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lunes, 23 de febrero de 2015

ANTONIO RIVAS, ¿GOLPE OPORTUNISTA?

Una vez más el presidente Maduro denuncia un supuesto Golpe de Estado en su contra. Los de oposición, que hemos traspasado la línea del hastío hace rato, volvemos a torcer los ojos ante lo que nos parece una bomba de humo más de un gobierno acostumbrado a mentir. Sin embargo, aun cuando en los últimos 16 años el gobierno ha sido un circo de luces y malabares a la hora de tapar los grandes problemas nacionales, esta vez el escenario nacional pareciera prestarse para lo que consideraríamos un golpe oportunista.

La precaria y decadente situación económica, las acusaciones internacionales para con el narco-Estado, la indignación por el “Dios proveerá” mientras se destapa la multimillonaria cuenta del Banco del Tesoro escondida en Suiza, los escándalos de corrupción, el bajo apoyo del presidente en las encuestas, las incontables denuncias de tortura y confinamiento en condiciones infrahumanas a los presos políticos, las marchas y protestas opositoras a lo largo del país, etc., parecen servir de plataforma suficiente para el surgimiento de un líder opositor que amalgame, canalice, y capitalice políticamente el descontento. Alguien podría pensar que sería hasta fácil. Pero no. No sucede.
Fuera del liderazgo de Leopoldo López (potenciado desde que está en Ramo Verde), no parece haber opciones claras de quien puede tomar las riendas opositoras y conducir a una transición hacia la democracia plena, devolviendo la dignidad a todo el país, en todos los aspectos. El nombre de Henrique Capriles sigue generando empatía y esperanza pero acciones poco concretas. María Corina Machado lucha incansablemente pero no mueve a las masas. Y de ahí en más solo hay nombres disgregados con poca proyección general a nivel nacional.
En estas circunstancias el elemento desesperación podría llevar a cualquiera con ansias protagónicas a aventurarse en una acción golpista. Es tentador repetir la historia de Chávez. Volverse el rostro de quienes están indignados por la corrupción sin precedentes que vivimos, las mega-devaluaciones, la inflación proyectada en 100%, la burocracia, la represión, la burla. Ahorrarse el trabajo de ser un líder de bases que construye su nombre políticamente por años y años, con ética intachable, sobre esfuerzo, resultados, planes, estrategias, trabajo social, recorrer barrios y pueblos y, por qué no, carisma, y hacerse de la simpatía de millones (y el rechazo de otros tantos, pero qué más da) de un solo plumazo, de un solo golpe. Ciertamente puede resultar tentador para algunos.
En cualquier caso, entre golpistas que se entiendan. Muchas cosas debemos haber aprendido ya, y una de ellas es que la democracia no se recupera con golpes de Estado, sino con fortalecimiento de las instituciones y con un comportamiento participativo y ético personal ejemplar. Un golpe de estado sería combatido mañana por quienes hoy lo aplaudirían. El pueblo demócrata debe seguir usando las armas del voto y la protesta.
Antonio Rivas
rivas_antonio@hotmail.com
@AntonioERivasR

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domingo, 18 de enero de 2015

ANTONIO RIVAS, EL ÚLTIMO ERROR DE CHÁVEZ, NICOLAS MADURO

ANTONIO RIVAS
“Mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que, en ese escenario que obligaría a convocar, como manda la Constitución, de nuevo a elecciones presidenciales, ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Yo se los pido desde mi corazón”.  Con esas palabras, el presidente Chávez invitaba a todos sus seguidores a que eligieran por la vía del voto a Nicolás Maduro como su sucesor.

