SAÚL GODOY GÓMEZ |
No le veo futuro a este esfuerzo
de la oposición estructurado como la Mesa de la Unidad (MUD); la línea
estratégica que sus dirigentes han impuesto sólo favorece los intereses del
gobierno, divide a la oposición y prostituye la institución del voto.
El marco político en el que
vienen trabajando se me hace harto primitivo e equivocado; esa intención de
diálogo a ultranza con ese gobierno forajido, a pesar de la experiencia, que ha
sido burla tras burla, es menos que inútil; no se habla con el verdugo, se
habla con quienes manejan al verdugo, que ni siquiera están en nuestro país (el
poder económico está en los carteles mexicanos de la droga y el político, en la
Habana).
Esa intención absurda de reducir
la democracia a su componente electoral, porque eso es lo único que ellos (los
partidos) saben hacer, me parece la declaración de ineptitud más rocambolesca
que he escuchado en mi vida; la lucha por la democracia desborda
inconmensurablemente el voto, para colmo de males, reducido a papel toilette
(eso, por escaso y desechable) para satisfacción de los comunistas.
Una democracia tradicional o más
o menos “típica” se caracteriza por tener un sistema político que permita el
ejercicio del voto, es decir, que la voluntad popular se exprese de la manera
más directa y transparente posible, con los fines de seleccionar a quienes
ejercerán el gobierno.
Este sistema político debe contar
con instituciones serias y con credibilidad, el arbitro electoral debe ser en
todo momento imparcial, justo y responsable, de modo que pueda garantizar al
electorado y a los participantes políticos las seguridades de un resultado que
refleje, sin la menor duda, la soberanía del pueblo en elegir a sus
representantes.
No debe haber cabida a trucos, no
se debe favorecer a candidato o partido político alguno; para ello, los
integrantes de estos órganos deben cumplir estrictamente con la ley para
preservar la ecuanimidad e independencia de estos órganos, deben velar por que
los candidatos cumplan con las normas de la republica para poder ser
candidatos, que sus finanzas sean sujetas a escrutinio público, que no se
permita la manipulación de variables como población electoral, cocientes
electorales, conformación de circuitos, o modificaciones de la información
electoral en general para favorecer a una tendencia.
Un sistema político que garantice
el voto debe evitar los abusos de poder y desterrar el ventajismo para poder
garantizar los resultados electorales, y que una vez escrutados los votos,
éstos puedan ser verificados a pedimento de las partes; que tenga lugar la
veeduría al proceso por parte de organismos especializados, que se garantice la
entrega efectiva del poder al ganador, que haya orden, paz y cumplimiento de la
ley durante el proceso.
Si ese sistema político no está
garantizado al momento del acto electoral, el voto no está asegurado y la
opinión del soberano puede ser manipulada con efectos muy negativos para la
democracia. Por ello me es incomprensible que personas que se dicen demócratas
acepten participar en elecciones que no tengan un mínimo de pulcritud.
Desde que el chavismo llego al
poder se ha dedicado a intervenir las instituciones electorales y
transformarlas en apéndices de sus intereses políticos; ha cambiado las normas,
ha violado la ley e impone en todo momento su poder para torcer la voluntad
popular. Eso es vox populi y está reconocido internacionalmente.
Los partidos políticos de la
oposición no han podido variar esa realidad; es más, las condiciones de
manipulación y poca transparencia de los procesos electorales se profundizan
con el paso del tiempo… ante esa situación ¿Qué hacen los partidos políticos de
la oposición? Por un lado asegurarnos que la situación no es tan mala, que
podemos seguir concurriendo a los procesos electorales, con esperanzas de algún
día conseguir la victoria; nos dice además que éste es el único camino
democrático que existe para cambiar nuestra realidad política, jugando con nuestra
esperanza de cambio al fallar, como han fallado, en conseguir adecentar el
sistema político que permitiría unas elecciones libres y transparentes.
