este tanta confianza.

Pero ningún caso de miedo bidireccional fue tan singular como el de Isosif Stalin. En los últimos quince años de su vida, solo su ama de llaves, Valentina Istomina, podía acceder a él sin restricciones. Era tanto el terror que inspiraba el tirano soviético que los guardias que oían desde el exterior de sus habitaciones los ruidos extraños que producía por su derrame cerebral, no se atrevían a entrar para saber qué le sucedía. Cuando por fin un oficial lo hizo y avisó al temible jefe de la policía Lavrenti Beria, este, sumido en pánico, tampoco sabía qué hacer y solo fue al día siguiente cuando llamaron a los médicos.

Los testigos del suceso dicen que esos médicos estaban aterrados; sus manos temblaban tanto que no podían quitarle la camisa al paciente y tuvieron que cortarla con tijeras. A ninguno se le ocurrió que Stalin podría ser intervenido quirúrgicamente, les horrorizaba pensar en las consecuencias por si moría. Lo singular de la historia para el tema que nos ocupa, es que ninguno de esos médicos conocía a Stalin ni sabía de su historia clínica: era la primera vez que lo examinaban.

Todos los médicos del Kremlin estaban en prisión y en vías de ser condenados a muerte, acusados de un complot para asesinar a los más altos dirigentes de la URSS. El mismo Stalin los denunció en un discurso ante el Politburó en diciembre de 1952: “Todo sionista es agente del espionaje estadounidense. Los nacionalistas judíos piensan que su nación fue salvada por los Estados Unidos, allá donde ellos pueden hacerse ricos y burgueses. Piensan los judíos que tienen una deuda con los estadounidenses. Entre los médicos, hay numerosos sionistas”. El 13 de enero de 1953, Pravda, órgano oficial del Partido comunista, publicó un artículo ferozmente antisemita, con el título: «Bajo la máscara de médicos universitarios hay espías asesinos y criminales». La denuncia era de una "conspiración de burgueses sionistas" organizada por el Congreso Judío Mundial y financiada por la CIA. Los complotados serían once médicos de los cuales siete eran judíos. La muerte de Stalin, el 5 de marzo de 1953, salvó la vida de esos médicos.

Lo que nadie podría imaginar entonces es que 46 años después, en un país de América del Sur, apareciera un teniente coronel tan paranoico y tan profundamente antisemita como el tirano soviético, y con un odio similar al de aquel contra los médicos de su propio país. El repudio de Hugo Chávez contra todo venezolano que ejerciera la medicina comenzó con su primer gobierno en 1999. Muchos creímos que aquello fue solo el pretexto para llenar a Venezuela de supuestos médicos cubanos, de los cuales muchos eran paramédicos y otros activistas de la revolución cubana. Pero el acoso continuó y fue implacable hasta el punto de provocar la emigración masiva de profesionales de la salud, desde los más prestigiosos hasta los recién graduados. No se sabe con exactitud cuántos se han ido a ejercer la medicina en otros países, lo que si se sabe es que quienes se gradúan quieren desesperadamente irse de Venezuela.

El destino de Chávez, con respeto de las mil y una diferencias, terminó siendo similar al de Stalin. Koba el terrible quizá hubiese sobrevivido si los médicos que conocían su historia clínica y tenían experiencia, lo hubiesen operado. Pero estaban presos acusados de conspiración. Chávez quizá habría sobrevivido si en vez de confiar en los magníficos oncólogos y cirujanos venezolanos, no se hubiese entregado en manos de la piratería cubana. Fueron la desconfianza y el odio nacido de la paranoia, lo que llevó a los dos gobernantes a la tumba.

Hay un refrán judeo-español que mis abuelos heredaron de sus ancestros y que aplicaban a cualquier cambio de gobierno: vaya señor venga peor. Nunca fue más sabia esta endecha que en el caso del sucesor de Hugo Chávez, verbigracia Nicolás Maduro. El heredero de un país en ruinas y con el servicio de salud en escombros, ha sido incapaz de superar y desprenderse del socialismo de opereta de su legatario. Hoy le toca enfrentar hospitales y clínicas que prestan servicios mínimos por falta de insumos, equipos dañados y carencia de especialistas médicos.

Se enfrenta además a una escasez dramática de medicamentos y los médicos son agredidos en los hospitales públicos, por familiares de pacientes. Son los efectos de la campaña oficialista que atribuye a un enemigo externo la conspiración contra la salud del pueblo.

Aparece una epidemia viral con un nombre africano —chicungunya— y mueren ocho pacientes en un hospital de Maracay, Estado Aragua. El doctor Ángel Sarmiento, presidente del gremio médico de ese Estado lo denuncia y está siendo buscado por la policía para apresarlo. Mientras la policía se afana en localizar a tan peligroso delincuente, esa localidad venezolana tiene el más alto índice de contagiados; hasta los chavistas claman por el Twitter y por los medios oficialistas, para que Maduro haga algo para evitar más muertes. Se calcula que los enfermos de ese mal son más de 70.000 y no hay una sola pastilla de acetaminofén en todo el país para aliviar sus dolores y la fiebre.

