En Venezuela como en los llamados países del Alba, hemos sido
azotados por un nuevo tipo de dictadura, basada en el populismo extremista,
matizado con lenguaje izquierdoso y en consuetudinarios procesos electorales
inicuos, tramposos y ventajistas, que han permitido la perpetuidad de esos
regímenes, devenidos en verdaderas mafias criminales.
Como dice el refrán: “Las desgracias nunca vienen solas” A lo
largo de esta tragedia latinoamericana, han surgido grupos, que eventualmente
pudieran inclinar la balanza hacia la sociedad democrática, libertaria, honesta
y responsable, pero mantienen actitudes de indiferencia y en muchos casos de
pusilanimidad, que permiten que estos regímenes perversos permanezcan en el
poder y en el tiempo.
Quienes enfrentamos a estos regímenes, muchas veces hemos tenido
que hacerlo en la soledad y aunque no pretendemos presentarnos como mártires,
esta lucha contra el mal, a muchos nos ha acarreado vivir limitados,
segregados, despojados de nuestros bienes, perseguidos, presos o en el exilio.
Revisando algunos libros que han trascendido en el tiempo
comenzando por la Biblia en Apocalipsis, para ésta gente que no asume sus
responsabilidades y se mantienen en la más absoluta indefinición, Dios les ha
reservado los peores castigos. Conocido es este versículo que reza:
“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”.
En la gran obra de Dante Alighieri La Divina Comedia se habla
del ante-infierno, el reino humeante desde donde comienza la oscuridad y donde
unos gritos terroríficos emergen desde la negrura, pues allí mismo son lanzados
al olvido los eternos indecisos, aquellos que a lo largo de sus vidas no fueron
ni bondadosos ni malvados, jamás sostuvieron posiciones, eran veletas, vidas
sin sentido y sin compromisos.
Vivir en democracia no es un regalo de la casualidad, para esto
nuestros antepasados pagaron con sangre, sudor y lágrimas, el privilegio de ser
libres, para desarrollarnos como individuos y explotar nuestras propias
habilidades, conocimiento y virtudes.
Entendamos de una vez que no es posible la democracia sin
determinación, lo contrario es someternos a una especie de esclavitud
voluntaria y exponernos a ser vomitado por Dios o ser condenados al eterno
ante-infierno.
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