El partido de gobierno lo ha
aprovechado para afinar sus estrategias de compra de votos, de movilización de
la población a punta de amenazas y terror, de manipulación de resultados, de su
avalancha de propaganda, utilizando su hegemonía comunicacional, de corrupción
y uso de los bienes del estado para favorecer su causa, de designar personas de
su partido para ocupar los cargos decisorios en los organismos electorales…
cuando algo le sale mal, cuando los resultados electorales no le favorecen,
recurre a la fuerza para eliminar los contendores y las amenazas a su ambición
de poder absoluto.
La MUD insiste en ofrecer una
defensa contra el totalitarismo: si vamos a las urnas y elegimos a más de sus
candidatos, supuestamente, fortaleceremos la fuerza de la oposición e
impediremos el desastre que tiene el gobierno en la Asamblea Nacional y, por
ende, en la conducción del estado. Pero la pregunta, la duda que surge de
inmediato, al ver los hechos que nos abofetean diariamente ¿Podrán realmente
hacerlo? ¿No se trata de una oferta engañosa?
El país le ha dado a la MUD su
confianza y el voto a una serie de parlamentarios y servidores públicos que no
han podido hacer mucho para cambiar esta situación de deterioro político y
social del país; la situación a lo interno de la Asamblea Nacional no puede ser
peor: parlamentarios golpeados, perseguidos, despojados de sus curules,
espiados, extorsionados, bajo investigación, imposibilitados de expresar su
opinión en el organismo… ¿Qué le hace pensar a los directivos de la MUD que con
más diputados de la oposición en la Asamblea la situación cambiaría? ¿Van, a
caso, esos votos a detener que el gobierno siga pasando coleto con la nimia
dignidad de la Asamblea Nacional? Supongamos este escenario: ganamos la mayoría
en la Asamblea y el gobierno simplemente la cierra a la fuerza ¿Qué van hacer
esos parlamentarios de la oposición? ¿Llamar a la gente para que salga a la
calle o decirle que se queden en su casa, que no salgan, que ya vendrán las
próximas elecciones?
Dentro de este panorama, el plan
maestro de la oposición es tratar de convencer a los barrios y a los pobres de
que con la MUD se va a vivir mejor, y atraerlos para conformar esa masa crítica
que podrá desalojar a las mafias del gobierno. Me parece un plan urdido por
oligofrénicos profundos.
No van a lograr atraer esos votos
para el cambio mientras existan las condiciones de miedo y terror implantada
por el régimen, nunca van a lograr esa gran mayoría mientras el CNE siga en
manos del chavismo-madurismo y la MUD aceptando sus condiciones, si no hay
coraje y compromiso con la democracia jamás el pueblo dar el paso al frente.
Lo que sí veo detrás de la MUD es
una gran cobardía y un pragmatismo, que ellos, los grandes partidos de la
oposición, creen que esa actitud los va a salvar de la extinción.
Permítanme explicarme, lo primero
que debo decir, y espero no caer en aburridas repeticiones, es que la política
es un asunto exclusivo del ser humano como persona, un atributo de su
individualidad que se manifiesta en el tratar de influenciar y convencer a los
otros, para hacer y pensar lo que cree que esa persona es correcto y
beneficioso para la sociedad.
El que la política haya
evolucionado en grandes organizaciones políticas, en partidos y maquinarias que
se atribuyen esa facultad por encima del ciudadano, no implica que la política
empieza y termina en el individuo; y esto lo recalco para que nadie me acuse de
“antipolitico”, yo creo en los partidos que actúan en nombre de sus
simpatizantes y miembros, que son medios para lograr fines, no fines en si
mismos, ni que imponen líneas, a la política nos debemos todos, el que
decidamos no participar y le entreguemos nuestro aval a los partidos, es ya una
decisión política.
Los que están dirigiendo la MUD
son en una gran mayoría adeptos a la ideología socialista, que ha sido muy
popular en la historia de nuestro país debido, principalmente, al denodado
esfuerzo de organizaciones de izquierda, que se llaman a si mismas
“progresistas”, en cuyo ideario se encuentran las luchas sociales o de clase
que fueron inventadas por el comunismo.