No hubo nada más que esa alocución. No hubo pergaminos que acompañaran a tal recomendación, no se habló de si había cualidades de estadista, de líder, de intelectual, de gerente, de orador o de estratega. Solo bastó la palabra de Chávez para que Maduro recibiera millones de votos en las elecciones de abril de 2013. Los seguidores de Chávez no se detuvieron a cuestionar porqué era que el aquel entonces candidato obrero sería la mejor opción para el país, para su revolución o siquiera para el PSUV. Su elección fue, como muchas otras cosas, porque Chávez dijo. 
Pero Chávez, como cualquier ser humano, tuvo aciertos y desaciertos. Su conexión emocional con grandes masas del pueblo  venezolano le valió una veneración ciega por parte de sus seguidores. Hugo Chávez, el hombre, se volvió una ideología en sí. El mandato era lo que él dijera, bueno o malo. Así vinieron las expropiaciones, el control de cambio, la guerra contra la inversión privada, el amiguismo, la persecución a los medios, la burocracia… y Nicolás Maduro.
Y así como hoy vemos que las empresas expropiadas tienen su producción en decadencia; el control de cambio chavista ha sido la fuente de enriquecimiento ilícito más grande de nuestra historia; la guerra contra la inversión privada ha secado los puestos formales de trabajo, la inversión y la producción; y el amiguismo y la burocracia han catalizado la corrupción y la ineficiencia, también vemos a un presidente atorado en la parálisis política, evidenciada entre otras en una economía en caída libre y una inútil Ley Habilitante anti-corrupción que no sirvió ni para evitar que de Maiquetía salieran aviones de PDVSA para viajes personales.
Tras dos años de mandato seguimos viendo masacres, muertes masivas por intoxicación en las cárceles, inflación y escasez disparada y un vacío de responsabilidad en la estafa de Cadivi, por mencionar algunos ejemplos, mientras nada pasa, nada se resuelve, nada se decide. Hay un vacío en el mando. Donde ayer pedíamos un cambio de gobierno hoy pedimos un gobierno, pues vamos a la deriva.
Y es que Nicolás Maduro ha demostrado no contar ni con las más elementales condiciones para tomar las riendas; no puede ofrecer soluciones concretas, no toma decisiones, no entiende cómo resolver los problemas, no tiene influencia alguna en la OPEP, no cala ni con los chavistas y ni siquiera tiene poder de convocatoria en las elecciones internas del PSUV. En conclusión, no representa a nadie, ni representa nada. El actual presidente está a la altura de la inflación, la impunidad, la devaluación, la escasez, la fuga de talentos y la corrupción. Es consecuencia, es algo que no debió ocurrir. Él es, simplemente, el último error de Chávez.
Antonio Rivas.
rivas_antonio@hotmail.com
@AntonioERivasR

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domingo, 11 de enero de 2015

ANTONIO RIVAS, HASTA QUE LA MUERTE LOS SEPARE


ANTONIO RIVAS
Una de las características de los regímenes autoritarios, aplicada al pie de la letra por el castro-chavismo y aprendida a cabalidad por sus herederos, es la de aferrarse al poder de manera vitalicia.

Que Tibisay Lucena, Sandra Oblitas y Luisa Ortega Díaz, por mencionar algunos ejemplos, se hayan siquiera postulado a permanecer en sus puestos, habla de su limitada y pobre visión institucional y su desprecio por la alternación en los cargos de dirección; principio este que es elemental en cualquier organización seria, en especial  en organizaciones públicas.
Dejar permanecer por un período prolongado a una misma persona en un cargo directivo puede resultar nocivo. Con el tiempo la innovación se pierde, la contraloría se vuelve permisiva y se genera una peligrosa costumbre de mando-obediencia que difícilmente redunda en una mejora constante y una búsqueda sedienta de resultados óptimos. Se cae en el mantenimiento del status-quo y en la permanencia en lo que se conoce como la zona de confort.
Bajo estas condiciones, progresivamente empiezan a cruzarse las líneas de lo permitido, lo tolerable, y se generan las prácticas corruptas y abusivas. El ejemplo reciente del uso de la flota aérea de PDVSA por Elías Jaua para uso personal lo ilustra perfectamente. Esto es el resultado del paso de una relación con la institución desde una óptica de liderazgo para prestar un servicio (asumiendo que alguna vez hubo tal intención) a una relación de propiedad. Con los años se pasa de “yo trabajo aquí para servir a un fin” a “esto me pertenece y lo uso a conveniencia”.
Tal comportamiento se ha dado desde muy temprano en las prácticas chavistas, impulsado claramente por el mismo Hugo Chávez, y ya a estas alturas difícilmente alguien pueda diferenciar entre gobierno, Estado y PSUV. Las líneas de lo tolerable se cruzaron hace años, si es que alguna vez existieron.
Pero para el chavismo todo esto es irrelevante. El perjuicio de estas prácticas, evidenciado en la prolongada permanencia de Chávez en el poder y cuyas consecuencias aún vivimos, les tiene sin cuidado.
Así, quien pierde con todas estas ratificaciones de los mismos personajes en los mismos cargos es Venezuela. Como nación, como sociedad, como democracia, como pueblo, este principio castro-chavista de quedarse mandando hasta la muerte ha llevado a que sean los vicios de los dirigentes los que signen el desempeño de las instituciones que dirigen. No hay un estímulo para dejar huella, no hay un plan de largo plazo con mecanismos de sucesión, no hay cabida para el mérito y el surgimiento de relevo apto. Si el objetivo es permanecer en el poder y eso está garantizado por el secuestro de los Poderes Públicos entonces para qué resolver problemas. Así de sencillo.
La premisa es: poder ahora y por siempre. Así que se aferran a sus cargos aunque el país se hunda, aunque sea evidente en los resultados y las estadísticas que los actuales gobernantes no están capacitados para los cargos que desempeñan, y aunque haya gente incluso en sus propios seguidores que están mucho mejor calificados. La puerta de la mejora en las condiciones de vida del pueblo está cerrada por el candado de la ambición ilimitada de este gobierno.
Queda claro entonces que romper ese ciclo no vendrá de la madurez institucional de quienes hoy por hoy ostentan el poder, pues carecen de ella. El ciclo debe romperse por quienes no comulgamos con esa eternización de patronazgo terrateniente de la gerencia pública que caracteriza a este gobierno, para lo cual debemos seguir utilizando las armas del voto y la protesta.
Antonio Rivas
rivas_antonio@hotmail.com
@AntonioERivasR

