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viernes, 3 de abril de 2015

SAÚL GODOY GÓMEZ, PLATÓN & CO,

PLATON Y ARISTOTELES
Con Platón sucede algo curioso, a pesar de ser uno de los pilares fundamentales del pensamiento occidental, se le acusa de sentar las bases teóricas de los gobiernos totalitarios (esto lo sostienen, entre otros Popper, Russell y Strauss), otros, como los perennialistas, lo tienen como el gran demiurgo de la libertad y la democracia. 

Por sus primeras obras conocemos parte del pensamiento socrático (Sócrates, al igual que Cristo, no dejó obra escrita, fueron sus discípulos quienes se encargaron de transmitir sus enseñanzas, entre ellos, Platón).
En el primer libro de La República, obra tardía y ya alejado de las ideas de su maestro, dice Platón que no hay justicia, sino el interés del más fuerte; las leyes – sostiene Platón- son hechas por los gobiernos para su propio provecho y harán lo posible para que no existan otras instancias que puedan competir con su poder.
Platón fue hijo dilecto de la aristocracia ateniense, he hizo todo lo que pudo por gobernar, no lo logró, pero aún así escribió dos de los grandes tratados sobre política, Las leyes y La República, además de otra serie de diálogos entre los que se encuentra el Gorgias, al cual vamos a dedicar estas líneas.
Gorgias fue un ciudadano de la ciudad de Leontini en Sicilia, uno de los delegados enviado a Atenas para pedir ayuda durante la guerra del Peloponeso, se trataba de un gran orador y litigante, aparte de un avezado político.
Después de la guerra, Gorgias y su pupilo Polus se dedicaron a recorrer las ciudades griegas enseñando el arte de la retórica. Durante su estada en Atenas se hospedó en la casa de un político de nombre Calicles, éste conoció a Sócrates en el mercado y lo invitó a su casa para que presenciara de las habilidades de Gorgias como polemista y orador.
El dialogo va encaminado por Sócrates en averiguar qué clase de arte es la retórica, Gorgias le explica la importancia del orador en la política al plantearle que la Asamblea ateniense escucha a los expertos al momento de construir una muralla o un puerto, pero quien vende la necesidad de su construcción es el orador, concluyen que el orador, a pesar de ser un ignorante en un determinado tema, puede llegar a ser mas persuasivo que un experto ante gente ignorante.
La retórica pues, dice Polus “la más bella de las artes” cuyo fin es producir la convicción o persuasión, sobre todo en los organismos políticos y en los tribunales donde debe persuadir sobre lo que es justo e injusto.
Por supuesto, tanto Gorgias como Calicles y Polus representaban esa especie que no muere, la de los políticos que sólo buscan su propio interés bajo la apariencia de defender el bien común, y si pueden hacerse ricos en el intento, mejor.
En esta obra, Platón pone en boca de Sócrates esta singular idea cuando se refiere a los tiranos: “Un hombre solo puede hacer lo que es bueno; si comete actos malvados en la creencia que le sirven a sus intereses, revela entonces que no tiene poder sobre lo que verdaderamente quiere. Por lo que el Tirano carece de poder…”
Polus, no puede creer lo que Sócrates afirmaba, el joven retórico, un oportunista profesional, piensa que la satisfacción humana va en relación directa a los vicios personales, con esa medida para la vida, cree saber muy bien lo que quiere y hará todo lo posible para conseguirlo.
Como toda persona engañada y desviada, Polus proyecta en los otros sus propios deseos y perversiones. No puede creer que una persona no quiera satisfacer sus más bajas apetencias si la oportunidad se le presenta y más todavía, si puede hacerlo sin mayores consecuencias, es decir, desde el poder.
Polus le responde con cinismo: “Como si tú Sócrates no quisieras tener el poder de hacer lo que te venga en gana, como si no estuvieras celoso cuando ves a alguien matar, robar o encarcelar gente cuando quieren.”
A todas estas Calicles, quien resultaría su contendor más formidable, al punto que éste llega a insultar a Sócrates debido al intenso antagonismo que surgió entre ambos en el curso del diálogo, repite cosas como estas: “Lo que la mayoría de la gente cree, debe ser verdad” o esta otra “Toda persona inteligente tiene que darnos la razón” o explicar que la ley natural es la ley del más fuerte, que no eran otras cosas que trucos retóricos para afianzar sus argumentos, simples muletillas con las que trata de reafirmar sus argumentos.  Calicles insistía, que por conveniencia, los hombres habían creado instituciones y preceptos morales para restringir la voluntad de los poderosos, argumentaba que, la justicia es obedecer la ley, pero para aquellos que son suficientemente fuertes para violarla, la ley es una tontería.
