El pasado sábado regresé a Caracas de cumplir la última misión internacional que me encomendó Henrique Capriles Radonski antes de la elección del 7 de octubre.
Viajé a Lima, Santiago y Montevideo, a informar a políticos de gobiernos y oposiciones, medios y sectores intelectuales acerca de la alternativa democrática que en nuestro país representan la Unidad y nuestro candidato presidencial.
En este, como en viajes anteriores con similar propósito a otros países, pude sentir el interés en Venezuela, por saber qué pasa y qué puede pasar y los distintos modos cómo se nos percibe a los venezolanos. Nuestro mensaje es sencillo y claro: del futuro gobierno de Capriles podrá esperarse una política exterior nacional, de cooperación en la paz, la democracia, los derechos humanos y la prosperidad.
Puede apreciarse que luego de un comienzo novedoso y para algunos incluso esperanzador, la imagen de nuestro actual mandatario luce desgastada y la de nuestro gobierno es lamentable. En esos días la afectaba especialmente la tragedia en Amuay, y lo que pude leer en la prensa de allá sin excepción apuntaba al defectuoso mantenimiento y la desprofesionalización de la gerencia de la empresa petrolera nacional.
Pero si algo puede constatarse en el Sur de América es una región dinámica que consolida instituciones democráticas, crece económicamente y va disminuyendo la pobreza y la desigualdad en términos reales. Tienen problemas, pero los están enfrentando con decisión, sensatez y mente abierta.
Noticias como la Alianza del Pacífico y la venidera Cumbre Arabe-Sudamericana de Lima, nos hablan de estrategias fluidas, con un sentido de adaptación visionaria a las realidades mundiales que nada tienen que ver con el viejo discurso ideologizado y peleón que caracteriza nuestra retórica oficial.
Con respeto a la ley y al derecho, la experiencia aleja a esos países de la arbitrariedad o el personalismo. Con realismo acentuado y sincera intención mejoran la situación de los más pobres, buscan oportunidades al afrontar los retos de la globalización, atraen inversiones y no rinden culto al estatismo, sin descuidar que hace falta un Estado sano, fuerte y eficaz.
Uno aprende mucho si va a ver y escuchar, en vez de hacer ejercicios de vanidad protagónica.
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