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miércoles, 7 de enero de 2015

ANTONIO RIVAS, “¡LES LLEGARÁ SU HORA! ME LLAMARÁN DICTADOR, NO ME IMPORTA”

Con esta frase arreciaba el presidente Maduro su discurso inflamable contra la prensa escrita de Venezuela. Yo quisiera tomarme la libertad de darle al presidente mi opinión personal: yo no creo que sea usted un dictador.

Si usted fuera un dictador tendría a todas las empresas expropiadas produciendo por encima de lo que producían cuando las expropiaron. Sus gerentes estarían temblando por entregarle a usted resultados extraordinarios y se pelearían por ganarse su beneplácito. Nadie se atrevería a revender cabillas,  cemento y demás productos regulados. Tendría usted las cadenas de suministro de alimentos, puertos, almacenes, y supermercados del Estado operando a su máxima capacidad. Si usted fuera dictador no habría secuestros ni se cobrara vacunas a comerciantes y ganaderos en nuestro territorio, no habría delincuencia, no estaría el hampa reinando impunemente en ciudades, carreteras y pueblos. Los delincuentes le temieran a las fuerzas del orden público. Si usted fuera dictador, nadie osaría botar basura en la calle, o a rayar las paredes, o siquiera a pasarse una luz roja. Pero todo eso ocurre en Venezuela, y más.

A mi juicio, usted simplemente ha demostrado carecer de las competencias pertinentes para ser Presidente de la República, y viéndose abrumado por la anarquía que le dejó su predecesor solo puede jugar a ser poderoso con lo poco de institucional que queda en el país, mientras pasa el tiempo y no se resuelve nada. Usted tiene la actitud del niño de escuela que, sabiéndose reprobado en todo, opta por descargar su ira con los más pequeños, para intentar ganar a golpes el respeto que nadie le tiene, pero eso no es dictadura, es bullying.

Yo más bien considero que en este momento usted es el mayor preso político que ha tenido nuestra historia. Enjaulado en un proceso político que lo tiene rodeado de espinas en todas direcciones, excepto una: La Habana, donde se encuentra un dictador de verdad. Usted está obligado a manejar este caos tomando decisiones avaladas (o impuestas) por los hermanos Castro, que no contradigan a Chávez, y que no molesten a Cabello y a Ramírez. Usted está tan acorralado que no puede ni siquiera devaluar con libertad, con valentía, sino que tiene que ocultarlo, disfrazarlo, y hasta negarlo. Usted debe darle ascenso a militares golpistas para mantenerlos contentos. Usted se ve obligado a inventar guerras imperialistas para poder excusar la falta de resultados. Usted no persigue a la prensa para amedrentar a la disidencia, sino para callar las estadísticas de delincuencia, escasez, corrupción, inflación, y el creciente descontento en la población. Usted tiene una Ley Habilitante todo poderosa, y no ha podido habilitar nada. Usted no ha podido ni siquiera mudarse a La Casona como le corresponde. Usted no está en control. Entonces ¿dónde está el dictador?

Lea “La fiesta del Chivo” de Vargas Llosa, para que se dé cuenta de que usted tiene mucho de Balaguer y nada de Trujillo. Investigue un poco y dígame quién se imaginaría a los presos mandando en las cárceles en el Chile de Pinochet, o bandas de “orejones” intimidando poblados en la España de Franco. Imagine usted grupos de motorizados atracando en las autopistas en la época de Pérez Jiménez. Es sencillamente impensable.

En resumen, Maduro, anarquía e ineptitud no es dictadura, sino solo eso, anarquía e ineptitud. Y soberbia, amenazas y evasión de responsabilidad no hace dictadores.

