La conversación
privada entre Lorenzo Mendoza y Ricardo Hausmann, destacado economista
venezolano de prestigio internacional, fue la excusa para que el dúo
Maduro-Cabello montara un tarantín y comenzara a lanzar fuegos artificiales.
Ese diálogo telefónico fue grabado de forma ilegal, violando los preceptos constitucionales
que garantizan el derecho a la privacidad en las comunicaciones personales y la
libertad de opinión. En una democracia seria donde imperara el Estado de
Derecho, se respetara la Constitución y hubiese autonomía de los poderes
públicos, los responsables de ese delito irían detenidos. Aquí, los rojos
traman una comedia. Se dirigen a la Fiscalía para acusar a Mendoza y a Hausmann
de traidores a la patria. Pretenden crear la ficción de la independencia del
Ministerio Público.
De nuevo Maduro emprende una campaña contra el sector privado. Otra vez la víctima del atropello es Lorenzo Mendoza, probablemente el empresario más exitoso del país. Los continuos ataques a los hombres de empresa y a la propiedad privada han destruido la industria nacional, y se encuentran entre las causas que han desencadenado la espiral inflacionaria, el desabastecimiento y la escasez que afectan al país.
Con su acusación a Mendoza y Hausmann,
el oficialismo distorsiona exprofeso los mecanismos mediante los cuales
funciona el FMI, organismo creado en 1945 y diseñado con el propósito de
auxiliar a los gobiernos de los países que confrontan problemas financieros. A
él pertenecen 188 naciones, solo cinco menos que la ONU. Tan diabólico no debe
de ser. Uno de sus fundadores fue John Maynard Keynes, admirado por numerosos
jerarcas rojo. Para obtener financiamiento del Fondo los gobiernos deben
cumplir un protocolo claramente establecido. El FMI no les presta dinero a
particulares. Esta información la conoce el gobierno venezolano, quien además
mantiene su silla en el organismo. El mes de junio pasado el Ejecutivo retiró
1.5 millardos de dólares de los ahorros que mantenía en allí.
Maduro y Cabello, de
manera artera y cínica, tergiversan la realidad e inventan un delito donde no existe,
con la clara finalidad de continuar perjudicando a los empresarios particulares
y enmascarando la grave situación económica nacional, en cuyas raíces se
encuentra el asedio a la propiedad privada durante más de tres lustros.
La demonización del FMI y la fiebre patriótica que sufre el chavismo buscan encubrir los leoninos convenios firmados con el gobierno chino, al cual el régimen chavista se entregó hace ya bastante tiempo. ¿Desde cuándo son mejores los chinos que los funcionarios del FMI? ¿Desde cuándo ofrecen mejores condiciones de financiamiento?
En relación con la
transparencia de los acuerdos suscritos entre Venezuela y China, la claridad es
igual a cero. Ni los economistas más avezados han logrado perforar el misterio.
Nadie conoce los términos que rigen esos convenios. Todo es opacidad y sigilo.
Con el FMI hay la certeza de cuáles son las condiciones que rigen los
contratos. Parte de la política del Fondo reside en colocar en su portal de
internet los detalles de los acuerdos con los países que auxilian.
Primero Chávez y
luego Maduro le hipotecaron el país a los chinos, quienes ejercen una novedosa
forma de imperialismo basada en su fortaleza económica, alcanzada gracias
a que rompieron con el modelo maoísta e
instrumentaron las reformas modernizadoras y de mercado impulsadas por el FMI
desde hace más tres décadas. El respeto a la propiedad privada y a los
empresarios particulares en China, nada tiene que ver con los abusos que
cometen a diario los rojos en Venezuela contra los empresarios nacionales.
El sector más
perjudicado de esta arremetida seguirá siendo el pueblo, especialmente los más
pobres, que pagarán con más inflación, escasez y desabastecimiento, y menos
empleo, los desmanes del Gobierno.
El 6-D ha terminado de desquiciar el frágil equilibrio mental de la dupla gobiernante. No hallan qué hacer para provocar un caos que impida la realización de las elecciones. Las maniobras disparatadas seguirán siendo moneda corriente. Habrá que sortearlas. Las consecuencias de sus delirios se traducirán en menor inversión, mayor desempleo y más ruina.
Trino Marquez Cegarra
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc
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