La mayor parte de esas
organizaciones socialistas nacieron durante el siglo pasado, siguiendo la
tradición de los partidos marxistas, decantando con el tiempo y la experiencia
en el gobierno, en organizaciones socialistas y democráticas que son cepas
menos agresivas del comunismo, algunas de ellas asociadas al ideario cristiano,
pero que conservan en su ADN ideológico la creencia de que sólo mediante un
estado fuerte y grande se le puede brindar prosperidad a este país,
planificándole la vida y el futuro a todos, respetando algunas libertades, pero
controlando sus vidas por medio de organizaciones parapoliciales y de
fiscalización.
Estos partidos políticos, que
incluyen algunos de reciente data y fundados por personas jóvenes pero con
espíritu viejo, creen en un estado benefactor y paternalista, que concentra el
poder, haciendo que el estado sea el dueño o administrador de las principales
riquezas del país; que, aunque permiten cierta modalidad de empresas privadas y
la coexistencia con corporaciones multinacionales, prefieren siempre tener el
control absoluto sobre sus actividades, y cuando algo no les gusta, le aplican
la fórmula soberana de la expropiación o la nacionalización.
El movimiento chavista,
representado por su líder Hugo Chávez, llegó al poder disfrazado de partido
socialista para luego transformarse en una dictadura militarista; su gran
aporte al mundo de los partidos de izquierda fue versionar, cómo el estado
puede ser sustituido por el partido, tal como lo hicieron los bolcheviques en
su momento y lugar, y cómo, a fuerza de dinero y petróleo, se puede comprar a
medio mundo, para hacerse pasar como un gobierno democrático, utilizando las
elecciones como bandera de legitimidad.
Estas lecciones del chavismo
calaron muy profundo en algunas organizaciones partidistas de la oposición, al
punto de querer imitarlas, razón por la cual no se habla de reformas profundas
al estado, de libertades y oportunidades para los ciudadanos, ni de reducir el
tamaño del estado y su injerencia en los asuntos que conciernen a la sociedad
organizada. No, de lo que se habla es del momento electoral, de las próximas
elecciones, como si nada anormal estuviera ocurriendo en el país.
Esta vocación de poder, que dicen
tener los partidos de oposición, se ve volcada en la consecución del voto
popular y pareciera ser premisa fundamental que “el pueblo es socialista y
quiere socialismo”; como si se considerara que estamos signados por una
maldición y los integrantes de la MUD están empeñados en perpetuarla.
Pero sucede que el asunto
electoral fue muy mal tratado por los responsables de conducir a la oposición:
emocionaron a la gente, la movilizaron, el pueblo votó masiva y
comprometidamente, sólo para encontrarse al final de la jornada con un
candidato que, al primer signo de la trampa, reculó y prefirió entregar el
triunfo, obedeciendo a sus pruritos morales, dejando en la estacada a mucha
gente y los intereses de la Republica. Esta indefensión del voto por parte de
las maquinarias fue un error grotesco.
Pero aun así las maquinarias y
los operadores políticos no cejaron en convocar al electorado una y otra vez a
las urnas; mientras el gobierno cambiaba las reglas a su favor, invalidaba
firmas y anulaba iniciativas, gastaba libremente el dinero publico en sus
costosas campañas y utilizaba el terror para amedrentar a la gente, los lideres
de la oposición arrastraban a los votantes para ganar puestos en gobernaciones,
alcaldías y asambleas, logrando que todo siguiera igual.
La gente veía que todo ese
esfuerzo era en vano, y el gobierno, simplemente, ponía presos a los candidatos
ganadores, perseguía a los nuevos funcionarios, ahogaba las instituciones
negándoles el presupuesto de ley o creándole organismo paralelos; para colmo,
nuestros representantes en la Asamblea Nacional no hacían un trabajo efectivo,
que diera resultados tangibles en la política nacional, y algunos dejaron de
asistir al trabajo para el que fueron
elegidos, ocupándose en otros asuntos (probablemente electorales).