Despójese de las ataduras políticas, asuma su responsabilidad, reconozca que la mitad del país no quiere comunismo, exíjale resultados a sus ministros y gerentes o sustitúyalos, ponga en cintura a los delincuentes, llene los anaqueles de producción nacional, encarcele a sus corruptos y controle la inflación, solo entonces tendrá el honor de afirmar dignamente que le tiene sin cuidado como le llamen. Mientras tanto, cualquier título le quedará grande, incluso el de dictador.

Antonio Rivas
rivas_antonio@hotmail.com
@AntonioERivasR

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jueves, 20 de febrero de 2014

ANTONIO RIVAS, NO, MADURO. USTED NO ES DICTADOR

"¡Les llegará su hora! Me llamarán dictador, no me importa". Con esta frase arreciaba el presidente Maduro su discurso inflamable contra la prensa escrita de Venezuela. Yo quisiera tomarme la libertad de darle al presidente mi opinión personal: yo no creo que sea usted un dictador.
Si usted fuera un dictador tendría a todas las empresas expropiadas produciendo por encima de lo que producían cuando las expropiaron. Sus gerentes estarían temblando por entregarle a usted resultados extraordinarios y se pelearían por ganarse su beneplácito. Nadie se atrevería a revender cabillas,  cemento y demás productos regulados. Tendría usted las cadenas de suministro de alimentos, puertos, almacenes, y supermercados del Estado operando a su máxima capacidad. Si usted fuera dictador no habría secuestros ni se cobrara vacunas a comerciantes y ganaderos en nuestro territorio, no habría delincuencia, no estaría el hampa reinando impunemente en ciudades, carreteras y pueblos. Los delincuentes le temieran a las fuerzas del orden público. Si usted fuera dictador, nadie osaría botar basura en la calle, o a rayar las paredes, o siquiera a pasarse una luz roja. Pero todo eso ocurre en Venezuela, y más.
A mi juicio, usted simplemente ha demostrado carecer de las competencias pertinentes para ser Presidente de la República, y viéndose abrumado por la anarquía que le dejó su predecesor solo puede jugar a ser poderoso con lo poco de institucional que queda en el país, mientras pasa el tiempo y no se resuelve nada. Usted tiene la actitud del niño de escuela que, sabiéndose reprobado en todo, opta por descargar su ira con los más pequeños, para intentar ganar a golpes el respeto que nadie le tiene, pero eso no es dictadura, es bullying.
Yo más bien considero que en este momento usted es el mayor preso político que ha tenido nuestra historia. Enjaulado en un proceso político que lo tiene rodeado de espinas en todas direcciones, excepto una: La Habana, donde se encuentra un dictador de verdad. Usted está obligado a manejar este caos tomando decisiones avaladas (o impuestas) por los hermanos Castro, que no contradigan a Chávez, y que no molesten a Cabello y a Ramírez. Usted está tan acorralado que no puede ni siquiera devaluar con libertad, con valentía, sino que tiene que ocultarlo, disfrazarlo, y hasta negarlo. Usted debe darle ascenso a militares golpistas para mantenerlos contentos. Usted se ve obligado a inventar guerras imperialistas para poder excusar la falta de resultados. Usted no persigue a la prensa para amedrentar a la disidencia, sino para callar las estadísticas de delincuencia, escasez, corrupción, inflación, y el creciente descontento en la población. Usted tiene una Ley Habilitante todo poderosa, y no ha podido habilitar nada. Usted no ha podido ni siquiera mudarse a La Casona como le corresponde. Usted no está en control. Entonces ¿dónde está el dictador?
Lea "La fiesta del Chivo" de Vargas Llosa, para que se dé cuenta de que usted tiene mucho de Balaguer y nada de Trujillo. Investigue un poco y dígame quién se imaginaría a los presos mandando en las cárceles en el Chile de Pinochet, o bandas de "orejones" intimidando poblados en la España de Franco. Imagine usted grupos de motorizados atracando en las autopistas en la época de Pérez Jiménez. Es sencillamente impensable.
En resumen, Maduro, anarquía e ineptitud no es dictadura, sino solo eso, anarquía e ineptitud. Y soberbia, amenazas y evasión de responsabilidad no hace dictadores.
Despójese de las ataduras políticas, asuma su responsabilidad, reconozca que la mitad del país no quiere comunismo, exíjale resultados a sus ministros y gerentes o sustitúyalos, ponga en cintura a los delincuentes, llene los anaqueles de producción nacional, encarcele a sus corruptos y controle la inflación, solo entonces tendrá el honor de afirmar dignamente que le tiene sin cuidado como le llamen. Mientras tanto, cualquier título le quedará grande, incluso el de dictador.
@AntonioERivasR
rivas_antonio@hotmail.com

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sábado, 15 de febrero de 2014

ANTONIO RIVAS, ¿QUÉ MOTIVA A LOS CHAVISTAS?

