Lo
decía hablando de sí mismo: “La historia
de mi vida bien podría titularse, “Vida de un ausente que nunca salió de su
país”. Y sin lugar a dudas es una perfecta definición de lo que fue la vida del
más grande pensador que tuvo la Argentina, me refiero a Juan Bautista Alberdi.
Repasando
su vida, estuvo más años fuera del país que dentro, pero siempre preocupado,
ocupado y sirviéndolo. Dependía del tiempo histórico que le tocara vivir. Nunca
alejó su pensamiento de Argentina, aunque viviera en Montevideo, Valparaíso,
Washington, Londres, Madrid o París.
Y
no importa tanto la biografía de Alberdi, lo que realmente importa es lo que
pensaba, lo que pretendía para Argentina, lo que soñaba, sin ser utópico ni
iluso, para el país que él amaba, y que no lo amó.
Me
retracto, se constituyó en nación a través de una extraordinaria Constitución
que se basó, valga la redundancia, en sus “Bases y puntos de partida para la
organización política de la república Argentina” (1/5/1852, Valparaíso).
Urquiza lo valoró, hasta renunció a poner un artículo sobre la reelección
siguiendo el sabio consejo de Alberdi. Mitre no lo valoró.
Pero
hoy, siglo XXI, sigue la misma CN que se proclamara en 1853, con las reformas
de 1860, 1866, 1898, 1957 y 1994 (se cumplieron 20 años de esta Deforma), ya
que básicamente los primeros 35 artículos que son el alma de la CN, no han
cambiado. El resto son disposiciones administrativas. Exceptuando la aberración
del artículo 14 bis, que contradice al 14 (1957).
Vuelvo
al “pero hoy”, si paramos a cualquier persona relativamente joven en la calle y
le preguntamos quien fue Alberdi, la mayoría no tendrá la menor idea. Los
estudiantes secundarios preguntarán sobre qué nueva marca de hamburgueses están hablando. Y si a San Martín se lo llama el padre de la patria por sus
dotes militares, Alberdi debería serlo por su visión de país. Pero Alberdi está
prácticamente ausente de la historia.
Biografía
brevísima. Nació en Tucumán el 29/8/1810, su madre muere enseguida, su padre muere cuando él tiene 10 años. Queda
al cuidado de su hermano. Estudia la primaria en Tucumán en una escuela fundada
por Belgrano. Con una beca viene a Buenos Aires en 1824 y entra al Colegio de
Ciencias Morales, lo encuentra sombría y rígido, no le gusta.
Lo
abandona y trabaja de tendero en una tienda frente al colegio. Vuelve al
colegio. Termina. Empieza abogacía y se recibe en Montevideo. Compone minués y
escribe dos libritos sobre música, dedicados a facilitar su aprendizaje. Funda
el periódico La Moda. Se reúne en la librería de Marcos Sastre con Echeverría,
Vicente Fidel López, Cané…
Tiempo
de Rosas. Se exilia en Montevideo, luego en Valparaíso, Chile. Ejerce la
abogacía. Es un “brillante abogado”, en serio. Pero lo es en Chile, razón por
la cual es curioso que el día de su nacimiento y en su honor, sea declarado el
día del abogado en Argentina, donde nunca ejerció.
Polemiza
con Sarmiento a través de las llamadas “Cartas Quillotanas” en un esclarecedor
debate sobre la constitución del estado argentino. El nombre viene de Quillota,
región de Valparaíso, desde donde escribía Alberdi. Vale la pena leerlas. Dos
gigantes del pensamiento, pensando una nación.
Y
pensar, escribir sus pensamientos, es lo que hace mejor Alberdi, siempre
basándose en la libertad, el estado de derecho (“El derecho es el principio y
el término de todo poder en la tierra. Fuera de ese límite todo poder es
ilegítimo y tiránico”.), la educación, el comercio (“Así como nuestros estados
fueron militares para liberarse de España, hoy deben ser comerciantes para
liberarse de la pobreza”.) Pasar de la sociedad militar a la sociedad
comercial, el gran salto civilizatorio.
Urquiza
lo nombra representante de la Confederación Argentina ante los países europeos.
En Washington conoce al presidente Pierce, en Londres a la reina Victoria y en
Madrid en 1858 consigue que Isabel II
reconozca a la Confederación. Vive en París en tiempos de Napoleón III. Sigue
escribiendo, sigue pensando en el país lejano y amado. Quizás la lejanía la da
una mejor perspectiva. Sucede Pavón, Urquiza es reemplazado por Mitre.
El
Estado le debía 2 años de sueldos. Mitre lo destituye de su cargo, pero se
niega a pagarle los sueldos adeudados y el pasaje de vuelta a Buenos Aires.
Sobrevive del alquiler de una propiedad que tiene en Chile. Se opone a la
guerra de “La triple Infamia”, como la llama, aduciendo que “la guerra es la
pérdida temporal del juicio”.
Con
Roca vuelve a casa como candidato a diputado, ejerce poco tiempo, no le gusta y
se vuelve a París. Va a morir solo, abandonado, pobrísimo, en un hospicio de
Neully. Hoy sería diagnosticado como demencia senil o Altzheimer. Así murió el
cerebro lúcido y claro que permitió que los argentinos intentaran convivir a
través del contrato social que es la CN.
Una extraordinaria Constitución, que no es una estación de trenes. Es un
sistema de vida que el país desgraciadamente no practica.
“¿El
país está preparado para la república? No, pero no hay otro camino que elegir
un gobierno democrático y después elevar el nivel del pueblo al sistema
adoptado. ¿Cómo? Mediante la educación”. Esta idea de Alberdi, es la base del
porqué el Estado decide olvidarlo. El populismo necesita gente pobre y peor educada. Así se asegura el voto
cautivo.
“La
civilización política de un país está representada por la seguridad de que
disfrutan sus habitantes y la barbarie consiste en la inseguridad, o lo que es
igual, en la ausencia de la libertad de ser desagradable al que gobierna, sin
riesgo de perder por eso su vida, su honor o sus bienes como culpable de
traición al país”.
Esto
explica por qué el gobierno desconoce a Alberdi, intenta borrarlo de la
historia, pretende que se lo ignore. Pero Juan Bautista Alberdi, diplomático,
abogado, pensador genial, sigue estando. Seguirá estando mientras un argentino
esté dispuesto a creer en la libertad, la ley y la educación.
*Leer
“Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina.”
Malu
Kikuchi
maluki@fibertel.com.ar
@malukikuchi
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