La Cancillería
colombiana decidió  poner los puntos
sobre las íes y cantarle claro al gobierno venezolano   su desagrado en torno a los ataques verbales
contra Andrés Pastrana  y lo dejó impreso
en un comunicado oficial. ¿Fue necesario que el irrespeto a los vecinos  fuera de tanto calibre para que el Presidente
neogranadino se animara a  exigir
dignidad en el trato a  su exmandatario?
¿O algo más intervino para que las autoridades colombianas asumieran  una posición firme en cuanto al
encarcelamiento  de un preso político
como Leopoldo López?  ¿O será  que el tenor de la relación bilateral ha
cambiado y soplan vientos diferentes entre los dos países?. 
Ya en una ocasión le
tocó a Juan Manuel Santos expresarse en torno a los ataques de Nicolás Maduro a
otro Expresidente, Alvaro Uribe, 
calificado irreverentemente por su par de Venezuela como “asesino y
mafioso” .  Pero en esa ocasión , el Jefe
del Estado  colombiano apenas  colgó un twitter en la red cuenta en el que
expresaba:   “No se defiende el honor de
un expresidente a los gritos”. Y mandó a la Cancillera Holguín a reunirse con
el Embajador de Caracas en Bogotá. 
Cuando esta
semana  la destemplada agresión
verbal  de Maduro ofendió frontalmente
a  Andrés Pastrana,  la Cancillería colombiana – con la
aquiescencia presidencial,  sin
duda-  no 
se circunscribió solo a exigir un lenguaje digno para con su
paisano.   La frase con la que concluía
el Comunicado Oficial hacia inequívocos 
votos por la pronta liberación del dirigente de Voluntad Popular, lo que
equivale  - palabras más, palabras menos-
a calificar al líder de la oposición de preso político. Algo realmente inusitado
dentro del ambiente de complacencia interesada con que Juan Manuel Santos ha
revestido su relación con el sucesor de su “mejor amigo”. 
La razón es simple:
ocurre que Venezuela, y su gobierno, en particular, ya no son  necesarios para Colombia en más de un frente.
 En lo político, el gobierno revolucionario ha
dejado de ser relevante para el proceso de paz que es el más caro objetivo
estratégico  del Palacio de Nariño. Si en
algún momento el gobierno venezolano tuvo una importancia en las conversaciones
de La Habana fue en sus inicios, cuando era imprescindible conseguir un espacio
geográfico conveniente para las tratativas, sin obligarse  a desmilitarizar un pedazo de Colombia. En
ese entonces,  Hugo Chávez se jugó una
certera carta al mediar para que la mesa de negociación tuviera su asiento en
la Habana. Pero hasta allí. Desde entonces a esta parte, la facilitación de
Venezuela  ha consistido en encontrarse
cerca  por si las FARC le ponen palitos a
las ruedas del proceso. Ya en la fase final de las conversaciones y transitados
los escollos más importantes para los negociadores gubernamentales, el gobierno
de Venezuela no es útil para nada. 
En el terreno de lo
económico y comercial, Venezuela es para Colombia poco menos que un cero a la
izquierda. Los vecinos han establecido estrechas  relaciones con otros países para colocar su
oferta exportable, después de haber hecho malabarismos en los últimos años para
mantener activo el mercado  venezolano,
lo  que les permitió colocar en 2008 de
este lado del Arauca,  la colosal cifra
de  más de 6.000 millones de dólares de
sus manufacturas. Venezuela solo ha sido 
mala paga, sino también, un socio comercial prescindible. Hoy se coloca
en Venezuela  algo cercano a los 1000
millones, apenas. Todo ello sin hablar del 
maltrato físico a sus connacionales en la frontera y a la política  discriminatoria venezolana que impide a los
nacionales de Colombia remesar a sus familiares el producto de su trabajo.     
Llegó la hora, pues,
de terminar con los miramientos y poner en su lugar a los vecinos venezolanos
en medio de su estridencia.  Colombia ha
tenido la paciencia de esperar la hora precisa, cuando el gobierno del otro
lado del Arauca, debilitado y pobre, más 
necesita de la generosidad 
continental. Es que esta vez es Venezuela la que tiene la mano tendida
esperando la solidaridad ajena. 
¿Hay realmente un
viraje en la relación?. Podría ser, solo que a Colombia, lamentablemente , le
ha tocado aprender a punta de bofetadas.
Beatriz
De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo
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