En la estructura mental de Nicolás Maduro y de su banda no cabe ninguna solución que no sea reprimir, amenazar y fomentar más odio contra los médicos de su país. Y, ¡no faltaba más!, acudir a la ciencia cubana tan desarrollada gracias a la revolución castrista, para que envíen unos especialistas en conspiración bacteriológica. Si todavía hay ingenuos que creen que a Chávez le inocularon el virus del cáncer ¿por qué no van a creer que la chigungunya es obra del Imperio y de su punta de lanza, la oposición fascista y golpista?

Paulina Gamus
gamus.paulina@gmail.com
@Paugamus

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sábado, 15 de marzo de 2014

GERÓNIMO FIGUEROA FIGUERA, LAS BATAS BLANCAS Y LAS BATAS ROJAS, NUESTRA OPTICA

Lo que debió ser un día de paz y respeto por la salud de los venezolanos, se convirtió en una jornada mas de intolerancia y confrontación promovida por el gobierno de Nicolás Maduro. Religiosamente  desde hace mas de un centenario, el 10 de marzo por ser el día en que nació ese ilustre científico venezolano, Don José María Vargas, con cuyo nombre se bautizaron muchos hospitales en Venezuela, es la fecha que también se celebra El Día del Medico en nuestro país.   

El 10 de marzo como todos los años, los galenos venezolanos fueron convocados por sus organizaciones gremiales para salir a marchar con motivo del natalicio de J.M Vargas y a conmemorar El Dia del Médico Venezolano. Nuestros médicos egresados de las escuelas de medicinas reconocidas mundialmente, se concentraron en la Plaza Venezuela  con el propósito  de ir hasta la Vicepresidencia Ejecutiva en la esquina de Carmelitas de Caracas, para entregar un pliego de peticiones a favor del abastecimiento de insumos médicos para los hospitales y ambulatorios de todo el país, donde nuestros médicos trabajan con mucha voluntad  pero con pocos recursos.
Pero ese día, el gobierno de Nicolás Maduro, en vez de mandar efectivos policiales para resguardar la vida de nuestros médicos, siguió en la onda de la represión y la violación de los derechos humanos enviando un batallón de esbirros disfrazados de guardias nacionales y de policías nacionales, quienes armados hasta los dientes al estilo del Rambo Gringo, se pararon frente a nuestros médicos y les impidieron caminar por la ruta trazada, a pesar que la Federación Médica Venezolana con semanas de anticipación, tal como lo establece la Constitución Nacional,  había participado a la alcaldía de Libertador  que dirige Jorge Rodríguez, de la realización de la marcha.
En contraste con la marcha de los médicos venezolanos con batas blancas que usan como símbolos de curación de salud, y que son formados en  nuestras escuelas de medicinas en seis años de estudios y uno de ejercicio en la rural,   marcharon unos cubanos acompañados por algunos jóvenes venezolanos que supuestamente son médicos integrales, “graduados” en tres años en aulas no acondicionadas para ese tipio de docencia, y donde la mayoría de las clases impartidas es ideológica y activismo partidista para defender una supuesta revolución amenazada por el imperio norteamericano. 
Ahora bien, algunos enchufados dirán que nuestros médicos son apátridas y salieron a la calle cumpliendo órdenes del imperio para conspirar contra el gobierno de Maduro, pero la vaina no es así. Nuestros médicos que trabajan en los hospitales del estado, a pesar de ganar sueldos de hambre, que en algunos casos no llegan al salario mínimo, solo querían entregar un documento a Jorge Arreaza solicitando insumos para los hospitales, los cuales no tienen curitas, mercurocromo, gaza y alcohol, entre otras cosas.
Mientras en Miraflores los cubanos con batas rojas en presencia de Nicolás Maduro decían el mismo discurso con los calificativos de apátrida, derecha venezolana, agentes del imperio, golpistas y terroristas que les dicta literalmente la policía cubana, los médicos venezolanos que son formados con los valores de la paz para prestar servicio de salud a quienes lo necesiten, sin medir al partido que pertenecen ni que color de franela tiene puesta el paciente, declaraban a la prensa nacional y extranjera, que ellos solo querían conmemorar el natalicio del ilustre científico José María Vargas, y llamar la atención sobre el desabastecimiento de los hospitales y ambulatorios en toda Venezuela.
  Nicolás Maduro por un lado habla de paz y amor, pero al mismo tiempo ordena a los colectivos armados que ataquen a los estudiantes y a todo aquel que este manifestando su descontento con la inflación, la escasez, el desabastecimiento y la corrupción que azota a Venezuela. Los integrantes de estos colectivos pareciera que están entrenados para matar, actúan con mucha saña contra la población, y en la mayoría de las ocasiones disparan a la cabeza. Por lo tanto, en Venezuela no puede haber paz mientras el gobierno de Maduro mantenga un discurso de odio y exclusión que solo lleva a la confrontación.

Gerónimo Figueroa Figuera
geron2ff@yahoo.com
@lodicetodo
CNP: 569

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