Sócrates combatía la tiranía cada vez que la encontraba, argumentando y actuando siempre desde la verdad. No era posible para él usar el vocabulario o los principios de los criminales, mucho menos aceptar el punto de vista de los corruptos como Calicles.
Sócrates llamaba a las cosas por su nombre, jamás aceptó las presiones de ese lado oscuro de la naturaleza humana, y se convirtió en un dolor de cabeza para los que tenían en la política un negocio, por ello fue condenado a muerte.  Sócrates más adelante afirmaba: “… la realidad superior de un hombre es su alma, no sus destemplados deseos y comportamientos sensuales. Una persona verdaderamente desea lo que es bueno para ella, es su esencia, y si hace el mal pensando que sirve a sus propios intereses, se degrada.”
La ética socrática es profundamente libertaria e individualista, su idea de hacer política es la realización del bien dentro de lo social, la igualdad era un elemento fundamental en su concepto de justicia, no aceptaba superiores o inferiores, la razón hacía posible que todos los hombres pudiéramos llegar a términos de igualdad en asuntos importantes para la vida de la polis, de allí que la democracia era un sistema fundamental para derrotar la ignorancia.
Polus y Calicles, tratando de descalificarlo, lo llamaron pobre, porque no tenía dinero ni poder, se burlaban de sus ropas raídas, llegaron a decirle que era un don nadie cuando lo compararon con el Tirano Arquelao que tenía fama de injusto y corrupto pero se rodea de los signos del poder y la riqueza.
Sócrates insistía, un hombre corrupto como Arquelao prefiere cometer injusticias que sufrirlas, por lo que se descalifica como hombre libre, justo y razonable ¿y quien desea ser gobernado por un hombre esclavo de sus pasiones y temores?  La vida llevada con desenfreno y abusos es mala principalmente porque daña a quien comete los desmanes, sobre todo si tiene poder; si el tirano roba, viola y mata su vida personal y la de su familia se convierten en un infierno, el hombre que obra injustamente y queda sin castigo, es un infeliz por el daño que propina a su alma. 
Para los políticos oportunistas y parasitarios, el fuerte debe mandar, y ellos, los cortesanos aduladores, que hacen su entorno y lo apoyan, deben obtener a cambio el mayor beneficio posible, mientras más deseen, mejor, pues más satisfechos estarán luego que lo arrebaten de los demás, consideraban que ésta actitud era una virtud.
Esa era la tesis del poder salvaje que muchas veces viene disfrazado por el interés en el pueblo, por el bien general y el amor al colectivo, pero que en realidad reposa en la injusticia y el dominio absoluto del hombre por el hombre, Sócrates insiste durante el dialogo que la injusticia es mala y deshonrosa para el que la comete, Calicles se enfurece y abandona la discusión.
Esta obra trata sobre lo que es justo e injusto en política e igualmente sobre la retórica política, de los discursos vacíos y falsos de los demagogos, que solo buscan alagar a su público y construir falsos argumentos con el solo fin de conseguir para sí la satisfacción de sus deseos, sin importar si se cometen injusticias.  Este dialogo en particular termina de manera de manera abrupta, sin conclusiones, dejando en el aire muchas interrogantes.
La posición de Calicles es la de los hombres que separa la política de la moral, de los pragmáticos, de los negociadores, de esa gran parte de los políticos que conocemos.
Como muy bien opina el experto en la obra de Platón W.K.C. Guthrie, Platón escribe el Gorgias a la mitad de su vida cuando se pregunta ¿Qué es una vida digna de vivirse?  Se trata de un Platón desencantado con la política de su época, como muy bien podrían estar alejándose muchos venezolanos de sus políticos y retóricos por falsos. 
Este dialogo es sumamente importante para quienes desean conducirse con propiedad en la vida pública como políticos profesionales, es una lectura que estoy seguro ningún chavista conoce, y si lo ha leído, ha tomado partido por los retóricos y no por el filósofo.
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul

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