AMÉRICO GOLLO CHÁVEZ |
Querida
Madre, desde muy lejos le escribo esta
cartica, de mi puño y letrea, con el más hondo y puro deseo de que se encuentre
bien, de que su salud esté libre de enfermedades, especialmente del ébola que es
una gran castigo del fatalismo
apocalíptico de los Testigos de Jehová, de su dios flagelador, vengador, del
que usted jamás pudo saber, que se ha posado sobre el mundo, como anuncio y
adelanto del juicio final inminente.
Hasta ahora nadie sabe qué es ni por
qué ha llegado, empero, castigo de los cielos, dioses, y
menos del Dios de los judíos no ha de
ser, porque son los más pobres y mas humildes e inocentes
sus primeras victimas y, generalmente,
la enfermedad que el podre padece es la resignación a ser feliz en la miseria y, a veces, padece de envidia
sobre la cual les cultiva el mercader
del templo, de la política, el predicador, el odio para que con él como su arma, busque destruir al que posee, porque en su
enfermedad ( el odio es una enfermedad, usted lo sabe bien y bien lo
padeció en Jerusalén) cree que la causa de su mal es no poseer lo
que tiene otro y si de él sale, tendría
resueltos sus problemas, tendría recuperado lo que nunca hizo y,
consecuentemente, nunca tuvo. Deseo con
mucha fuerza que no la haya afectado la
tal chicungunya, terrible cosa esa, que
es tan fea como fea es la palabra que la nombra.
Pero si de tan terribles males deseo que no la toquen, pido a los ángeles y arcángeles la protejan de todo mal y peligro y, en especial, de ese tan grave mal, el mayor que esta tierra jamás conoció, la socialización del crimen, de la violencia, la impunidad al delincuente, al asesino, al corrupto, al prevaricador, y, su consecuencia, la multiplicación de la muerte.
Usted, si
el apóstol Pedro, acostumbrado a mentir, guarda silencio, en este caso para no angustiarla, lo cual lo
exculparía, habrá callado decirle que de
esta tierra suya, bajo su
patronato toda ella con su invocación como La Coromoto, y reservado para usted
el territorio del Zulia, su gente toda,
el lago, la Sierra, en esta tierra toda,
Venezuela, llegan al cielo mas de 24.000 personas por año, la inmensa mayoría de inocencia
perfecta; otros mueren de hambre y muchísimos porque no hay medicinas,
ni esas otras cosas que no se si usted aun usa, toallas sanitarias, champú,
jabón y algún cosmético que hace mas atractiva la belleza al deseo del
varón que espera.
Pero
esta cartica mía, aparte de esos
hechos ya dichos, quiere ir más
lejos, tal vez al centro del asunto, sin ocultarle nada. Usted sabe, los
hijos si son rectos, nobles, buenos, así
se hayan equivocado muchas veces, no
ocultan nada a su mamá, tanto por su propia decisión, pero mas, porque ella lo descubre todo con mirarlos a
los ojos, auscultar sus manos, voltear los bolsillos, dialogar con la nuera, observar a los amigos
y revisar con quien anda cada uno y qué
fines los impulsan y más, si entre tantas cosas juntas hechas, de modo
especial entre madres e hijas, cuando hay recuerdos mutuos que comparten en juegos de Eros, muy en menor grado con los hijos, pues, los varones carecen de
secretos, y siempre conocidas son sus celebraciones de las hazañas en batallas
de amor, pues bien, esa
interdependencia hace propicia que ni una sola
de esas cosas hechas, incluidos errores,
fechorías, aciertos queden, ni un
solo, fuera. El mal hijo, en cambio, es
de muy fácil reconocimiento,
zalamero hipócrita, verdugo, sabandijas, alacranes, para quien su madre es el mejor banquete.
Usted que
vive la mas sublimes y perfectas de todas las fortunas, ser mamá de Jesús, hijo de Dios,
Dios Él mismo, sin embargo, por ese mismo
hecho, tuvo usted que sufrir, vivir todo
el dolor, las angustias, el horror que imponen los perversos terroristas de
estado y los traidores sobre quien ama el amor, la libertad y la justicia. Pues bien, como usted sabe y padeció tantos
sufrimientos, los de su Hijo y los suyos por El
y de todos los hijos,
permítame contarle los míos
para que
me ayude, naturalmente, si cualquier Caín no se opone y hace de las
suyas, mas que conmigo, con usted, porque nadie sufre más que una mamá ante los caines, tanto mas si se disfrazan de cordero.
Reitero, Madre, no quiero que usted sufra, pero le pido que me ayude a
comprender y superar mis sufrimientos.