A raíz de mis interacciones con personas que se sienten identificadas con el proceso iniciado por Chávez, he notado varios matices diferenciadores entre el pueblo chavista. Entendiendo de entrada que es imposible cubrir a las personas en clasificaciones absolutas, me aventuro a enumerar tres grupos:
El primer grupo está formado por aquellos que estuvieron aislados durante los años de la IV República, en cordones de miseria urbanos y rurales. Son fieles al proceso chavista porque han sido beneficiados directa o indirectamente por los planes sociales del gobierno.
Estos no entran en debates ideológicos a ultranza, simplemente para ellos ha habido una mejora tangible en las condiciones de vida al tener acceso a vivienda, bienes y servicios como nunca tuvieron y un discurso gubernamental que les habla directamente. En este grupo pensaba yo al escribir "El Péndulo de la indolencia" en octubre del 2012, y es al que los ciegos opositores llaman ciegos.
El segundo grupo es el ideológico. Es el de aquellos que sienten pasión al hablar de revolución. En ocasiones son idealistas, humanistas, y se autodenominan socialistas. A diferencia del primer grupo, estos afirman que la situación del país es precaria, pero tienen esperanzas en que "el proceso" traerá a la realidad un mejor país cuando se acaben los saboteos, la guerra económica, etc. El primer grupo vive en el presente y lo acepta. El segundo grupo está inconforme pero ansía un mejor futuro, y espera.
Sin embargo, es este grupo el que empieza a pedir resultados. Están claros en sus objetivos y no los ven materializarse. Es el grupo que tímida pero firmemente empieza a dar críticas contundentes y argumentadas, y poco a poco abren una brecha entre "socialistas" y "gobierno". En ellos pensé al escribir "Esta historia tiene su fin" y "Amigo chavista, te están robando".
El tercer grupo son los oportunistas. La lógica más básica indica que a todo al que le guste "el guiso" se arrima al gobierno, no a la oposición. La plata fácil y por montones está en manos del Estado. Así que ahí están ellos, y no son pocos. Son los que arrasaron con Cadivi, los que están revendiendo todo lo controlado, los que cobran comisiones e inflan presupuestos, y son los que encontraron en la dupla "Controles del gobierno" y "Sistema judicial inepto (o cómplice)" una oportunidad de oro para hacerse mil millonarios. Y son tanto civiles como militares.
Este grupo repite a rabiar los coros socialistas, se visten de rojo, ostentan credenciales del PSUV y juran fidelidad eterna a Chávez. Pero tienen cuentas en dólares, andan en carros blindados, tienen dos o más  viviendas y en general un estilo de vida extremada y descaradamente capitalista. Con frecuencia se les denomina "los enchufados". Son el cáncer de la sociedad venezolana se vea desde la oposición o se vea desde el chavismo.
Cualquiera podría preguntar de qué sirve andar haciendo segregaciones de este tipo, y pues bien, yo creo que hacer estas diferenciaciones es fundamental.
Primero porque creo que en el espíritu de fomentar el encuentro y la construcción del país hay que diferenciar mensajes y acciones dependiendo de a quién se dirija. No se puede hablar de "los chavistas" y empezar a lanzar acusaciones. El único grupo realmente despreciable es el tercero, y ahí hay un punto en común entre el pueblo opositor y los dos primeros grupos chavistas. A ese hay que identificarlo y aislarlo, porque mimetizado hace mucho daño.
Adicionalmente, creo que los líderes de oposición deben ser más deliberados al hablarle al pueblo chavista. Aceptando sus motivaciones y respetándolas, reconociendo que un grupo de venezolanos se ha visto beneficiado con este gobierno, y eso no los hace enemigos, ni mucho menos ciegos, y que existe quien tiene a la Justicia Social como norte y solo la percibe en el discurso del gobierno. Pero es imposible que lo hagan si no los comprenden, si no entienden sus miedos, sus alegrías, sus motivaciones, etc.
De esta carencia de reconocimiento mutuo, por cierto, es que comienza a escucharse esto de la tercera ideología. Donde en vez de dividir al país en dos bloques verticales de izquierda y derecha, se habla de horizontalidad, basada en valores y principios. Donde somos mayoría los que queremos Justicia y Progreso y donde quedan aislados los enchufados oportunistas. Concretaríamos entonces una nueva ideología: la venezolana. Pienso que antes de descalificar, deberíamos empezar por entender. Venezuela bien lo vale.
@AntonioERivasR
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