Ciudadano y cliente son conceptos que
desaparecen en el comunismo.
El primero se encuentra asociado a la idea de
República: separación e independencia de Poderes, Estado de Derecho, respeto a
las libertades individuales y a los derechos civiles.
El individuo se disuelve
y se pierde en un conglomerado amorfo al que los marxistas llaman “masa”. El
individuo, como producto específico de la Creación, queda sumergido en
entidades abstractas y supremas como el Estado, la Patria, el Pueblo y el
Partido. Mi vida no me pertenece, le
pertenece al Pueblo que me eligió como líder para conducirlo a la Tierra
Prometida. ¿Les parece conocida esta frase grandilocuente?
Con
la noción de cliente sucede algo similar. El cliente surge y se desarrolla con la expansión del mercado y sus
efectos colaterales: la competencia, la eficiencia, la productividad, el
beneficio, la libertad de escoger. En el marco de un mercado con varios
oferentes que compiten en calidad y precios por atraer los consumidores,
aparece el cliente, quien no es un sujeto obligado a satisfacer sus necesidades
básicas con lo que logra conseguir y que se conforma con lo existente, sino una
persona que exige e impone condiciones; demanda excelencia en los productos y
los servicios. El comunismo acaba con esa concepción sustituyéndola por la de
usuario, con la cual no guarda ninguna relación. El usuario tiene que adaptarse
y conformarse con lo que el Estado le proporciona. La calidad del bien y del
servicio es marginal. Sin libertad de elegir desaparece la posibilidad de
exigir.
En
la Venezuela roja ambos procesos destructivos se desataron. El aniquilamiento
de la ciudadanía comienza en 1999. Las primeras expresiones de esa demolición
estuvieron asociadas a la perversión de los procesos electorales: el ventajismo
oficialista, la toma del CNE, la falta de transparencia de los comicios; luego
vinieron el asalto a todas las instituciones del Estado, la politización de las
FAN y la militarización creciente de la sociedad y el Estado; ya no existe
ningún espacio público donde los uniformados no tengan una presencia ostensible
y determinante. La evaporización del
cliente ha sido más reciente y más lenta. Durante el período 2008-2012, la
importación desmesurada de toda clase de mercancías logró crear la sensación de
bienestar. La extensa variedad de
productos que se traían del exterior garantizaron una amplia oferta. Los
venezolanos podían escoger entre marcas y comparar calidad y precios. Todo
formó parte de un espejismo. El panorama cambió con el declive del ingreso de
divisas. La corrupción, el despilfarro, la regaladera a Cuba y a los socios de
la moribunda ALBA, las confiscaciones, las expropiaciones y todos los demás
disparates del comunismo del siglo XXI contra la propiedad privada, pasaron la
factura.
Ahora predomina la escasez y el
desabastecimiento. Mercal y los supermercados del Gobierno han resentido la
carestía. Las penurias propias del comunismo emergieron después de la
borrachera que le produjo al régimen la montaña de dólares que ingresaron
durante un quinquenio. Interminables colas, aislamiento internacional, caída
del fluido eléctrico, ausencia de alimentos esenciales y medicinas, falta de
repuestos para vehículos, son algunos de los innumerables déficits existentes.
El cliente quedó carbonizado.
En el comunismo el virus de la ineptitud, la
corrupción y el desprecio por el ciudadano no carcome solo a los órganos
públicos. Se extiende también a las empresas privadas, nacionales y
extranjeras, que terminan imitando la ineficacia y arrogancia del Estado. En Venezuela,
la mayoría de los servicios que se prestan padecen una insultante ineficiencia.
Vaya a un banco, a una empresa de televisión por suscripción, a una operadora
de teléfonos móviles o viaje por una línea aérea privada, para que lo
compruebe. El síndrome invade a las compañías de aviación internacionales,
donde el abuso asume el rostro de la venganza. Delta Airline, la poderosa
empresa norteamericana de aviación, está retaliando al gobierno rojo mediante
el castigo a los miles de indefensos clientes que desde hace meses compraron
boletos para volar a USA y desde allí a otras partes del mundo. Violando todas
las normas de la ética, la responsabilidad social y el compromiso con sus
pasajeros, suspendió de forma intempestiva e inconsulta casi todos los vuelos
desde y hacia Venezuela, Se comporta como una empresa dirigida por una banda de
comunistas.
El ciudadano, sea agente político o cliente,
siempre es despreciado por el totalitarismo comunista. Más lamentable es que
algunas empresas privadas acentúen esa dominación.
Trino
Marquez Cegarra
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc
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