Me contaron que usted llegó a Maracaibo, sin
ser invitada como tantísimas cosas, seres, santos, y demás que aquí llegan, en una Tablita. Vino nadando sola, sin aspavientos, como si
se hubiera escapado de algún convento satánico donde algunos padres escondían a
sus hijas impúdicas o su propia impudicia o
venía guiada de esos sueños propios de las adolescentes tras su príncipe o fugas
de quienes viven cautivas que,
solo para dar un ejemplo, arriesgan sus vidas en los mares de tiburones llenos para huir del
sátiro; cuando converse con la
Virgen la Caridad del Cobre, ella le
podrá contar en detalles esas historias.
Navegó
usted por sobre las aguas más dulces, mas limpias, más bellas de estas
tierras. Tal vez ni lo recuerde, pero la
señora que la recogió para tapar la tinaja, cocinaba y bebía de esas aguas y
eran mas limpias y mas bellas que las aguas del rio Jordán, mas dulces que las
del lago de Kineret, que usted bien conoce, do
muchas veces, todas, calmó su sed y se hundió en sus aguas, como refugio
de limpieza mágica. Así era este lago, en esa era, no se qué nombre tendría, solo
que era perfecto y las cosas perfectas no necesitan nombre, tal es su Dios que
para identificarse siempre dijo, “yo soy
el que soy” y así de ese modo nos convenciéramos de su ser sin ser, sin saber
qué es, era y será, habida cuenta que todo aquello que el hombre define y sabe
lo qué es, queda bajo sus dominios. No
se si hubo razón alguna de parte de Dios, si de razón de dios se pudiera
hablar, pero tampoco
los aborígenes se molestaban por
eso del nombre, de lo cual no se nada, pero me arriesgo a afirmarlo porque los
indios, que hoy conozco, se identifican con
nombres tomados en préstamo o a crédito de españoles, cristianos, judíos, algún griego, uno que otro pagano germano y algún inglés. Usted misma no conoció apellidos, José, su compañero, tampoco, se identificaban mejor con sus sitios de origen, de espacios y
de gente importante, descendiente de
David, y así era, porque en cierto grado
también David era como era, sin apellido. Eso de los nombres de los indígenas
así como así, es cuestión de discusiones que se generan entre unos señores casi siempre barbudos o
especiales, que son más su oficio que sus nombres.
Ese lago más puro que el Jordán y el Kineret,
no existe. Hoy es una de las grandes letrinas, o un inmenso
tanque lleno de orina y heces (expresión que uso por elegancia con usted, pero
usted sabe bien qué quiero esconder que tan mal suena y bien hiede). Quizá lo
ha visto cubierto de lemna, yo no se que sea, pero es como una inmensa
“alfombra tapa” que impide que el lago respire, quiero decir, que facilita que
el lago se ahogue por asfixia. Pero, eso
no es tan grave. Si, no tan grave. A ese pobre lago, lo engañan a cada rato y
todas las veces. En torno a él se ha
creado un mundo de farsa, gaitas, pseudo poemas, canciones, danzas que alaban
su belleza azul y cristalina. Así ocultan su muerte y cobran por el
crimen. Esa pseudo literatura, no se
cómo llamarla de otro modo, se creó con
un perverso fin: forjar un lago irreal que solo existe en la idea que se
inocula y emponzoña a los zulianos y a
otra gente no menos vendada que aquí llega. Como si fuera poco, desde Bachaquero
hasta cerca de Cabimas se
construyó un inmenso muro que separó las
gentes de sus aguas y de ellos consigo.
Engañaron a la gente, para que
no haya ni se hallen
zancudos, bacterias, así les dijeron y así lo creyeron. Pero el
fin de verdad verdadera fue que la gente
perdiera el contacto con sus aguas, y de ese modo dejaran de amarlo. El amor vive en la piel, en los labios, en el
alma, en el zambullirse, en el beber, en el tocar, ahí y en más sitios y
acciones vive el amor, porque el amor es
la condición necesaria para que la vida
exista. Para que sea viva la vida.
Pero mas hicieron, le abrieron la garganta al lago para
embutirle sal, tanta, tanta, hasta convertirlo en un mar muerto. Usted de eso
sabe, solo que el lago no pudo nunca mirar hacia atrás, ya estaba ciego y nunca pudo ver su propia muerte. Me dijeron
que el Padre Cuevas, la musita al oído y le cuenta esas historias. Que dispone una venda para evitar que sus
ojos no se inunden de asco y de tristeza. Ah! Casi lo olvido, frente a la
Basílica, esa casa suntuosa donde usted mora,
hubo una vez un pueblo, lo
asesinaron sin piedad, se llamó El
Saladillo, era la identidad y corazón de Maracaibo, ahora no tiene ser ni
existe, mero nombre sin contenido vivo. Y a Santa Bárbara y a su
compañera, se salvó de chiripita, el gran pintor Soto, convenció a un casto cristiano que odiaba los espacios del
libre amar, Caldera, que no asesinara a
Santa Bárbara, porque era azul su iglesia, única, dijo Soto, sabio, pintor,
cantor, poeta. Soto más que nadie sabía que se asesina la
vida cuando se asalta su casa y se destruye. Al final, testigo de lo insólito,
San Sebastián, me gusta mucho él, calladito como San José y como él la ama y siempre está a sus pies,
su casa, la Catedral, bien modesta,
no se si por él pero, ante usted pasa sine nomine, como
San José, allá en Belén,
Jerusalén y por allá.