Creo que debe haber un corte de
cuenta y una presentación de gestión de todos esos funcionarios de la oposición
y enseñarle al país cuáles han sido sus logros, asumimos que si están pidiendo
un mayor apoyo es porque creen que lo han hecho estupendamente.
Cuando el pueblo ve que la vía
electoral es un espejismo, un camino lleno de obstáculos que no arroja
resultados ciertos, se desmotiva.
Pero hay un problema fundamental
que la MUD se ha negado a discutir, y sigue siendo esa coincidencia ideológica
con el chavismo; eso crea un grave problema, que nadie quiere aceptar, y es que
luchar contra el chavismo desde el terreno socialista es muy cuesta arriba. Esa
paridad doctrinaria en las causas, efectos, fines y problemas de la sociedad,
vista desde el cristal socialista, crea una identidad de la que es difícil
sustraerse, termina la MUD pareciéndose al chavismo, siendo una versión, una
mala copia.
Toda esta situación me ha hecho
creer que la verdadera estrategia de la MUD es la del mínimo esfuerzo para
obtener la mayor ganancia, no hay riesgo, no hay lucha, la senda tomada es la
más segura para sus intereses, ellos sólo tienen que encaminar a la oposición a
una espera indeterminada; la expectativa sería ganar por agotamiento, que el
régimen se derrumbe solo, y ellos, los de la MUD, recoger lo que quede y
empezar de nuevo.
Y es que cuando se va a una lucha
por las ideas y no hay contraste, los conceptos de ambos bandos se tocan en
muchos vértices; cuando el mensaje y el lenguaje se parecen y el ideario es
idéntico, la tendencia es quedarse con lo que ya conocen y desechar lo que a
todas luces quisiera parecérsele.
La MUD desaprovechó un momento
crucial, cuando le dio la espalda a la lucha de los estudiantes para reclamar
sus derechos en la calle, los torpedeó y los mal puso, por el simple hecho de
que echaba por tierra sus planes electorales; erigiéndose como la autoridad
moral de la democracia, la MUD lanzó su Je`acuse contra los jóvenes, cuando se
hizo la loca ante la privación injusta de libertad de Leopoldo López y su
posterior juicio; ahora anda desesperada buscando un doble de Chávez para que
su mensaje cale en las clases populares. La idea de una victoria absoluta y
aplastante es simplemente una quimera, un sueño de borracho, el gobierno no va
a entregar por las buenas el poder, eso es lo que anuncia y de eso, no hay la
menor duda.
Y si la salida electoral está
trancada, ¿Qué nos queda?
Estamos a un año de las próximas elecciones, soy de los que cree que en una lucha política como la nuestra, que pretende el rescate de la democracia y la reconstrucción del país, ningún campo de batalla debe de ser desechado; en esta oportunidad de elecciones para la Asamblea Nacional debemos pensar muy bien lo que vamos hacer, sopesar múltiples escenarios, incluyendo el de una posible abstención masiva, que sólo sería eficiente si está fundamentada en una acción política de gran calado, que evidencie la deslegitimación del gobierno y nos sirva para denunciar, una vez más, al oprobioso régimen.
Si vamos a ir con candidatos que
estos no tengan rabo de paja, que no se postulen porque “les toca” sino porque
van a dejar el pellejo en la lucha, necesitamos a gente combativa no a
burócratas, requerimos de candidatos que no se dejen apagar el micrófono cuando
les toque hablar, ni que las barras rojitas los intimiden, necesitamos gente
sin miedo, al contrario, que den miedo, porque la Asamblea Nacional que tenemos
es mas un circo romano que un club de caballeros en Londres.
Lo que decidamos, sin duda, debe
ser una acción inspiradora, que sacuda de su letargo al pueblo, que hable de
una posición tomada y no abandonarla hasta vencer, sería de más valor que una
nueva jornada electoral, escenificada como si aquí no hubiera pasado nada y
legitimando a los torturadores en el ejercicio de un poder mal habido.
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul
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