Su
ciudad, su Maracaibo, pobre de ella. Su metro en lugar de unirla la divide,
pero es una proeza de arrogancia siniestra.
Original, va encima de la tierra,
divide a Maracaibo, claro, la mala y la peor, según el lado de donde usted pueda observarla. Su hazaña ir de El Varillal a Venus, aquí se esconden los amores sin
frenos, en el metro habita lo grotesco
absurdo.
Me dicen que la llevan a pasearla por todo el Zulia, no se que le dirán las
virgíneas, las santas y las no tanto,
siempre las pecadoras tienen grandes historias que narrar, de modo tan
especial de los hombres mas castos. No
me atrevo a hacer el inventario, pero el Zulia es tan especial que no hay
región que no tenga su virgen madre santa y
todas viven su misma tragedia. Sus pueblos se mueren frente a ellas y en
todas partes se multiplica la miseria y
la amoral pureza. Cuanto sufrimiento
sobre los hombros de la Virgen de Altagracia,
de Santa Rita, de la virgen del Rosario,… no sigo, para no agobiarla mas
y presumo que entre todas ustedes y los
santos varones invitados dialogaran sobre esas cosas que aquí pasan y que son mas difíciles de explicar y mas crueles
que la Crucifixión, que usted tanto vivió su inmenso sufrimiento y la infinita
dicha de la resurrección aquí negada.
Seguro estoy también de que usted, La Virgen
de Coromoto, La Divina Pastora, La Virgen del Valle (a esta virgen debemos la
salvación de La Coromoto. Fue una vez cuando La Coromoto venia de Margarita, una tormenta amenazaba siniestrar
el avión. El obispo que tenía el placer de llevarla, exclamó
“virgencita del Valle, sálvame a la Coromoto”. EL padre Cuevas le dará los detalles de esta
historia. Pero, ya casi concluyo y no puedo hacerlo sin referirme a San
Benito. Este nuestro negro bendito no se
parece al resignado Benito de Palermo, usted lo sabe bien. Vive en todo el
Zulia y de modo especial en el sur del Lago. Este Santo es audaz, su templo es
el pueblo y su voz aun no se seca, a pesar de
tanto intento por silenciarla. Yo estudié su itinerario lleno de amores
bellos y de rones iconoclastas. En la
más transparente intimidad, lejos del Poder, podrá descubrirle mejor al Zulia y hasta llorarán con
chimbangles su muerte, quizá por réquiem mucho más ballenato que gaita. Esta,
ahora y que patrimonio cultural nacional, san Benito y el ballenato, patrimonio
colectivo, donde a veces, no siempre, se acerca la libertad para ayudarlos.
Ahora si me voy. Esta carta íntima, usted lo sabe bien, lo
único íntimo es lo público capaz de ser vivido por todos en el alma y vivir en
el alma de todos en cada uno. Eso de la
intimidad, por ejemplo, del adulterio (en todos los sentidos) es lo mas público
jamás conocido, sus efectos devastan, pienso en el sistema electoral, valga el
ejemplo. Pero, se que estuvo en
Roma, algo así vi en los medios, su
trabajo se hace mas complejo, salvar al papa Francisco, empecinado en salvar a
la Iglesia. Asco e indignación se que siente ante los inocultables pecados de la Iglesia de
Pedro y que el Papa Francisco quiere que sea de su hijo, Jesucristo y donde
usted viva como el buen hijo quiere en consenso con Dios Padre.
Y al Zulia, nos se como lo hará, pero
devuélvale el inameno amor al zuliano,
aquí o allá nacido, amor de
verdad por el trabajo, su amor a la
ciencia, al arte, a la agricultura, la pesca,
a su Lago, a la Sierra, …y
verá, Chinta, que su reino será
eterno. Usted y el resto de nuestras Vírgenes, patronas de cada región de
Venezuela, y de toda ella, yo no se como harán, pero convenzan a todo el país,
que la descentralización bajo principios es la mejor manera de cohabitar y crecer, de producir y multiplicarse, de hacerse
libres y de amar a Dios. En espera de su repuesta, écheme la bendición, a mis
hijos, al pueblo todo, Américo.
Americo
Dario Gollo Chávez
americod@gmail.com
@americogollo
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